lunes, 31 de enero de 2022

Nunca se trató de diversidad, siempre se trató de uniformidad ideológica.

¿Neuroderechos para Chile?

La iniciativa de Guido Girardi sobre los “neuroderechos”, sería la primera ley en el mundo de estas características. Y es clara muestra de lo que siempre he creído: que somos un laboratorio. Hablar de neuroderechos es normalizar algo que no corresponde con la ley natural. Los tratados internacionales en materia de derechos humanos se supone que ya hablan de dignidad humana, derecho a la privacidad, derecho a la salud y a la integridad física y psíquica, cuestiones implícitas a estos nuevos "neuroderechos". Entonces, instalarlos es abrir la ventana de Overton para implementar estas nuevas tecnologías en la res pública y luego resguardar estas políticas con la excusa del bienestar y el progreso. Con la falacia de garantizar el acceso a esta “panacea” sin discriminaciones arbitrarias, están afirmando que será deber del Estado colocarte el famoso chip, en aras de arreglar discapacidades o disminuir desigualdades. De modo que primero será un derecho-deber establecido en la Constitución; luego, se empezará a imponer en calidad de pena accesoria a ciertos delitos. Y suma y sigue. De ahí, ya se estaría a un paso de consagrar el chip como medio único y válido de identificación. Y constituye, sin duda, algo especialmente peligroso, porque no sólo tendrían control sobre nuestros movimientos en la red, sino que sobre lo que pensamos. Nuestro último reducto de libertad: la consciencia.

“Por cierto que si el Estado o una trasnacional dedicada a la neurotecnología establece (usando un “dispositivo”, un “método” o un “instrumento”) una “conexión” con el sistema nervioso de una persona para “leer sus pensamientos” (técnicamente, sólo algunas pocas conexiones neuronales) no estará, entonces, afectando un “nuevo derecho humano”, sino el persistente derecho a la privacidad. Dicho de otro modo, el que surjan nuevas formas de matar no altera el contenido del derecho a la vida ni es fundamento para la creación jurídica de nuevos derechos. Por lo mismo, una consagración constitucional de estos neuroderechos no está, en modo alguno, justificada.

Los neuroderechos, luego, serían redundantes porque son reconducibles a derechos constitucionales ya asegurados: el derecho a la privacidad, el derecho a la integridad psíquica y el derecho a la integridad física.”

¿Y qué pasaría si te dijera, querida, que todo lo que alguna vez nos dijimos, incluso lo que llegamos a pensar del otro, ya fue registrado y repetido hasta el hartazgo, para formar parte de un palimpsesto que está condenado a recrear, una y otra vez, quizá en otra vida, tanto los instantes luminosos como tormentosos de nuestra ínfima pero intensa temporada en el acabóse?

domingo, 30 de enero de 2022

Otro fragmento de la novela romántica existencial que estoy escribiendo, mezclada con literatura, contingencia y otras yerbas:

"Casi siempre los poetas que salían a leer se repetían, era una característica de esta clase de lecturas. El gestor debía su reputación a un largo historial de eventos organizados con relativo éxito y continuidad. La camaradería entre poetas e intelectuales del ambiente hacía lo suyo, al calor de la bebida y el jolgorio. Era la oportunidad de un espacio en donde poder dar a conocer el trabajo poético, aunque ese espacio siempre redundara en los mismos rostros. Una que otra novedad venía de invitado estrella, pero se trataba de ampliar un poco más un círculo a ratos demasiado estrecho, unido básicamente por la lógica predecible del amiguismo. En esto, el círculo de la poesía no era muy distinto a una camadilla de avanzada política o a un club de alcohólicos anónimos. Se trataba, en el fondo, de vanagloriarse frente al resto, buscar la palmadita en el hombro y sentirte regocijado por haber logrado un pequeño hueco dentro de un nicho ínfimo. Ese sentido de pertenencia tan básico, tan animal. O, incluso, por oposición, se trataba de posar frente a los demás como un completo inadaptado, alguien que estaba dispuesto a revelar el ridículo de ese circo y, a la vez, entrar en él por la puerta trasera como el payaso de turno. De una u otra forma, estábamos todos en una parada similar, cada cual con sus diferentes rollos y personalidades, pero todos éramos parte de esa camadilla, de ese club, de ese nicho. Hombres y mujeres, animales gregarios. Los autodenominados poetas no podían ser la excepción a esa regla de oro de la naturaleza.

Había que lograr que esas noches de lectura fuesen hechas con cariño y pulcritud, y diesen la impresión de un virtuosismo clandestino en medio de la decadencia declarada. Afuera podía estar cayéndose la ciudad a pedazos, pero había que transformar esas noches en algo mágico, a fuerza de lugar común y mucho, mucho marketing. “Donde la poesía es una fiesta”, algo así rezaba una de las frases para introducir las lecturas poéticas organizadas. Nadie pensaría que aquella fiesta, sin embargo, se volvería tóxica o se prolongaría más allá de lo establecido, hasta apagarse todas las luces y, con ellas, la diversión. La verdadera fiesta, claro está, era lo que sucedería después, o eso era al menos lo que dejaban entrever los rumores de pasillo. Las lecturas eran “la previa”, el evento social en el que cada uno de nosotros podía identificarse con algún grupo y formar parte de algo mayor. “Donde la poesía es una fiesta”, “La fiesta de la palabra”, no dejaba de repetir en mi cabeza, mientras continuaba sufriendo la resaca del día siguiente. Tenía que tener algún sentido, tenía que encaminarse hacia alguna parte, algún mínimo de oficio y consistencia, o todo era el voladero de luces de un mundo mucho más complejo, de una red de relaciones humana demasiado humana, basada nada más que en los intereses creados, los deseos y los caprichos. Sin quererlo, ella y yo comenzábamos a formar parte de esa fiesta. De modo que, interrogaciones aparte, disfrutamos largo y tendido de toda la parafernalia, de todo este show montado tanto para feligreses como para profanos".

1984 ofende

“Hay cierta ironía en que a los estudiantes ahora se les advierta antes de leer ‘1984′. Nuestros campus universitarios se están convirtiendo rápidamente en zonas distópicas controladas por el Gran Hermano donde se practica la neolengua para disminuir el rango del pensamiento intelectual y cancelar a los oradores que no se ajustan a él (…). Muchos de nosotros, y en ninguna parte es más evidente que en nuestras universidades, hemos renunciado libremente a nuestros derechos”

sábado, 29 de enero de 2022

viernes, 28 de enero de 2022

Un gran evento de poesía llamado "El gran Reinicio". ¿Quién se suma?

Corona (Relato onírico de ficción)

Soñé que me enfermaba y quedaba postrado en cama. Me dolía todo el cuerpo. Un amigo iba a verme y me pasaba unas extrañas pastillas que según él me harían bien. Las tomé y comencé a imaginar un escenario en el que varias personas de mi círculo se iban a un extraño local con un subterráneo. Ya más repuesto, fui a aquel sitio pero no me permitían entrar. Permanecí varios minutos afuera hasta que la gente salió. No alcancé a divisar a nadie de mi círculo, hasta que salió el amigo de las pastillas. Me preguntó qué hacía ahí. Le dije que me había recuperado. Él me dijo que no debía estar en ese sitio, que se supone aún estaba convaleciente. Yo le volvía decir que no había problema, que ya estaba bien. Él insistió en que no fue buena idea haber ido, y que mejor me fuera. Me volvió a dar otras pastillas. Le dije que ya no las necesitaba. Él insistió tanto que incluso llegamos a forcejear.

En eso, mientras peleábamos, llegó un lote de gente. Todos usaban mascarillas quirúrgicas. Se asomó una chica de entre medio del grupo. Parecía mandar ahí. Le preguntó al amigo qué pasaba. Respondió que yo aún estaba convaleciente. Entonces, los demás me miraron fijamente, y comenzaron a retroceder. Solo se acercó la chica, quien también me observó como quien observa a un extranjero indeseado. Le habló algo al oído al amigo. Luego, este hizo una llamada por celular. Intenté preguntarle a quién llamaban, qué era lo que estaba pasando. El amigo dijo que por favor, por el bien de todos, me quedara ahí, y no me acercara. Le volví a repetir que ya estaba mejor. Intenté acercarme a él pero la gente detrás continuaba alejándose, sin perderme de vista. Nadie daba ninguna explicación. Solo la chica, imponente, se acercó con una extraña máquina. Dijo que si pasaba esa prueba, podía volver, de lo contrario, tendría problemas.

Al ver la máquina, pensé que eso podía hacerme daño. Entonces me alejé de ella y comenzó a perseguirme. Al ver que se venía encima, me di la vuelta, traté de correr, pero el amigo, que venía junto a la chica, me alcanzó y me forzó para que ella pudiera usar aquella máquina conmigo. Al pasarla por mi frente, esta comenzó a quemar de tal forma que parecía de esos fierros calientes para marcar animales. La retiraron lentamente, y dijeron que no había pasado la prueba, que me tendrían ahí hasta que llegaran los del gobierno, aquellos que el amigo llamó. Les pregunté, desesperado, qué era lo que pasaba, por qué requerían al gobierno, si yo ya me había recuperado, y no representaba ningún peligro para nadie. -Eso lo dicen todos-, dijo ella. -Ahora, más vale que obedezcas, viejo-, agregó el amigo, con un tono intrigante.

