martes, 30 de marzo de 2021

A medida que el mundo se vacuna, se ha hecho patente la necesidad de categorizar las diferentes latitudes en zonas verdes, amarillas y rojas, según la intensidad del riesgo. Una humanidad pre covid y post covid. Distinción paranoica entre vacunados y no vacunados; luego, entre inmunes y no inmunes; y estos, a su vez, entre sintomáticos y asintomáticos. Una verdadera “locura dialéctica”. Como hubiera dicho Enrique Lihn en Diario de muerte, casi en una poética virológica: “Hay sólo dos países: el de los sanos y el de los enfermos/por un tiempo se puede gozar de doble nacionalidad/pero, a la larga, eso no tiene sentido”.

lunes, 29 de marzo de 2021

Serie libros prohibidos: "Serotonina" de Michel Houellebecq

El amor en la mujer es un poder, un poder generador, tectónico, cuando el amor se manifiesta en la mujer es uno de los fenómenos naturales más imponentes que la naturaleza pueda ofrecernos contemplar, hay que considerarlo con temor, es un poder creativo del mismo tipo que un temblor de tierra o un trastorno climático, el origen de otro ecosistema, otro entorno, otro universo, con su amor la mujer crea un mundo nuevo, pequeñas criaturas aisladas chapoteaban en una existencia incierta y de pronto la mujer crea las condiciones de existencia de una pareja, de una nueva entidad social, sentimental y genética, cuya vocación es efectivamente eliminar todo rastro de los individuos preexistentes, la esencia de esa nueva entidad es ya perfecta como lo había advertido Platón, en ocasiones puede adquirir la complejidad de una familia pero es casi un detalle, al contrario de lo que pensaba Schopenhauer, la mujer de todos modos se entrega por completo a esta tarea, se abisma en ella, se consagra en cuerpo y alma, como suele decirse, y por otra parte no hace en realidad la diferencia, esa diferencia entre cuerpo y alma no es para ella más que una disputa masculina intrascendente. Sacrificaría sin vacilar su vida a esta tarea que en realidad no lo es, porque es la manifestación pura de un instinto vital.

El hombre, en principio, es más reservado, admira y respeta ese desenfreno emocional sin comprenderlo plenamente, le parece extraño complicar tanto las cosas. Pero poco a poco se transforma, poco a poco es absorbido por el vórtice de pasión y de placer creado por la mujer, más exactamente reconoce la voluntad de la mujer, su voluntad incondicional y pura (…) Poco a poco, el inmenso placer que procura la mujer modifica al hombre, que le otorga agradecimiento y admiración, su visión del mundo se ve transformada, de manera imprevista accede a la dimensión kantiana del respeto, y poco a poco llega a contemplar el mundo de otra forma, la vida sin una mujer (e incluso, precisamente, sin esa mujer que le proporciona tanto placer) se vuelve realmente imposible y se asemeja a la caricatura de una vida; en este momento, el hombre empieza en verdad a amar. El amor en el hombre es, por tanto, un fin, una realización y no, como en la mujer, un comienzo, un nacimiento; he aquí lo que se debe considerar.

domingo, 28 de marzo de 2021

Querer la vuelta a la “normalidad” implica asumir que la vida es uniforme, que se puede recuperar un orden relativo a cierta percepción lineal de nuestra realidad. Subyace a esta idea un miedo inminente al cambio abrupto, una desadaptación orgánica. La verdad es que nada podrá ser como antes, ni nada nunca podrá volver a ser lo mismo. La pandemia es únicamente el escenario paradigmático en el baile incesante de los fenómenos; el virus, un agente extraño pero relevante en el transcurso de una determinada contingencia histórica. Se aprecia una ingente “retrotopia” en esa añoranza de una normalidad que solo existe en cuanto deseo frustrado por un anterior estado de cosas. Aquella añoranza no es más que la resaca luego del impacto contra el muro, y como toda resaca, nos desmoraliza, nos resiente por lo ocurrido, por lo que se cree perdido. Y entonces rebuscamos respuestas, respuestas a las interrogantes invisibles, cual bacterias en el aire, y no nos queda otro tiempo que el presente ni otro espacio que la convalecencia, aunque sin garantía de una estabilidad perpetua, porque no existe, o solo existe en cuanto vivimos, padecemos, cambiamos y volvemos a padecer.

sábado, 27 de marzo de 2021

De los amigos y amigas que considero verdaderamente íntimos, ninguno y ninguna tiene, afortunadamente, alguna relación directa con el mal llamado “círculo literario”. Se dicen promotores de la cultura y adalides de la moral, pero siguen replicando la vieja política del lobby y el favoritismo. Honestidad solo con sus intereses; lealtad solo con los suyos.

