sábado, 3 de mayo de 2014

La po-ética de Roberto Bolaño


"Se escribe fuera de la ley, siempre"
Existe un fragmento ejemplar del Manifiesto infrarrealista de Bolaño publicado en el año 1977, en la revista Correspondencia Infra, que reza lo siguiente: “El poeta como héroe develador de héroes, como el árbol rojo caído que anuncia el principio del bosque. Los intentos de una ética y estética consecuente están empedrados de traiciones o sobrevivencias patéticas. Y es que el individuo podrá andar mil kilómetros pero a la larga el camino se lo come. Nuestra ética es la Revolución. Nuestra estética la vida: Una sola cosa”. ¿Cuál es esa relación entre ética y estética en la literatura de acuerdo a Bolaño? En un breve video de homenaje titulado “Roberto Bolaño y la ética de la literatura”, nos habla del olvido, del patetismo del escritor, de su iluso deseo de inmortalidad, en definitiva, de la muerte. El escritor, en este sentido, solo es consciente de sí y de su oficio en la medida que se sabe un ser humano, frágil, sensible, expuesto, en definitiva, a la corrupción y degradación tanto física, psicológica como moral, pero he ahí que el escritor sigue escribiendo, a pesar de todo, parafraseando a Lihn, trabajando codo a codo con la muerte y robándole unos cuantos secretos. He aquí precisamente un comienzo para vislumbrar lo que acabamos de llamar “po-ética”. Entender que la Literatura,y el arte en general, no se puede entender sin ese lazo ético con la vida. Una suerte de compromiso ético y político que el escritor pacta, poniendo su vida en una bandeja, como dijese alguna vez. Escribir implica un arrojo, en este caso. Escribir no es asunto de débiles, en suma.

La po-ética nos remite al espíritu vanguardista impulsado por los dadás en su época. Es preciso entablar un vaso comunicante entre ese espíritu y el de los infrarrealistas en conjunto con esta poética de Bolaño, puesto que en este sentido también estaría haciendo justicia, imprimiendo la sangre en el papel que también desde esta conciencia como escritor me exijo, reconocer la relación estrecha que une a estos espíritus como en una suerte de hermandad medio a la fuerza que trasciende las fronteras de la historia lineal, y plasma en los colectivos una suerte de mito, lo que yo llamo, a boca y letra del mismo Tristán Tzara, una presencia fantasmal, un camino, un orden que al mismo tiempo está pronto a desparecer. Núria López Lupiáñez en su tesis El pensamiento de Tristan Tzara en el periodo dadaísta, nos habla de un concepto clave: La dictadura del espíritu. ¿Suena la palabra “dictadura” algo opuesto a la propuesta de los dadaístas y de Bolaño? Probablemente sí. Sin embargo, dictadura del espíritu supone por sobre todo estar “condenados a ser libres”como dijese Sartre, la libertad como un imperativo categórico, la libertad como un principio ético, y es en la relación con una ética y estética de la intensidad (vital) que el escritor puede escribir con la lucidez y el rigor que amerita el propio oficio estéril del poeta que se sabe codo a codo con la muerte. Juan Miguel López Merino (2010) en un estudio sobre la ética y estética del “fracaso” en la literatura de Bolaño, indaga en los conceptos de valor y miedo como fundamentos sobre los cuales el ejercicio de la escritura y de la vida misma son posibles. Señala que frente al éxito acomodaticio de los escritores del establishment, reivindica al fracaso como la “oscuridad del movimiento”, aquello precisamente rebosante y furiosamente vivo, tan vivo que palabra a palabra zozobra con la muerte (pareciera que mientras más cerca de la muerte el escritor está más vivo). En una fresca analogía, Bolaño replica: “La literatura se parece mucho a la pelea de los samuráis, pero un samurái no pelea contra otro samurái: pelea contra un monstruo. Generalmente sabe, además, queva a ser derrotado. Tener el valor, sabiendo previamente que vas a ser derrotado, y salir a pelear: eso es la literatura”. Precisamente el valor, traducido en este sentido al gesto vanguardista, ese gesto característico de un espíritu lúdico, libre, que se sabe frágil, que se sabe sin sentido, pero pese a todo se arroja, pero pese a todo escribe, vive. Esta ética de la intensidad invita de este modo a todos quienes se inicien en la literatura mediante una lección vital: escribir no ofrece garantías. Entras y saldrás derrotado. Escribes y cometerás el peor error de tu vida. Sin embargo, es el precio de empeñar la palabra, el más peligroso de los bienes, como rezaba Horderlin, el llamado“poeta de poetas”. He aquí otro elemento en relación a la “po-ética”: el fracaso y el error, lejos de ser objeciones, suponen entonces condiciones necesarias para la vida. Constituyen nuevo comienzo: los errores en el papel son palabras nuevas. Para la aventura, el fracaso y el error son síntomas de vitalidad. Dejémoslo todo, nuevamente, reza la última línea del manifiesto infrarrealista. Dejen los caminos, no teman a vivir sin timón y en el delirio, como dijese Mario Santiago Papasquiaro. Es esa una aproximación a la po-ética de vida sobre la cual la escritura de Bolaño podrá reencarnar gracias al aparato de ficción que la literatura le posibilita, como creación y re-creaciónde esa misma po-ética en Los detectives salvajes.

