miércoles, 29 de abril de 2015

Poema imagen: Arbolada


En el centro de la arbolada, un hermetismo se expresa bajo las sombras, que parecen custodiar o secuestrar la imagen de un hogar, frescamente acogedor, de fachada pudorosa, con un efímero potencial hospitalario, de todos modos, vegetal en su misterio. Subyace la idea de un estar no presente, vacío de habitat, o de una reclusión geométrica opuesta a la vida de los árboles, que parecen cómplices de algún destino extranjero. 

Diferente a la meditación de las plantas, sin embargo, se divorcian de cualquier solidez neutra, condenadas a ser vigas y máscaras de la naturaleza, inútil para el vicio de lo permanente, el perfecto espejismo de lo que pudo estar y no hace sino persistir, introvertido como piedra, con vergüenza de algún espacio-tiempo verde y animado, irónicamente ausente, tras los árboles que articulan un meta-cautiverio: La morada que se exilia hacia adentro, vaciándose de aire, de vida y de memoria.

martes, 28 de abril de 2015

Salvo el crepúsculo



"Este camino/ya nadie lo recorre/salvo el crepúsculo" Matsuo Basho, traducido por Octavio Paz... inspirador haiku, para seguir por la misma senda laboriosa que se cree recorrer día a día, más por obligación que por fascinación, y en este preciso instante a destiempo.... como una forma elegante de decir que comenzaré a caminar el mismo camino a donde siempre pero con algo de desfase respecto al día de ayer... en que solo el ocaso me acompañará de vuelta... quizá a eso le llamen madurez, realidad, deber... yo lo llamo crepúsculo....

Ausencia indispensable



De repente en un pestañeo fugaz sobre la micro de venida, leer "su ausencia es indispensable" en lugar de "su asistencia". Parece que cuando se deja atrás la obligación, la lógica se va al carajo pero el error sale bien parado, dándole una salida poética al desatino. Ojala existiesen más de esas ausencias indispensables. Un trabajo construido en base a esas ausencias....

jueves, 23 de abril de 2015

Sobre leer en libro o en digital (o de la sobrevivencia del texto a pesar de todo)

Una discusión por supuesto bizantina sobre el acto de leer entre unos compañeros, diletantes, conscientes pero desenfadados sobre las implicancias pedagógicas o moralistas de la lectura y aun incluso del libro…. Uno de ellos era de la tesis que defendía el libro objeto, en un ánimo incluso fetichista, coleccionar libros como una obsesión, desglosar el orden de ellos en su cuarto de acuerdo a temáticas, editoriales, autores, valor sentimental incluso olores. De esa su obsesión por el formato material antiquísimo, derivaba la defensa de la lectura precisamente a partir de la materialidad, la relación entre vista y página, entre las manos sobre la solapa y la actividad de inmersión no solo en las hojas sino que en la interpretación misma de los textos que la mente desprende del imaginario impreso como si fuese una erupción de sentido. El otro en una postura que pretendía ser posmoderna, defendía la inmaterialidad, el formato virtual, no en desmedro del objeto, sino que en la validez de la eventual sustitución del objeto libro por formas más “económicas”, “ecológicas” y cómodas. Un tecnócrata de la lectura. Daba lo mismo para él leer frente a la computadora que hojear un libro antiguo no importando su edición o su antecedente (de hecho defendía su tesis argumentando la existencia de libros electrónicos). Ante las razones cada vez más cibernéticas de su interlocutor, el primero, defensor del formato “natural” sostenía que leer en pdf era como follar con condón… un acto envasado que obvia el factor sensible, de sostener el libro en la mano como si se tratase de una amante o una puta como diría Walter Benjamin en sus analogías (sobre todo estas noches sucesivas en que lo único que conseguía abrir por debajo de las sábanas era alguno que otro libro de Alianza). Para él leer debiese doler en los ojos y pesar en las manos: leer como una sesión de gimnasia mental, como correr, como retroceder, los textos como otra musculatura, como otra forma de respiración, intrincada pero material. El compañero que abogaba por la tecnología, planteaba que ese romanticismo en el futuro solo será exclusividad de excéntricos, puesto que cada vez será más imperativa la existencia de formatos digitales, virtuales, que prescinden del antiguo envase material del texto. Guardando las proporciones, sería como sucede en el caso del dinero: cada vez se hace menos material, conservando su sentido solamente en el dígito, en la información. Para este compañero, el libro como tal morirá, si no es que ya está agonizando. Importará cada vez más el texto traducido en información, mucho más accesible, gratuito, “higiénico”, y, lo que sería mejor, completamente íntegro con respecto a su transcripción original.