Exigía respuestas. Urgido por la situación, intenté zafarme para escapar, pero el amigo logró sostenerme con más fuerza. Le hizo otra seña a la chica para que se acercara. Ella sacó otro raro artefacto. Era una jeringa. - No hay nada que temer-, dijo ella. - Solo un pinchazo y todo estará bien-, repitió el amigo. Entonces, la chica se me acercó lo suficiente para poder pincharme con aquella jeringa. Intentaba preguntarles qué era eso. Por qué me pinchaban. Qué estaba pasando. Ninguna respuesta. A medida que buscaba liberarme, mi cuerpo se iba debilitando, al punto de quedar a merced de mis captores. Antes de perder mi última fuerza, y caer rendido, la chica de la jeringa me pinchó y, buscando dar respuesta a mis inquietudes, me dijo, con voz baja al oído: - tienes corona-. Nunca supe a qué se refería. ¿Un cáncer? ¿Algo degenerativo? ¿Un virus? Estas preguntas quedaron en el olvido, conforme mi consciencia se iba apagando, y se alcanzaban a escuchar las sirenas de una ambulancia y, a lo lejos, las balizas de la policía.
“Ni el propio virus sabe si es el final”. Rafael Bengoa. De pronto, merced a la escatología del momento, el virus mutó tanto que adquirió propiedades gnoseológicas.

jueves, 27 de enero de 2022

Hace casi diez años publiqué un extracto de una novela muy adelantada a su tiempo: "La hora 25" (1949) de Virgil Gheorghiu, que retrata la posibilidad de la aparición de los "esclavos técnicos", en un modelo de sociedad como el que imaginan hoy por hoy nuestras elites: una tecnocracia, un modelo de hombre inspirado en el transhumanismo, hacia una Cuarta Revolución Industrial:
—Todos los acontecimientos que se desarrollan en estos instantes sobre la superficie de la tierra, y todos los que tengan lugar en años venideros, no son más que los síntomas y las fases de una misma revolución, la de los «esclavos técnicos». Al final, los hombres no podrán vivir en sociedad guardando sus caracteres humanos. Serán considerados con un criterio de igualdad, de uniformidad, y tratados según las mismas leyes aplicables también a los esclavos técnicos, sin concesión posible a su naturaleza humana.

Me temo que esa revolución ya está aquí o está ad portas de precipitarse.

Digresiones discordantes: "La hora veinticinco", Virgil Gheorghiu, extracto Fantana (gragko.blogspot.com)

Celuloide Celulosa (2012)

Este 2022 se cumplen diez años de la creación de este cortometraje de culto que realizamos con un amigo gracias a fondos concursables. Apuesto que pocos lo conocen. Se trata de un experimento audiovisual que trataba de unir las materias primas de nuestras obsesiones: celuloide (cine) y celulosa (literatura). Dele play y disfrute.

Lo cuático de escribir cosas tipo diario y crónicas es que te mueves siempre en un terreno pantanoso entre lo testimonial y lo meramente discursivo. Después, todos se acostumbran a preguntarte si lo ahí relatado ocurrió tal cual o si lo que está ocurriendo en determinado momento podría ser materia de un futuro texto.

miércoles, 26 de enero de 2022

Científicos contra la plandemia: Ian Davis

“La evidencia es ahora incontrovertible. La pseudopandemia era una operación psicológica usada para controlar billones a través del miedo. Al examinar esta evidencia podemos identificar a aquellos que tuvieron los medios, oportunidades y motivos para cometer el mayor fraude jamás perpetrado contra la humanidad. La autoridad centralizada, combinada con una planificación y preparación minuciosas, hizo posible la pseudopandemia. Esto permitió a un pequeño grupo de conspiradores controlar el comportamiento de miles de millones. Abusaron de nuestra confianza y nos vendieron nada más que desinformación. Miles de millones de nosotros creemos que el sistema global de autoridad tiene nuestros mejores intereses en el corazón. En consecuencia, estábamos dispuestos a cumplir con nuestras órdenes, asumiendo erróneamente que tenían la intención de mantenernos a salvo. Esta creencia en la autoridad benigna no es racional. La historia debería enseñarnos a ser escépticos. Desafortunadamente, nuestra fe colectiva en la autoridad permitió que la pseudopandemia procediera en gran medida sin control. Cuando la autoridad mundial nos dijo que el nivel de amenaza era severo ya estábamos programados para aceptarlo. La autoridad mundial no tenía necesidad de probar nada. Bastaba con una simple declaración, ya que su condición autoritaria les infundía el poder de definir la realidad. Ninguna autoridad menor podía desafiarlos”. Ian Davis, Pseudopandemia. La nueva tecnocracia normal.

Un escritor, Pablo Rumel, dijo que soñó conmigo. Aclaró que nada homoerótico. Soñó que iba a Valparaíso y que leía mi nueva obra. Según él, lo interesante de la escritura del sueño era que tenía un estilo de prosa muy peculiar. Enumeraba cada párrafo e intercalaba extractos enciclopédicos tipo Wikipedia, pero de manera paródica. Luego de contarme su sueño, le dije que me estaba dando ideas oníricas para un próximo experimento narrativo. El año pasado habíamos hecho un juego de escritura con una chica que consistía en relatar nuestros sueños al otro y luego reinterpretarlos en clave crítica, como si se tratasen de relatos de ficción. Ahora, este compadre me propone algo más cuático: escribir un próximo libro inspirado en su sueño sobre mi nueva obra. Un texto basado en la lectura del sueño del otro, o un texto que parte de un sueño sobre una lectura de un libro onírico. Ya lo decía Shakespeare: “estamos hechos de la misma materia de los sueños”. Por extensión, su materia textual. Pero cabe aclarar que: “nuestra pequeña vida puede terminar durmiendo”.

martes, 25 de enero de 2022

El único virus que deberías temer de verdad, es el virus del pensamiento único.

lunes, 24 de enero de 2022

¿Y qué pasaría si te dijera, querida, que el progresismo pop es hoy el discurso dominante, la nueva hegemonía en la cual el poder se camufla de disidencia y capitaliza su propia oposición de manera muy rentable?

Señorita plandemia

Ella llegó a la pieza, tarde por la noche, luego de coordinar el que sería nuestro segundo encuentro, después de aquella encendida cita en plena época de estallido social. Durante ese largo receso, el mundo había abrazado el caos. Un bicho de oscuro origen amenazó con paralizarlo todo, y lo hizo con creces. Lograron encerrarnos en cuarentena con un Estado de excepción que recordó, de inmediato, a la semana siguiente del 18 de octubre. Toque de queda y muchos milicos en las calles. Con el bicho como telón de fondo, la cuestión pasó de 1984 al Show de Truman. Sin embargo, el contacto con ella siguió de lo lindo. Pese a la distancia, esta vez, ninguno se mantuvo demasiado ausente. Ni el miedo por el bicho ni el dolor del corazón consiguió infectarnos su amargura.

Merced a las múltiples barreras sanitarias o a la fluida libertad de nuestra relación, intentábamos todo el tiempo ponernos de acuerdo para acordar una nueva junta, pero nunca lo conseguíamos. No quería culpara por su dispersión, ni yo culparme por mi escaso compromiso. Después de todo, éramos libres, libres, en medio de permisos de circulación, cortocircuitos y sapos transeúntes. Así fue cómo pasaron dos años sin vernos, dos años que coincidieron con el aniversario de la pandemia. Todo indicaba que nuestro segundo encuentro sería algo así como la celebración de que seguimos vivos, y que todo lo ocurrido en el mundo podría, de hecho, ser interpretado como el desafío, como el escenario propicio para nuestra invicta correspondencia, inmune al pánico gracias al anticuerpo del deseo.

Al entrar a la pieza, le dije que tenía un vino guardado, justamente para la ocasión.

-¿No es el vino de aquella vez? ¿El que te traje yo?-, preguntó ella.

-No, querida. Ese ya me lo tomé. Este es otro. Reservado para el reencuentro- le respondí, mirándola a los ojos.

No pudo contener una sonrisa. Puse algo de música para ambientar: State of love and trust de Pearl Jam.

-Escucha. Es el tema que me mandaste ayer-, le dije.

-Sí, muy ad hoc. Estado de amor y confianza. Ayer lo vacilé terrible curada en la casa de mis viejos, contestó. -Tomé caleta de whisky-.

Mientras servía el vino, ella se acomodó en la cama. Acudí a su lado y le pasé su vaso para poder brindar. Este brindis tenía, sin duda, una razón de ser.

-Supongo que brindamos por el reencuentro-, le dije.

-Puede ser. Aunque puede que simplemente por este momento-, contestó enseguida.

-Hagamos un salud porque estamos vivos- le propuse.

-Salud. Porque estamos vivos-, dijo ella, con una sonrisa leve.

Bebimos largamente con la música nostálgica sonando de fondo.

No tardamos mucho en quedar entonados. Hablamos sobre nuestros planes a futuro. Ella me dijo que tenía pensado irse a España a probar un emprendimiento culinario con su hermana. Estaba dispuesta a irse, aunque, muy en el fondo, sabía que lo hacía más por la emoción de la aventura. Daba lo mismo si resultaba. La cuestión era abrirse al mundo. Yo le conté que también tenía planes parecidos. Seguir estudiando. Estudiar becado, ojalá en el extranjero. Nos volvimos, de pronto, dos soñadores urdiendo algo grande. No había espacio, en esa ensoñación, para la política del miedo.

Seguimos hablando largamente sobre escritura. Me decía que estaba escribiendo un diario desde sus tiernos diecisiete años, un diario de vida que relata episodios íntimos hasta el punto de la crudeza.

-Recuerdo cuando me lo dijiste el 2019. Y querías que yo te ayudara a editarlo-, le comenté.

-Sí. No estoy segura si quiero hacer esto. Pero siento que debo publicar el diario. Siento que debo cerrar un ciclo-, dijo ella, muy concisa.

-Tienes que estar dispuesta. Muéstramelo, porque más de algo se puede rescatar. Pero tienes lo más importante: eso que te sale de las entrañas, como decía Bukowski. Escribes porque te sale de adentro. Lo otro, la técnica, se aprende con el oficio-, le dije, buscando que ella confiara en mis conocimientos.

-Sí, es cierto. Yo igual me siento un poco bukowskiana pa mis cosas-, agregó. Nos miramos por un instante, bebió otro poco de vino y soltó una risa corta.

La primera vez que nos vimos había quedado entusiasmada con la idea del lanzamiento de mi libro. En cierto modo, eso la había impulsado a seguir con su diario, para darle alguna dirección, alguna forma. Se acordó que aún tenía guardado un ejemplar de mi libro. Aprovechó de decirme que le faltaba el autógrafo. Le dije que ese autógrafo sería con dedicatoria. Se sintió halagada. Bebió otro poco de vino y sacó una cajetilla de cigarros de su chaqueta. Luego, mencionó un libro que le presté aquella vez, uno de Plaza y Janes, sobre los misterios del continente perdido: La Atlántida. Me confesó que le intrigó, a pesar de no haberlo terminado. Dijo que ese continente perdido podía contener perfectamente el secreto de otra humanidad, y de una nueva historia.