Cuando García Madero, desde la misma ficción, quizá el más inocente de los realvisceralistas, se une a este grupo conformado entre otros por Arturo Belano y Ulises Lima, es prácticamente “iniciado” en el alterado zen de la literatura. Un pasaje reza: “Según él, los actuales real visceralistas caminaban hacia atrás. ¿Cómo hacia atrás?, pregunté. —De espaldas, mirando un punto pero alejándonos de él, en línea recta hacia lo desconocido. Dije que me parecía perfecto caminar de esa manera, aunque en realidad no entendí nada. Bien pensado, es la peor forma de caminar”. García Madero, tal un discípulo que desea aprender el estoico camino del maestro, en el campo de batalla fuera de su hogar, conoce a los realvisceralistas y se abre al crecimiento, y con ello,al viaje, la aventura, lo desconocido, y por lo mismo, el peligro, el horror, la incertidumbre. Esa es precisamente una lección ética vital: aquel que quiere nacer debe romper un mundo, en paráfrasis a Demian de Herman Hesse. El crecimiento es vida. Es entonces que entre Arte y Vida se plantea un cordón umbilical frágil pero imperativo. El arte (la literatura) es ético en la medida que es vital. De lo contrario, la dimensión estética de la palabra por sí misma se presenta vacía. No se escribe desde la vida, no se vive desde la escritura. García Madero experimentará en carne propia un crecimiento ante todo ético yvital con los infrarrealistas, más allá, quizá, del mero fenómeno estético en si mismo, manía de escritores burgueses que traducen el tópico del arte por el arte en la nueva mercancía desligada de alguna matriz vital, ética, humana. En una conversación con Brígida, le dice a García Madero: “—No seas víbora. Conmigo no necesitas mentir, te conozco. Eres un hijito de papá, pero tienes grandes ambiciones. Y tienes suerte. Llegarás a donde te propongas. Aunque aquí veo que te extraviarás varias veces, por culpa tuya, porque no sabes lo que quieres. Necesitas una piel que esté contigo en las buenas y en las malas. ¿Me equivoco?”. Por otra parte, esta experiencia vital con los infrarrealistas, al implicar el sentido ético, la consecuencia vital para con la literatura, engloba por supuesto el carácter social y político, íntimamente ligados con la actitud vital y el gesto contracorriente característico de estos escritores. La autora Monserrat Madariaga (2010) recalca, por ejemplo, el hecho de la “Matanza deTlatelolco”, contexto social del México vivido por Bolaño, y que significaba un panorama convulso en el cual la literatura era precisamente el refugio, la resistencia, la memoria, en este caso, underground, más allá del canon, más allá de la ley (se escribe fuera de la ley), al margen de la realidad convulsa, del horror de la violencia, de la falta de ética, la inconsecuencia suprema de los carentes de vitalidad. En la tesis Los detectives salvajes y el problema del sujeto: hacia una descripción de la experiencia en el sistema-mundo de Diego Andrés Muñoz-Casallas (2011) se hace hincapié en el escenario vanguardista que fue epicentro de un contexto sociopolíticamente convulso, en relación a los distintos encuentros del llamado Consejo Nacional de Huelga con las autoridades del Estado Mexicano, que tienen en la Masacre de Tlatelolco su vil paradigma y paradojal resolución. A propósito de estos sucesos, se habla de la figura de Auxilio Lacouture en la novela como sujeto que practica la literatura y la escritura como formas de resistir, por ejemplo, cuando lee y escribe sus palabras en un rollo de papel higiénico: “Pensé: porque escribí, resistí. Pensé: porque destruí lo escrito me van a descubrir, me van a pegar, me van a violar, me van a matar. Pensé: ambos hechos están relacionados, escribir y destruir, ocultarse y ser descubierta” (LDS).

