sábado, 31 de marzo de 2018

En toda la escalera que da a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en Edwards, una pareja fumando. Eran gringos. No podían ser mormones, pero tenían toda la pinta y la onda. Lo que conversaban no se podía adivinar al paso. Tal vez algo sobre las fechas, sobre Dios o sobre la misión. Un poco más atrás, en pleno centro, un grupo que lucía como testigos de Jehová, comprando un paquete de huevitos de pascua en la calle, a un vendedor medio urgido. Se le veía un poco distraído al pasarle una bolsa de manera subrepticia a otro ambulante. Una del grupo, una blanca de falda larga, le entregó un folleto de la Atalaya al locatario, a cambio de los huevitos. "No hace falta caserita", se le oía decir al primer vendedor, pegándole con el codo al otro, en señal de chacota, cuando el grupo de los supuestos testigos seguía su camino, con rumbo misterioso, no se sabe hacia qué puertas.

viernes, 30 de marzo de 2018

Sintonizo la programación religiosa. Un zapping providencial. En el 13 dan La Biblia, de John Huston. En Tvn, por su parte, dan Los diez mandamientos, la del 2006. En La Red transmiten Moisés. En cambio, los únicos canales que no proyectan contenido acorde son Mega y Tvn, con Verdades ocultas y la película Sensatez y sentimientos, respectivamente. ¿Por qué ocurre esto? ¿A qué se deberá que esos canales, en pleno Viernes Santo, se inclinen a mostrar un culebrón y una novela de Jane Austen? ¿Acaso una estrategia televisiva equivalente a comer carne o solo una decisión profana sin otro correlato que lo editorial? Me preguntaba eso cuando seguía avanzando hacia la parrilla programática del cable. Nada allí que reflejara una devoción ferviente, hasta que aparecía en dos sintonías de History Channel un documental sobre Jesús de Nazareth, seguido de un reportaje sobre el contacto extraterrestre.
[Mientras los colegas conversaban sobre sus panoramas de semana santa] -¿y usted, qué hará este finde?- preguntaba uno. -reflexionar- le dije, que vendría siendo lo equivalente a blasfemar pa callao.

Mendigo

Cuando hablé con este compadre y le pregunté sobre sus poemas, él dijo: "nada de eso, solo reflexiones". A veces solo basta eso. Le dije que hacía clases. Confesó que también estudió pa profe, pero desistió. "No es lo mío. Lo mío es la calle". Nuestro Diógenes porteño.

jueves, 29 de marzo de 2018

Mañana voy a buscar recién el cheque de Marzo. El embrollo, para contextualizar, fue el siguiente: en un principio lo iban a tener listo hoy y en la sede de Carrera, según lo que la propia secretaria en la sede de Básica me había confirmado. Durante la tarde llamaba a la sede de Carrera para corroborar, pero me habían dicho que el pago no sería ahí, sino que en la sede donde cada quien trabaja. Llamé nuevamente a la secretaria de la sede de Básica para explicarle lo que me dijeron desde la sede de Carrera. Esta me aseguró literalmente que no les hiciera caso, que allí no sabían, que el pago con toda seguridad sería en dicha sede. El caso es que fui allá tipo siete y en la oficina, luego de pasar por la secretaria de Carrera, me encontré con la administradora financiera al fondo del patio del kinder. Esta me dio la mala noticia de que los cheques estaban listos, solo que sin firma. Notando la preocupación, el urgimiento inminente, explicó que el pago se hacía en cheque, debido a que el año pasado, cuando se hacía con depósito electrónico, muchos profesores nunca firmaban las liquidaciones, por lo que la administración fue multada. "Por culpa de unos pocos, perdimos todos", subrayaba la administradora. Hacía un gesto de negación con la cabeza. Al rato llegaba la secretaria de la sede de Básica. Se sorprendió al verme. Me explicó que efectivamente el cheque se entregaría donde había dicho, solo que no contaba con la falta de una firma. La persona que tendría que haber firmado los cheques debía estar en ese momento ahí, pero, según la administradora, recién viajaba en Villa Alemana. "Venía en camino". Al notar la impaciencia, la propia secretaria me invitaba a dar una vuelta hasta que llegara el sujeto firmante. Pero era imposible. Tenía otro compromiso a las ocho en Viña, y resultaba uno inevitable. "Uuuuuy" decía la secretaria, en tono distendido, sugiriendo que el compromiso se trataba de una cita. Pero no, se trataba solo de otra clase vespertina. Tanto la secretaria como la administradora asintieron y siguieron conversando. Las opciones eran pocas. Solo restaba viajar mañana al colegio, a la sede de Básica, únicamente para retirar ese cheque pendiente que, finalmente, iba a ser entregado con total seguridad en la dirección que la secretaria de la sede de Carrera me había señalado. Me retiraba entonces con premura, y las mujeres en la oficina, mientras seguían su conversación de protocolo, no atinaron a otra cosa que a un gesto aleatorio de despedida. Volvía al acceso de la sede de Carrera. Antes de salir, la secretaria volteó, y sin nada que agregar, notando que regresaba sin nada en la mano y en los bolsillos, soltó un breve, lacónico y directo "se lo dije".