Bebimos lo último que quedaba del Casillero del diablo. Nos acercamos a la ventana que da a la calle para fumar. Le pregunté si se había vacunado. Me respondió que no, y fumó otro poco de su cigarrillo, con total despreocupación.

-Lo sabía-, le dije. -Yo solo tengo las dos primeras dosis. No pienso volver a pincharme-.

Ella siguió fumando, inhalando la nicotina suavemente, como si el único bicho fuera el de sus pulmones rebeldes.


-Dale. Yo no quiero vacunarme. He leído mucho, y hay muy poca transparencia sobre los efectos de esta vacuna. He tenido ene atados en mi casa por eso, pero fijamente que me da lo mismo. Siempre he sido así como me ves, un poco loca-, me dijo, honestamente.

Lo de loca solo podía deberse a su ímpetu por llevarle la contra a todos. Una libertad que podía sonar disonante para ellos, pero rimaba con su carácter.

-Un poco loquilla, pero así te conocí-, le dije, tratando de sonar simpático. Lo negó y rio un poco.

-Es tan simple como que todo paciente tiene el derecho de consentir o no una práctica médica. Nadie lo puede obligar. Iría contra el juramente de Hipócrates-, le comenté. Ella fumó lo último que le quedaba del cigarrillo, y guardó la cajetilla.

-Además, recuerda que ninguna farmacéutica se hará cargo de los efectos-, dijo ella, siguiendo el hilo del tema.

-Tal cual. El gobierno se lava las manos-.

-¿Has cachado la cantidad de muertes por infartos? ¿Y todos los casos de niños hospitalizados por la vacuna? Nadie le toma el peso.

-Nadie.

-Por eso, no nos pinchemos.

-No lo haremos. Esto merece otro salud-.

Volvimos a brindar con el último concho que nos quedaba del vino. Ese brindis era tácito. Habíamos hecho, tal vez, un pacto con nuestro relato, o simplemente, queríamos la excusa perfecta para brindar por nuestro encuentro pendiente. Mal que mal, se venía arrastrando desde antes del comienzo de toda esta pesadilla. Brindar, en ese momento, era lo más parecido a rezar por su fin.

Al rato, nos dio hambre. Salimos entonces a recorrer las calles, a ver si había algún bajón abierto. Como era de noche, y no había ningún alma, caminamos sin mascarilla. Respirar el aire de la noche era, sin duda, un placer ilícito. Deambulamos sin rumbo, hasta que dimos con una pizzería abierta. Nos pusimos las mascarillas y pedimos rápidamente cualquier pizza, sabiendo que ya estaban por cerrar. No tuvimos éxito, porque ya era demasiado tarde. Sin embargo, ella le suplicó a uno de los vendedores, y acabaron por vendernos una pizza mediana a cinco lucas.

-La hicimos de oro, guachita-, le dije, contento por la hazaña.

-Sí, nos vieron con cara de lástima-, dijo ella.

Caminamos de vuelta. Seguimos respirando el aire de la noche, mezclado con el de la brisa marina. Ya en casa, nos servimos la pizza con piña que generosamente nos dejaron a precio huevo. Luego, seguimos vacilando otro poco de música. Una mezcla de grunge, new wave y jazz fusión. Estábamos metiendo bulla en la pieza, mientras el resto de los inquilinos dormía. Éramos dos locos a los cuales no les importaba nada, nada, excepto pasar un buen rato.

No faltó mucho para que nos diera sueño. Pese a la motivación, no nos dio el cuero para seguir carreteando hasta tan tarde. El bajón también había hecho lo suyo. Entonces, nos acostamos, para finiquitar la noche. Nuestro contacto, sin duda, fue estrecho. Dormimos poco, porque habíamos soñado cuestiones más o menos bizarras. 

-Soñé que me iba a España y mis padres, por algún motivo, habían desaparecido. Fue horrible. Quería irme pero no podía abandonarlos-, comentó ella, al otro día, sentada sobre el borde de la cama.

-¿Y qué pasó al final?-, le pregunté.

-Pues, nada, justo cuando estaba a punto de tomar una decisión, me despertaste con tus ronquidos-, me respondió. Reímos un poco.

-Yo también soñé-, le dije.

-¿Qué soñaste?-

-Soñé que estábamos en un edificio grande. Intentaba buscarte, pero tú bajabas piso por piso. Cuando llegué al primero, tú salías por la puerta de acceso. Justo al intentar gritarte, unos guardias me interceptaron y me exigieron un pase. Como no lo tenía, tenía que abandonar el lugar. Luego, te perdí el rastro….-.

-Ya ¿y qué onda? ¿No me encontraste?-.

-No, porque desperté-.

Ella quedó un tanto intrigada por el sueño. Le expliqué mi teoría. Era posible que se tratara de mi miedo sublimado a permanecer encerrado, sin salida.

-A todos nos ha hecho como la mierda-, dijo ella, tratando de comprender. –Y no me refiero tanto al bicho, sino que al encierro, la incertidumbre. A mí me han dado caleta de bajones de estrés. Sé que mis viejos quieren lo mejor para mí, pero no entienden toda la manipulación detrás de todo esto. Me apañan en mi viaje, pero yo hace rato perdí el miedo ¿sabes?-.

-Demás, no es para menos, y está bien que quieras viajar. Es necesario respirar nuevos aires-.

Dicho esto, volvió a sonreír, y me tocó la barbilla. Cuando estaba a punto de ir a la cocina a servir algo para el desayuno, me llamó al teléfono la señora de la casa. Se le oía alterada. Quería saber por qué había invitado a alguien a la pieza sin antes avisarle, sabiendo que el “ómicron” andaba tan fuerte. Le dije que ya le había dicho a su marido, y no había problema, pero ella me contestó que su marido no tenía nada que ver, que no mandaba en la casa.

-¿Qué onda? ¿Problemas?-, me preguntó ella.

-Sí, es que la señora anda complicada por el tema covid. Teme por el ómicron, por eso se pone cuática con las visitas-.

Fui a hablar con la señora para intentar calmarla. Le repetí que ya nos íbamos. Ella dijo que para una próxima vez le avisara, porque “el bicho nos podía contagiar”.

Volví a la pieza. Ella miraba de la ventana a la calle, mientras fumaba un último cigarrillo.

-¿Tenemos que irnos?-, volvió a preguntarme.

-Me temo que sí-, le respondí.

-Pero que se espere, que tengo que arreglarme el maquillaje. No nos puede echar a patadas-.

-No, tranqui, tómate tu tiempo no más-.

Luego de arreglarse, hicimos la cama, arreglamos el desorden producto del carrete y ventilamos la pieza. De pronto, ella se acercó a mí, sigilosa, procurando no meter demasiada bulla.

-¿Sabes? Creo que tengo el corona-, me dijo.

-¿Qué? ¿Me estás hueveando?-, le pregunté, intrigado.

Al decir que tenía el virus, realmente me puse nervioso. Quizá no temía tanto la idea de un contagio, sino que la idea de que el bicho realmente se propagara por la casa y me causara problemas con la dueña. Silencio por unos segundos.

-¿Qué? ¿No dirás nada?-, me preguntó. Comenzó a reír al ver mi cara de preocupación.

-Era broma, tonto-, dijo. Yo sonreí ante la gracia. En otras circunstancias, esa gracia hubiera implicado una profanación, una irresponsabilidad, pero, después de todo, había consentido reencontrarme y pasar la noche con ella. Debía asumir el hecho. En todo caso, cualquier consecuencia estaba más que pagada con el carrete que nos dimos anoche en la pieza.

-¿Pero tú realmente crees que estoy bromeando? En volá lo tengo, pero no es nada y lo aguanto-, volvió ella, a la carga, alimentando la duda. –Lo heredé de mi padre, quizá, esa resiliencia-.

-Tranquila, me preocupé más por la señora que tiene miedo que por mí. Igual hay que ponerse en su lugar. A mí, en el fondo, el bicho me tiene sin cuidado. Hay otras cosas que me urgen-, le comenté, para que entendiera mi punto.

-¿Cuáles?-, me preguntó.

-Por ejemplo, el qué va a pasar más adelante ¿esto tendrá un fin? ¿Seguirán controlándonos? ¿Hay algo más allá?-.

-Yo pienso lo mismo. Es un tema heavy. Y esas y otras cosas son las que me hacen desconfiar de todo esto. No puede ser que justifiquen tantas weas por un virus que ya está a punto de volverse endémico. Ya es como mucho-.

-Sí, muy cuático todo, querida. Por lo pronto, tenemos que salir de la casa, porque ahí sí que la señora nos fumiga enteros-.

-Demás-.

Salimos de la casa, echados, sin rumbo fijo, como dos potenciales portadores salidos de un laboratorio. Dos peligros andantes, dispuestos a seguir vacilando en honor al tiempo y a la complicidad.

En nuestro vagabundeo de sábado por la mañana, dimos con las Torpederas. La playa era como volver al pasado. La gente que iba llegando de a gotera caminaba sin problemas por la arena, a rostro descubierto, muy cerca el uno del otro, aprestándose al mar que recién comenzaba a imponerse sobre la orilla. Compartimos un poco de agua mineral, y nos sentamos en un lado rocoso a la sombra.

-¿Sabes que el mar me trae recuerdos?-, me dijo ella, de repente.

-¿Cuáles?-.

-De cuando era chica. Veníamos con la familia. Recuerdo que primero íbamos a comprar churros al Pato Peñaloza, y luego caminábamos hasta acá. Siempre estaba lleno-.

-Fíjate que yo hacía algo parecido. Veníamos con mi tata y un primo-.

Ella miró por un momento al horizonte, y bebió otro poco de mineral.

-¿Cachaste la otra vez lo del tsunami?-.

-Sí, fue brígido. Yo igual andaba en Curacaví-.

-Ah dale, yo andaba en el plan. Tuvimos que evacuar hacia el cerro.

-Sonaban caleta las alarmas-.

-Sip, y habían dicho que el tsunami fue producto de un volcán-.

-Ajá, en Tonga-.

-¿Cachaste que después la NASA anunció la caída de un asteroide?-.