La “po-ética” también tiene otra relación estrecha en particular con el oficio mismo de escribir, y con la literatura en cuanto fenómeno y creación artística. Así, por ejemplo, de acuerdo a Monserrat Madariaga existe una disputa precisamente en este punto. Por un lado se plantea un conflicto en relación específicamente con la tan mentada “ética” de la ficción. Es decir en qué medida el escritor puede llegar al límite de ficcionalizar la vida, o de volver vida la ficción, sin que hayan roces entre ambas. Según algunos íntimos del escritor, como Guadalupe Ochoa, Bolaño realiza una reescritura extrema de su vida en la novela, en la cual se encuentra con que muchos de sus amigos infrarrealistas presentan caracteres que no corresponden con lo que realmente fueron, siendo quizá caracterizados con atributos considerados injustos, o como decía Guadalupe, sintiendo que trataba a todas las mujeres involucradas en su círculo literario como prostitutas. Además, Arturo y Ulises pareciesen ser los personajes principales, en torno a los cuales los otros realvisceralistas resultan personajes de menor protagonismo, ante lo cual los escritores reales, al sentirse aludidos por la ficción, consideran que se trata de una clase de injusticia. Por otro lado, se plantea el debate sobre el oficio de la escritura, en que se encuentran dos posturas distintas, que no opuestas. Por una parte, Bolaño, quien era considerado por sus amigos como un trabajador, constante en su oficio, sobrio, voraz lector, figura que en la ficción puede analogarse con García Madero,aunque no del todo: ratón de biblioteca pero, al mismo tiempo, aventurero, la conjunción de dos polos aparentemente dispares. Y por otra, Cuahtemoc Méndez, quien seguía una línea más maldita e inspirada en los beatniks: la vida desatada, la falta de reglas, la ética del sexo, drogas y rock and roll, a través de la cual brotaba la poesía y la literatura, provocando la inspiración de golpe. Quizá aquí hubo una disputa, puesto que de acuerdo a la lectura pareciese que Bolaño sí estaba empeñado en publicar, negociando con grandes editoriales y dejando un poco de lado esa ética peligrosa y juvenil propia de las vanguardias, destinadas a desaparecer en proporción con la calidad de valor y vitalidad que poseían. Sin embargo, he aquí que no resulta afortunado criticarle a Bolaño el hecho de haber publicado en grandes editoriales y no caer en el anonimato absoluto. Su “po-ética” goza de buena salud, el escritor puede dar luces en relación con su experiencia Infra en México y sobre todo sombras en relación al oficio del escritor, que es lo que, al fin y al cabo, importa, en estrecha comunión con los conceptos de arte y vida ya trazados como indisolubles uno del otro. Para Bolaño la literatura fue un imperativo categórico casi en un sentido kantiano. Lo fue también para su amigo MarioSantiago, pero siguiendo otros rumbos. Cada uno vivió como escribió a su manera. Escribieron y murieron por su cuenta, hablando de Lihn. Según Rubén Medina, íntimo amigo de ellos, se puede llamara Bolaño una suerte de escritor detective y a Mario Santiago un escritor suicida. Aquel observador compulsivo, riguroso, analítico, pero no menos entusiasta, crítico, moderado pero abierto a la experiencia. Este último, desenfrenado, indisciplinado, sin timón, delirante, explosivamente brillante. Bolaño, lejos de renunciar a ese espíritu, cobra mayor fuerza pero esta vez desde un ejercicio de apropiación de las convenciones literarias, los errores de las convenciones a través de los cuales el escritor puede escarbar entre la tradición e instalar su mancha de tinta indomable. En Los detectives salvajes, el dilema ético generacional de los infrarrealistas es la conciencia sobre el estar entre los canones de la época: “Luego salimos todos a cenar a un café chino y estuvimos hasta las tres de la mañana caminando y hablando de literatura. Coincidimos plenamente en que hay que cambiar la poesía mexicana. Nuestra situación (según me pareció entender) es insostenible, entre el imperio de Octavio Paz y el imperio de Pablo Neruda. Es decir: entre la espada y la pared”.

