domingo, 15 de octubre de 2017

"El mismo Rodrigo se dio cuenta de inmediato. Tuvo una intuición: quizás realmente debería haber dejado la cagá. Haber desatado el caos. Se lo dijo a Merino horas después de la performance: "Quizás debería haber cortado los teléfonos, haber cerrado las puertas con candados y cortarme unas venas en la frente para que mi rostro se cubriera de sangre. Debería haber hecho una huevá así".

El sueño de sábado por la noche. Iba caminando a través de un paraje costero, frente a frente a una fila enorme, que parecía detenerse a medida que avanzaba, en un movimiento contradictorio, irreversible. No recuerdo si en medio de ese gentío trataba de encontrar a una mujer perdida, si ya iba a mi lado también esperando por algo tras la fila o si solo era la proyección de un pensamiento persistente dentro del propio sueño. Mientras intentaba que el asunto se decantara, el mar de gente se hacía una sola masa únicamente distinguible por su algarabía. El movimiento era lo real, mas no su dirección. No entendía a dónde carajo se dirigían a través de ese paraje, ni tampoco de dónde veníamos nosotros, la chica ficcional y yo. Cada vez que la evocaba, en lugar de su voz o de su presencia carnal aparecía una imagen suya, etérea, mezcla de fugitiva y de mercenaria ochentera, una especie de Lolita de algún futuro retro. Apenas se hacía visible su silueta en forma de señuelo. Algo intentaba decir a través de ese estupor visual o solo se trataba de una distracción, de un placer incomprensible por la incertidumbre ajena. Mientras cavilaba sobre ese punto, el contorno del sueño se hacía más y más difuso. La imagen femenina quizá hacía de faro o de neón en medio de la oscuridad. En ese devaneo, la fila de gente se confundía con el borde de una playa sombría que poco a poco inundaba la totalidad del entorno. Justo antes de seguir caminando, casi automáticamente hacia esa playa, y cuando el mar irrumpía con fuerza sobre la masa inerte, me di cuenta que llevaba cargando todo el tiempo lo que parecía ser el brazo de una mujer. ¿El brazo de ella? Hasta cierto punto el brazo lucía más artificial que auténtico. En el momento que di con el misterioso brazo, y su aparición absurda, surge la última imagen de aquella fugitiva de los sueños, irrumpiendo sobre la playa esta vez inundada como un solo bloque de mar. El gentío se dirigía hacia él en una maniobra inexplicablemente suicida. Miento. Desaparecía de un momento a otro, así sin más. En ese punto era cuando la ensoñación comenzaba a decaer. Ni idea del brazo o de la aparición acuática de nuestra musa. Solo alcancé a concebir, en retrospectiva, un fotograma de la Blade Runner 2049. El de la acompañante virtual de K. Justo en ese momento, un fastidioso dolor en la sien izquierda, de amanecida, completó el desasosiego.