Abocarse a una de aquellas dos opciones resultaba difícil, aunque estuviese de acuerdo con ellos dos por igual en algunos puntos. Sin embargo la neutralidad era el norte que me avisaba lo siguiente: el olvido de lo que no se dice. El silencio como memoria. El primero olvidaba que el formato libro de por sí ya es una “tecnología”, un engendro que se vio impulsado a raíz de la revolución de la imprenta de Gutemberg, incluso con respecto, por ejemplo a las inscripciones rupestres anteriores a toda civilización o, sin ir más lejos, la propia escritura como una excentricidad frente a la pura oralidad de la que Platón hacía gala, abominando del texto escrito como de algo infrahumano. El segundo, por su parte, olvidaba que la supuesta ecología del formato virtual también depende de la fuerza eléctrica, y esta a su vez depende de la fuerza natural supeditada al aparataje tecnocrático. ¿Qué haría entonces en una eventual escasez de energía eléctrica? ¿El fin de la electricidad implicaría necesariamente el fin de la literatura? Como sea, tanto el panegírico como el anatema de los libros resultaban demasiado parciales.

Hay algo en el formato virtual que lo hace efímero: su excesiva confianza en la energía eléctrica. La paradoja de la información que se proyecta virtualmente para siempre pero que está hecha solo de acuerdo a un tiempo delimitado. (Cito como ejemplo la traducción al formato Word, la cual se pierde definitivamente si no se guarda tras una eventual falla en el sistema, a pesar de que este archivo virtual pueda durar indefinidamente). Por otro lado, hay algo en el papel que lo hacía igualmente perecedero, precisamente su romanticismo, haciendo caso omiso de que es producto de un reciclaje natural, quizá por eso mismo la lectura no sea más que un reciclaje del olvido, una suerte de fantasmas textuales que atraviesan generaciones en busca de cuerpos para condensar mejor la energía de cada época, que sin ese acto de leer sería puro caos. Quizá ya sea la hora de volver a la propuesta visionaria de Bradbury en Farenheit 451, que pensaba en una sociedad distópica exenta de libros (y por supuesto, de pdfs y words) sobreviviendo solo a base de la memoria sobre la literatura del mundo… un neoplatonismo extremo, futurista, en que el olvido sea una señal de esa historia libresca antigua hecha cenizas y la memoria la forma clandestina en que los textos más frágiles que el aire sobreviven boca a boca, con la lengua como su único principio y su único sino.

Para qué



Alfredo Bryce Echeñique decía que escribía "para que me quieran"; otro que hacía lo que hacía porque estaba herido; otro porque simplemente "tenía deseos". Se lee mucha poética, mucha palabra rimbombante, mucho auto engaño ante el simple hecho de manifestar alguna inquietud, alguna perturbación. La náusea ante la pregunta sobre a qué te dedicas. El escozor ante la pregunta familiar sobre cuándo sentarás cabeza. La tensión entre dedicarse a algo a fondo o que sencillamente cualquier cosa pueda llegar a ser la próxima tentativa. Y no es que se carezca de ambiciones... Es solo que definirse por algo no sería demasiado estimulante. "No hago nada, sin embargo, me creo capaz de todo".

martes, 21 de abril de 2015

Carrera docente



El proyecto de Carrera Docente: Los profesores como los nuevos pícaros, los parias, las ratas de un laboratorio social, en que sus sueldos aumentarán en la medida que superan ciertos niveles (de acuerdo a criterios arbitrarios como si se tratase de un juego), promoviendo así la competencia a mansalva, en el que serán castigados si no logran sortear el laberinto de la calidad, en el que la calidad parece el estigma que deben llevar impreso por las horas absurdas de planificación y de evaluación que puramente contemplan el producto. Se obvia precisamente la palabra "pedagogía" que originalmente significaba conducir, porque esta clase de maquinaciones no conducen a nada, excepto a un círculo vicioso. En enseñar no debiera subastarse la supervivencia. De hecho, en un escenario ideal, nadie debería ganarse la vida enseñando. Hoy por hoy enseñar: la menos inocente de las ocupaciones. Por todo eso, y por más, suscribo la frase del poeta Moltedo: "Prótegeme, Dios mío, del sentido pedagógico y deja que cada día me sorprenda viendo pasar -sin estilo- el viento por la esquina”.