Hay un amigo que suele decir: si no eres fuerte, se astuto. De este modo es que el proyecto infrarrealista aquí nombrado como realvisceralista se entronca con anteriores proyectos de vanguardia, como la asociación con el espíritu dadá, y por supuesto en diálogo con lo que ellos llaman sus mentores: los estridentistas, con referente histórico en Manuel Maples Arce y figura “mítica” en Cesárea Tinajero, poeta perdida en quien se deposita todo un ideal de reivindicación literaria y vital de México y, por alcance, Latinoamérica. La pregunta de rigor es: ¿Qué significa Cesárea Tinajero para la literatura? ¿La salvación, una utopía, el origen, el futuro? O ¿Una causa perdida, una verdad trágica, la muerte? Sería inoportuno optar por alguna sin considerar el factor estético y la ficción como componentes activos que permiten manifestar la postura y actitud ética y vital del escritor ante su realidad y a través de la literatura. Cesárea constituye una operación quirúrgica. Cesárea es mujer. Cesárea sería la madre. ¿Quiénes los hijos? ¿Qué se está operando: la literatura mexicana, la juventud, el futuro latinoamericano? Esas son las preguntas. Yo apuesto por plantear que Cesárea es como la verdad: una vez encontrada, muere frente a tus ojos y en tus manos, demostrando que todo fin es absurdo, y que el compromiso ético para con el viaje constituye lo vital. La incertidumbre es precisamente la ética y el sentido del viaje y la aventura. Asimismo el escritor frente al mundo y solo con su creación. Apuesto por la dimensión materna de Cesárea. Desde ella el cordón umbilical que mantenía unidos a Ulises Lima, Arturo Belano, García Madero y los infrarrealistas en su búsqueda. Muerta ella, cortado el cordón, la fragmentación y disolución se hacereal. La po-ética tiene alcances críticos hacia el mundo literario en su totalidad. Es decir, nos lleva a replantear el ser y el estar de la literatura en la esfera social. En relación a la crítica literaria, en este sentido, es preciso señalar algunas cuestiones en relación a lo que llamamos interpretación o hermeneutica del texto o fenómeno literario, la cual se transforma en la operación o la instancia que posibilita un campo de operaciones donde interviene precisamente un conflicto de poderes y voluntades, de relaciones entre los sujetos donde lo ético cobra un papel fundamental:

Interpretación literaria es el nombre que los moralistas dan a su deseo de dominar el sentido público de las obras literarias, es decir, la interpretación codificada, el resultado de su lectura personal, o gremial, pero siempre poderosa o canónica —y siempre para un público consumidor y silente— de las obras literarias. Interpretación literaria es el nombre que la Ética se reserva para sus relaciones con la Poética. Relaciones de dominio, indudablemente. La literatura seduce a la crítica, quizá sólo para burlarse de ella. El discurso literario sabe muy bien, como lo saben especialmente los autores de obras teatrales, que al poder sólo se le puede seducir, vencer o burlar. (Maestro, Jesús G.)