jueves, 25 de marzo de 2021

A más de diez años de la Operación San Lorenzo en Chile, las cosas para los auténticos protagonistas de esta épica tragedia, están lejos de parecer brillantes. Considerada una de las operaciones de rescate minero más exitosas y mediáticas de la historia, superó incluso al impacto que tuvo la mismísima llegada del hombre a la Luna con el Apolo XI. Sin embargo, todo esto no fueron más que molinos de viento y voladeros de luces que acabaron demasiado rápido y demasiado mal para gran parte de los mineros. José Ojeda, el autor del mítico mensaje “estamos bien los 33 en el refugio” no volvió a trabajar nunca más y pasó mucho tiempo internado en psiquiátricos. Luis Urzúa, el líder del grupo, señala que solo se acuerdan de ellos una vez al año, y seguirá así hasta que quede el último minero con vida y le preguntarán lo mismo, condenándolo a un mantra perpetuo. Para Urzúa, al día de hoy, aún no existe respuesta concreta para la situación que vivieron. Únicamente exige recuperar su dignidad como trabajador.

Mario Sepúlveda, otro de los mineros, se lamenta diciendo que con su grupo nunca pudieron tomar una decisión razonable sobre qué hacer al respecto tras el desastre vivido. Aparecieron contratos millonarios, ofertas para escribir sus memorias, giras por el mundo, cual rockstars de la minería. Desgraciadamente, nada de eso fue real, y hubiera sido mejor seguir unidos como estaban abajo, concluye Sepúlveda, quien fue interpretado por Antonio Banderas para el bodrio hollywoodense del año 2015. Los mineros cedieron sus derechos para la realización de la película y también para la publicación de un libro (“En la Oscuridad” de Héctor Tobar), pero reclaman que nunca tuvieron los créditos de su propia historia.

Durante el año 2011, demandaron al Estado de Chile por su responsabilidad en el derrumbe y la justicia resolvió a favor de ellos. Aun así, todavía no reciben la correspondiente indemnización, a causa de varias trampas burocráticas que se prolongaron más allá de lo debido. “Nosotros somos víctimas, no somos héroes”, afirma Urzúa. Por su parte, Sepúlveda se pregunta si acaso toda esa plata que el Estado les debe, alcanzará a pagar todo el daño provocado. Ciertamente, no habrá dinero fiscal suficiente que aplaque la indignación y que resuelva el trauma. “Ojalá nunca hubiese ocurrido el accidente, para haber seguido trabajando, tranquilo, recibiendo nuestro sueldo, en lo que a nosotros nos gusta" señala resignado Omar Reygadas, otro de los sobrevivientes.

La metástasis de la tragedia acabó siendo un montaje muy lucrativo para el aparataje del espectáculo político. Sin embargo, los mineros nunca vieron los frutos de su azarosa y desafortunada hazaña. El costo de perder el anonimato en pos de un heroísmo involuntario le significó, a la gran mayoría de los involucrados, hipotecar su futuro y su felicidad, día a día, como si hubiesen salido de aquella mina eterna para entrar en otra peor: la mina abierta de la ignominia, el secuestro de su imagen pública en desmedro de su humanidad, mancillada por el claustro, la falta de luces y la memoria ciega. Cada uno de los mineros continúa viviendo dentro de su mina existencial. En pleno Chile encuarentenado, esa es una señal de que todos ocultan y abrigan su propio miedo a perder la libertad, su propia cerrazón interior.
“No es un estado del arte, sino un estado mental”. Iron Maiden, Virus, 1996.

miércoles, 24 de marzo de 2021

Mi viejo sobre la candidatura presidencial de Boric: “Solo quiere ser un nuevo Piñerita. Tanto él como Jadue”.

martes, 23 de marzo de 2021

Una colega antes de entrar a clase iba vestida con una túnica desechable anti covid, un protector facial y mascarilla. Estaba buscando con urgencia el libro de clases en la sala de profesores. “Pareciera que va a una zona radiactiva”, le dije. “Y no es chiste”, respondió ella. “Lo que pasa es que donde vivo yo hay puros abuelitos, y tú sabes que son más propensos a tener el bicho. Además, los chicos con los que trabajo son asintomáticos, así que hay mayor el riesgo de que se puedan contagiar sin siquiera saberlo”. Dicho esto, se apresuró a ir hacia una de las salas habilitadas para clases mixtas. Apenas se despidió. Al salir, justo después de dejar la sala de profes, un fumigador pasó detrás suyo, sanitizando el acceso, como si hubiese querido descontaminar a propósito la estela de su presencia.