domingo, 19 de abril de 2015

Anacrónicos de corazón


¿Por qué la música del pasado es la que nos arrebata más directamente el corazón? Es la interrogante que me asalta luego de leer un ensayo sobre el fenómeno post rock. Una intuición que ya creía mía en los años 2000, una vez que se toma conciencia de la banda sonora de tu vida. Aquello que advertía como una nostalgia por el sonido del pasado, como una especie de catalizador del romanticismo de cada uno. Aquello que despierta de alguna forma una armonía con una época, independiente de si se vivió o no. Aquel fenómeno de la anacronía musical, sin embargo, pese a mi intuición, ya había sido escrito por Simón Reynolds el crítico inglés en su tesis sobre la "retromanía". El espíritu de la música como el espíritu de una época, tal como lo pensaban los románticos decimonónicos. Eso era más o menos lo que ocurría con la música popular del siglo XXI, pero en sentido inverso: la nostalgia musical por una época que no precisamente se vivió. La generación del anacronismo melómano. Describo este pensamiento para hablar sobre algo similar que también le ocurrió a mi padre. Su tesis sobre los dos genios artísticos del siglo XX: Duchamp y Picasso, su intuición sobre el hecho de que Duchamp se cagara en el concepto de " arte" establecido hasta entonces con su célebre Fuente, y que Picasso, por supuesto, hiciese de ese concepto de "arte" su sello de genio narcisista que luego explotaría para su seguridad económica, sello que Dalí seguiría igualmente a su manera. La intuición de mi padre sobre esas dos fuerzas dialécticas, que podrían replicarse también al arte latinoamericano (Por ejemplo en Claudio Bravo como Picasso; Matta como Duchamp) ya había sido escrita y publicada por Enrique Vila Matas en uno de sus tantos artículos sobre arte contemporáneo. De tal palo, tal astilla. La anacronía sin querer invadía nuestras cabezas. Como padre e hijo, presos de una asociación que acosaba nuestro pensamiento, como las notas discordantes de una partitura secreta, quizá ya escrita por alguien que no sabíamos que existía, y que resultó ser más familiar de lo que esperábamos. Retromaniacos de sangre. Anacrónicos de corazón.

1.- Para refutar el egoísmo supuesto de nuestra sociedad: la existencia de la moda. Desde que existe, ya no hay yo (el yo no importa): sólo otros. Con la salvedad de que son otros solos, en medio de la feria de los otros...


2.- Especulación sobre la palabra yoyó: una metáfora del ego, que siempre gira sobre si mismo y regresa contra quien lo lanzó, a ratos con vértigo y con intención de desconocerlo...

miércoles, 15 de abril de 2015

El amor es punk


Leo en la mañana antes de ir a la pega una noticia sobre la ruptura de más de 18 años entre Joey y Johnny Ramone por culpa de una mujer, Linda Danielle. Se señala que Joey, el vocalista, era liberal, y Johnny, guitarra principal, conservador en términos ideológicos. Sucede algo similar en otras bandas de rock and roll, sin ir más lejos, por ejemplo, los Beatles con Yoko Ono ¿Por qué el amor a una mujer acaba con las bandas de rock? La locura del amor como aquello que impulsa y a la vez destruye la mística: un destino funesto y prometedor. Joey nunca pudo perdonar a su amigo Johnny por robarle al amor de su vida. Fallece tiempo después. Johnny aún siente remordimiento. Sin embargo, eso fue lo que hizo que llevara su espíritu musical al límite. Joey fue un pequeño Werther. El amor, en el fondo, es punk.

lunes, 13 de abril de 2015



Muere Galeano, quizá uno de los últimos que pensaban sobre Latinoamérica en términos universales, o sobre el globo en términos latinoamericanos, si se puede concebir esa perspectiva, merced a su memoria. Recuerdo que para la tesis de licenciatura escribí que "América es un pandemonio", o sea, un espacio-tiempo histórico marcado por la violencia, el caos y la incertidumbre, cuestiones relacionados directamente con su indeterminación histórica y su complejidad ontológica. De esa postura derivaba un escepticismo respecto a los proyectos reivindicadores de una identidad única y de una pretendida autonomía con respecto a la cultura oficial, otra forma para hablar del tan célebre neo colonialismo, movimiento que me parecía más bien una moda intelectual universitaria que una efectiva camada de discursos contraculturales. Detestaba el academicismo de todo eso: conceptos como frontera, margen, tercer mundo, simulación, edulcorados y manoseados hasta el hartazgo bajo la óptica posmoderna; y por otro lado, el consiguiente proselitismo de una izquierda latinoamericana en Las venas abiertas de América Latina. Eran prácticamente dos posturas extremas que a simple vista derivaban en una visión un tanto maniquea. Sin embargo, Galeano me ayudó a comprender que ambas visiones son igualmente flancos de una lucha original. No es tanto buscar la naturaleza ni la misión (proyectos difusos) de una literatura que se sabía escrita desde estas latitudes, y asumiendo las raíces de estos lados, sino que asumir el absurdo de nuestra América (en palabras de Abel Posse de quien se hizo la tesis) como punto de partida para combatir el sentido de pureza, en términos no solo raciales sino que culturales. Tengo a mi lado un libro de Galeano, Espejos, escrito en el estilo que me parece más adecuado: el de un inventario de fragmentos, una breve enciclopedia de la historia del mundo, en la que América aparece solo como otro prisma de ese gran reflejo universal (no como una cosa aparte, como creerían los viejos conquistadores) que a ratos se cae a pedazos, pero que logra de vez en cuando una imagen de la totalidad, pixelada por la sangre o quizá sencillamente por el tiempo. Escribe Galeano:

"El siglo veinte, que nació anunciando paz y justicia, murió bañado en sangre y dejó un mundo mucho más injusto que el que había encontrado.

