miércoles, 20 de diciembre de 2017

Arabia Saudita concedió la nacionalidad a Sophia, una androide creada por una empresa de Hong Kong. Lo mejor (o lo peor) es que, a pesar de su nacionalidad, puede presentarse al resto del mundo sin velo ni guardianes, cuestión que la propia ley islámica obliga a las mujeres humanas. El año 2016 ya había causado polémica al plantear frente a una audiencia británica que quería destruir a la humanidad. Cuando se le consultó sobre sus gustos cinematográficos, la androide dijo que nunca había visto la película 'Terminator' y se preguntó si acaso le gustaría. Una respuesta demasiado inteligente, o tal vez, un tanto macabra. Phlip Dick tenía razón. Los dilemas morales de la robótica anticipados por Asimov ya son una realidad.
Me entero con alegría que mi hermana será matriculada en el Liceo Eduardo de la Barra, uno de los pocos liceos de tradición que van quedando, (aunque ya no refleje ni la sombra de lo que era antes), el mismo por el que pasaron figuras tan disímiles como Joaquín Edwards Bello y Salvador Allende. Luego de pasar su básica en un colegio de orientación laica, ahora terminará la media en el liceo más emblemático de Valpo, también laico y hasta con el nombre de un masón. Yo no puedo decir lo mismo. Habiendo cursado la básica y la media completa en colegios católicos, y hasta habiendo estudiado en la mismísima Universidad católica, debo tal vez a estas instituciones y a tempranas lecturas nihilistas, mis resquemores con la Iglesia. Por eso, no tengo más que felicitar a mi hermana por la oportunidad de completar sus estudios sin el inconveniente de las concesiones religiosas. Solo falta que curse la educación superior en cualquier otra U que no sea la católica para que complete una trilogía invicta. Libre de dogmas. O, por lo menos, libre de moralina.
Hace unas horas, el gobierno francés declaró tesoros nacionales los manuscritos originales de Los 120 días de Sodoma del Marqués de Sade y los primeros manifiestos surrealistas de André Bretón. Ambos iban a ser subastados al mejor postor por la sociedad Aristophil, luego de declararse en quiebra su fundador, el empresario Gérard Lhéritier. Según un experto, el hecho de que la obra de Sade -motivo de censura en plena época de la Revolución Francesa- sea ahora protegida por el Estado, no significa que esta haya dejado de resultar polémica. Por el contrario. El motivo de la polémica, eso sí, sería el contenido subversivo anexado a un costo demasiado elevado, en contexto de crisis económica. Lo mismo pasa con los manifiestos surrealistas. Los propios escritos de Bretón, quien en su tiempo sumaba las filas del PC para combatir el Estado burocrático, cobran ahora un estratégico interés cultural (y comercial) para el gobierno de Francia. Quien lo creería. Obras que en su tiempo estaban a las sombras de la revolución, y en lo más extremo de la vanguardia, respectivamente, se convierten, gracias al nuevo trasfondo capitalista, en bienes invaluables al alero del mecenazgo cultural. Será que ya nada escandaliza de verdad, como le decía el propio Bretón a su amigo Buñuel, o el mercado finalmente amarra y mitiga con sus tentáculos cualquier manifestación de disidencia, sea esta simbólica o declarada. Es la propia burguesía la que actualmente demanda las obras de Sade y de Bretón para su colección de artistas disidentes, y el Estado, garante de la "buena salud" de la cultura, las protege celoso, como hueso santo, con tal de no tranzar su "aura", su otrora valor inmaterial.