lunes, 18 de agosto de 2014

Nunca se sabe

Nunca se sabe a ciencia cierta lo que es una idea. Podemos analizar sus condicionamientos, constatar si tienen alguna clase de origen psíquico, social, hasta biológico, pero cuando aparecen lo hacen casi siempre de forma inenarrable, en nuestros horas de insomnio, en nuestro furtivo momento de dispersión, o en un derroche de emocionalidad. Entonces qué es precisamente una idea nueva? No cabe otra cosa que invocar al mito: o las ideas son creaciones románticas del intelecto o son un conjunto de asociaciones lógicas de elementos que ya existían mucho antes que nosotros en la memoria colectiva. En realidad, hacemos uso y abuso de las palabras sin saber realmente el origen y el significado original, de lo contrario no habría espacio para especular ni divagar libremente sobre nada… De cualquiera forma, las ideas solo pueden estar ahí una vez que han sido expulsadas de nosotros, el mundo nos invade con su ejército de formas, no nos importa el cubo rubrick por la jodida simetría de los colores, porque esa ya fue la idea de otro, sino que porque pasó por nosotros en un intento de reinventarla con nuestras manos. Creemos tener muchas ideas pero si se mantienen en la esfera del ego se limitan a ser parte de una auto complacencia inútil por etérea. Si las ideas no nos atraviesan de alguna forma las consideramos abortadas de antemano… Es esa la clásica disputa entre la musa y el genio (o mejor dicho, el obrero) que la considera su temporera privada de la creación… Da Vinci decía: “Concebir una idea es algo noble. Ejecutarla es servil”.