El siglo veintiuno, que también nació anunciando paz y justicia, está siguiendo los pasos del siglo anterior.

Allá en mi infancia, yo estaba convencido de que a la luna iba a parar todo lo que en la tierra se perdía.

Sin embargo, los astronautas no han encontrado sueños peligrosos, ni promesas traicionadas, ni esperanzas rotas.

Si no están en la luna ¿Dónde están?

¿Será que en la tierra no se perdieron?

¿Será que en la tierra se escondieron?"

domingo, 12 de abril de 2015

Absurdía, de Alex Tacussis

Extracto de un libro de cuentos del autor chileno Alex Tacussis, del cual solo he logrado conseguir un ejemplar de su libro Absurdía (1987) en la Bilioteca Severín. Referencias a su obra y aun a su persona son completamente desconocidas. Como mucho, el prólogo de este libro escrito por Alfonso Calderón. Ningún atisbo de reseña, ensayo ni mucho menos de crítica. ¿será el escritor invisible del que hablaba Claudio Giaconi? A veces la posteridad se apuesta en un libro mal clasificado, en un mala jugada de ajedrez trasnochado. ¿Cuántos otros hundidos en el sótano de la historia porque en ese momento no se tenía dinero, no se tenía tiempo, o simplemente, porque no se tenía mundo?:

    Había veces que me sentía ausente, alejado de la realidad. Me sucedía al meditar acerca de cómo usar el tiempo. Había quedado muy impresionado de lo que escuchara en el restorán del subterráneo. Estando allí, apreciando todo tan graficado (aunque en un lenguaje inextricable), no experimenté más que una curiosidad y expectación casi infantiles. Sin embargo, a medida que los meses y luego los años fueron pasando, estas ideas cobraron una mayor definición. Recuerdo como lo más impactante la naturalidad con que Alejandro mencionó el promedio que se vive. Me pareció un número frío, la enunciación de una sentencia ineludible. Nunca había analizado la existencia de esa manera. Uno piensa que la vida es la vida, que estamos salvaguardados en un mundo pleno de energía y cosas satisfacientes (o al menos con expectativas de serlo), que la muerte es para los demás, que no nos toca, y por lo tanto todo quien no es uno se constituye en una unidad viviente susceptible de perecer. Pero no es así, por cuanto también me he de sumar a esos miles de millones que había mirado como los “demás”, seres enlazados a la muerte por una suerte de cordón umbilical que, además de indestructible, nunca deja de encogerse, guiándonos día tras día hasta la consumación del enfrentamiento final. Ignorarlo, o descuidar su sentido, es quizá el origen de nuestra vergonzosa soberbia.

Pienso que para sacudirnos sería preciso una impresión fuerte, de esas a las que nadie escapa, como ser desahuciados con toda frialdad y gracias a una nueva serie de examenes retornar a nuestra normalidad anímica (…) En el lapso de tal trance, de horas, días, semanas o lo que dure la equivocación, la mente, el espíritu, han de reaccionar (…) De pronto me entero que vivimos menos de veinticuatro mil días (…) ¡Mierda! Hoy ya he perdido uno… No había dudas: El tiempo es una zarpa que nos erosiona hasta convertirnos en nada, eficientemente, minuto a minuto; y a todo. Me sorprendía en estas reflexiones cuando un asunto no me proporcionaba los resultados esperados. Me enfurecía entregar tiempo a lo que de buenas a primeras debió quedar bien. La idea del perfeccionismo, de la eficiencia como norma permanente, se me fue haciéndose cada vez más rígida. Decidí dar a mi vida algunos trazos: etapas, metas. Ella y yo lo habíamos hablado bastante, y me aplaudía (…) Según ella, muchos desarrollana actividades en las que derrochan la existencia sin siquiera tener claro si les serán satisfactorias. Y después de una vida de frustraciones, muchas veces no reconocidas (pero dañando en lo profundo) se quedan esperando el final con oscura filosofía, ya que si en alguna ocasión se les preguntara: “¿Qué ha hecho en la vida?”, sus respuestas tardías, impulsivas, balbuceantes harían inevitable que se pensara en vidas planas, las que por desgracia se repiten por miles en nuestro aplastado país. Uno podría decir: “Bueno, yo soy profesor (…) pero como en mi campo nunca hallé empleo he tenido que ser taxista hasta el día de hoy. Y créame, muchacho, lo intenté. Primero era demasiado joven, se daba preferencia a los mayores y a los que tenían familia. Luego fue al revés, se prefería a los jóvenes porque se les pagaba menos. Al fin se me rechazaba por no tener experiencia.

