miércoles, 7 de febrero de 2018

A la salida de la reja del depa, un facsímil de la Atalaya confundido entre cuentas de Credichile y promociones de retail. Al recogerlo el polvo y las hilachas creaban un solo cúmulo. La portada del facsímil rezaba: "¿Sigue siendo útil la Biblia?". En ese momento, una vecina entraba con una guagua. Le pregunté si acaso esas cuentas y promociones eran suyas (puesto que no tenían nombre). Soltó un rotundo no, y continuó subiendo las escaleras. Dejé el facsímil donde mismo, junto a los otros papeles en el suelo. Retiré eso sí el cúmulo de polvo. Y seguí mi camino....
El arbolito de pascua aún permanece puesto en el living del departamento. Nadie en todo el lugar se ha dignado a sacarlo de ahí. ¿No será acaso un espíritu navideño de tiempo completo, una costumbre arraigada por osmosis, lo que lo ha llevado a permanecer ahí todo este tiempo? ¿O simplemente la indolencia y la desidia de quienes en un principio lo instalaron solo por continuar con la belleza de una tradición ajena? La belleza del árbol de pascua que ya está a punto de pasar todo el verano ahí, a un costado del router de la casa, y que es muy probable que llegue a Marzo, invicto, festivo, mientras todos se preparan para volver a la rutina, como un símbolo irónico de su anacronía, puede perfectamente persistir y persistir si nadie se da por aludido. Teóricamente, un año completo. Y si nadie se identifica como el responsable de haberlo dejado tirado. Su permanencia, a pesar de ser admirable como hecho, revela una procrastinación insufrible. Visto de esa forma, el arbolito podría con todo derecho echar raíces de la nada, y salir de ahí solo a punta de desgarrarse.
La hora en que la conexión anda más rápida. La hora en que todos se van a dormir o se van a carretear. La hora en que la conexión al mundo, aparte de insomne, se vuelve vampírica.