-Sí, también caché eso. Muy apocalíptico todo. Puede que estemos viviendo lo último, y no nos demos cuenta-.

-Yo creo que siempre lo estamos haciendo. O sea, no puedes saber si mañana estarás vivo. ¿Qué haremos si nos llega la hora? ¿Correr o simplemente esperar?-.

-Depende de la situación, querida. Por lo pronto, todos nos meten el cuco, que el virus, que el tsunami, que el meteorito, pero lo importante es saber qué hacemos aquí y ahora-.

-Qué elocuente, profe… y ante tanto cuco, dices tú, ¿qué hacemos ahora?-.

Ella volvió el rostro buscando una mirada, y tomó otro poco de agua mineral.

-¿Qué haremos?-

-Sí-.

-A mí me tincaba ir a mojarnos las patitas al agua-.

Quedó pensativa por un instante. Luego, volvió a mirar el horizonte.

-¿Por qué mejor no vamos a tomar?-.

-¿A tomar? ¿A esta hora?-.

-Sí pues, ¿te tinca?-.

-Ya, demás, porque hace sed-.

-Al Roma, para recordar tiempos rancios-.

-Por eso me caes tan bien-.

-Si morimos, que nos pillen tomando-.

Nos levantamos y fuimos caminando rumbo al cerro Playa Ancha. Merced al cuco, al miedo circundante, a la plaga de terrores mediáticos, había que espantar de alguna forma a la muerte y brindar por otro nuevo día. Para eso, qué mejor que el Roma, aquel antro antíquisimo de la República independiente de Playa Ancha que ha traspasado generaciones y que ya asemeja una verdadera máquina del tiempo, una auténtica interzona para este par de locos que solo deseaban olvidarse un rato de sí mismos y consagrar una velada de tiro largo, homenajeando, quizá, de manera muy íntima, aquella época de adolescentes perdida entre los anaqueles de nuestros sueños marchitos.

Subimos, entonces, ese cerro para llegar a Roma. A mitad de camino, había un grafiti grande con el nombre de “Plandemia”. Le dije a ella que nos sacáramos unas fotos frente a ese grafiti.

-¿Los estás coleccionando?-, preguntó ella.

-Sí, hay varios en Valpo. Otro frente al terminal-.

-Parece que hay caleta de gente en esta-.

-No estamos solos, querida-.

Luego de sacarnos esas fotos, seguimos subiendo hasta llegar al legendario antro. Nos atendió una señora que recién abría. No nos pidió ningún pase de movilidad. Éramos los únicos a esa hora que iban, literalmente, a desayunar cerveza. Entramos campantes con una helada y bajamos hasta el patio vacío. Así, Roma nos abrió las puertas a primera hora como unos auténticos estoicos, como sobrevivientes de alguna lucha perdida, de la cual aún no sabíamos si efectivamente habíamos sobrevivido, o solo habíamos logrado evitarla, a punta de alcohol y conspiranoia.

Había que brindar por la plandemia, por la salud, por la vida. Era justo y necesario, antes de que ella volviera a desaparecer.




domingo, 23 de enero de 2022

Científicos contra la plandemia: Alina Chan

“Más probable es que este virus venga de un laboratorio que de la naturaleza. Si se hubieran hallado virus similares al SARS-CoV-2 en mercados o la naturaleza no tendría problemas en decir "se acabó". Pero no han encontrado nada, cero virus en el comercio de animales, no se vendieron pangolines ni murciélagos en Wuhan, ni hay señales de granjas infectadas que abastecieran a la ciudad. Lo que sí se sabe es que antes de la pandemia, los parientes más cercanos, incluyendo su aproximación más cercana, estaban siendo manipulados en el Instituto de Virología de Wuhan. Sus trabajadores tuvieron acceso a estos virus, no solo en China, sino en siete países del sudeste asiático. Estos científicos tenían una hoja de ruta para añadir una característica concreta que hace al SARS-CoV-2 más transmisible que otros virus simulares. Todo parece apuntar a un origen de laboratorio". Dra Alina Chan

viernes, 21 de enero de 2022

¿Y qué pasaría si te dijera, querida, que aún vivimos sin sublimar nuestra sombra y en cualquier momento volvemos a desconocernos el uno al otro, en esta grotesca e infinita batalla de espejos?

La guerrera y su "última pincelada" en el Kali Yuga. Reseña audiovisual de "Zeppitsu" (2022) de Kahli

De un tiempo a esta parte, nos ha tocado una época tan convulsa en todos los sentidos que perfectamente podríamos estar habitando el pleno apogeo de aquel Kali Yuga definido por la cosmología hinduista: un estallido social que devino en pandemonio político; luego, una pandemia de oscuro origen que amenaza con volverse el arma para la instalación de un régimen totalitario a nivel global. Durante toda esa jornada de encierro, locura e incertidumbre, Kahli se tomó un tiempo para descansar, reflexionar y meditar. A la par con la Diosa Kali, la banda se dio el espacio para un retiro espiritual, con tal de cavilar sobre sus ideas, y retornar a la arena del mundo con una nueva energía creadora. Así fue cómo vio la luz, a dos años de la “plandemia”, esta esperada obra llamada Zeppitsu (2022) que supone el debut audiovisual de la banda, consolidando en la forma y el contenido su ya conocido trasfondo mantradélico con su propuesta artística quiltra.

Partamos por el concepto: Zeppitsu. Se trata de la práctica de escribir una declaración final en forma de poema durante los últimos instantes de la vida, y se inscribe dentro de la cultura de los samuráis surgida en China y luego extendida hasta Japón. Esta “última pincelada” era escrita por los guerreros al momento de realizar el ritual del harakiri. Implicaba la expresión sincera de los sentimientos y pensamientos de quienes iban a cometer este suicidio ritual luego de haber perdido su honor al caer en combate o al haber cometido una acción deshonrosa para su código moral. Podría decirse entonces que el Zeppitsu es un “género lírico” ceñido a la filosofía samurái y condensado de cara a la muerte del sujeto, quien expresa sus últimas palabras bajo la agonía del dolor o la satisfacción del honor recobrado con la propia sangre. El Zeppitsu, de ese modo, es la poética de la muerte del guerrero o la poética del honor por la sangre. Esta es la idea matriz que baña todo el concepto del video de Kahli.

Fiel a aquella idea, tenemos a una mujer samurái, con antecedentes en las Onna Bugeishas, maestras guerreras, que acaba de liquidar a su padre para luego enterrarlo, llevándolo de vuelta con la madre Tierra y consagrando su vida, de regreso a la inmensidad del bosque. De acuerdo a Jung, la figura del Padre también es un arquetipo, y puede representar, en su lado luminoso, el principio guía o rector y, en su lado oscuro, el principio tiránico. En el Tarot, carta número IV, el Padre es El Emperador, y constituye la figura tanto real como imaginaria. La real es el padre biológico, y la imaginaria es el padre autoritario, que puede extenderse a cualquier otra figura de autoridad en la existencia. Una vez que la guerrera entierra al padre autoritario, se puede apreciar cómo el primer verso de la canción se repite cual mantra, mientras la guerrera se adentra en el bosque, que podría representar la oscuridad del propio ser o el aspecto más oscuro de la naturaleza, para luego enfrentarse con su propia sombra: “Destriparé a mi padre ante grandiosas estatuas de sal, de sal”. Resulta significativa la directa alusión al mito bíblico en este punto. Recordemos cómo la mujer de Lot huyó junto a su familia de la quema de Sodoma y Gomorra y no pudo resistirse a mirar hacia atrás, siendo convertida en estatua de sal por castigo divino. Aquellas grandiosas estatuas de sal podrían ser perfectamente una proyección de esa mujer de Lot mítica, desobediente, inmortalizada por esa misma desobediencia, condenada a permanecer impávida por la eternidad frente al Mar Muerto (el mar también juega un rol fundamental que se verá más adelante).

La guerrera, cumplido su deber vengador, vuelve al sitio donde estaba enterrado el Padre y, en un acto simbólico, se recuesta sobre la Tierra. Un ritual de integración ¿quizá con el arquetipo luminoso? O con la propia Tierra que envuelve dentro de su seno a la figura del padre tiránico. Después, la canción continúa repitiendo el mantra del principio, para ambientar el enfrentamiento de la guerrera con su sombra, en el sentido junguiano. La sombra se resiste al ataque, pero finalmente acaba cediendo, casi como en una predestinación. La guerrera debe combatir con su peor enemigo: ella misma, mejor dicho, su propia oscuridad, para completar el deber, el ciclo. La figura arquetípica de la sombra inconsciente cobra aquí especial relevancia, por cuanto, sin enfrentarla, no está completo el ciclo ni el sentido profundo del combate, que no es otra cosa que un rito de sacrificio y sublimación para el reencuentro del espíritu con la totalidad. Eso hablábamos hace tiempo con Carolina Aparici sobre el significado de su viaje a la India: “Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad”. Aquí está constante esa figura dual de lo luminoso, no separado de lo oscuro, sino que enfrentado y luego integrado como parte de su propia constitución. Solo en esa pugna y en esa disolución, el viaje espiritual trasciende la materia. O, si lo queremos interpretar desde una mirada más propiamente psicológica, solo en la pugna y luego en la integración de esa sombra interna (plena de instintos, deseos reprimidos), es posible despertar la verdadera consciencia sobre la personalidad y, por extensión, sobre la realidad misma.

Enterrado el Padre, integrada la sombra, la guerrera ahora comienza su caravana a su encuentro consigo misma y con lo abierto a la experiencia, la totalidad, la inmensidad, lo Absoluto. “Por el río de su sangre llegaré al mar, acompañaré su sombra hasta la orilla”. Los siguientes versos entran en sintonía con el video, cuando la guerrera se adentra a esas orillas, y le canta a la sangre de su padre como el camino que va a dar al mar en cuanto símbolo perfecto de lo Absoluto, que integra dentro de sí el caos y el orden cósmico. Podría decirse que la sangre del padre se volvió río, es decir, fue integrada a la natural y ahora deviene ese Padre rector, ese Padre guía que acompaña a su hija, a la guerrera, hacia su travesía final, hacia su destino. Y este acto de re-conciliación se puede interpretar en la lírica de los siguientes versos: “abrazaré la arena donde se posa”. Es decir, donde se posa la sombra del Padre.