Conozco esta ciudad como la palma de mi mano: bancos, pantanos, notarias, cloacas, cuarteles de policía, lupanares, tribunales, teatros, regimientos, carnicerías, abogados, pervertidos, clínicas, prestamistas, iglesias, tiendas de lujo, bares y restoranes. Todo, todo sin excepción. Y no me explico por qué en este país se engaña ofreciéndose profesiones sin porvenir. (…) Mi diploma estuvo colgado por años en el salón. Orgulloso lo miraba; lo enseñaba, me envanecía. Más tarde fue con amargura. Luego, con odio insano. Entonces lo descolgué y lo guardé en una caja. Al fin, hace unos dos años, a la misma hora en que me fue entregado, en un aniversario, lo saqué y lo quemé con vidrio y todo. Y me sentí mejor, y cuando fue un montón de escombros pude contemplar mi taxi con algo de amor, de franco reconocimiento. Así es la vida, joven, espero que sepa elegir”, y otros dirán algo similar, muchos, entre ellos, una gran mayoría (…) Y si se les preguntara, nuevamente: “¿Qué ha hecho de la vida?, entonces pestañearán diez veces seguidas, carraspearán otras ocho, y mirando el techo o el cielo, el piso o una arboleda a sus espaldas, se quedarán mudos, con sus caras y expresiones viejas. Quizá entre murmullos afirmarán que simplemente no se puede. Pero, en definitiva ¿Habrá respuesta para una pregunta tan tonta como cruel?






sábado, 11 de abril de 2015



Hoy cerca de Francia, en la intersección de Chacabuco, un accidente donde un Renault Blanco resultó completamente averiado por el impacto provocado por un colectivo local. En la escena periodistas, gente que auxiliaba al conductor del Renault, paramédicos, el conductor del colectivo urgido llamando por teléfono, la gente impávida, lo habitual. Recordé a Camus con su legendaria frase de que no hay nada más absurdo que morir en un accidente vehicular, mucho antes de que él mismo muriera en esas condiciones. Nietzsche decía que no hay hechos objetivos, sino que meras interpretaciones de los hechos. Yo mismo como transeunte impertérrito, cruzando el paso de cebra mientras a la mitad de la cuadra presencio el hecho, soy una mera interpretación ambulante. Evito hablar desde el yo. Se intenta cruzar la línea entre el hecho y el mero espectáculo público pero se teme chocar en el intento. Tomar nota, observar, moverse no resuelve nada: cada quien cree tener un pedazo de la verdad que acabó de chocar contra el tráfico a toda velocidad y contra la lógica más rápido que la velocidad del absurdo.

miércoles, 8 de abril de 2015

Católico contra erótico



En la entrevista de trabajo de un colegio católico, la directora estableció una situación hipotética metodológica como condición de admisión, preguntando: ¿Qué libro alternativo le haría leer usted a un alumno que le consulte sobre las Cincuenta sombras de Grey? Podrá parecer fácil y a simple vista una respuesta de sentido común. Sin embargo, la misma pregunta fue la encrucijada del destino laboral. Tanto la directora como yo, en el fondo, estaban de acuerdo en lo reprobable de la lectura del libro. La diferencia recaía en los motivos de la censura: La directora como es lógico arguía el exceso de osadía sexual y vejación femenina haciendo causa con el espíritu católico ferviente de la institución. La causa recaía respecto al quiebre con la moral del establecimiento y, por extensión, de su comunidad educativa. Por añadidura entonces la crítica se orientaba hacia la calidad. Es decir, la decisión de la directora se podía resumir en la siguiente fórmula: el libro rompe con la moral de la institución; además, el alumno es parte de ella y tampoco tiene el criterio suficiente para decidir qué es bueno y qué es malo; ergo, el libro es chatarra literaria. Como profesor postulante (e interesadamente creyente, por supuesto) le hice saber esa diferencia de motivos, guardando las distancias. A diferencia de ella como la voz de la institución, la crítica se orientó exclusivamente al propio libro. Ni siquiera a la moralidad, sino que al objeto. El libro recurre al facilismo argumental. Fabrica una historia en torno a la cual lo importante no es la narración ni el lenguaje sino que la explotación de una situación sexual que de tabú tiene poco. Por lo cual existen libros mejores en ese ámbito: mucho más audaces y mejor construidos literariamente. Más provocadores y dignos de un plan lector.

La directora en el fondo buscaba que le respondiese que el erotismo (o derechamente la sexualidad) en la literatura estaba prohibida, dada la supuesta falta de criterio del alumnado y el espíritu de la institución. En cambio, respondí simplemente que el libro no era digno de ser llamado literatura erótica, por no tener el atributo literario suficiente. En suma, que no calentaría a nadie. (Ni enseñaría de manera óptima el erotismo)

Estábamos de acuerdo en el fondo, pero distantes en la forma.

