martes, 13 de febrero de 2024

He pensado que, muy en el fondo, en materia política, todos coincidimos -incluso nuestros más acérrimos adversarios- en el diagnóstico general: que "algo anda mal" en el mundo. La diferencia está en saber reconocer la naturaleza de ese algo que "anda mal", quiénes serían los responsables de dicho mal y qué hacer al respecto. ¿Cómo remediarlo? ¿Hay acaso un remedio? Y si no es así: ¿Hay una alternativa? ¿Una respuesta posible? En esa disputa es en donde discurren las más acaloradas discusiones y avatares sobre el devenir histórico.
“Quiso ser escritor, pero terminó siendo escritor chileno”, decía el epitafio que escribió para sí mismo Juan Guillermo Tejeda y con el cual se identificaba Joaquín Edwards Bello. Se trataría de un epitafio escrito en alguna tumba perdida del Cementerio General. Yo pensé en una reinvención de aquel epitafio que estuviera en el Cementerio de Disidentes, el Número 1, y que dijera: "Quiso ser poeta, pero terminó siendo poeta porteño", a ver cuántos amigos y amigas se sienten identificados y comienzan a atribuirse desde ya el epitafio para la posteridad, inscrito en sus tumbas.
Amaneció nublado en Valparaíso y vuelvo a parafrasear aquella frase de Albert Camus: "En medio del odio descubrí que había, dentro de mí, un amor invencible. En medio del caos descubrí que había, dentro de mí, una calma invencible. Me di cuenta a pesar de todo eso... En medio del verano descubrí que había, dentro de mí, un invierno invencible. Y eso me hace feliz". En vísperas de San Valentín, la vaguada, la neblina, la garúa, son lejos, el clima idóneo.
Y yo me pregunto: ¿Cómo se sigue viviendo, después de ser señalado? ¿Cómo lidiar con la ausencia, cuando la envuelve el verdugo? Calladas las palabras, persistimos en la irrelevancia.