Hacia el clímax del videoclip, la guerrera se sumerge en el mar y se oye de fondo: “uniré mi llanto a la espuma/volveré a mí”. El llanto representaría la expresión material de la pérdida, para luego ser transfigurado con la espuma, la expresión del mar como lo Absoluto. Completa esa transfiguración, la guerrera puede finalmente ser una con lo Absoluto, y volver a sí misma, volver a lo Uno. Ser Una. Bajo este profundo rito psicológico y espiritual, Zeppitsu encarna otra constante de Kahli: Matar al Padre, integrar la sombra, para ser libre, para ser uno. Esa misma era la tónica de aquella obra de dramaturgia, “El delirio de Lena” que pude leer y presenciar en un período muy álgido para la historia de nuestro país: el 18 de octubre de 2019. Y hoy, esa constante, resignificada en la obra audiovisual Zeppitsu, adquiere otra dimensión: la necesidad de identificar nuestra sombra, en tiempos de naciente oscuridad, para combatir contra ella, reintegrarla y conducirse por el mundo con una mirada más consciente, sobre todo, como ya advertíamos, en un mundo gobernado por el ya preponderante Kali-Yuga.

Antonio Medrano, importante investigador, describió el Kali Yuga como la era caracterizada por “la hostilidad al Dharma, el caos, la violencia, la confusión, la desorientación, el materialismo, la esclavitud, la ignorancia, la estupidez, la desintegración (de las familias, las naciones, las religiones, las culturas y los mismos seres humanos), la inmoralidad y la corrupción, el triunfo de los antivalores (la mentira, la maldad, la fealdad y el horror), la angustia, la desmemoria, la opresión y la tiranía (el totalitarismo), la destrucción de la Naturaleza y de todo lo noble, digno y valioso (con la secuela de plagas, miseria, hambre, enfermedades y catástrofes naturales)”. Precisamente, el Kali Yuga está profundamente encarnado en la crisis del mundo moderno hoy por hoy, en la decadencia de Occidente, con un virus como telón de fondo de una creciente ola de poder absoluto y materialista que amenaza con cercenar nuestras libertades más fundamentales e incluso con socavar todo lo que nos constituye como seres humanos: nuestro aspecto espiritual, nuestra voluntad para conectar con lo cósmico y con lo divino. Urge, entonces, ese llamado a ser guerreros en una era de conspiraciones, y escribir nuestro propio Zeppitsu al momento de caer a los brazos de las parcas, con tal de reafirmar nuestra capacidad creadora y nuestra humanidad.



jueves, 20 de enero de 2022

¿Y qué pasaría si te dijera, entrañable querida, que todo, absolutamente todo, estuvo pensado y calculado desde un comienzo para precipitar este pesadillesco estado de cosas, con el fin de empujar, a toda costa, un cambio de paradigma a partir del orden en el caos?

miércoles, 19 de enero de 2022

Científicos contra la plandemia: Robert Malone

“Una de mis preocupaciones es que el gobierno no está siendo transparente con nosotros. Soy de la opinión de que la gente tiene derecho a decidir si acepta las vacunas o no, especialmente porque se trata de vacunas experimentales. Es un derecho fundamental que tiene que ver con la ética de la investigación clínica. Sabemos que hay riesgos, pero es difícil evaluarlos porque el gobierno no está captando los datos con suficiente rigor. No tenemos la información necesaria para tomar una decisión razonable”. Dr Robert Malone. 

Giorgio Agamben, La medicina como religión

"La epidemia, como sugiere la etimología del término (demos es en griego el pueblo como cuerpo político y polemos epidemios es en Homero el nombre de la guerra civil) es ante todo un concepto político, que está a punto de convertirse en el nuevo terreno de la política mundial – o no política. Es posible, en efecto, que la epidemia que estamos experimentando sea la realización de la guerra civil mundial que, según los politólogos más cuidadosos, ha tomado el lugar de las guerras mundiales tradicionales. Todas las naciones y todos los pueblos están ahora permanentemente en guerra consigo mismos, porque el invisible y escurridizo enemigo con el que están luchando está dentro de nosotros". Giorgio Agamben

La única teoría conspirativa

La única teoría conspirativa

Fue la que armaste a mis espaldas

Producto de la rabia y la desesperación

Urdiendo tú y tus sombras

La narrativa en la cual acabo

Clavado entre tus sábanas deshechas

Y perseguido por los siglos de los siglos.

martes, 18 de enero de 2022

Leído tras el asiento de una micro: “Aún es 1984”. La referencia a la novela se volvió viral porque la distopía es pop.

Esperma de no vacunado, la criptomoneda del futuro

Se creó en Estados Unidos una criptomoneda llamada “Esperma de no vacunado” (Unvaxxed sperm) la cual cuenta con una página web donde se establece una declaración de principios y una metodología de inversión. Para comprar la cripto, el primer requisito sería no estar de acuerdo con las vacunas contra el covid, y esa sería la razón por la cual se harían negocios entre sujetos con “sangre pura”, quienes cotizarían en el mercado digital el próximo “oro líquido” del futuro, el semen del no vacunado. Hay gente que dice que esta iniciativa es real, pero hay otros que sostienen que se trata de una muy elaborada mofa contra los llamados “plandémicos”. La cosa es que el sitio de la cripto existe y se puede acceder a él desde la web. Independiente de su verdadero origen, e incluso, de su auténtico valor financiero, la cripto de la página Esperma no vacunado cuenta con una propuesta, a todas luces, provocadora y transgresora, para tiempos en que cualquier iniciativa en contra de los lineamientos del Minsal o la OMS puede ser perseguida incluso de manera criminal.

Detrás de la cripto subyace toda una filosofía, una especie de Resistencia de los sangre pura y los no vacunados que llaman a defender “la libertad individual, el pensamiento crítico y el amor” por sobre “el adoctrinamiento, la vergüenza y el miedo”, alegando que “los efectos a largo plazo de estas inyecciones son desconocidos”, y ellos estarían ahí precisamente para “asegurar un futuro para la humanidad”. Además de eso, los que están detrás de la página han creado lo que se llama un caballo de Troya: un “token de meme” que se viralizaría para difundir la discusión sobre la libertad de la salud y para conectarse entre aquellos que permanecen en contra de las corruptas políticas sanitarias y el negociado de las farmacéuticas. Haría falta también una criptomoneda con la contraparte femenina, dicen ellos, para que la humanidad no tenga que caer en un “Evento de Nivel de Extinción”.

Hay algo en la página que hace pensar que no se trata solo de un trolleo de internet. El hecho de que los promotores de la cripto hayan, por ejemplo, diseñado una hoja de ruta con coherencia interna, para cumplir unos planes a largo plazo que superan el tema meramente comercial y trascienden a una cuestión de supervivencia en un futuro descrito como distópico. Así se deja entrever con la creación de una “Operación Arca de Noé” y también con la idea de la criopreservación de espermatozoides y óvulos no vacunados.

Por último, existe un apartado en la página que habla directamente sobre el “futuro” y allí se habla de la posibilidad del colapso de la civilización, ante la cual los miembros de esta “Resistencia” estarán preparados y volverán “rodeados de un bosque y una belleza reforestante”, aguardando la recuperación de la Tierra para reconstruir una nueva realidad, en la que “todos tendrán derecho a su propio cuerpo, tal como fueron hechos por Dios”. Curioso, y muy en la línea de la Nueva Era. Un rollo muy milenarista y teleológico, que puede llegar a entenderse no tanto en su solución final como en su planteamiento crítico al transhumanismo, y es que el avance del transhumanismo mediante la incorporación de chips subcutáneos que contienen información digital sobre las vacunas de cada persona, podría de verdad desembocar en el paso del internet de las cosas al internet de los cuerpos, y ahí sí que estaríamos ad portas de una tecnocracia, tal cual la han pensado hombres como Julian Huxley y Ray Kurzweil, y como ya la han gestionado Bill Gates, Jeff Bezos y Elon Musk.

Uno podría pensar inmediatamente que quienes se oponen a esta tecnocracia son los mismos que están detrás de la iniciativa de la criptomoneda del Esperma no vacunado, y pueden ser tildados de “teóricos de la conspiración”, “delirantes de extrema derecha” o “conservadores neo luditas”, pero eso sería solo ver una parte del fenómeno, cayendo en la caricaturización y no logrando comprender el trasfondo de lo que se intenta cuestionar. Aquí lo realmente significativo es que se ha creado el clima propicio para la aparición de una verdadera “vanguardia” contra la plandemia, en la que se mezclan algunos neoluditas, defensores de la biología y lo natural, creyentes religiosos, libertarios políticos, adeptos al esoterismo y, finalmente, promotores del aspecto más espiritual del ser humano, todos los cuales, pese a sus diferencias de cosmovisión, coinciden en la defensa de la libertad como derecho inalienable, frente al advenimiento de un totalitarismo sin precedentes, de cara al nuevo milenio.

Entre a la página, juzgue usted y tome una decisión. La elección es solo suya.


