miércoles, 6 de junio de 2018

"La vida es una fiesta a la que no fui invitada". Solo recuerdo el rostro y la silueta de la chica poeta que escribió en su tiempo ese verso, no así su nombre. Como ella, tampoco suelo ir a donde no me invitan.
Lectura de ensayo sobre el cyber bullying con posibilidad para el debate en Séptimo básico. Rotundo fracaso. El curso portándose cada vez peor. La clase tenía potencial pero todo se fue al barranco disciplinar salvo por contadas excepciones (siempre los más calladitos) que consiguieron al menos esbozar un intento de opinión al respecto. 

Escritura ensayística sobre la vocación para los alumnos de Ingeniería en Geomensura. Éxito absoluto. El curso se vio tan entusiasmado con la redacción de los motivos y las anécdotas sobre el ingreso a la carrera que hasta se tomaron la molestia de iniciar una pequeña charla improvisada, en donde cada uno confesó su experiencia al resto mediante una lectura y un posterior diálogo. 

Todo esto sucedió en un lapso no superior a cuatro horas. Si me preguntaran qué se entiende por ensayo como género limítrofe, he aquí dos ejemplos gráficos. El ensayo como puesta en abismo entre la doxa y la episteme. Y la pedagogía, a ratos, como una disciplina estoica a medio camino entre la realización y la desesperación.