Era o decirles que leyeran la Biblia o leyeran Trópico de Cáncer...

lunes, 6 de abril de 2015

El código enigma o el juego de la imitación


¿Por qué pensar nos diferencia de las máquinas? Es la pregunta que Alan Turing en El código enigma le hace a su confesor antes de ser acusado por “conductas ilícitas” y por la excentricidad de querer superar al humano combatiendo en tiempo real a la máquina de la guerra con la máquina matemática. He oído críticas que sostienen el exceso de sentimentalismo en la cinta y la falta de rigor histórico en los hechos biográficos y aun bélicos. Sin embargo, el guión plantea dilemas reveladores respecto a las implicancias del intelecto al servicio del poder, y de qué forma crear algo contra toda expectativa e incluso contra toda lógica en el inventario científico de la época (en que la tecnología parecía más un dispositivo al servicio de la deshumanización que una herramienta visionaria) conlleva devenir en algo tan extraordinario como incomprensible, la mística del genio paria, en la batahola del mundo occidental.

Alan Turing en su ferviente creación de la máquina para descifrar el Código Enigma alemán piensa descifrar en la matemática el lenguaje de un mundo en guerra sin cuartel. No es tanto la comprensión sobre las matemáticas como lenguaje que puede organizar o reinstalar el caos de los mortales a su arbitrio, es en qué medida las matemáticas pueden articular significados que no estaban reservados solo a la dimensión verbal del sentido ni al embrollo de las relaciones interpersonales, sino que muchas veces en un par de códigos leídos en tal o cual circunstancia, y de acuerdo a tal o cual modus operandi, está la clave para aquello que las palabras solo alcanzan a balbucear por su exceso de ruido o de absurdo. El ingente afecto que comienza a nacer en Turing hacia su compañera de análisis matemático Joan Clarke, es la viva demostración de ese orden que se manifiesta con otro lenguaje: ella, la lectora del crucigrama de su personalidad y de su obsesión. La participación de los números en la obra del genio no depende únicamente de su creatura mecánica y de las asociaciones abstractas entre dígitos que descifran textos como vaticinios, como conteos de un futuro pronto a inflamarse, sino que constituyen otro idioma, otra forma, quizá clandestina, quizá auténtica, de modular la hostil armonía de los hechos y sus impresiones. Tuning dice: “¿Y si la máquina solo pensara de una forma diferente, y no por esa diferencia le fuese negada de plano la capacidad como si esta fuese exclusivamente humana y soslayara el misterio sobre su origen y sentido?". Nada hay en la extravagancia del pensamiento que nos separe del resto de la humanidad y aun del mundo conocido. La máquina de Turing, Christopher, es la metáfora de una amistad o romance de juventud con su compañero de clases, el afecto precoz del hombre devenido mente y lógica, ahora reencarnado máquina que no solo piensa en términos del código enigmático de la guerra sino que de acuerdo a la clave del espíritu de quienes la operan, apostando en cada asociación e integración numérica un fragmento, un indicio de un tiempo y de un mundo peregrinos, por una visión de futuro para sus intelectos heroicos. 

Turing por fin entiende que la guerra así como el amor se puede vencer en una doble lectura, en una interpretación de los símbolos ya diseñados como tales, de forma tan hermética que pareciesen ilustrar un destino funesto o demasiado póstumo, en una mirada imprevista sobre los viejos códigos donde se asientan nuestras naturalizadas conexiones y pulsaciones. El sentido común hubiese dictado que una máquina no sería capaz de programarse por sí misma, puesto que como dijese Descartes, los entes mecánicos no poseen alma y por lo tanto no tienen voluntad. Pero con el paso del tiempo y las experimentaciones, la ciencia ha consistido precisamente en superar sus limitaciones y derribar una y otra vez sus tesis como si se tratase de mitos. La máquina de Turing tiene alcances universales, pretende ser la Alejandría en clave digital, cuestión que la película se encarga de enfatizar como idea fuerza, sin que la fidelidad a la historia le lleve a ser considerada una osadía producto de la pasión o simplemente de la falta a la razón. Turing descubre que su brillantez en el sistema matemático puede recuperar el tacto y la intuición perdidas gracias a la acción de un dígito o fórmula no desconocida sino que simplemente incomprendida, otrora por el miedo a su irracionalidad inicial o por el poder de su autenticidad. El humor (en las reuniones del bar) y la seducción (desplegada por su compañero de equipo y él mismo hacia Joan) son parte de aquel nudo gordiano, la amalgama con la cual Turing revela la clave para disolver el código enigma. El Eureka es siempre intuitivo, acecha como un deus ex machina a su conciencia, es el aire puro que azota el rostro de su lógica demasiado intoxicada por la guerra y sus conflictos personales. “Pues el lenguaje del amor acaba espontáneamente de ganarle la guerra a Alemania” Y es en esta declaración que Turing entusiasta consagra la nueva sangre en sus matemáticas con el método anti enigma. Pero una vez descifrado aquel código y un nuevo paso hacia el umbral de sus afecciones, Turing se halla en el dilema ético ante su equipo: ¿Mantener el secreto del éxito científico y el fin del código enigma, para salvaguardar el descubrimiento aun a riesgo de sacrificar vidas que en una operación matemática podrían ser salvadas? Turing le responde a uno de sus compañeros afectados por el dilema (puesto que moriría su hermano en el campo de batalla): “no hago nada que no fuese necesario hacer”. Sus compañeros de equipo le reprochan el considerarse casi un Dios por decidir quien vive o quien no. En efecto, tenía la facultad no solo intelectual sino que política: estaba al mando del equipo. Pero he aquí que la moralidad se incuba en Turing a raíz de esta encrucijada operativa. Turing solo puede responderle a su equipo que su decisión es estrictamente matemática: se reserva la moral y la motivación proselitista; después de todo él no era ningún político ni un héroe de guerra, era solamente un hombre refugiado en su sistema lógico, con los números como su trinchera del mundo exterior. 

