domingo, 17 de junio de 2018

Día del padre. Solo caben de mi parte tres posibilidades de estados:
1.- Publicar el cuadro de Goya de Saturno devorando a su hijo seguido de un comentario irónico.
2.- Citar un fragmento de la carta al padre de Kafka. Un fragmento particularmente incisivo, lacerante. 
3.- Escribir una improbable "carta al hijo que no tengo" como respuesta a las constantes tallas, indirectas y cuestionamientos en la pega sobre este punto.
O, bonus track: Escribir una larga, tediosa reflexión que verse sobre el por qué de no ser padre (todavía) y sobre el por qué de no contraer (todavía) compromiso alguno (solo para camuflar en el fondo un errático sentido de la responsabilidad y justificar a tientas esta galopante y a veces insufrible y ya no sé si circunstancial o voluntaria libertad de "andar solo por la vida"...)
2:40. Silencio en el depa. Ausencia absoluta. Lo único que se alcanza a escuchar es el sonido de una sirena a lo lejos, un par de risas en la casa de al frente y el zumbido de los parlantes a alto volumen. Sobreviene de repente, mirando el techo, una pregunta metafísica, una pregunta que podría definirlo todo. ¿en qué consiste la noche? ¿qué hacer en ella?
Las colegas del colegio habían armado ayer una once sorpresa. ¿con qué motivo? Por motivo del día del padre. Una de ellas, la más señora, la organizadora de la once, levantó un vaso de jugo y dijo: -Un brindis por los padres presentes-. Éramos solo tres profes varones. El primero de ellos, el de biología, respondió que "a mucha honra". El segundo, el de educación física, el más viejo, por su parte, replicó que "muy a nuestro pesar". Se cagaron de la risa con un "tssss" largo y espontáneo. Venía mi turno. La organizadora me preguntó si acaso era padre o iba a serlo pronto. Le dije que ninguna de las anteriores. Solo atinó a decir que "ah ya". Sin embargo, volvió a detener la conversación para proseguir con el brindis, y esta vez para hacerlo por aquel colega que faltaba, el rezagado: -Y también un brindis por los futuros padres-. El resto de los colegas brindó de manera automática, casi mecánica, mirando al vacío. Perfectamente podría haber dicho "un brindis por los que no son padres". Pero esta fórmula no cabía dentro de la institución, ni dentro de su cabeza. Lo más cercano a esa idea era, para ella, brindar por la posibilidad remota, por lo que debía ser, no por lo que era. De pronto una de las profes, la más joven, cortaba una torta en partes iguales. Se apresuró a cortar un pedazo para el no padre. La señora organizadora me lo entregó con premura, procurando acabar luego la ceremonia, antes de que tocaran el timbre para volver a clases. Yo, en cambio, iba ya de salida.