martes, 2 de febrero de 2016

Pornosofía


Las actrices porno están tomando el lugar que se merecen. Sasha Grey ahora se dedica a la literatura y la música. Y Valentina Nappi, nueva promesa italiana, expone en un congreso algo sobre Nietzsche y lo que ella conoce como "Pornosofía". Vale la pena.


Caridad

A la altura de Av Argentina con Yungay diviso a un mendigo echado a un costado de la calzada, en eso pasa una joven chica abrigada, seria, algo apurada. Camina dos metros sin advertir al mendigo y luego se devuelve lentamente. Saca de la cartera un par de chauchas y las deposita sin tanto cuidado en una bandeja. Lo más extraño no es tanto el acto mismo sino que la chica depositó lo suyo sin siquiera mirar a la cara al mendigo, y con el dejo de apuro que la caracterizaba. Incluso, para ser más radical, hubiese dado lo mismo que la chica le diera, en ese momento, y con esa misma actitud, la plata a una máquina dispensadora o a un dispositivo tag. El mendigo, para completar el cuadro, tampoco atinó a mirar ni agradecer. Solo levantó la bandeja como era su costumbre, echó un vistazo, y siguió viendo hacia cualquier parte. Ese acto que muchos a simple vista interpretan como de un arranque de caridad, en realidad si se analiza de cerca esconde un secreto mucho más complejo e interesante. Las miradas frías, el acto mecánico de depositar una moneda, el acto rutinario de sentarse en la calle y esperar lo que venga son la prueba de que lo humano no necesita de una ficha para llevar a cabo su paso indolente. En la mente de la chica algo gatilló para devolverse y darle la plata al mendigo. Ella se hizo un favor a si misma. A juzgar por su acción, en ningún momento pensó en el mendigo. Fue su imagen, en el fondo, la que le dio ficha a su ánimo. Su imagen, al parecer, contrapuesta. Con eso mitigó cierta inquietud, cierto cargo de conciencia, cierto estado moral al paso, que los transeúntes frenéticos, impávidos, desconocidos entre sí, interpretan como bondad. El mendigo no sintió ese acto como tal. Solo al botín en su bandeja puede rendirle cuentas. Para él, solo como está, todas las manos que le ofrecen plata son iguales. Todas las miradas que no lo advierten conducen a la nada. El tema de la caridad queda ahí en suspenso. No hay tal en esa indiferencia de emociones. El mendigo se urge por su bandeja. La chica por su cartera y por su tiempo. Ambos temen lo mismo. Porque ambos se ven, ambos en verdad se conocen mejor de lo que creen. Porque reflejan el vacío que los acompaña. El vacío del dinero, que a su vez los vacía. Su vacío es lo único que tiene interés, lo único que los endeuda, que los aumenta. En ese vacío se completan.