La libertad se defiende ejerciéndola.

lunes, 17 de enero de 2022

Pidieron pase de movilidad en la Feria del Libro de Viña del Mar. Rebote olímpico. Imaginé que aparecerían, de repente, sin previo aviso, poetas y escritores anti plandemia organizados a protestar contra esa medida, en una suerte de funa, parecida a la que le hicieron los de Casa Azul a Eric Carvajal, solo que esta vez, el motivo de la protesta no sería el acaparamiento de los espacios, sino que la propia entrada a la feria, exigiendo algo que, en la práctica, solo le compete a los particulares, reservándose el derecho de admisión. Al ver que la fila de gente se hacía cada vez más grande y no pasaba absolutamente nada, desanduve, resignado, mi camino, más solo que nunca, elucubrando en mi cabeza algún hipotético escenario en el que poetas y escritores locales hicieran caso omiso de las medidas sanitarias, desobedientes, conspiranoicos, únicamente temerosos del apremiante virus del lenguaje.
El caballero jubilado, nuevo inquilino de la casa, estaba en la cocina bebiendo cerveza y sirviéndose un plato de porotos. Al verme, hizo un salud. Para responderle, alcé la taza de café que me iba a servir. Bebió otro poco de cerveza en un vaso y miró hacia afuera de la ventana, pensativo. -Ah que no sabes la última-, me dijo. -¿Qué cosa?-, le pregunté. -Me divorcié de mi señora-, confirmó, con un dejo de júbilo y satisfacción. El caballero que antes sufría por unos atados con su señora durante año nuevo, se había separado, dando corte definitivo al asunto. Lo que eso significó, duelo o liberación, solo él podía saberlo, en su fuero interno, pero, a juzgar por su actitud en la cocina, se le veía bastante bien, incluso hasta con una faz muy distinta a la de aquella tarde de fin de año. -Y tú, muchacho ¿estás casado? ¿Con hijos?-, me preguntó. Una pregunta que, en todo caso, se veía venir. -No, solterísimo-, le respondí, tratando de no ahondar demasiado en cuestiones incómodas. -Ah ya, muy bien. Salud cabro, y disfruta no más. Estás joven-, dijo, esta vez, más contento que antes. Volvió a alzar su vaso de cerveza y yo volví a alzar mi taza de café. Estábamos brindando, por pura casualidad, con motivo de su reciente divorcio, ¿y yo? tal vez, con motivo de mi soltería o de cualquier otra cosa, con tal de darle un sentido a ese brindis. Éramos dos desconocidos, cercanos únicamente por contigüidad, que celebraban a pito de nada su estado civil, con la salvedad de que yo iba recién de ida, y el caballero, de vuelta. Puede que en un futuro, hasta me vea reflejado en él, brindando, en otra casa, nuevamente, por una próxima vida. Siempre hay un motivo, por miserable que parezca, para empinar el codo.

Nuevo orden (micro cuento)

-Ya viene el nuevo orden-, me dijo. Entonces se acercó hacia mí, amenazante. Francamente, ya no sabía qué hacer. No sabía si detenerla en ese momento o siquiera escuchar lo que estaba tratando de decirme. -¿Cuál nuevo orden?-, le pregunté. Intuía la respuesta, pero me negaba a creerla. Quería creer, en cambio, que se trataba solo de un juego de palabras. -¿Cuál nuevo orden?-, le volví a preguntar. –En el que ya no estás- me dijo, firme. Un orden nuevo vendría, pero yo no tenía lugar en él.

domingo, 16 de enero de 2022

Si el lenguaje es un virus - como decía Burroughs-, entonces, para combatirlo, también harían falta cuarentenas y mascarillas.

sábado, 15 de enero de 2022

¿Y qué pasaría si te dijera, querida, que todo lo que deseábamos cambiar de este marchito país, todos esos bríos entusiastas, todas las pancartas que tan ansiosamente seguíamos y animábamos en nuestras pocas marchas juntos por las calles, no fueron sino la sutil ingeniería social de unas cuantas redes de influencia incomprensibles a nuestro entendimiento?
«Hay mil maneras de suicidarse: Balzac eligió el café, Verlaine la absenta, el Che Guevara la selva y Occidente la democracia». Jean Cau

viernes, 14 de enero de 2022

Piensen lo siguiente, gente razonable:

China fabricó su propia "Luna artificial" que servirá de preparación para sus astronautas, mediante la simulación de un ambiente típico de rocas y polvo con baja gravedad.

China encendió un "Sol artificial" que calentaría cinco veces más que el auténtico, mediante un reactor de fusión nuclear que podría proporcionar energía limpia casi ilimitada.

La empresa eléctrica china State Grid compró más de la mitad de las acciones de Chilquinta, lo que la hace, en la práctica, su dueña.

¿Seremos pronto, acaso, un país artificial made in China? ¿Chile será la luna del gigante asiático? ¿China, nuestro Sol?

jueves, 13 de enero de 2022

"El siglo XXI empezó realmente con el Covid" Jorge Carrión, escritor de Sci Fi. Buena tesis. Para mí, en cambio, empezó con la caída de las torres gemelas. La historia pierde vigencia sin avisar.
Y si te dijera que todo por lo cual luchamos alguna vez, fue otra falsa bandera del sistema para perpetuarse a sí mismo, con la venia y el consentimiento de todos ¿Qué me dirías?
La verdad, querida, es que nunca despertamos. Nadie, ningún país despertó. Únicamente secuestraron nuestros sueños y prolongaron el horrible insomnio de vernos desnudos, atados de manos, impávidos por el mañana.

miércoles, 12 de enero de 2022

Escribió Flaubert en Diccionario de Lugares comunes: Vacuna.- Solamente se debe frecuentar a personas vacunadas.

El loco conspiranoico

Cuando se habla de locos, se habla de sujetos que desafían la norma y se atreven a actuar por sí mismos, a ratos, con una voluntad temeraria y hasta estúpida, pero lo que los identifica es esa libertad que puede resultar extraña para el ciudadano ceñido a cierta moral y a ciertas costumbres. Qué mejor ejemplo de esta locura, hoy por hoy, que aquel que vocifera a viva voz, en pleno centro de Santiago, en un día desocupado, que el virus es un plan global, que el uso de la mascarilla no previene de ningún virus, que hay que rebelarse, que todo es una manipulación de las mal llamadas elites, que no es pandemia, es dictadura, que nos están matando con las vacunas, que no quiere que nadie más se vacune, que es el plan macabro de la agenda 2030, con su primer objetivo, eliminar la pobreza, a costa de eliminar parte de la población. Raúl Peñaranda es uno de esos locos que se dio el lujo de arrojar al vacío de la ciudad todas y cada una de estas imprecaciones, con total desenfado, en un estilo bastante desprolijo, aunque directo, muy a la chilensis, rabiando, echando chuchadas a medio mundo, contra el Seremi, contra el ministro Paris, contra las elites y contra la gente en los edificios que lo trataba de loco y borracho. Sumido en una catarsis que pudo recordar a la de los delirantes místicos, Peñaranda se grababa, sin miedo, mientras seguía en su discurso contracorriente, cual Cristo del Elqui conspiranoico, cual Divino Anticristo enojado, en plan anti NOM (Nuevo Orden Mundial). “Cuando uno se sabe sus derechos uno se pasea al Estado”, dijo, en un momento de lucidez durante su descontrol. Y estaba en lo cierto. Peñaranda se paseaba al Estado y llamaba a los demás a que también lo hicieran, temerosos de lo que pudiera pasar, proyectando su miedo en él, su propia frustración, su propio encierro de espíritu en un “loco culiao”, como él mismo se llamaba. “¿Es una farsa o no?” les lanzó Peñaranda como última pregunta. Nadie se atrevió a contestar.

A propósito, fue inevitable asociar la figura de este compadre a la descrita por Nietzsche en el aforismo 125 de su Gaya Ciencia, el aforismo que tiene por título «El frenético» o «El hombre loco», y en el que se habla de un hombre que se dejó conducir al mercado para afirmar la “Muerte de Dios”. La respuesta de la gente del mercado fue, por supuesto, una carcajada burlesca:

«Dicho hombre, frenético o loco, cierta mañana se deja conducir al mercado. Provisto con una linterna en sus manos no dejaba de gritar: «¡Busco a Dios!» Allí había muchos ateos y no dejaron de reírse. Los descreídos, mirándose con sorna entre sí, se decían: «¿Se ha perdido?» «¿Se ha extraviado?». Y agregaban: «Se habrá ocultado». «O tendrá miedo». «Acaso se habrá embarcado o emigrado». Y las carcajadas seguían. Al loco no le gustó esas burlas y, precipitándose entre ellos, les espetó: «¿Qué ha sido de Dios?». Fulminándolos con la mirada agregó: «Os lo voy a decir. Lo hemos matado. Vosotros y yo lo hemos matado. Hemos dejado esta tierra sin su sol, sin su orden, sin quién pueda conducirla... ¿Hemos vaciado el mar? Vagamos como a través de una nada infinita». Y en tono interrogativo y con énfasis prosiguió afirmando que nos roza el soplo del vacío, que la noche se hace más noche y más profunda, y que se torna indispensable encender linternas en pleno día. Manifestó que se oye a los sepultureros enterrando a Dios, agregando que tal vez tengamos que oler el desagradable tufo de la putrefacción divina, pues, naturalmente, los dioses también se pudren. Y siguió diciendo que lo más sagrado y lo más profundo se ha desangrado bajo nuestro cuchillo, preguntando, al mismo tiempo, si se podría encontrar un agua capaz de limpiar la sangre del cuchillo asesino. E inmediatamente puso en duda que la grandeza de este acto fuera propiamente humana. Y entendía que toda la posteridad se agigantaba con la magnificencia de este acto. Se puso colérico y echó al suelo su linterna y creyó reconocer que se había metido muy precozmente entre los hombres. Intuía que los oídos humanos no estaban todavía preparados para escuchar tales verdades. Porque el rayo, el trueno, la luz de los astros, y los actos heroicos de los hombres requieren su tiempo para arribar. Y este último acto mencionado se encuentra más lejos que los actos más lejanos. Los hombres nada saben de ellos y son ellos los que han cometido el acto. Dicen que el loco ese día penetró en varias iglesias y entonó un requiem æternam deo. Y cuando era arrojado esgrimía reiteradamente su argumento: «¿Qué son estas iglesias, sino tumbas y monumentos fúnebres de Dios?». Nietzsche, La gaya ciencia, sección 125.

¿Será que, como el loco del aforismo de Nietzsche, aún no estamos preparados para escuchar las verdades que nos soltaba Peñaranda en el centro de Santiago, con tanto ahínco y desenfreno?

 


martes, 11 de enero de 2022

Y dime, querida ¿Qué lugar tendrá tu poesía en el paraíso tecnocrático que las elites han diseñado para todos nosotros?
Tú tan pandémica, y yo tan escéptico. Lo nuestro, en el fondo, siempre fue imposible. Nos separa un mar turbulento de relatos y narrativas.

lunes, 10 de enero de 2022

"La versión de J.L. Borges de La metamorfosis y otros relatos es posiblemente la manera más expedita para llegar a la médula de Kafka. En el prólogo Borges apunta: “Dos ideas –mejor dichos, dos obsesiones– rigen la obra de Franz Kafka. La subordinación es la primera de las dos; el infinito es la segunda”. Luego conjetura que su virtud más indiscutible es la invención de situaciones intolerables. Y, por cierto, que estamos sumergidos en escenarios de esa índole. La pandemia es la más evidente. La sumisión ante leyes y reglas que nos restringen salir y obligan a taparnos el rostro para evitar el contagio de una peste que no se termina nunca es un argumento propio de sus fábulas.

