lunes, 29 de mayo de 2017

Lynch reconoce que detesta la segunda temporada de Twin Peaks, solo por el hecho de que se revelase al responsable de la muerte de Laura Palmer. Cuenta que fue por presión de los ejecutivos de ABC. El misterio en torno a quién mató a Laura Palmer -emulando también el gran misterio sobre la muerte de Marilyn Monroe- era para Lynch la gallina de los huevos de oro. Después de revelada la identidad del asesino nada volvió a ser como antes. La fuerza de la serie residía precisamente en el relato policial unido a un imaginario subversivo. Con la tercera temporada, Lynch busca, en el fondo, reivindicar aquel sentido enigmático de la primera, pero llevándolo a otro plano de experimentación, siguiendo en parte la tónica del desmadre a la que nos tiene acostumbrados desde Inland Empire. Quiere hacer de la pantalla chica su propia caja de pandora, invocando pesadillas y conspiraciones. Quiere que nuestra realidad tenga algo de Twin Peaks, que descubramos en ella la logia negra, y que tengamos también algo de cómplices de lo oscuro y de lo absurdo.