El escritor debiese ser en este sentido aquel que nos meta la cabeza en lo oscuro para contemplar verdaderamente y en carne propia, el horror (tópico conocido) pero el horror materializado en la corrupción, la degradación moral, la MALDAD. El héroe trágico se caracterizaba por morir en manos de una verdad que lo coloca inmediatamente en un jaque existencial, vital y ético. Recordemos a Edipo: ante la revelación de sus actos (matar a su padre y casarse con su madre) prefiere quitarse los ojos y salir desterrado. El oficio y ejercicio vital del escritores posible, en este sentido, analogarlo con el del héroe trágico: aquel que ve el abismo de sus circunstancias y acciones y debe resolver un dilema ético: seguir, echar un pie atrás o ser arrastrado por el monstruo. (Recordemos, sin embargo, que el poeta se sabe derrotado. He aquí otro elemento trágico de la poética de Bolaño: el destino). El horror de la máquina editorial. El horror dela mafia cultural. Se ve expresado en este pasaje: “La mafia de los libreros mexicanos no desmerece en nada a la mafia de los literatos mexicanos. Librerías visitadas: la Librería del Sótano, en un sótano de la avenida Juárez en donde los empleados (numerosos y perfectamente uniformados) me sometieron a una vigilancia estricta y de la que pude salir con un libro de poemas de Roque Dalton, uno de Lezama Lima y uno de Enrique Lihn”. Nuevamente, si no eres fuerte, se astuto. Si la maquinaria juega sucio, el literato debe ir dos pasos adelante. Asumir el horror, pero saber escudriñar entre las grietas del sistema. Ser un cazador solitario, un vigilante nocturno, un perro romántico aullando a todas las albas y ocasos, sin otros huesos que los suyos propios. No comulgar con el oficialismo, apostar por el camino oscuro, apostar por el camino de los valientes, el de los grandes y al mismo tiempo de los subterráneos: “A los real visceralistas nadie les da NADA. Ni becas ni espacios en sus revistas ni siquiera invitaciones para ir a presentaciones de libros o recitales. Belano y Lima parecen dos fantasmas”. El espíritu provocador de los infrarrealistas encontraba su encrucijada en la figura del padre: la vaca sagrada Octavio Paz, así como Pablo Neruda en Chile. Matar al padre, esa era la consigna. Esa es otra constante de los proyectos literarios artísticos de vanguardia: subvertir la tradición, criticar a los viejos, sin embargo, no en un sentido fascista como lo hiciesen los futuristas, sino que añadiendo el ingrediente ético: no comulgar con el establishment cultural, oficial y cómplice de la gran máquina, pero sí beber de la fuente de los escritores que compartían la causa o seguían líneas de acción tan subterráneas y dignas como las maquinadas por los jóvenes poetas mexicanos. De acuerdo a Rodrigo Bobadilla en su artículo Moralejas del bolañismo salvaje cabe señalar que:

Los “detectives helados” que recorrieron el continente en busca de la encarnación de su sueño despiertan gritando cuando sólo la pesadilla es lo que queda de ese sueño. Les queda la incorruptibilidad de sus ideales, la renuencia a la prostitución, la obstinación del “honor de los poetas”. Visto a contraluz, asoma de inmediato la trayectoria biográfica del propio B., su paulatino alejamiento de la poesía en verso y su adopción de la prosa narrativa, la acidez con que no dejó de atormentar -estando instalado en medio de la “industria”- a los escribientes que se conformaban con el acomodo y la impostura. (Bobadilla)

No venderse al amiguismo y el exitismo mezquino de la llamada elite literaria. Seguir la senda peligrosa, aún a riesgo de volverse estúpido o de adquirir conciencia de la debilidad: el samurai tenia su espada, el escritor como mucho cuenta con las palabras, y u universo de emociones desprolijas en el tintero del espíritu.

Nuevamente, Cesárea Tinajero. En la segunda parte de la novela se hace referencia a Amadeo Salvatierra y su testimonio: “(…) Algo normal en la vida literaria mexicana, publicar a los amigos. Y Encarnación puede que no fuera una buena poeta (como yo mismo), puede que incluso ni siquiera fuera poeta, buena o mala (como yo mismo, ay), pero sí que fue buena amiga de Cesárea. ¡Y Cesárea era capaz de quitarse el pan o la tortilla de la boca por sus amigos!”. De este modo, el sentido ético acaba por volverse una actitud ante la vida. La ética en la vida y literatura de Bolaño (ambos una sola cosa)es un eje transversal y articulador, definitivamente. Para Bolaño, la amistad era algo irrenunciable. La ética y el compromiso para con el otro y para con la obra no debe ser tranzado. Y esa es la forma en que Bolaño, desde su visión po-ética de la realidad, realiza su oficioso trabajo de detective, escarbando como un verdadero perro romántico en la escena del crimen de la historia: aquellos escritores que caen y siguen cayendo, injustamente olvidados por la maquinación política del poder manifiesto en los círculos literarios. Volver ala zona cero de la memoria, escarbar entre las ruinas, reunir las memorias aunque sea imposible su reconstrucción. La fe, decía Stanislaw Lem, es al mismo tiempo absolutamente necesaria y completamente imposible. Ilustrativa es la sección de Rafael Barrios en la segunda parte: “No lo sé. Sólo sé que en México ya no nos conoce nadie y que los que nos conocen se ríen de nosotros (somos el ejemplo de lo que no se debe hacer) y tal vez no les falte razón. Por lo que siempre es grato (o por lo menos de agradecer) que haya un poeta joven que escribe o que quiere escribir ala manera de los real visceralistas”. Ese es precisamente el precio de introducir la cabeza en lo oscuro, de mirar directamente al abismo y ver cómo tu mirada es devuelta.

