martes, 6 de noviembre de 2018

Kahli y la experiencia mantradélica desde el puerto

Kahli, la diosa india de la muerte y de la destrucción, pero también la diosa de la regeneración. Mantradelic, palabra compuesta que une la idea del mantra y la de la psicodelia. Con este concepto, Kahli Mantradelic (o sencillamente, Kahli) se lanza al universo musical de Chile y el mundo desde la arista de lo subterráneo, inundando el imaginario sonoro de Valparaíso con evocaciones ritualísticas, pasajes hipnóticos que recuerdan a la lisergia pura y una propuesta poética visual que entronca con el misticismo ascético y a la vez con la exploración psiconáutica, articulada en un tono que conjuga la parada rockera con el espíritu vanguardista de la experimentación. En esa línea, Carolina Aparici, voz y teclados, subraya que la búsqueda creativa de la banda se equipara más bien con lo “quiltro”, en el sentido de que renuncian a cualquier tipo de clasificación, cual perro de la calle paseándose con suma libertad por los rincones de esta a ratos bulliciosa y melodiosa ciudad, indagando en los olores secretos, los ritmos, las vibraciones ocultas que puedan ir confluyendo en una amalgama para el crecimiento interior de cada uno de los integrantes y para la evolución sinérgica de la agrupación en su totalidad, hacia un horizonte cada vez más abierto y desconocido. Aparici, tal como la encarnación chilena de la propia Kahli, toma los ribetes de la interpretación y de la performance, para entregar un mensaje, un mensaje significativo, profundo, íntimo, un tanto tétrico pero, por eso mismo, estimulante, solo legible y completamente audible para los iniciados en la cultura del underground musical. 



Basta con poner su primer Ep, el Kahli and the mantradelic experience, y el grupo ya nos retrotrae a un revival de lo más granado de la psicodelia de fines de los sesenta y principios de los setenta. Un ummagumma bien ondero escuchamos aquí, pero también un Arzachel latino, con Durga Mystery Trip. La pista El viajero es particularmente brillante, dada la ejecución blusera al principio de la mano de un inspirado Sebastián Cárcamo con su cigarbox guitar, y luego el contrapunto atmosférico con Aparici, y la lírica que resulta casi un resumen de la visión y de la cosmovisión de la banda: “El camino es largo, pero el sol te carga cuando te pesa la oscuridad”. La poesía en este punto hace valer la idea de la dualidad complementaria, siempre en constante pugna y en constante reconciliación. El viaje continúa con Los ojos de Emma, en un riff principal atrapante que se va repitiendo a lo largo de la ceremonia, de modo que provoca un efecto especialmente magnético. El rito sigue luego, destacándose el tema Kahli Spell, en un clímax que le da un explosivo remate al conjunto. La mantradelia de Kahli se resume en una sinergia musical de los opuestos fundamentales. Emociones que vienen. Emociones que van. De garganta a tímpano, de electricidad a vacío. Hay en la propuesta demasiados buenos referentes. No sé, pienso también en Can con Tago Mago, lo más bizarro del krautrock, sumado a lo más inaccesible de bandas como Jefferson Airplane y Shocking Blue (creo, incluso, haberles escuchado un cover de Love buzz). La conjunción, de la mano de una tendencia hacia lo interior, expresado en lo underground y sublimado en la espiritualidad hindú que aquí se rezuma cual fuente, no pudo haber sido más congruente en los Kahli. 



Después de esa primera procesión, lanzaron un segundo Ep, La nave de Kahli, en el que profundizan aún más en su propuesta de mantradelia aparejada con el camino del quiltro. Esas dos nociones que la banda desarrolla hacen de esta experiencia sonora la verdadera senda del peregrino. Por ejemplo, en La nave de Kahli, la poesía va evocando la magia del recorrido errante como motor de inspiración. Me atrevería a decir que en esta parte del Ep hay una fuerte influencia de Jack Kerouac con En el camino y Los vagabundos del Dharma. De hecho, en esta última novela, el alma beat de Ray Smith, en su encuentro con la filosofía budista y en la simpatía con el primer hippismo, el más disruptivo, puede emparentarse muy bien con la propia alma de Aparici, su faz, su ser, su inquietud, la cual, según confiesa, viene desde su viaje personal a la india y su encuentro con un sadhu, que habría cambiado su percepción de las cosas y, por supuesto, habría sido el maestro que no solo la motivó en esta caravana de aprendizaje, sino que la inspiró para emprender el camino tortuoso pero también gratificante de la música. Luego de surcar la nave de la gran Diosa, viene Ceniza, uno de mis track favoritos. Tal vez hay algo en el riff que despierta, a lo largo de su progresión, el sentido del renacimiento, un cierto estoicismo a pesar de la inclemencia y la adversidad, tan propias del alma máter porteña, siempre doliente en su estructura decadente y su arquitectura nostálgica, siempre incendiaria: “arder para ser ceniza y revivir en el próximo día, con las lágrimas, con la sangre, con el hambre, con las lágrimas convertidas en océano”. La Diosa aterriza de nuevo en Valpo, si le das play al siguiente tema y dejas sonando el último baile de Shiva. Los Kahli aquí retoman en este instrumental el concepto original, e invocan a uno de los dioses de la trinidad hinduista. Acto seguido, la poesía vuelve a arremeter y conspirar con Aparecer. “De donde apareciste salió la sombra que te persigue/De donde apareciste salió la luz”. Los versos aquí cantados con pasión y gravedad por Aparici me recuerdan de inmediato a Carl Jung. Una vez, recuerdo que pude tranzar algunas palabras con ella, en la plaza de los sueños. Salía a colación una clásica frase de Jung luego que ella comentara algo sobre sus comienzos artísticos y su viaje paradigmático hacia la India. "Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad”. Ella insistía en que su inclinación por el arte siempre venía seguida de un coqueteo con lo oscuro, cosa que a veces le reprochaban. Según lo que pudimos concluir, no hace falta esconder esa oscuridad, sino que debe poder expresarse y oxigenarse, hacerse consciente. La contracara era el lado necesario que completaba su faceta y su personalidad. Su tercer ojo. Su parte total del mundo. De esta forma, Aparici demuestra con Kahli que es capaz de conjurar ese lado oscuro, tal como la diosa, para poder completar el ciclo, en una catarsis permanente. Y así lo demuestra además con su camaleónica parada, en sus incursiones de actriz, de performista, de dramaturga y escritora. Todo deviene visceral y embargado de una energía liberadora. 