miércoles, 28 de marzo de 2018

Una colega de informática me preguntaba dónde quedaba la sala de computación en el Instituto. Le respondía que no tenía idea. Dijo que a pesar de haber hecho un tour por el lugar aún no cachaba dónde quedaba tal o cual lado. Tenía que hacer la hora. La invité un rato a conversar a la biblioteca. Allí había recordado la ubicación de la sala. Comenzamos a hablar. Se explayó respecto al programa de introducción a la computación. Dijo: -Oye, mírame, ¿cómo definirías un computador?, tú demás que lo sabes, si eres profe de lenguaje-. Le respondí que si quería una respuesta honesta, es un aparato que la mayoría usa para fingir trabajar, pero que en realidad usa para perder el tiempo. Sonrió, aunque, pese a esa salida, ella insistía en una definición precisa. No quedó otra que explicarle que es algo así como un dispositivo para realizar operaciones computacionales. Volvió a sonreír, notando la redundancia. Luego agregó que estaba cerca. Que el computador puede definirse como un dispositivo electrónico que tiene por función el procesamiento de datos. Al rato ella seguía con el juego de las definiciones. Preguntaba qué era para mí un sistema operativo. Notando la aparente obviedad de la pregunta, le repliqué que algo como Windows o Linux. –Ya, ¿pero sabes cuántos operativos usas ¿Tienes celular?-, dijo ella. Saqué el viejo Own. -¿No ves? Entonces usas dos sistemas operativos. El que tienes ahí, Android, es parte de Linux. Una cosa que la mayoría no sabe-, volvió a explicar. Insistía en el hecho de que la mayoría usa Android sin saber que forma parte de un sistema operativo mayor. Ponía luego el ejemplo de una palta que ocupó en una clase. La palta simbolizaba el sistema. La semilla sería el núcleo o kernel. La carne sería el software. Su cáscara, por supuesto, el hardware. Cuando ejemplificaba, no podía evitar el inminente gesto de hambre. –Sorry, es que a esta hora me viene el bajón y todo lo explicó así-. Risas. 

Mientras sacaba de la mochila las pruebas diagnósticas del curso, me entregó una copia de su material de introducción a la computación. Me fijé que se trataba de cuestiones conceptuales. En el apartado de historia, salía algo que llamó mi atención: la Pascalina, la primera sumadora mecánica que habría sido nombrada así por Blaise Pascal. Una maquinaria en base a engranes y ruedas cuya función era la de procesar datos de manera manual. –Eso que señalaste, la Pascalina, podría considerarse como el antecedente más importante de la computadora actual, después del Ábaco-. Atendía su gesto concentrado, justo cuando se dio cuenta que miraba hacia los computadores desocupados a un costado de la sala de lectura. Sabía que sus explicaciones procuraban mantenernos distraídos, en proceso, y también, de cierta manera, adivinando la intención comunicativa del otro. Al notar una vez más que atendía con suficiente interés sus dichos, la colega me entregó luego un ejemplar de la prueba diagnóstica: -Mira fíjate, esas serán las cosas que tendrán que resolver los cabros-. Señaló hacia un cuadro dibujado con varios cuadrados internos. -¿Sabes dónde están las filas y dónde las columnas?-. Pues, era demasiado fácil. Las filas eran las horizontales y las columnas, las verticales. La miré nuevamente. Silencio momentáneo. Al minuto contestó que se trataba de algo demasiado lógico, pero que no todos, al momento de ocupar Excel o Autocad, tenían precisamente claro. 

Cuando faltaban solo un par de minutos para entrar a clase, siguió de pronto con los lenguajes de programación, desde los de bajo nivel, como los códigos binarios, hasta los de alto nivel, que pueden ser entendidos con lenguaje verbal. –Son cuestiones que sabemos los programadores. Y mira qué curioso, justo en los de alto nivel se toca el tema de las palabras, que me imagino que a ti tanto te gustan-. Alusión directa. No quedó otra que asentir, entendiendo a qué se refería, pero todavía sin comprender del todo el vasto mundo informático que sirvió de excusa para aprovechar el entretiempo y lograr una conexión, aunque fuese de lo más curricular. En eso ya era hora de volver. Miró el reloj, guardó todo y se disponía a ir a secretaría a buscar la llave para la sala de computación. –Te dejaré una tarea. Defíneme ¿qué es la internet? Cuando nos veamos, ya sabes-, decía, cruzando la salida de la biblio. Antes de que se fuera, le dije de vuelta que también le tenía tarea. Que debía definirme qué era el lenguaje. Miró como diciendo que se la dejé difícil. Levantó la mano ligeramente. Así nos prometíamos, entretanto, realizar las respectivas tareas y tenerlas listas para la próxima vez que nos viéramos, en un juego de complicidad medio sutil. Cuando salíamos, ninguno de los computadores estaba ya operativo. El encargado había cortado la conexión. La sala se vació de inmediato. Solo quedaba ella, subiendo rápido a clase con un grupo de alumnos, y una continua señal de red en el celular, cada vez más intermitente.

sábado, 24 de marzo de 2018

Cada vez que hago aseo profundo en la pieza me encuentro con una que otra novedad, sobre todo luego de revolver por enésima vez la estantería. Entre el ensayo Sobre el amor y el olvido de Román Reyes, por ejemplo, quedaban restos de una vieja telaraña tejida entre algunas ediciones de libros papel roneo. (Una linda metáfora de mi historia sentimental). Entre La vida del Buscón pude dar con la única termita que todavía pugnaba por abrirse paso a través de las páginas para desatar su conspiración intraliteraria, dándose un banquete de antología. (Un símbolo de mis aspiraciones frustradas). Bajo un lote de pequeños libros de Plaza y Janes podían apreciarse, mientras pasaba la aspiradora, cadáveres de termitas y también restos de arañas. El más notorio desperdicio era el del libro de El planeta de las posibilidades imposibles de Pauwels y Bergier. Abría su interior a ver si alguna otra maldita termita comía su contenido a escondidas. Nada. Solo el polvo acumulado por la dejación y el latente escabullir de los arácnidos. Había suficiente para leer y devorar allí, pero también, en ese inusual trabajo de limpieza, estaba de alguna manera leyendo el pequeño imperio de desintegración que, sin éxito, tramaban aquellas criaturas, muertas y agonizantes tras el asfixiante peso de los libros desordenados. Y estas, a su vez, habían intentado devorar lo que su huésped incómodo aún no se había dignado a leer y que, solo por una tincada caprichosa, había preferido reorganizar, como si con ese trajín estuviese compensando la supuesta falta de tiempo, la falta de voluntad. Cabe decir que el orden de estos libros una vez reordenados jamás será el mismo. Nunca podrá serlo. Tampoco su deseo voraz, su reinterpretación.