A propósito de esta postura vital, es posible, en un ejercicio aventurero, concebir a ciertos autores y personajes de la literatura como una suerte de “hermandad”, un legado subterráneo, una cofradía a la manera de pequeños quijotes luchando contra los molinos de sus propias conciencias y realidades. Dos figuras pintorescas saltan a la vista y a la memoria: Franz Kafka y Carlos Pezoa Véliz. El primero es un vivo ejemplo de ese lazo estrecho entre arte y vida hasta el punto de la enfermedad, cuestión que le valió el anonimato pero a cambio la gestación de una obra que, pese a saberse perdida–como dice Bolaño- o de la renuncia por parte del autor solicitando sin éxito a Max Brody la quema total de su obra, se trata de una de las obras angulares de nuestra subjetividad contemporánea. Asimismo, sobre Carlos Pezoa Veliz, escritor que nunca publicó nada, salvo en revistas y folletos dispersos, pese a su marginalidad y desconocimiento de parte de la dimensión pública, se puede decir que es uno de los pioneros de la antipoesía, poética que luego sería consolidada por Parra, otro ídolo de Bolaño. Resulta oportuno, en definitiva, afirmar que la po-ética total desentrañada a raíz de Los detectives salvajes es antes que nada y después de todo un acto de justicia, una apuesta ética para con los suyos, para con los escritores olvidados y para quienes han respirado con la cabeza hundida en el abismo, los eternos perdedores, los héroes de todos los días, los anónimos del horror, quienes murieron en su ley, quienes murieron fuera de la ley, mas con la cabeza sobre los hombros, mas con la sangre al rojo vivo, jamás títeres: solo polvo y sombras.

Un punto decisivo sobre la ética de la literatura (y de la vida misma) dice relación con la práctica del exilio. Renunciar a lo conocido, someterse a la incertidumbre, emprender el sacrificio, iniciarse en la transmutación. En Los detectives salvajes el exilio cobra un significado particular. Después del intento fallido por salvaguardar a la madre Cesárea, símbolo de sus deseos y anhelos más profundos como jóvenes y escritores, Arturo y Ulises optan por la determinación del exilio. La perdida del ser y del estar, el arrojo del cuerpo y de la memoria comulga con un sentido ético en relación con ese otro que se sabe perdido. Quizá, la conciencia nos vuelve unos cobardes, parafraseando a Hamlet. Quizá no disponemos de las armas suficientes para hacer frente a nuestros enemigos. El exilio, sin embargo, es una prueba ética. Arturo y Ulises optaron por volverse relato: aspiraron a luces subterráneas, fueron cometas que de cuando en cuando incendian la cabeza de los maníacos dela vida y de la literatura. Esa es la lección ética y vital que propone la po-ética subyacente en la ficción. Arturo y Ulises fueron antihéroes a su manera. Déjenlo todo, nuevamente. Lo importante es ir cayendo ante las esfinges. Sacarse los ojos hasta dar con la sombra verdadera. Y es que si no nos vamos todos antes al carajo y nos volvemos polvo del universo nuevamente, como Cervantes o Shakespeare, ciertamente, resta declarar a la literatura como el vórtice del olvido, y claro está, el olvido como la sustancia de todo aquello que está vivo. Las palabras son otra forma de burlar el destino.