lunes, 4 de abril de 2016

Función poética

Revisando pruebas, me doy cuenta que en el apartado de ejemplo de función poética, un alumno del dos por uno anotó lo siguiente: "Chile es un país tan pero tan infeliz, que hasta tiene la forma de una larga y angosta cicatriz".

El hambre

Entre la conversación con un amigo ex compañero de u, escribiente anónimo y también inédito de valpo, surge de repente una idea que me llamó la atención: "¿Y sin en lugar del tema de la inmortalidad como búsqueda trascendental fuera mejor dicho la eliminación del hambre?". El hambre, según él, como intuición de un vacío. El animal no dimensionaría esa hambre como vacío. Sin embargo, si se le elimina a su vida la pulsión de muerte, el ser humano pierde la brújula. Requiere de ese vacío como requiere del pensamiento. Lo decía en el fondo porque identifica toda la problemática moral y el vaivén filosófico con el hambre del mundo, que todavía existe en pleno siglo XXI. Sin hambre quizá el pensador no se hubiese atrevido a pensar, así como el cavernícola no hubiese necesitado del animal para sobrevivir. Pero ese dilema al parecer no cala tan hondo como el de la muerte misma, misterio a la vez contingente y universal. Borges en El inmortal decía con respecto a la muerte: "La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Estos se conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan puede ser último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño". Gracias a la condición mortal, como diría Heidegger, y que serviría de base para su pensamiento filosófico, el ser humano es ser para la muerte. Y en la conciencia vaga y efímera de esa mortalidad se siente único, y se sabe con todo el derecho del mundo al cuestionamiento y al devaneo vital. Ese afán primitivo por buscar la inmortalidad no seria otra cosa que la búsqueda por el poder, por el poder multiplicarse en el eco y el reflejo del otro, pero a la vez, perder la bendita o maldita singularidad del relato que sabe que tiene los días contados. Para Borges en El inmortal: "Ser inmortal es baladí; menos el hombre, todas las criaturas lo son, pues ignoran la muerte; lo divino, lo terrible, lo incomprensible, es saberse inmortal". La inmortalidad sería la verdadera tragedia de los dioses, según el argentino. El hombre que pretende ser inmortal sería, de ese modo, una mezcla entre Funes y un nihilista. El compañero, pese a eso, seguía sosteniendo que el hambre tenía futuro como un tópico menos manido que la muerte para una trama novelesca. Se imaginaba, en lugar de un hombre que buscara la inmortalidad, un hombre que anhelara no tener hambre, o que efectivamente después de cierto tiempo dejara de sentir esa sensación de vacío interior. Construir una historia a raíz de esa posibilidad. Por supuesto, una posibilidad demasiado inverosímil, aunque solo posible si dejásemos de considerar al hambre como condición de la vida, ese vacío interior como motor del espíritu. Máximo Gorki fue categórico al respecto: “el hambre sigue al hombre como la sombra al cuerpo”. Plantear el escenario utópico de una sociedad sin hambre. Es el panfleto universal del político. Es el as bajo de la manga de los hipócritas. Por irrealizable. Sin embargo, si no hubiese hambre, nadie necesitaría de la inmortalidad, en definitiva, porque la muerte ya no sería un problema. Pero al fin y al cabo ese pareciera ser el devenir del timón del mundo. Un hombre sin hambre no necesitaría, en definitiva, escribir. Más escritores han escrito en el fondo en base al hambre que el número de cigarros de un fumador empedernido. Porque tanto sin hambre como sin muerte no habría sentido. Es así que se sigue escribiendo intentando aplacar la sensación del vacío que ruge por dentro, ese vacío siempre insatisfecho...