viernes, 23 de marzo de 2018

Llama la atención que a raíz de la sacada de chucha a Kast se haya viralizado en las redes en forma de meme la llamada "paradoja de la tolerancia" de Karl Popper, un teórico político liberal, y no, en cambio, "En defensa de la intolerancia" de Slavoj Zizek, un marxista lacaniano. Será porque el meme de Popper señala que "debemos reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes", y no como explicaba el esloveno en su libro, "criticar el discurso de la tolerancia como mecanismo de legitimación del multiculturalismo liberal".
El mensaje gmail de hoy decía lo siguiente: Our response to the Facebook data scandal. Un mensaje automático de un tal grupo Minds. Explicaban más o menos que "la privacidad y el control del usuario eran la fundación y la razón de ser de su grupo". Decían además que leyera durante algunos minutos las noticias sobre las violaciones de Facebook a la privacidad de sus usuarios (el ya archisabido caso de la empresa Cambridge Analitica que obtuvo datos de la página utilizados luego para la campaña de Trump). Para tal efecto, en el correo colocaban un enlace a un blog de Minds. Lo raro era que al dar clic en el enlace este se demoraba mucho en abrir y te comenzaba a dirigir hacia otro lado que tardaba en cargar. En el proceso me pasé el medio rollo y preferí recular. Desistí de ingresar a ese inexistente blog y cerré la ventana. Sin embargo, entré en modo seguro mediante otro enlace a la página oficial de Minds. Otra plataforma social que se habría valido de la campaña #eliminafacebook para atacar por la retaguardia informática. Al abrir Minds cerré inmediatamente el correo, pero la conexión se iba poniendo lenta. Afloraba una sutil paranoia. Se trataba, a fin de cuentas, de una plataforma aún desconocida.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Martes 20 de Marzo. Día internacional de la felicidad. Día del equinoccio de Otoño. La imagen es más que clara, apologetas del estío.
La chica en apariencia más tranquila del curso llegaba hoy a confesarme que había traído en su pendrive el cuento que el otro día me había prometido traer. Lo había hecho durante el ejercicio de narración de la primera semana. Al momento de decirme eso, algunos compañeros suyos se rompían la cabeza tratando de escribir sobre algún héroe cotidiano, y otras alumnas tratando de terminar un trabajo pendiente. A esta chica solo le importaba, por lo pronto, mostrarme ese cuento suyo lo antes posible. Lo malo que cuando me lo pidió no había traído el pc para poder leerlo. El pendrive colgaba de su cuello mediante una cadena larga. No se podía saber si lo tenía así por una pura moda juguetona o porque realmente era tan importante ese cuento que debía tenerlo atado a si misma todo el rato. Ningún compañero ni compañera parecía haber notado ese hecho, o quizá sí, pero con tal disimulo que hizo que ella pasara totalmente desapercibida. El caso es que terminó la clase, ella seguía con el pendrive en el cuello pero no habíamos podido leer su misterioso cuento. Le había dado la chance de leerlo en la sala de profesores donde sí habían computadores habilitados, pero había decidido en cambio marcharse ante la premura del resto de sus compañeros de curso. En vista de las circunstancias, la lectura hipotética de ese cuento virtual se postergaría para la próxima clase. Antes de irse, eso sí, la chica me entregó una hoja que había estado redactando en silencio. "Mire, un adelanto del cuento. No alcancé a terminarlo". A lo lejos se marchaba ella por esa puerta con paso parsimonioso. Entonces, intrigado, con esa hoja en mano, la puse un rato sobre la mesa del profesor, y al disponerme a leer se trataba nada más y nada menos que de una página vacía, con evidentes borrones de lápiz grafito y una pura inscripción arriba del nombre: una nota siete, también translúcida luego de haber sido borrada.

lunes, 19 de marzo de 2018

Cuando revisaba un par de guías ayer domingo, sonaba en la radio la última parte de Another Brick in the wall, la del solo de Gilmour. Evoqué de inmediato el video clásico, la escena en la que los cabros chicos incendian el colegio y dejan la patá rebelándose en un acto anárquico. Durante la parte en la que arrastraban a su profesor autoritario, estaba revisando una pregunta reflexiva, no recuerdo cuál. Pero fue suficiente para plantear una especie de desafío. Queda formulado de la siguiente manera: Si ustedes, profesores llenos de vocación o de estoicismo laboral, se encontrasen en una situación idéntica, frente a frente a sus alumnos quemando la institución que les significó tantas horas de realización o de tortura ¿cuál sería su reacción inmediata?: 

1.- Un estupor irremediable, que les impediría tomar cartas en el asunto, y que los tendría a ustedes de rodillas, contemplando con impotencia el despliegue de destrucción de sus otrora alumnos, como en el relato mítico de la mujer de Lot o como en aquella escena realista de Tarkovsky en la película Sacrificio. 

2.- Una indignación inconmensurable, que los llevaría inútilmente a hacer todo lo posible por detener la cagá, llamando a los bomberos, a los pacos, a los colegas, a todo el mundo educativo, haciéndose las víctimas de un acto irracional que los dejaría literalmente en la calle, mientras tratan de apaciguar el ánimo exaltado de los cabros, ya imbuidos de un espíritu y una determinación fuera de serie. 

O 3.- un orgullo inexplicable, que les haría embargarse de emoción ante tan inaudita muestra de repulsa, y que incluso les impulsaría a animar a sus alumnos, colaborando con el desastre y siendo cómplice activo de la quema que liberó a esas jóvenes almas de una represión y un adoctrinamiento salvajes. 

La respuesta de cada uno, colegas, podría determinar su carácter y su futuro pedagógico.

domingo, 18 de marzo de 2018

"Hay algo en el ambiente. Andan todos en otra", mencionaba una prima al paso, aduciendo algo similar a una realidad país. Síndrome Marzo, dirían algunos, pero en verdad lo que hacía era dibujar con metáforas una sensación interna reflejada en el medio circundante. Es cuático darse cuenta de cómo lo que creemos un análisis de lo más cotidiano está siempre preñado de símbolos y de asociaciones. Nunca damos con el sentir general exacto sobre lo que sucede alrededor, porque no es otra cosa que lo que nos sucede a nosotros mismos todo el tiempo, solo que envuelto de floritura conceptual, relectura y otras yerbas.

sábado, 17 de marzo de 2018

Breve tour por la Interzona

Burroughs hablaba de aquella zona, de aquel sitio que abarcaba toda la Ciudad de México hasta Panamá, en coordenadas que eran trazadas por la mano invisible del delito y de la alucinación. Una zona en la que solo cabía la danza bizarra de las sensaciones anómalas, de los agentes estupefacientes, de las percepciones inundadas por la implosión de los químicos con las hormonas y las ideas de acueducto. Durante el ambiente de día jueves en la Avenida E no fue difícil pensar en aquella ingente fosa proveniente del Almuerzo desnudo, dado que la noche, luego de una lectura de poesía, reclamaba lo suyo, su respectiva porción de megalomanía y de locura, para coronar el tiempo, su exceso o su deceso.

