lunes, 23 de mayo de 2022

La píldora negra

“Aquellos que tienen una razón para vivir, pueden soportar todos los cómos” dijo Friedrich Nietzsche. Esta oración es cierta, hasta cierto punto, porque a veces nuestras razones, que son nuestros motivos o propósitos, solo existen porque les atribuimos significado. La salida de la caverna forja un cambio en todos estos significados, así que perdemos esos porqués, por lo que resulta más difícil soportar los cómos. A esta fase de pérdida de sentido es la que se le llama la fase de la píldora negra. La buena noticia, sin embargo, es que se trata de algo temporal, casi como un rito de iniciación, un mal trago para luego adquirir la experiencia completa del viaje.

Esta terminología de las píldoras, que puede sonar demasiado categórica, existe para dar una etiqueta a los nuevos cuestionamientos que van surgiéndole al individuo en nuestra época o, para ser precisos, al individuo masculino, enfrentado a la pérdida del sentido de su masculinidad y a la crisis valórica de Occidente. Esto vino desde abajo, en ciertas comunidades de la denominada Manósfera, y está saliendo a la superficie, y ellos están comenzando a consumir esa superficie, entonces necesitan aquel nombre para darle realidad.

Ahora ¿Por qué la nomenclatura para diferenciar la píldora negra de una píldora roja? Pues, porque, primero, la píldora roja trae un conocimiento de algo que estaba oculto, en directa analogía con la película Matrix. La píldora roja trae esa cosa de “la verdad duele”, esa cosa de “conocerán la verdad y los hará libres”, pero tiende a traer liberación, y la liberación se entiende como algo positivo. En cambio, si hablamos de la píldora negra, resulta ser todo lo contrario. No es una liberación positiva, solo trae confusión. Por eso, es muy diferente de la píldora roja. Mientras esta trae esperanzas, la otra simplemente las destruye. En eso consiste su amargo efecto, su revelación. Cada vez que escuchas el término “píldora negra”, estamos hablando de nihilismo puro y duro.

El origen de la palabra nihilismo podría traducirse rústicamente como “nadismo”. O sea, nada importa, nada vale, nada significa. Así, por ejemplo, ciertas corrientes nihilistas creen que el Universo vino de la nada y que a la nada volverá. De modo que si vinimos de la nada y a la nada vamos, cualquier evento, experiencia o resultado en tu vida dará exactamente igual. Si mañana tienes dinero o no, si tienes o no tienes trabajo, si consigues una buena relación y tienes éxito en la vida, todo eso, desde esta perspectiva, no hará diferencia alguna. Simplemente se trata de una apatía, una indiferencia profunda a la vida, que no una ataraxia estoica. En eso consiste, básicamente, la píldora negra.

Podría decirse, después de todo, que la píldora negra es negativa y no reporta ningún aporte, pero esto no es tan así. El hecho es que muchas personas se vuelven, en determinado momento, depresivas, melancólicas, tristes, sin perspectiva, cuando están en busca de un sentido y un conocimiento profundo. De ahí la frase “la ignorancia es una bendición”, porque cuando no sabes cómo funciona realmente el mundo ni cómo es el trasfondo auténtico de las relaciones humanas, estás adormecido y, al volverte sensible, tiendes a sufrir más, así que el conocimiento comienza a equivaler al dolor, te das cuenta de que no todo tiene un significado ni precisa de uno y no estás capacitado ni llamado a manejar este sinsentido de las cosas.

Cuando piensas en ello y no encuentras ningún propósito razonable, de hecho, es así, para muchos. Pierden el significado profundo o general, su propio significado, y no saben cómo lidiar con eso, por lo que caen en una incertidumbre total. Hoy en día, por ejemplo, muchos hombres ya no ven sentido, ya no ven propósito en la dinámica de las relaciones sentimentales. Se aprecia un desencanto generalizado en esta dimensión de la vida humana. Y lo digo muy de cerca, aunque, a la vez, pretendiendo un alcance mayor, un examen aproximado a la situación existencial de muchos hombres. Esta puede ser, quizá, una forma de comprender cómo es hoy el mundo. Ahora, cuando alguien se da cuenta de esto y verdaderamente no ve sentido, puede caer en la inopia, la inacción o la apatía, así que precisa de una decisión, de todos modos, a pesar de su estancamiento o su esterilidad. Todo esto equivale al nihilismo y, a su vez, a la concepción de la píldora negra: una ausencia total de esperanza.