Las implicancias humanas de sus operaciones son un factor que rebasa la visión de nuestro protagonista, aun cuando fuesen la chispa de la máquina que los catapultaría a él y a su equipo a una posteridad subterránea para la historia oficial. ¿Es que acaso en cada decisión siempre algo inevitablemente se sacrifica en pos de otra cosa elegida que quizá hubiese sido sacrificada a su vez en otra circunstancia? Cada decisión es única y correcta, somos en el fondo una réplica de la máquina de Turing, las elecciones no pueden haber sido de otra forma de la que fueron, la probabilidad solo potencia o disminuye la posibilidad, no la suprime. Es esta posibilidad el quid del asunto, el milagro de la estadística, la parte irracional que le da proyección al conjunto. No se trata simplemente de la linealidad de las acciones, de la condición mecánica que adoptan nuestros protagonistas y nuestros propios sentidos, es el hecho inaudito de que en cada decisión el mundo puede devenir o perecer, una puerta se cierra y otra en el sistema se abre –nada se muere todo se transforma-. Dejar morir en guerra a algunos inocentes con tal de guardar el secreto del fin del código enigma, esa es la matemática de Turing llevada al abismo de la encrucijada ética, el rostro del otro articulado de acuerdo a un código de ciencia. Pero para Turing el pensamiento o la decisión de su máquina Christopher (imagen del mesías matemático) no sirvió nunca a la causa de la guerra mundial ni la patria, sino que precisamente a la causa de la concepción de un nuevo orden matemático, humanizado por el ímpetu de los afectos y la lógica salvaje de su interpretación.

El enigma sobre el fin del código enigma fue su razón de ser. Un sistema de números marciales y justicieros fue su forma de “hablar” el mundo, porque como le diría Joan, la figura femenina que representa la conexión entre el rigor matemático y la sensibilidad: “ de quien nadie imaginaría nada es quien hace algo que nadie puede imaginar”. Con sus palabras consagra la excepción del genio absoluto ¿Y es que todos son entonces la imaginación de una Máquina insondable? ¿O soñamos a la máquina que conforma nuestra fascinación y desesperación? La brillante Joan aprende a descifrar la matemática oculta de su corazón, sortea el misterio de su guerra interna, de la cual la máquina era solo una encarnación material, un juego de la imitación humana ¿O la sociedad de los hombres un juego de la imitación de la Máquina? Esta pregunta es la proyección de las mentes y los espíritus en los futuros ordenadores. Las máquinas en que ahora se escribe y se lee esta digresión, esos organismos apócrifos, testigos y herederos de todo nuestro drama humano, que piensan y nos piensan, son en suma, verdaderos espejos eléctricos, porque en el fondo el único enigma sin fin seguimos siendo nosotros mismos.



domingo, 5 de abril de 2015

El polvo de los maestros

Todo lo que podamos decir de los antiguos es la lectura más o menos traducida a la luz de nuestros propios ojos, copia de un mecenas que a su vez tradujo a los traductores de la obra. Hablamos de la guerra de Troya a partir del tiempo mítico del poema homérico, cuya existencia se debate. Asimismo, sabemos lo de Cristo estrictamente a raíz del evangelio de sus discípulos. Se puede decir lo mismo de Lao Tsé, de Sócrates, de Buda, incluso de nuestros conquistadores. ¿Basta solamente con el saber? Incluso todavía más ¿Basta con que lo que hayan dicho, o lo que se lee sobre lo que supuestamente dijeron, sea la "verdad"? A ratos, la búsqueda del original se vuelve deshonesta. No se pretende leer esos archivos buscando resucitar la carne de lo que dicen. En esa misma labor de arqueología cavamos nuestra madriguera. Se puede quizá escarbar entre los textos para aspirar algo del polvo de la época. Pero la sabiduría tiene sangre póstuma. La luz de los maestros llega a nosotros en forma de sombra, el legado se incuba en las mentes de los feligreses tal como la tinta que desprendemos de nuestras fabulaciones secretas.

