viernes, 14 de marzo de 2014

Pensar en la escritura como se piensa en un arte de la guerra... de hecho el libro de Sun Tzu puede ser leído como un verdadero tratado escritural. Están los que ganan por masacre y se vuelven vacas sagradas, los canónicos; los que acumulan botines y asaltan cualquier clase de trono, los escritores que tienden a best seller; y los que atacan el flanco enemigo (la institución) desde su carácter experimental, los vanguardistas de la forma, siguiendo la máxima del maestro: "todo aquello que se pueda definir tiene forma, y todo aquello con forma puede ser vencido"... son los salvajes de la estética, los que vuelven su obra un monumento subterráneo. Pero lejos de esas denominaciones corrientes se encuentran aquellos que conciben en la vida, mejor dicho, el campo de batalla definitivo: los que solo atacan con una obra maestra para luego desaparecer, son los verdaderos ninjas de las letras, en la línea de Rulfo, o incluso como Kennedy Toole; y los que se defienden con la ausencia absoluta de escritura, aquí los bartlebys, los que "prefieren no hacerlo", y levantan su invisibilidad como tregua contra la obligación de escribir, de sumarse a las rencillas materiales de la literatura... en el fondo más que una guerra, ven en todo eso un juego donde apuestan renunciando, pero en el fondo no renuncian, apuestan por volverse mitos de si mismo... lectores ante todo, proclamadores, que traducen y traicionan, en sentido estricto, traidor encarnado, obra encarnada... 

Se amanece siempre cada mañana con esta angustia de la influencia, no puede simplemente obviar la historia y escribir porque sí... ante el desengaño vital por encumbrar todo un proyecto de esto, y la escasa expectativa sobre hacer de esto un trampolín social (porque en el fondo no tiene pasta de especulador, solo cuenta con su infierno personal para seguir), siempre cae precipitadamente en la tentación de escribir (ni siquiera publicar) unas cuantas líneas para el bronce y luego simplemente enamorarse de la vida.. solo debería publicarse himnos nacionales, tratados de utilidad pública, textos científicos, etc... el resto en realidad, los que escriben en silencio, son en realidad monjes rabiosos, que transcriben la experiencia para luego esperar la tormenta y morir estoicamente : no hay juego, no hay proyecto ni beneficio en eso, solo hay la tregua con uno, la belleza de solo mirar al mundo con la mirada vacía (como quería Tolstoi, dejar de escribir solo para luego ver en la sociedad un desfile de zapatos) Cada quien está haciendo de todo una página en blanco, aunque fuese sobre una roca o frente a una pantalla, solo está esa rueda que sigue, que porfía, y encarna el despropósito, apuntando a lo que sea.... solo quiere apostar al caos, y dejarse caer, como una ruleta eterna.