Los de la iniciativa en verdad fueron tres: A, G y M. No se podía saber si G y M se habían sugestionado lo suficiente como para propiciar una velada en aquel lugar, o si A, envuelta de una intrepidez espontánea, había provocado que los otros se sumaran e improvisaran un destino tan temerario, motivados quizá por una convocatoria íntima pero no del todo completa en la lectura por el derecho a la filosofía, y por el sabor amargo del último shop antes de retirarse de la Piedra Feliz. Otro par de comensales se había restado minutos antes de decidir arribar a la Interzona, porque al otro día tocaba levantarse temprano para volver al círculo virtuoso de la rutina. Como intuían que se trataba de un viaje furtivo, de un deseo loco y de pocos, que funcionaba como el remate perfecto para una noche que les había sumido en una introspección peligrosa, A, G y M se dirigieron sin chistar hacia el sector que colinda la plaza de Neptuno con la subida E. –Si vamos allá no se vayan a espantar-, replicaba A tratando de que la experiencia una vez entrada a la Interzona no fuese como esa brisa feroz que te engancha luego de un mal viaje en ácido. –Pero descuida, si esto es cotidiano para nosotros. Valpo es así-, le respondía G, con un M que asentía con entusiasmo, expectante de revivir por algunas horas aquellos tiempos de ranciedad estudiantil.

Una vez subiendo por E iniciaban las primeras intuiciones sobre lo que se vendría, reminiscencias de aquel antro que cobraba forma por su salvaje libertad, su dudosa legalidad y su ilusión de desenfreno. Los guardias en la puerta, en todo caso, andaban agujas. A M le revisaron hasta el sombrero por si portaba alguna sustancia ilícita que no fuese la que el propio sitio suministraba casi como en una exudación natural. A y G pasaron sin problemas. A había dejado en claro que iría a atender un tema con alguien dentro de la Interzona. Subía las escaleras. G fue junto con M a buscar espacio en el segundo piso del lugar. Arriba estaba repleto de jóvenes almas dándose un festín de alcohol, y otros tantos dándose uno de polvillo blanco, algo muy parecido a aquel Polvo de ángel que circulaba en el GTA San Andreas y que era mencionado también de manera subliminal en el álbum de Faith No More con la garza en la portada.

A propósito, la música típica de la Interzona, con ese sonido saturado de parlantes deshechos, seguía siendo la misma: un playlist de lo más granado del rock y el metal vibrando como el telón de fondo para el cóctel dionisíaco que entre líneas blancas y humo grisáceo se iba armando. No había excusa para echar pie atrás. Solo era cosa de bajar y pedir lo de siempre en la barra para ponerse a tono. Arriba A conversaba con gente del medio, rostros amables aunque embadurnados de distorsión. Sorbían G y M las primeras birras. Luego con A empezaban una apasionada conversación sobre el romanticismo. –El romanticismo es rebeldía-, repetía M, asintiendo el desplante y el argumento de A, siempre segura, colocándose de tal forma que lucía expresiva a pesar del trasnoche. Después salió algo sobre Los perros románticos de Bolaño. No se sabía muy bien a raíz de qué. Ser de valpo, durante esos instantes, era un poco como ser perro. Estar en la Interzona un día jueves en la madrugada era, en ese sentido, lo más porteño del universo.

Así pasaban las horas hasta que se asomaba la señora dueña, dispuesta a cerrar el boliche. Música fuera. Luces prendidas. Era hora de que la Interzona cerrara y de que sus visitantes, imbuidos de su propio delirio mal parido, regresasen al exterior con tal de seguir el jaleo indefinidamente hasta que las estrellas colapsaran, o con tal de virar cada uno hacia destino desconocido. Volver a la casa luego de haber salido de la Interzona era para algunos una tarea imposible. Para otros, un hecho surrealista. Los más conservaban el espíritu de llevar la Interzona en sus mentes y desatar todo su desparpajo en la plaza de Neptuno, a esa hora repleta y sin ninguna clase de avistamiento policial.

G y M no podían creerlo, aun conociendo el contexto. Brindaban entre borrachos y estupefactos. A se arrimó con otros compadres que allí configuraban un grupo clandestino. Tranzó un par de palabras con sus compañeros, palabras de camaradería mediadas por la intensidad, antes de desvanecerse de manera progresiva la órbita del sentido común. No quedaba, a esas alturas, otra forma de saberse romántico que perdiendo la noción del tiempo. No quedaba ya rastro de aquella gravedad inicial en honor al derecho por la filosofía. La Interzona les había convocado y ella misma les había desterrado, solo para avistar en los otros la mirada ida del caos citadino. No podían parar el hueveo, porque, para la Interzona, en sus mentes y corazones, siempre lo hubo y lo habrá.
"¿Y qué se supone que haremos con las horas de permanencia que quedan volando?", era lo que se preguntaba el colega de física en la sala de profes. "Las horas que quedan volando", una imagen desafiante por lo poética y, en cierto modo, por lo científica. Una colega parvularia y otro de historia trataban de seguir la discusión alegando también sobre la indeterminación respecto al propósito de las horas de permanencia que, según ellos, se destinan para planificaciones y evaluaciones, pero que también muchas veces involucran otras tareas como actividades extra curriculares, preparación de reuniones, hasta pequeños favores un tanto licenciosos, dispuestos por parte del director. Qué hacer con esas horas fuera del aula, que de todas maneras se contarán en la liquidación, aunque sin un quehacer unívoco, siempre sometido al arbitrio de la comunidad y a decisiones que exceden el currículo. "Está bien destinar una hora para realizar algo puntual, pero nada que ver que dispongan de esas horas casi de forma sistemática para cualquier cuestión", repetía la parvularia, compenetrada, seriamente preocupada por esta tergiversación del tiempo curricular. Agobiado también por esa hora que quedaba volando, que sería contada en la planilla pero no sabiendo todavía si destinarla exclusivamente para atender, planificar o evaluar, volvía sobre el punto inicial de la conversación un poco para romper el hielo. Dije entre mí: Si esas horas que se supone cubren todo lo referente al trabajo fuera de clases fueran suficientes, entonces el problema no radicaría en el tiempo sino que en su forma de concebirlo, digamos, de invertirlo, para usar un término más pragmático. Concebir o invertir el tiempo de permanencia. ¿Qué es lo que permanece: el tiempo que ahora destino para todo lo que supera el ámbito de la clase, o la imprecisión sobre qué hacer o no hacer dentro de ese tiempo? ¿Qué era lo que se discutía: la indefinición sobre el sentido de esa hora de permanencia o el no poder tomar el control sobre ella para destinarla hacia lo que se estime conveniente?. Luego de profundizar en esas disquisiciones, soltaba una réplica que simplemente confirmaba lo previamente pensado. 