Días atrás, mientras veía la elección de la nueva presidenta de la Convención Constituyente tuve la impresión de estar ante un espectáculo digno de Kafka. Las sucesivas votaciones sin acuerdo parecían escenas de El proceso, donde la burocracia se transforma en un infierno. Sospecho que la elaboración durante meses de un libro, redactado por cien autores, para normar la convivencia y la moral pública podría ser una de sus invenciones".

Columna de Matías Rivas: Kafka hoy - La Tercera

No mires arriba: ¿sátira de las elites o propaganda de la agenda global?

Debo decir que tenía un prejuicio sobre Dont look up. Pensé que era la típica película yanqui promovida por Netflix para hablar sobre el apocalipsis en clave megalómana, como ya lo habían venido haciendo con Impacto profundo o El día de la independencia. Sin embargo, la película está construida en modo sátira con el fin de cuestionar el rol de las autoridades en un escenario tan fatal como el que pintan para el mundo. La trama se centra en un cometa que ha sido descubierto por algunos científicos de elite y que tiene una probabilidad de impacto del 100% en un lapso de seis meses. Eso significaría, sin lugar a dudas, la extinción masiva de todo el planeta y, por extensión, de la humanidad. Hasta este punto, la película podría tener un parecido a Armagedón, pero, en realidad, se parece mucho más al Show de Truman, por las implicaciones que tiene revelar al mundo tal noticia directamente, en una sociedad donde la gente “no mira arriba porque mira abajo”, por ejemplo, al teléfono móvil, sin percatarse de lo que tiene en el cielo. De eso se trata todo, y resulta de especial interés, no tanto por la brillantez del guion, el desarrollo de los personajes o la calidad cinematográfica de lo expuesto, sino que por la cantidad de mensajes críticos que encierra. Por eso, Dont look up no va de un cometa, realmente, va de la sociedad moderna, hacia dónde está yendo, lo decadente que ha llegado a ser, cuando no se toman en cuenta noticias de alta connotación y seguimos sencillamente la “corriente principal” de los medios, preñada de banalidad y parcialidad.

En la película, los científicos Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) y Kate Dubiansky (Jennifer Lawrence) llegan a la certeza matemática del “impacto profundo” y se intentan contactar con las máximas autoridades de los Estados Unidos, en este caso, con la presidenta (Meryl Streep). Claramente, un asunto de seguridad mundial. Este es el punto trascendente ¿qué pasa entonces? Pues que a los científicos no los toman en serio porque la presidenta se muestra escéptica y más preocupada por su campaña política, y cuando le comentan el enorme problema que tienen encima, simplemente le quita hierro al asunto. Esto indigna a los científicos y lo que hacen es acudir a los medios para revelarles a todos la verdad, y por contar la verdad les advierten que necesitarán abogados, si no quieren que el Estado profundo los denuncie. En el programa de TV al que acuden los científicos, los dejan para el final de la parrilla programática y priorizan la llamada “prensa del corazón”. Aquí vemos cómo son ridiculizados por el público y convertidos en verdaderos memes. La cultura chatarra de las redes sociales y los medios masivos festina con dicha certeza científica.

En un momento, la noticia sobre el cometa final se sale de control y la presidenta llama a los científicos para darles la razón, pero le pregunta a su equipo cómo podrían hacerlo para que los votantes de Estados Unidos la reelijan en las siguientes elecciones, aun cuando se esté por acabar el mundo. Los científicos no alcanzan a comprender cómo puede ser más importante un proceso de votación presidencial que la inminente destrucción del planeta. Entonces, la presidenta decide hacer algo y busca crear un mártir, básicamente, coger al primer “idiota útil” para presentarlo como un símbolo americano. Así, se lavan las manos, y crean un “héroe” a la medida de los medios, por muy incompetente que sea, para calmar al vulgo y perpetuar la falsa sensación de seguridad que redunda en conformismo. Es en esta parte que el relato tensiona la forma de operar de los políticos, dejando entrever su manipulación de lo público en aras de sus intereses de poder.

A partir de la aparición del falso héroe, comienza a surgir el llamado “negacionismo”. Ciertas personas dicen que no existe el cometa, que todo es mentira, que precisamente “no hay que mirar arriba” porque no hay nada y nada va a impactar y todo es un complot de los poderosos para crear miedo en la población. Aquí los científicos comentan que no es miedo el alarmismo en sí, sino que realismo, ya que existen cuestiones referentes al universo y al cosmos que resultan del todo incomprensibles para el ser humano, e incluso avasallantes por su grado de inmensidad, algo que ya ha sido tratado por Lovecraft, el padre del terror cósmico. Randall hace hincapié en que no revelar la verdad sobre el cometa supone un delito, y hay que estar dispuesto a lidiar con el escepticismo generalizado de la gente, por su bien y el por el bien de toda la vida en la Tierra. Sin embargo, nada impide que se empiecen a organizar los negacionistas del cometa con voluntad para combatir lo que ellos consideran un bulo de la clase política. Se hace patente, en esta parte, la tensión entre lo que se articula como verdad y mentira desde la mirada de los medios, desde la perspectiva del poder y bajo la óptica de la población de a pie. ¿Posverdad el cometa? ¿Teoría de conspiración su impacto? ¿La ciencia está coludida con el Estado profundo? ¿La población mal llamada negacionista “despertó”? ¿Cuál es la verdadera verdad revelada? Estas son las preguntas que se mantienen en órbita y que amenazan con impactar en la capacidad de razón y cuestionamiento de los espectadores.

Más adelante, en plena planificación para intentar detener el cometa, aparece un tipo llamado Peter Isherwell (Mark Rylance) que claramente es una parodia de algún genio científico, una mezcla entre Elon Musk o Bill Gates. Este tal Isherwell se hizo millonario por haber ideado una empresa de teléfonos móviles de última generación que detectan el estado emocional de sus usuarios. Cuando le consultan a este genio sobre el cometa inminente, él propone que, en lugar de atacarlo directamente, mejor sería frenarlo, destruirlo en pedazos y extraer de ellos algunos diamantes y piedras preciosas. O sea, en definitiva, Isherwell prefiere arriesgar a la humanidad para sacar tajada a nivel económico, porque el cometa tiene compuestos que podrían ser útiles para la confección de sus productos. El tipo representa la peor faceta del genio de Silicon Valley, un presunto autodidacta, un hombre de negocios disfrazado de autoridad científica, empujado por el corporativismo de su país y por su poderío financiero. He aquí que la película plantea otro problema: el del conflicto dentro de la propia comunidad de científicos. Estarían los honestos, de bajo perfil, dedicados al descubrimiento de la verdad, y los tecnócratas que se muestran como figuras mediáticas, amparados por los poderes fácticos. Es evidente, en este sentido, que la corrupción puede abarcar todos los ámbitos del conocimiento, y los campos de estudio también pueden llegar a estar minados de cierta parcialidad al servicio de intereses extra científicos.

Conforme las intenciones de Randall y Kate chocan con las de la presidente y el equipo de Isherwell, el negacionismo de cierta parte de la población vuelve a cobrar fuerzas, incluso, en circunstancias de que el cometa ya se aproxima a la atmósfera e incluso resulta visible para todos. El comité de la presidenta, pese a esto, insta a sus adherentes a seguir la campaña No mires arriba. Las manifestaciones de estos adherentes se parecen mucho a las de ciertos populistas, al tratar de identificar como enemigos a sus contrincantes, los llamados “mirarribistas”. Así, el país entero se fragmenta entre dos bandos irreconciliables: los negacionistas del cometa y los mirarribistas, gente que sí cree en la verdad revelada por los científicos. Un claro ejemplo de cómo la dualidad nuevamente se manifiesta, en forma de parodia, para dividir y someter políticamente. Lo hacen también, en la realidad, entre izquierda y derecha, vacunados y no vacunados, extranjeros contra inmigrantes, y un largo etcétera que cualquiera podría llegar a completar con un vistazo a nuestra contingencia.

A propósito, se intuye que, en la película, Estados Unidos intenta sabotear a Rusia y a China al reconocer que ellos tenían sus propias misiones para destruir el cometa, pero les explota una cabeza nuclear y ya no pueden emprender sus planes. Todo esto se intuye porque Estados Unidos, mejor dicho, su elite política, financiera y científica, se había alineado con el plan de Isherwell de explotar el cometa para sacar sus minerales. Nuevamente la película interpela directamente al contexto actual, en el que se lleva a cabo una suerte de Neo Guerra Fría, entre las potencias mundiales: Estados Unidos, Rusia y China, una guerra que mueve los hilos de las naciones y el tejido de nuestra geopolítica, al punto de determinar los destinos de todos los países supuestamente soberanos pero supeditados al devenir de estos tres grandes leviatanes. En la película, la guerra se suscita a raíz del cometa. Luchan por liderar la misión para salvar al mundo de su impacto. En la realidad, por su parte, la guerra está bajo el telón de la pandemia. Luchan por liderar el proceso de vacunación contra el nuevo virus, con tal de mantenerse en la hegemonía.

Hacia la parte final de la película, durante su clímax, el choque del cometa se vuelve inevitable. Las misiones de las potencias se vieron frustradas. El plan de Estados Unidos de explotar los recursos del cometa fue contraproducente y no impidió que este siguiera su curso. El comité de la presidenta con su campaña No mirar arriba se vuelve prácticamente una secta política, pero la gente, al ver el cometa aproximarse, comienza a despertar y se vuelve “mirarribista”. Los científicos Randall y Kate, al no ser escuchados, deciden abandonarlo todo para dedicar sus últimos momentos al disfrute y al goce. Todo está perdido. El cometa del apocalipsis chocará con la Tierra y solo toca aguardar el final. Aquí surge un maquiavélico plan de último minuto. La elite del planeta, representada por el grupo de la presidenta, tiene pensado abandonar la Tierra y salvarse en el espacio. ¿Cómo lo hacen? Viajan en una nave espacial y entran en un proceso de criogenización durante miles de años hasta llegar a un planeta desconocido con condiciones de vida similares a la de la Tierra.

