viernes, 11 de marzo de 2016

Keith Emerson




Escuché Emerson Lake and Palmer gracias a mi padre. Iba en Tercero Medio y por ese entonces lo más progresivo que había escuchado era Tool (incluso en mi ignorancia llegué a pensar que el progresivo era una variante del metal, con Dream Theater como su referente). Recién en el verano del 2005 recuerdo que vi el vinilo del In the Court of Crimson King, piedra angular del género, al deambular por la Feria de las Pulgas de Valpo. Era una edición oscura recuerdo. Extrañamente no aparecía el hombre esquizoide en la portada. Quizá se trataba solamente de una edición en vivo. Un día en su casa mi padre colocó un cd pirata con la interpretación de Cuadros de una exposición de Mussorgsky. Se lo había grabado su hermano. En ese tiempo no tenía acceso tan expedito a Internet como ahora. Tenía que ir al cyber a descargar y descubrir música nueva. De hecho, gran parte de la discografía de King Crimson la descargué primero en los cyber café del plan. Y así mismo descubrí otra banda del género progresivo, Jethro Tull, googleando sobre una noticia en que la banda había ganado el premio Grammy ante Metallica por mejor intrepretación Hard Rock. Había un compadre que se ponía en la esquina entre Pedro Montt y Carrera, vendiendo cds pirata. Era fan del progresivo. Por él supe también de ELP. En una ocasión, tarde noche, le compré la discografía. (Lo bueno era que el loco grababa los cds en mp3 con casi todos los albumes). Quería iniciarme en este "nuevo sonido", mezcla de rock y de música de orquesta. 

En la ocasión que escuché Cuadros de una exposición no lograba digerir los teclados de Emerson. Era algo todavía demasiado vanguardista para oídos acostumbrados a puramente cuerdas y distorsión. Una vez que empezó el tema The Gnome, enteramente instrumental, me di cuenta que estaba ante una sinfonía de locura. La feroz ejecución del teclado en conjunto con la batería de Palmer y el bajo de Greg Lake era algo sin igual. A medida que avanzaba el album el ritmo y las melodías iban cambiando desde piezas armoniosas, pasando por pasajes de improvisación y virtuosismo, hasta llegar a temas medianamente siniestros, imponentes, pero con la suficiente fuerza rockera. El teclado era una especie de personaje que contaba con una orquesta y relataba su propia historia. Era el instrumento de cierto sátiro instalado en la imaginación. La vieja guitarra quedaba a un lado. Aunque suene simplista, el uso del teclado marcaría la diferencia entre lo que consideraba como rock clásico y aquel nuevo rock que quiere "progresar", ampliar el espectro musical llevando su estructura a límites insospechados. Había hecho en definitiva un camino sonoro a la inversa de la historia del rock. Desde lo más extremo del uso de las cuerdas (década de los 90, 80) hasta la ya clásica sofisticación del uso de teclas (en plena época de los 70 y finales de los 60). Hasta ese momento el teclado en el rock era un tabú. Con Keith Emerson descubrí que no había límites. Que se puede tocar algo elaborado sin dejar de sonar rudo. Que se puede ser también un Jimi Hendrix del teclado, si acaso ese instrumento tiene la suficiente energía y las pelotas para rockear y al mismo tiempo para emular a Beethoven durante el siglo más eléctrico de todos: el siglo XX.
Adiós, maestro.