Después de haber terminado de hablar, el meollo del problema persistía volando, sin ánimo de concluirse. Los colegas parecían más interesados en dilatar el hilo de aquella discusión que en ofrecer una salida eficiente y coherente. Dada la premura del dialogo y la prisa por volver a clases, todos parecían regodearse en alcances filosóficos sobre el tiempo, su condición maleable o inaprensible, o en la persistencia de cierto estado constante de diligencia y de reflexión, acaso con uno que otro recreo o hueco de ocio para "arreglar al mundo" y volver luego a la realidad de rehacer lo deshecho. Cuando subían al paso sincopado del timbre, el colega de física, marchando a la vanguardia, muy adelante, alcanzó a dar una tímida vuelta y a proclamar unas palabras poco legibles dado el ruido general. Solo la parvularia, elegante, taciturna, lo iba siguiendo a un par de metros. Se le escuchaba decir: "Y nos fuimos volando", durante el momento en el que efectivamente todos desaparecían para volver a ocupar el espacio de las salas vacías y el tiempo muerto de lo que nunca permanece del todo vacío.

viernes, 16 de marzo de 2018

Stephen Hawking


I

Algunas teorías que dejó volando Stephen Hawking antes de morir: 
1.- Nuestro planeta podría morir en 200 o 500 años producto del calentamiento global. Ante lo cual la humanidad solo tendrá un limitado tiempo para abandonarlo y evitar una extinción inevitable. Esta afirmación se opone a una que habría hecho antes, respecto a que a la especie humana le quedaría alrededor de un milenio de vida en la Tierra. 

2.- Para tal efecto, Hawking habría presentado en la Sociedad Real de Londres un proyecto de búsqueda de vida extraterrestre. De hecho, el científico creía más en la existencia de seres extraterrestres con grandes civilizaciones sobrepoblando el espacio que en la existencia de Dios. Para Hawking, el encuentro con estos seres, dado el escenario apocalíptico ilustrado, sería más una realidad que una especulación. 

3.- El año 2004 habría reformulado su teoría sobre los agujeros negros, cuestionando que estos fuesen una suerte de pozo sin fondo en el Universo. Los agujeros negros, bajo su nuevo precepto, sí tendrían un fondo y una dimensión determinada aún inabordable para el intelecto humano. 

Y ustedes, cibernautas virtuales, ¿a qué teoría suscriben?



II


La relación de Stephen Hawking con el rock era archi famosa. Por ejemplo: 
-El octavo álbum de Jean Michel Jarré, Chronologie, de 1993, está inspirado en Una breve historia del tiempo. 

-Los Pink Floyd samplearon la voz del científico de un comercial de empresa de telecomunicaciones, y la incorporaron al tema “Keep talking” del álbum The division bell. 

-Se dice que también los Radiohead tomaron prestada la voz de Hawking para el tema Fitter Happier del Ok Computer. Sin embargo, años después, Thom Yorke reveló que en realidad se trataba de la aplicación ‘Simple Text’ de Macintosh, la cual el propio físico usaba para comunicarse con el mundo. 

-Brian May, también astrofísico, colega y amigo personal de Hawking, compuso en su honor un solo de guitarra llamado Last Horizon, incluido en su álbum solista Back to the light. 

-El año 2016, Hawking se presentó junto a Anathema en un concierto para interpretar el tema Keep talking de Pink Floyd, con el uso del efecto “talk box” en guitarra. El concierto se había dado en el contexto del festival Starmus. 

Queda científicamente comprobado: el rock es música para inteligentes.



Los de séptimo tuvieron que ejercitar su pluma hoy. Siempre tengo esa manía de comenzar antes probando su capacidad escritural antes que su capacidad curricular. El ejercicio consistía en imaginar un héroe o heroína y relatar una pequeña historia sobre él o ella, siguiendo la estructura del género narrativo. Al ir revisando los textos, un par de alumnas sentadas al principio de la tercera fila aseguró que el personaje en cuestión sería un profesor de lenguaje. -Conste que es un personaje de ficción, no es precisamente usted-, replicó la alumna C, tocando con el codo a la otra compañera, su amiga, en evidente señal de estar tramando algo. Y aquí viene lo peculiar: En el texto de la primera un tal Gabriel quedó loco por una tal María, a lo cual llegaba un tercero, un tal Juan, que se llevó a María. Entonces Gabriel se convierte en "saiyajin", golpea a Juan, salva a la susodicha y -consecuentemente- viven felices para siempre. En el texto de la segunda, la chica más risueña y sarcástica, en cambio, el personaje Gabriel no queda tan bien parado. Su texto ilustraba una ciudad llamada Zootopia en la cual ocurría un insólito asesinato de animales. Estos se escabullían despavoridos y atacaban a la gente de la ciudad. Ante eso, llegaba una heroína desconocida y los guarecía a todos en un refugio, pero solo faltaba un personaje, justamente Gabriel, que personificaba al último animal suelto. Este no lograba llegar a salvo al refugio y moría en la salida de Zootopia, y pese a su muerte, todos en el pueblo vivirían de ahí en adelante felices para siempre. La pequeña autora de este texto, al notar que hacía un gesto negativo con la cabeza, captando la alusión indirecta pero en el fondo impactado por su chacotera imaginación, volvía a escudarse en el hecho de que los textos que ellas escribieron solo representaban una realidad ficticia, y que no tenían nada que ver conmigo. Mientras se justificaban, sonreían con ternura y cinismo. Y tenían toda la razón. Habían aprendido la materia solo para mofarse, y de paso, habían representado a su propio profe como un personaje más, un personaje de ficción digno de la máxima suerte pero también digno del peor de los destinos. Flor de heroísmo. Flor de tragedia. Habían textos de otros alumnos que superaban con creces al de estas en ortografía, redacción, caligrafía, hasta en trama, pero las creaciones de este par de revoltosas fueron, sin duda, las más salidas de madre. Las únicas capaces de tan simpática osadía. 