Existe un libro llamado Alternativa 3. Un complot asombroso ¿Sociedad de elegidos en Marte? de Leslie Watkins y otros, en que una elite mundial tiene un plan para escapar y construir una civilización en el planeta rojo. Pues, esto mismo ocurre en la película hacia el final de la trama. Se ha dicho que este libro y su documental son falsos, tal como han hecho los fast checkers desde cierto Ministerio de la Verdad para censurar cierta información incómoda sobre el virus. El punto acá es que lo allí revelado podrá ser falso en los hechos, pero la idea esgrimida ahí no lo es. Seguramente, la idea de emprender un viaje fuera del espacio en situaciones extremas ya ha sido pensada por los líderes políticos y financieros del mundo, y no precisamente con los fines más altruistas, considerando su actuar solapado en materia de seguridad, su inmensa red de influencias y sus agendas ocultas para con el resto de los mortales.

Llegados a este punto, Dont Look up podrá ser una palomitera sátira política sobre nuestros tiempos de psicosis colectiva y de manipulación global. Sin embargo, surge otra pregunta ¿Qué ganarían con develar unas cuantas verdades respecto a la realidad en que vivimos mediante una película de Netflix? ¿No será esta, acaso, otra maniobra del poder que pone su propia oposición, otra programación predictiva tan sutil que muy pocos pudieron notarla? ¿Qué pasaría si la película en realidad fuera una analogía del activismo del cambio climático, el cometa fuera una metáfora del calentamiento global y todo estuviera filmado de tal forma que sirviera como una antesala para la ya conocida agenda 2030 de la ONU con sus objetivos de desarrollo sostenible? De esta forma, la parodia de la película a los líderes políticos de Estados Unidos y a la vanguardia científica de la NASA podría ser leída como una manera de instalar en las mentes la idea de un gobierno mundial. En estricto rigor, desmontar un viejo régimen para establecer otro nuevo. En la película, dan a entender, además, que la ciencia es igual a la verdad oficial (en todo caso, determinada ciencia, ajena a su espíritu más crítico), volviéndola una religión, la religión del nuevo orden. Como consecuencia, cualquier teoría que surja y que cuestione las verdades establecidas por esa religión será perseguida y tachada como teoría conspirativa, como ya ha pasado, en efecto, con relación al virus. Sin disenso ni consenso científico, simplemente, no puede haber verdad, solo poder.

Si todo lo planteado acá es cierto y esta película fue concebida en el fondo como referencia al calentamiento global y la agenda 2030, ya sabemos entonces hacia dónde apuntan las editoriales de medios como Netflix. Ya sabemos que esa es la agenda y la política que van a seguir a como dé lugar. Intereses ocultos disfrazados de verde. Esta, de todas formas, es solo eso, una teoría. La película te presenta esas dos grandes lecturas: o es una parodia abiertamente en contra de la elite; o se trata de una sátira encubierta que busca instalar la idea de un orden nuevo, destruyendo el viejo. A mi juicio, cualquiera de estas dos lecturas, abre la posibilidad de un debate público. Ese es el sentido del cine, en general, expandir la visión, abrir otras miradas. Dejemos a un lado el divisionismo político y hagamos de esta película la oportunidad para dialogar y profundizar sobre estas dos visiones catastróficas. Que la intuición sobre el fin de los tiempos nos pille pensando frente al celuloide del cine y no escondiendo la cabeza bajo la tierra, temiendo el acabóse.

domingo, 9 de enero de 2022

Otrora era cronista sin libro publicado y profesor sin contrato indefinido. Ahora tengo libro, tengo contrato y me siento igual. En todo caso, un libro sin sello oficial de editorial y un contrato a plazo fijo. Una obra no obra. Todo un Artista sin obra, como Paul Craven.

sábado, 8 de enero de 2022

Apuntes sobre el "estallido kazajo", la Navidad ortodoxa y la conspiración Djokovic

Un conflicto social está ocurriendo en Kazajistán. Disturbios durante el siete de enero, fecha coincidente con la Navidad ortodoxa. Las manifestaciones, según cuentan los medios, se impulsaron a raíz del aumento del precio del gas licuado. ¿Podrá ser este, entonces, un “estallido kazajo”? Hay dos cosas curiosas sobre el tema, que conversé con una amiga y un amigo. La amiga señalaba que existe un patrón muy calcado entre las protestas de Kazajistán y las de Chile, incluso se atrevió a decir que hay un guion preestablecido ¿cómo así? Pues, por la misma razón de que todo detonara producto de un alza de precios. Recordemos que el 18/10 ocurrió por el precio del metro, y luego se generó un efecto dominó para cuestionar el sistema neoliberal, con motivos razonables. El punto es que la amiga cree que, al igual que en Chile, lo de Kazajistán podría estar perfectamente orquestado con fines políticos, aun cuando la protesta social haya tenido mucho de orgánica y legítima. 

Con el amigo convenimos en que detrás de lo de Kazajistán hay gato encerrado, pero él dio otro argumento un poco más atrevido. La clave estaría en la fecha de inicio de las manifestaciones, asociada directamente al cristianismo ortodoxo. Justo en esa fecha, Novak Djokovic se habría comprometido con la ayuda a iglesias y monasterios serbios y habría estado dispuesto a salvar la capilla ortodoxa. ¿Y qué ocurrió después? Djokovic se volvió el enemigo público número uno de los medios y una especie de némesis del tenis, pero, a la vez, una suerte de ídolo e incluso de mártir para la causa anti plandemia, por el simple hecho de oponerse al pase de movilidad. Con esto quizá el amigo no quiso decir que exista una correlación causal entre un evento y otro, aunque resulta, por lo bajo, algo sospechoso, dada las circunstancias. Lo que sí se puede afirmar con certeza es que los medios noticiosos “transnacionales” como la CNN siempre ocultan una agenda sujeta a ciertos intereses para nada transparentes. 

“¿Será acaso para concientizar a las masas contra el cristianismo?” se preguntó el amigo, barajando una hipótesis sobre el porqué del estallido kazajo y la coincidencia con el ataque mediático a Djokovic. Podrá ser algo un tanto enrevesado, pero, considerando el tenor de las cuestiones que han sucedido últimamente en el mundo, no se puede descartar nada. Hay que mantenerse atento, vigilante, observando el devenir de este 2022 que se apronta igual de caótico que el 2020 y el 2021. La era covidiana recién comienza y viralizará lo increíble.

Enlaces para hilar cabos




viernes, 7 de enero de 2022

Sé a la literatura lo que Djokovic al tenis: opositor indeseable, piedra en el zapato, conspiranoico o disidencia controlada.

jueves, 6 de enero de 2022

Sobre la vacuna, Miyamoto Musashi y Sísifo

Conversación por whatsapp

-Te voy a contar algo curioso ¿Tú con qué crees que peleaba, el que es considerado el mejor guerrero de la humanidad, Miyamoto Musashi? ¿Cuál crees que eran sus armas? No te desvenes el cerebro

-¿Espadas de madera?

-Sí y no... llegó a utilizar kodachi y boken. También katanas y wakizachis

-…

-En su duelo contra Sasaki Kojiro, que era considerado el mayor maestro de su época ¿Qué arma crees que utilizó?

-¿Las espadas?

-Un remo que el talló con sus manos

-Para Musashi las espadas no tenían importancia, sino que era ganar el duelo. Más que un gran espadachín, era un sujeto que se adaptó a los más de 60 duelos que tuvo a muerte.

-…

-Por eso, si tú no quieres ponerte la vacuna estás en tu derecho, es incómodo, molesto… pero si no te adaptas te verás limitado. Es tu opción. Yo solo pienso en adaptarme y no me devaneo el cerebro, porque tengo la seguridad de que, hagan lo que hagan, nadie me podrá quitar mi libertad

-…

-La verdadera libertad hermano no está afuera… Está en tu cabeza ¿Cómo se puede hablar de restricciones, si las mayores que existen son las que nosotros nos creamos a nosotros mismos?

-…

-¿Te acuerdas del mito de Sísifo? ¿Cuál fue el castigo de los dioses?

-Sí recuerdo viejo. Empuja una roca y luego al llegar a la cima volver a empujarla

-Así es, ese fue el castigo de los dioses para Sísifo. Tenía que empujarla hasta la cima, y él se quejaba constantemente de la roca que tenía que andar arrastrando. El día en que fue libre Sísifo fue cuando aceptó la roca, en que aceptó el absurdo en su vida. Ese fue el día en que se liberó del dolor que le estaba produciendo esa condena tan injusta.

-…

-Algo similar ocurre con las vacunas, porque la gente en estos momentos se está sintiendo incómoda, se queja, que la vacuna conchesumadre, igual que Sísifo con la roca, pateando la perra, “por qué los dioses culiaos me la pusieron encima, qué se han creído”. Lo mismo pasa con la gente, dicen “qué se han creído estos políticos conchesumadres, que yo soy un esclavo”. Exactamente lo mismo pasa. Y se amargan y se amargan. “Puta, la plandemia, están experimentando con nosotros y la wea” y, a lo largo del camino, te vuelves un amargado culiao. Y lo peor es que no lograste hacer nada, porque igual vas a estar condenado a ponerte la vacuna en algún momento, tal como Sísifo se vio condenado a empujar la roca hasta la cima del monte. Mientras que ellos se van amargando la existencia, yo acepté la vacuna, puedo ir a cualquier lugar tranquilo. Al final de cuentas qué importa, si me voy a morir igual, con o sin vacuna. Es así la vida. La vida es absurda, la vida es tonta. Estamos cagaos pos, perro. Y eso no es resignación, créeme que es muy distinto. Va mucho más allá de eso. Es liberación. Aquí el absurdismo queda preciso.

-Para reflexionar. No había escuchado un punto como el tuyo. En todo caso, se agradece.

-Lo que para muchos sería un viaje de resignación, para mí es un viaje de liberación.