viernes, 28 de mayo de 2021

Aún me sigue dando vuelta ese casi 60% de personas que no votaron, ese enorme signo de interrogación que pena frente al triunfalismo constituyente. Ese enorme signo de interrogación debiera poder impedir, con un mínimo de honestidad intelectual, que algunos sectores sigan presentando SUS particulares propuestas como “lo que Doña Juanita quiso”. Por lo menos, deberían tener el 50 por ciento más uno, si así fuera el caso, pero no.

En ese casi 60% hay, contra todo pronóstico, un potencial enorme y desconocido. Un potencial no se sabe de qué. Y no conviene engañarse. No es solamente gente nihilista, que no “está ni ahí”, que prefiere que todo se venga abajo, el “idiota” puro y duro. Hay muchos otros, que tal vez no se interesaron por esta elección en específico para dar un voto de castigo, o que no se interesaron en esta elección, pero que no significa necesariamente que no se interesen en las elecciones en general. Existen muchas posibilidades dentro de este espectro y, en cierto sentido, esta masa desconocida, tanto en calidad como en cantidad, posee ese mismo grado de indefinición equiparable a lo que fueron los mismísimos independientes en un principio: nadie sabía cuántos eran, ni quiénes eran, no obstante, acabaron produciendo un cataclismo político de proporciones ¿qué puede esperarse, entonces, de esta masa gravitante de abstinentes, que es mucho más grande que la de los autoproclamados independientes? Porque, cabe volver a recordar que los independientes fueron una mayoría solo dentro de la minoría que votó.

Ahora ¿qué podría pasar si una minoría dentro de esta gran mayoría que no votó, entrara al escenario? Eso, asumiendo que, pese al voto obligatorio, solo unos pocos se dignen finalmente a participar. De todas formas, en ese puro acto de participación se podría, eventualmente, cambiar drásticamente el panorama, o no. Quién sabe. En suma, los que dicen que ya está todo cocinado, están equivocados, porque, en realidad, y gracias a los benditos “idiotas”, nada está asegurado todavía en Chile en un sentido u otro. Y mejor que así sea. Solo pesa sobre las cabezas de nuestros constituyentes y de los pocos escépticos que nos mantenemos al margen, una fuerza nebulosa sin suficiente dirección que no promete nada, que abre la inmensa posibilidad a la teoría del caos (no en su sentido de desorden, a lo sumo, en su sentido de incertidumbre).
Si lo que lees no te permite superar tus prejuicios y esquemas preconcebidos ¿para qué lees lo que lees?