lunes, 12 de marzo de 2018

Busqué el significado de la palabra Arkhé, que me había quedado dando vueltas al ver Merlí. Se define como principio fuente, origen de las cosas. En la wikipedia se señala que algunos de los presocráticos asociaban el arkhé a elementos naturales. Así, para Heráclito el arkhé era el fuego, pero después el artículo agrega que para el filósofo el principio originario era el logos, la palabra, puesto que esta era una analogía del fuego, la cual "con mesura se enciende y con mesura se apaga". ¿Qué clase de combustión puede haber en la palabra que, como una carrocería, nos impele a realizar aquello que decimos? ¿Qué clase de incandescencia hay en ella al aparecer o, por el contrario, qué oscuridad y silencio al desaparecer? Paralelamente, una palabra rondaba mi cabeza en el momento de investigar sobre el arché. La palabra reunión. Había quedado metido con que tenía una reunión de GPT en el colegio hoy. Llamé para confirmar. Luego de una decena de llamadas fallidas por línea ocupada, me confirman que la reunión no era para todos, solo para los directivos del departamento. Tan pronto como descarté de plano aquella reunión, la palabra perdió su fuego. Sus brasas se apagaron. Volvía una serenidad presocrática. Un suspiro como una brisa extinguía su semántica de la mente. Ahora podía regresar al trajín ocioso de las tareas dispersas.

domingo, 11 de marzo de 2018

Protestas de manifestantes en Rodelillo. Planeaban obstruir Santos Ossa con la esperanza de enfrentar al nuevo mandatario y reclamar por la postergación de la escritura de los subsidios habitacionales. Unos subsidios postulados por Bachelet que Piñera luego, con su oportunismo, alcanzó a entregar a la rápida. La idea era revolver el gallinero y poner en el tapete el abandono del barrio sometido a trampas legales y burocráticas. Pese a la insistencia, los canales solo alcanzaron a transmitir unos cuantos minutos de la manifestación, un poco después de la ceremonia en el Congreso. Al corte de transmisión se sumó de pronto un corte de luz, producto de un incendio forestal que se estaba propagando por ahí cerca. De entre toda la gente que se manifestaba cerro arriba, un loco alcanzó a señalar con el dedo hacia abajo, en dirección al vacío, gritando ¡Fuego! ¡Fuego!

sábado, 10 de marzo de 2018

Lo primero que hice en la mañana fue sacar la basura de la cocina y del baño, y no en las clásicas bolsas de aseo negras destinadas para ese propósito, sino que en unas cuantas bolsas plásticas con marca de supermercado, dejadas colgando ahí a un costado del refrigerador para uso y abuso de los inquilinos. La basura era tal que había que elegir de entre esa pila las bolsas más grandes y procurando usar más de una para que el material plástico no cediese y así el mierdal no se llegase a rebalsar. Al salir a arrojar esas bolsas de plástico llenas de basura al tacho verde más cercano, voy recogiendo a su vez las bolsas echadas en toda la vereda. Había una, sin embargo, que se resistía a ser capturada, dejándose volar por la brisa costera en medio de la calle. Al doblar la acera esta ya había cruzado del otro lado, siendo empujada en un par de ocasiones por los vehículos que pasaban. Llegó a elevarse lo suficiente como para circundar el aire citadino y volar sin efecto ni dirección, como en la sublime escena de Belleza Americana. Por un momento, esa insignificante, inanimada bolsa plástica, sometida solo a una existencia desechable, a un utilitarismo de fábrica, exenta de entidad y menos de ontología, ganó una vista panorámica, sobrevolando a sus anchas el espacio que le había sido negado producto de la maquinación humana, adquiriendo entonces una levedad inerte pero azarosa. ¿Es posible que una bolsa plástica despierte algún mínimo sentido estético? ¿A pesar de su material? ¿A pesar de su saturación? Cavilé sobre ese último punto, cuando venía de vuelta del tacho verde, ahora repleto, y todavía con restos de inmundicia entre los dedos, recordando la nueva ley que busca gradualmente la prohibición total de las bolsas plásticas. Justo a la próxima vuelta, un niño que pasaba por ahí con su familia comenzó a patear otra bolsa, jugando con ella en el mismo sitio por el que había intentado agarrar aquella bolsa voladora. De no haber sido por la naturaleza esa bolsa estaría en el basurero. De no haber sido por el niño esta otra bolsa no sería otra cosa que una bolsa.

