domingo, 1 de septiembre de 2019

Prólogo a "Callejones de palabras. Antología poética Café con Gracia". (2019)


¿De qué hablamos cuando hablamos de una antología? La tarea a simple vista exige un mínimo acuerdo en la definición y, además, un mínimo de criterio en la selección. Le debemos tal vez a Alfonso Reyes una tentativa real para hacer de este ejercicio uno en el que prime decididamente la veta creativa. Para Reyes, en su libro La experiencia literaria, las antologías podían alcanzar sin duda la “temperatura de creación”. Esto significa que una antología sería, ante todo, un gran “architexto”, un texto que contiene a otros bajo una determinada óptica lectora y que, de suyo, posee las condiciones suficientes para ser concebido como una obra literaria en sí misma. De esta forma, el antologador, al elegir, compilar, leer y editar los textos que formarán parte de su obra, no estaría limitado a la cualidad que define al trabajo antológico desde su etimología, (es decir, la acción de reunir textos a modo de flores para plasmarlas en un todo con un sentido global), sino que también estaría abierto al campo de la hermenéutica que resignifica la idea de la conservación y la transmisión de la riqueza de una cultura. Esta aproximación a otro concepto sobre la antología cobra aún mayor significado cuando se trata de la palabra poética. Una antología de poesía supone, pues, que la obra en cuestión presenta un conjunto panorámico de textos poéticos con el carácter necesario para ser incluido por el o los responsables bajo el signo de la creación, amen de ciertas variables socioculturales o de ciertas motivaciones personalísimas. 

No han sido pocas las antologías poéticas en Valparaíso. Sin ir más lejos, en mi caso particular, me ha tocado participar en una serie de proyectos antológicos. Entre ellos, el Carta de ajuste: antología de poetas inéditos en Valparaíso (2008) de Ediciones Cataclismo. También, la Antología errante, 24 poetas reunidos en torno a la palabra (2015) de Editorial Puerto Alegre. En esta última quisiera detenerme, puesto que saca a colación el tema de las antologías realizadas a partir de ciclos de lecturas poéticas en bares y en cafés de la zona. La Antología errante, por ejemplo, se enmarcaba en el contexto de las lecturas del extinto bar The Grizzy de Av Brazil, las cuales fueron iniciadas por Rodrigo Gutiérrez, y luego continuadas por Juan Antonio Huesbe. Gutiérrez, de hecho, fue también responsable, junto a José Miguel Camus, de la ya mítica antología “Valparaíso Bohemio: antología de poemas nocturnos” (2007) que reunía a 27 poetas partícipes de las lecturas del bar Pajarito de Salvador Donoso, entre ellos, al fallecido poeta porteño Arturo Rojas. Tanto la Antología errante como Valparaíso bohemio, en este sentido, han buscado capturar el espíritu de las veladas poéticas que se daban lugar en sus respectivos nichos, espíritu envuelto en el manto de la bohemia porteña, que ya se ha vuelto prácticamente un sello clandestino de nuestra idiosincrasia y nuestro imaginario 

La presente antología poética tiene la intención de convocar a una serie de poetas que, por abc motivo, participaron activamente en las lecturas realizadas en el Café con Gracia del Cerro Concepción; o bien, a aquellos poetas que, a pesar de su escasa participación, tuvieron alguna complicidad con las diversas actividades de índole cultural que en aquel café se llevaron a cabo, y que compartieron, de cierta forma, aquella impronta bohemia de la cual los implicados insisten en sentirse parte. Es preciso señalar que dichas actividades fueron posibles gracias a la gestión de Rodrigo Sepúlveda Vargas, dueño del local, quien fue capaz de perseverar durante alrededor de cinco años (desde el 2013 hasta el 2018 aproximadamente) en un círculo ya, a estas alturas, muy subterráneo o abocado únicamente a ciertos circuitos muy reducidos. 

El propósito de esta antología, finalmente, no es ofrecer una rigurosa muestra estética de las distintas poéticas que han ido circulando en las lecturas, sino que proyectarse como un catálogo de aquellas obras que los autores participantes consideraron dignas de ser publicadas, atendiendo el tenor de las intervenciones que allí se realizaban, priorizando, de ese modo, la idea primigenia del “micrófono abierto”, la intuición y el gesto de quien se “arroja” al escenario bajo el ímpetu de la expresividad y, en cierta medida, bajo el “placer funesto” que emana del oficio de la escritura. No hay mayor ambición estética en esta antología que la de servir de espacio y de instancia architextual para que todos estos poemas reunidos, a raíz de las lecturas del café, tengan su propia vitrina al universo simbólico.