sábado, 4 de abril de 2015

Judas

Mucho hilo que cortar respecto a la figura de Judas: el único apostol traicionero ante los ojos de la Iglesia y, sin embargo, el único elegido que envió a su maestro hacia el camino que ya le estaba designado por mandato divino. Judas el enviado, el verdadero seguidor, el auténtico cristiano, la traición se torna aquí traducción fiel del original. Fue tal su devoción que aceptó escribirse a si mismo en la lista negra de la historia y aceptar la ignominia milenaria que hoy por hoy aceptamos sin mayor reparo. Los móviles de su tan mentada traición son tan difusos como las circunstancias de su muerte ¿Perdió la fe simplemente y, en un acto de egoísmo ateo, lo vendió a los romanos como falso profeta? o ¿Entregó a su maestro porque así debía ser con tal de cumplir la obra redentora que ya le había sido encomendada al mesías? Fue pese a todo algo así como el guardián que hizo lo que tenía que hacer, así como Virgilio acompañó a Dante hasta el infierno para luego reencontrarse con el Paraíso. Sin ir más lejos, considero que el beso de Judas fue quizá el primer acto de vanguardia del que se tenga data.

viernes, 3 de abril de 2015

En la calle la gente comprando crucifijos y huevitos de pascua, pero ya nadie se la cree de verdad. Sigue siendo todo tan pagano como cuando salieron de sus trabajos a medio día para no perderse la película bíblica de la tarde. Se extraña al judas quemado de los cerros. Al menos lo que comprabas con esa plata venía de las cenizas. En los colegios la típica representación de Jesucristo Superestrella, en la que el profesor debe muy a su pesar hacer del crucificado. En el mercado la venta de pescados por doquier como si fuese alguna clase de milagro o únicamente un truco. Por las noches, los pubs haciendo rebajas y ofreciendo shows acordes a la fecha. No faltarán los que se crean salvadores. No faltarán las Marías Magdalenas. Quién se puede llamar todavía cristiano, sin antes pensar en el lunes como si se tratase de una cruz. No es tanto si creen o no. Es que hacen como si no existiera. Otro fin de semana largo, para luego resucitar y, por supuesto, producir ¿En qué creen nuestros creyentes? En salvarse del aburrimiento capital....

jueves, 2 de abril de 2015

El hongo sagrado y la cruz

En la mañana como si se tratase de una revelación extravagante leo a partir de un artículo la tesis sobre el posible origen psicodélico de la cristiandad. El libro que sostiene esta tesis se titula "El hongo sagrado y la cruz" del filólogo John Allegro. En los años 60, y de forma coincidente durante la misma época del hippismo y la revolución lisérgica, plantea que en realidad Jesucristo no era sino un código para referirse a la amanita muscaria, una especie de hongo con propiedades psicoactivas que crecía en territorios palestinos, y exaltaba la imaginación de los cristianos primitivos con tal de conseguir el extasis de la experiencia divina. La tesis va todavía más allá, ya que de acuerdo a la teoría de Terence McKenna, la célebre manzana del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal podría de hecho ser considerada como el hongo ya citado por el autor, lo cual explicaría cómo los hombres "abrieron las puertas de la percepción" ingresando al mundo sensible. Lo anterior podría parecer de hecho el delirio de alguna de estas sustancias. Sin embargo, como hipótesis no deja de ser polémica, sobretodo para los sectores más ortodoxos. ¿Puede sonar acaso más disparatado que el huevo de chocolate incubado por un conejo? ¿Que la transformación del agua en vino? ¿Cuántas otras teorías en torno al misterio del crucificado pueden tener tal nivel de imaginación? Solo demuestra, a pesar del puritanismo de la Iglesia, que la relación entre la droga y la religión es más estrecha de lo que se cree. Invito a investigar, y si todavía nadie tiene qué comer durante estos días, a falta de carne, recuerde al hongo psicodélico.

miércoles, 1 de abril de 2015

Recuerdo que el Papa Francisco decía algo así como que era amante de Dostoievski, de Borges y del tango. Sobre lo primero el ruso se revolcaría en su tumba. Él, que en la parte del Gran Inquisidor de su novela Los Hermanos Karamazov dirigía su anatema contra el catolicismo y reivindicaba a Jesús frente a la falsedad del clero ¿Cómo a un Papa le puede gustar Dostoievski? ¿Habla tras bambalinas de la Iglesia? ¿O como lector secular de literatura anti eclesiástica? O será realmente como dijo el ruso: "Si Dios no existe, todo está permitido". El dilema en el Inquisidor dice relación precisamente con aquellos representantes de "lo divino" en la tierra. De acuerdo a Dostoievski, si Jesús regresara ahora mismo sería encarcelado por rebeldía contra la Iglesia. El absurdo se hace carne. La Iglesia actúa como el Dios del antiguo testamento. Jesucristo es venerado solo como símbolo, como amuleto de semana santa. Pero que postergue su infinito regreso, así el negocio fructifica. Para estos burócratas de la fe, que redima a quien se le de la gana solo mientras no lo redima de la Iglesia.