viernes, 9 de marzo de 2018

"¿Quiénes podrían ser héroes de la vida real? ¿Héroes cotidianos?". Algunos se limitaron a responder que los bomberos. Otro dijo que los pacos, y fue abucheado y tratado de weón por un compañero suyo. Una chica al medio repitió que los futbolistas, y fue aplaudida. Detrás de un grupito en toda la esquina, un último cabro se alzaba y explicaba que los profesores. Silencio repentino. Nadie dijo nada. El grupo curso clavó su mirada en mi persona. Al notar un gesto dubitativo, de la nada otra cabra se manifestó junto a la puerta, diciendo que no todos. "Algunos de hecho parecen más villanos, como el profe de ciencias". Bochinche inmediato. La amiga suya, para seguirle el mote, agregó que también parecían a veces una especie de anti héroes. "Haciéndonos la vida díficil". Uno de los cabros de aquel grupito de la esquina mencionó, en cambio, que algunos simplemente son "de pana" y otros se van en la volá. Los ogros del bosque o bien los bufones del rey. Y sin notarlo, en un par de clases los cabros ya habían hecho toda una caricatura del profesorado, a partir de la trastocación de la figura del héroe planteada para la primera unidad. Así es como van aprendiendo realmente, hueveando al resto, dejando fluir lo jocoso sin culpa.
Vi The square en Insomnia. Hilarante sátira contra el arte contemporáneo. Una mezcla ácida entre Haneke y El ángel exterminador de Buñuel. Ya entiendo por qué ni figuró en los Oscars. Demasiado bizarra, demasiado intragable para gustos palomiteros.

jueves, 8 de marzo de 2018

Acabé la primera temporada de Merlí, la serie sobre ese John Keating catalán de la filosofía. Igual el contexto en que enseña, una escuela pública, resulta terrible ideal, un grupo curso soñado. Se ve a lo largo de los capítulos -donde en cada uno se aplican más o menos las ideas de un filósofo- que los cabros van respondiendo con mucha naturalidad, con alguno que otro problema personal, pero sin mayores contratiempos, merced a una metodología contracorriente que los lleva a reñirse de manera constante con los directivos e incluso con su propio círculo íntimo, con tal de desafiar los límites e ir más allá del corsé curricular. Sería interesante ver, en cambio, a un Merlí enseñando con los mismos cuestionamientos, con la misma dinámica, en un contexto de escuela pública chilena. En el mejor de los casos, algo parecido a la serie El reemplazante mezclada con La sociedad de los poetas muertos debería salir de ahí, si es que antes la primera no refleje mejor la realidad chilensis que la segunda.
Me topé con una ex alumna del dos por uno, a un costado del Cine Planet. Iba saliendo de ver una película. No me había dado cuenta hasta que alcancé a divisar a una chica que venía hacia mí. Era ella. Una de las más aplicadas del curso. Se sorprendió gratamente de saludarme. Lo primero que preguntó fue si acaso seguiría este año en el instituto. Antes de responder, sorbí algo de saliva. No podía aguantar el corto nudo en la garganta. Al escuchar la respuesta negativa ella se lamentó, replicando que, en nombre de todo el curso, me iban a extrañar por lo buena onda. Le dije que era lindo saberlo, y sobre todo de boca de "una de las mejores". "No es para tanto", alcanzó a reír ella, disimuladamente. Aprovechó para consultarme si se iba otro profesor o profesora del año pasado. Recalcó que esta consulta debía quedar entre nos. Le informé que posiblemente la profesora de Matemáticas, porque había insistido en retirarse casi finalizado el último semestre. Así, intuyendo el momento de la despedida, tal vez definitiva, ella se iba a la rápida con sus amigos, replicando a lo lejos un espontáneo adiós. Solo sonreí y levanté la mano en señal de correspondencia, justo cuando ella bajaba la escalera mecánica. La película ya había acabado, el instituto me había cerrado las puertas para siempre (por cuestiones administrativas, tal vez disciplinares), pero casualmente no la persona ni el rostro de esa alumna, que lo seguía siendo afuera, pese a ya no existir otro espacio de aprendizaje que ese pasillo de mall, en las afueras del nuevo cine, ese espacio improvisado, libre de reglas, libre de notas, construido a pura merced del encuentro y el recuerdo.

martes, 6 de marzo de 2018

Necrofilia

De todos los recovecos del mundo

De toda la algarabía de los laberintos

Tenía que encontrarte en el rincón más oscuro

Recién salida del cubículo mortuorio

Con la vista perdida en la luz 

Una luz más pálida que la de una estrella agonizante.

No dices nada pero tampoco lo callas,

Solo aguardas el deseo que no puedes percibir

Bajo tu cuerpo perfecto, inerte, helado.

El silencio te vuelve herméticamente sexy

Y cada gesto de estatua que imagino que modulas,

Vuelve el acto una ceremonia de hielo fúnebre, 

Un rito de fluido y estancamiento.

Cada movimiento va trazando el desvío por el que las sensaciones impulsan el instinto de muerte,

Y tú la conoces mejor que nadie,

Ese privilegio exquisito de estar del otro lado pero a la vez estar aquí, sintiéndote, 

Dentro pero fuera de ti misma,

Configurando en la carne tu propio obituario, 

Inaugurando un amor póstumo

Más allá del tiempo y sus cadáveres

Que puede vencer incluso la descomposición de la materia y la putrefacción de los sentidos.

El signo de lo profano va coronando lo sublime,

Los gusanos ya no pueden seguir esperando,

Cómplices de este encuentro furtivo y taciturno.

Lo único más encantador que la muerte

Es ahora el lazo que amarra esta sangre, este dolor con tu alma sin envase,

Únicamente viva bajo este sueño enfermo, este placer subterráneo

Sin ley ante la ironía de la eternidad.



François Bertrand ("The Vampire", woodcut from "Mémoires de Monsieur Claude")

lunes, 5 de marzo de 2018

Brígido el efecto del café Juan Valdez. Una risa deliberada sin motivo aparente. De pronto, sin previo aviso, un optimismo involuntario.
Eddie Vedder cantándole a los cineastas muertos. La sombra del grunge en el corazón del mainstream...