Dicho esto ¿es definitivo el efecto de la píldora negra? Solo basta considerar que nada es definitivo per se, y que, en un simple ejercicio mental, todo puede adquirir el carácter de un ciclo, de una etapa dolorosa aunque necesaria para el aprendizaje y la evolución. Habrá, ciertamente, momentos en los que algunos aspectos de la vida serán extremadamente absurdos, irracionales y negativos. Después de un tiempo, estos aspectos pueden empeorar aún más o, posiblemente, puedan mejorar, y así con todo. Si uno es capaz de aplicar la despersonalización para abstraerse un poco del ego y visualizar el plano completo, la totalidad, puede llegar a comprender que el Universo mismo es dinámico, y que luego las cosas, los factores que envuelven la vida y la humanidad se reciclan siempre, ciclo tras ciclo.

Entonces, el pensamiento que lleva al entendimiento de la píldora negra va más o menos así: los hombres viven sus vidas y se percatan de que algo está mal, por lo que buscan un conocimiento escondido, y ese conocimiento es la píldora roja, la verdad incómoda, pero, a veces, esta verdad es tan inconveniente que resulta invalidante y ya no hay nada que se pueda hacer al respecto de otras personas y los problemas del mundo. Por ejemplo, uno de esos problemas consiste en los excesos del ego humano, bajo el cual todas las acciones del hombre están controladas por el deseo. ¿Qué se puede hacer al respecto? ¿Cambiar el ego de cada quién? No es posible. Solo basta sufrir menos por ello y dar un paso al costado, eso es todo. No hay mucho que hacer para cambiar nada, realmente no hay nada sustancial que hacer, solo no contaminarse demasiado para seguir viviendo y siendo lo que uno quiere llegar a ser.

Cuando reconocemos todo eso, cuando verdaderamente reconocemos que la mayoría de las cosas que nos suceden no tienen mayor explicación, caemos en el nihilismo, caemos en el abismo próximo a la salida de la Matrix. En este punto, la metáfora de la película se entronca con la de la caverna platónica y la muerte de Dios. Digamos que se deja la Matrix, se ingieren las pastillas rojas necesarias para salir y cuando salimos reconocemos una fosa gigantesca, eso es el nihilismo, y el nihilismo no es una fase constante en la vida, constituye algo así como un vórtice, un agujero negro del cual se tiene que salir para recuperar el centro de gravedad y la liviandad de ser. Por lo tanto, uno no elige la píldora negra, a veces las propias cosas se convierten en la píldora negra, y te vuelves negativo, paranoico, depresivo, nihilista. Es solo en el momento que tocas fondo, cuando dejas a un lado toda aquella pesada carga simbólica y energética. Así, se trata de arrimarse a un sentido, por fútil que parezca, y aferrarse a algo que no te lleve de regreso al despeñadero. Únicamente entendiendo esto se puede superar el nihilismo galopante para invocar, en su lugar, el milagro del instante, del aquí y ahora en toda su plenitud, sin el sedimento del pasado. Al enfocar toda tu energía en ese milagro y en ese ahora, puedes redimirte del ciclo matricial, de la rueda de ratas, de ese proceso que repetimos todos los días: hábitos, estudio, trabajo, metas y que ejercemos de manera irreflexiva, al perder la consciencia sobre el poder del tiempo en el instante, lo único real.

Llegados a este punto, cuando la píldora negra comienza a hacer efecto en ti, es decir, cuando el nihilismo entra por tu sistema nervioso y cuentas con los anticuerpos para combatirlo y superarlo, lograrás comprender la médula de tu existencia particular. Entenderás que a nada ni a nadie le importas, realmente, y eso constituye una liberación. Entenderás que, en el fondo, somos una parte ínfima de la cadena alimenticia y del ciclo cósmico, y que, para sobrevivir, precisamos del ego, de nuestro instinto, incluso, de nuestra violencia sublimada por siglos de civilización. Entenderás que tal vez nada cambie, nunca, y que, tal vez, eso no haga ninguna diferencia. Entenderás que, incluso, quizá, las posibilidades de júbilo y de crecimiento para algunos siempre sean limitadas, y no haya forma de revertir o de remediar aquello. Pero, a la larga, estarás tranquilo, porque nada de eso importará, aquí y ahora. Cuando comprendes que el conjunto de la humanidad no cambiará, entenderás que debes liberarte de la necesidad de liberarte. Solo se precisa vivir, ahora, hasta las últimas consecuencias, y dejar de buscar en otra parte que no sea ese aquí y ahora, recorriéndote entero. Esa, amigos, es la filosofía de la píldora negra. Trágala de una vez y báncatela toda, al fin.

Frente al "superhombre" nietzscheano y al "hombre nuevo" del socialismo, yo propongo reivindicar, en cambio, al Hombre, sin más.
¿Y si deconstruimos la idea de deconstrucción, querida? ¿Y tratamos, en cambio, de releer las tradiciones y reconstruir el porvenir?