Siguiendo con el Ep, la peregrinación concluye con Las fiestas. Las letras, bajo su poética mística, son determinantes: “así como el tiempo, la voz de la muerte, así como el miedo, todo es una ilusión”. Con la forma musical que ya han ido tejiendo y perfeccionando a lo largo de estos cinco temas, Kahli no podía ser menos y remata la liturgia con la constatación del velo de Maya. “Todo es una ilusión”. Se trata de salir de la matrix de la industria musical. Kahli lo entendieron muy bien. La voz de la muerte es todo lo que uno puede escuchar, si se rinde a esa matrix. La voz de la muerte es todo lo que se deja escuchar. Súmate a la experiencia, melómano, y vívelo por tu cuenta. Kahli debe ser una de las bandas emergentes (qué digo, trascendentes, por el concepto) más innovadoras de la escena under actual. Y no es por sumarme a un elogio demasiado rústico, pero su música realmente fascina y atrapa. La ciudad puerto podrá estar destruyéndose, cayéndose a pedazos por los materialistas de turno, pero los brazos de Kahli seguirán tocando, ahí donde nadie más escucha, donde todos se hacen a un lado, para darle un colorido a nuestro gris escenario, aunque también para arrojarle sombra y densidad a una postal insípida, sin otro valor que el precio de su insignificancia.




La Comisión de cultura ha aprobado que el aeropuerto de Santiago se llame "Pablo Neruda". “Queremos que cuando los extranjeros y turistas pisen suelo chileno, lo primero que vean sea el nombre del poeta Pablo Neruda”, agregó. Les faltó decir "y también queremos que en lo primero que piensen al surcar el cielo sea en el condenado vate, incluso cuando el avión se estrelle contra la tierra y los pasajeros improvisen un viaje en paracaídas".
Moreira se hace viral tras pronunciar la palabra "lingüiniado" en su ataque contra el presidente francés Macron por darle asilo político a Ricardo Palma Salamanca. "El presidente francés nos ha lingüinado como país”, fue lo que dijo en un video. Y eso, con todo lo ridículo que resulta, no es ni siquiera lo más inaudito. Después de haberse pronunciado la palabrita en el descargo, un twittero se dirigió directamente a la RAE (mejor dicho, su cuenta de consultas) para preguntar por su existencia, a lo que esta habría respondido tajante -a modo de réplica automática- que "ese término no tiene tradición de uso en español ni figura en los diccionarios consultados". El mismo twittero, con la respuesta de la RAE, redirigió el mensaje hacia el mismísimo presidente de Francia (su cuenta) para informarle que la palabra que pronunció Moreira contra él, "linguiniado", no existe, y no se sabe qué fue lo que quiso decir en realidad. La respuesta en la cuenta del presidente francés por la interpelación aún no se hace notar. Su silencio virtual solo acentúa el misterio. Una incógnita semántica se cierne sobre el cielo ideológico de la red, a raíz del asilo a uno de los victimarios de Jaime Guzmán. En plena época de disputas, de diferencias irreconciliables, aún al rojo vivo, la política internacional de chilito ha protagonizado un episodio digno de una obra de Ionesco, y su juego mediático ha pasado de oficialista a dadaísta en tiempo récord.
Arribó la jodida época de calor, la primavera y la horrenda risa del idiota, como dijese Rimbaud, y la primera evidencia fue el cúmulo de madera molida justo debajo de la ventana que da hacia la calle. Una única termita, solitaria, tímida, se asomó agazapada por entre los contornos de la ampolleta de la pieza. Ella y otras mercenarias habían comenzado ya su festín clandestino. Al rato que la espanté, desapareció sin dejar atrás sus alas odiosas, tal vez en busca de otras luces artificiales. Su visita inesperada fue una advertencia. Vino y se fue cual amenaza de guerra contra un pueblo bárbaro. Pronto serán multitud. En el límite de una diminuta lógica, la insolente luz del sol representará la revancha de su imperio. Así, apago la ampolleta grande y enciendo la chica del velador, en señal de recogimiento, aguardando la estampida.