sábado, 3 de marzo de 2018

Sobre Una mujer fantástica

#Modooscar Respecto a Una mujer fantástica, hay un par de citas internas que quisiese destacar. Una, ya conocida, dentro del plano en el que Marina observa su rostro desde un espejo puesto entre sus piernas. El plano se visualiza de tal manera que hace pensar que el espectador observa lo que los ojos de la protagonista miran dentro del espejo, o, por qué no, que el espectador en el fondo proyecta su propio reflejo en este y comparte una mirada vicaria dentro de la escena. La cita en cuestión remite a una fotografía autorretrato de Armen Susan Ordjanian, de 1981, en la cual Armen está realizando la misma pose que Daniela Vega en la película. El cuestionamiento que Armen se hacía en su tiempo sobre la identidad de la mujer, confundida en el reflejo de su rostro femenino sobre sus genitales, cobra mediante la cita otro matiz al replicarse en la película de Lelio, amplificando el mismo cuestionamiento ahora en clave trans. Porque en realidad, como cita Gonzalo Frías, la pregunta sigue siendo la misma: ¿dónde está la identidad? ¿En los genitales? ¿En la mente? o, podríamos agregar, acaso en la mirada de ese otro que mira y no reconoce otra cosa que una yoidad problemática, vacilante entre la carne, el pensamiento y la axiología 

Una segunda cita pasó mucho más inadvertida, aunque se ancla desde una escena también connotada dentro del filme. La escena en la que Marina se sitúa en medio de una calle resistiendo un fuerte viento. Aquí el significado resulta mucho más predecible, y tiene que ver menos con la identidad que con la voluntad de caminar a contracorriente o, simplemente, de enfrentar la adversidad a cualquier precio. Más que cita, en este punto, la escena vendría siendo una relectura de otra escena clásica de Akira Kurosawa en su Rapsodia de Agosto de 1991. Exactamente, la escena final de la película. Ahí vemos a una anciana corriendo precisamente contra un fuerte viento, sin dejarse arrastrar, con sumo coraje. A diferencia de lo que sucede en Una mujer fantástica, en la peli de Kurosawa la anciana va persiguiendo a sus nietos. No es solo ella contra la adversidad, sino que es ella, su familia y la calamidad del desastre nuclear de Nagasaki. Es la reflexión sobre el enfrentamiento aguerrido de la vida en un medio propicio para la muerte. Esta misma reflexión, en otro tenor, puede aplicarse para la escena de Marina estática pero de pie contra el viento. La lentitud de la toma refuerza el simbolismo estoico. Es ella, solo ella, en un medio propicio para la hostilidad, encumbrando contra el viento de la incomprensión el cuerpo de la diferencia.



viernes, 2 de marzo de 2018

Una verdadera zoología del insulto: perro, zorra, insecto, cerdo, vaca, oveja, víbora, pajarraco, hiena, gallina, sapo, pavo, burro, rata, gusano, sabandija, arpía, ganso, simio, etc, etc. En cambio, la palabra humano sigue siendo considerada como lo que no es. Una palabra cínica, una palabra amarilla. El día en que el idioma por fin reconozca la palabra humano como insulto, habrá que salir a la calle para gritarla a los cuatro vientos.
Entrevista de trabajo en el Liceo René Descartes. Llegué allí de pura chiripa. Me dirigía en un principio rumbo a la estación Miramar, a seguir la caravana busca pega, cuando de improviso miré hacia arriba en toda la curva de Avenida Valparaíso con calle Quinta. Aún quedaba aquel liceo recóndito a la altura del Cerro Castillo. Cambio de planes; solo había que subir un par de cuadras para seguir escudriñando alguna vacante. En verdad la volada fue muy cartesiana: Se pensó de pronto y se hizo. Junto a la reja de la entrada se encontraba una inspectora de patio. Le entregué el curriculum y me preguntó qué profe era. Ante la respuesta, replicó que justo estaban necesitando profesores de Lenguaje, puesto que recién ayer se había retirado alguien. Demasiada coincidencia en un lapso de tiempo y un espacio tan acotado. No podía ser mejor. Entré y la inspectora se dirigió con el curriculum directamente hacia la oficina de Utp. Incluso, hasta se dio el lujo de darme un consejo: "Di que necesitas la pega". Le respondí que de hecho la necesitaba. Esperé un par de minutos en el patio del colegio hasta que la inspectora regresó todavía con el curriculum en mano. "Su curriculum estaba mal hecho", decía a lo lejos mientras se aproximaba. Evidentemente en broma. Ella no podía aguantar ni el gesto de su propia talla. Así que, al ver que solo asentía, replicó: "No, a las 1 y media. Entrevista con la UTP". Para hacer la hora, y capear la buena noticia, alcancé a darme una vuelta por el centro sin problema y con toda confianza. 

De regreso para la entrevista, la inspectora me señaló que subiera sin más y hablara con la recepcionista. Esta al desconocerme preguntó si ya había hablado con la UTP. Le dije que no, que la inspectora había coordinado con ella previamente. La recepcionista entonces, sin tener idea de la coordinación a sus espaldas, llamó a la oficina para confirmar. Bastaron unos minutos para que bajara la jefa de la unidad técnica. Durante la entrevista se habló a grandes rasgos del horario, los montos, el tema disciplinar y el tema académico. Aclaró que ese era el filtro necesario, que aquí "sí se podía trabajar" y que estaban evaluando otras cinco entrevistas más antes de la efectuada para tomar luego una decisión y llamar más tarde a cada uno de los profesores entrevistados en caso de sí o de no. De ese modo, la Utp se despedía amablemente, aunque tanto urgida por los mil y un trámites aún pendientes que evidenciaban su ya agitada preocupación. 

A la salida me interceptó la inspectora y preguntó cómo me había ido. Le respondí simplemente que la jefa había quedado de llamarme "como suele ser". Improvisando algo de entusiasmo, agregué que ojalá quedara en el Liceo y pudiera ejercer de una vez por todas. Al notar lo dicho, la inspectora saltó de inmediato, y dijo si estaba seguro, porque sabía de comentarios de otros profesores que en el Liceo la cosa administrativa igual era complicada. "Si no, pregúntale al profesor de religión". Apuntó de inmediato hacia un caballero que entraba a la sala de profesores con paso cansino. "Él dijo que si le preguntaran dónde estaba el infierno, respondería sin duda que aquí". Luego de esa acotación inesperada, abrió la reja de salida y me deseó lo mejor. La llamada se supone que debería suceder en estos momentos, o durante la tarde noche. De lo contrario, habré salido de aquella entrevista con un ánimo endiablado, cachando de antemano que no todo lo que se piensa necesariamente tiene que existir.