lunes, 22 de marzo de 2021

Samuel Paty y el peligro del odio virtual

El crimen contra el profesor francés Samuel Paty, que acabó decapitado por un joven musulmán de origen checo, causó tal impacto que fue homenajeado en París como un “símbolo de libertad”. Todo habría ocurrido a causa de la mentira de una niña estudiante, quien le aseguró a su padre musulmán que el profesor mostró en clases algunas caricaturas de Mahoma con comentarios racistas. Luego, el padre habría levantado una campaña de difamación por redes sociales, llamando a ajusticiarlo. Un activista yihadista se enteraría de la noticia y encendería aún más la hoguera con gasolina de odio, para que el profesor fuera ultimado en plena vía pública, frente al colegio, a vista y paciencia de todos. Hace unos días, y a meses del crimen, la niña finalmente confesó ante los jueces que todo había sido una excusa para no decepcionar a sus padres al faltar a clases. El propio padre, el instigador, reconoció su culpabilidad, asumiendo que solo buscaba defender lo que le había dicho su hija. Bajo este nuevo escenario, el padre de la niña y el activista yihadista fueron acusados por propagación de odio criminal, complicidad indirecta en un asesinato y asociación de delincuentes, mientras que la niña fue acusada por el delito de propagación de odio. En resumidas cuentas: el profesor fue asesinado por una mentira culposa que desencadenó una campaña del terror con consecuencia mortal, y la niña estudiante mintió para hacer la cimarra y volvió a mentirle a su padre por miedo, a costa de la reputación y la vida del maestro.

Lo verdaderamente horroroso aquí, aparte del eco de violencia fundamentalista que tiene este hecho con el atentado al semanario Charlie Hebdo, es el pandemonio en que se pueden convertir las redes sociales cuando son operadas por la mera pulsión del resentimiento, venga de quien venga. De ese modo, la sonada libertad de expresión se malentiende al punto de llamar abiertamente a la cacería de brujas virtual, por medio de injurias y calumnias, muchas veces infundadas, en contra de una persona, auténticos ciber linchamientos sin posibilidad de réplica ni de defensa, chocando seriamente con el derecho al honor y a la privacidad individual de la que gozamos todos en un Estado civilizado. Nuevamente, nuestra realidad occidental covidiana se acerca peligrosamente a una realidad distópica en clave Black Mirror. Es cosa de revisitar aquel viejo episodio de la temporada tres, Odio Nacional, para darse cuenta del poder destructor que puede tener una acusación lanzada al voleo y viralizada en forma de hashtag (bajo el corolario de la free speech), la cual crece como una bola de nieve al punto de volverse imparable, precipitando la total falta de cohesión social y la primacía de las emociones al rojo vivo por sobre las posibles razones, sin otro propósito que la destrucción ciega de alguien. En el caso del profesor Samuel Paty, aquella destrucción galopó cual jinete del apocalipsis con la máscara de la intolerancia religiosa, virus que hasta el día de hoy se resiste a desaparecer, contaminando el seno de nuestra democracia.

sábado, 20 de marzo de 2021

El Comandante Ramiro y El Negro, huérfanos de la Revolución

Ha vuelto a emerger la figura de Mauricio Hernández Norambuena, ex guerrillero involucrado en la muerte de Jaime Guzmán, luego de ser entrevistado desde la Cárcel de Alta Seguridad por un programa de La Red, en el marco de las Constituyentes. Esto ha generado un inmenso revuelo, sacando a flote posturas irreconciliables de quienes lo tratan como un terrorista y de quienes lo consideran un preso político. Más allá de su condición de reo, él manifestó su visión de las cosas respecto a la situación país. “Primero que nada yo diría que considero absolutamente legítima, que no legal, pero absolutamente legítima la autodefensa popular, o sea, la autodefensa del pueblo, cuando los están mutilando, cuando les arrancan los ojos. (…) La cuestión de fondo es élite contra poder. Se podrá decir de cualquier manera. Antes eran explotadores contra explotados, propietarios contra no propietarios, ricos contra pobres, lo que sea. Ese es el conflicto. Lo que estalló fueron las sectores populares, las grandes mayorías del país”. Esas fueron algunas de las palabras del “Comandante Ramiro”, a propósito del 18/10.

Lo que llama la atención aquí, más que el impacto mediático por las declaraciones de Norambuena, es el hecho de que su situación y su visión se ha mostrado radicalmente distinta a la de su ex compañero de armas, Ricardo Palma Salamanca, “El Negro”. Este permanece exiliado en Francia tras la Operación Vuelo de Justicia de 1996, viviendo con relativa libertad, luego de que la Corte de Apelaciones de París denegara su extradición a Chile. Durante su estadía, no solo transita al amparo de la justicia francesa, sino que hasta ha intentando pasar desapercibido, tratando de vivir una nueva vida, buscando dejar atrás su pasado guerrillero. Incluso, con dichos que denotan una visión desalentadora respecto a la cultura comunista. “Me tiene harto: es ideológicamente intolerante y autoritaria. (…) Con el tiempo, he responsabilizado mucho a mi medio familiar, su visión de las cosas del mundo y de la vida. Hubo una determinación por el tiempo histórico que nos tocó vivir y, por otra parte, una determinación familiar. Madre comunista, dos hermanas comunistas. Se almorzaba materialismo histórico y se cenaba materialismo dialéctico. Eso hoy me da un poco de molestia. No tuvieron la capacidad emotiva de enseñarme otros caminos posibles. Me hubiera gustado que me mostraran otro tipo de cuentos, otras literaturas. (…) La Revolución está agotada. Los cambios se dan de manera paulatina, porque lo que debe transformarse es la cultura. Yo ya pasé eso que tenía que pasar y ahora quiero vivir mi vida como se me dé la gana (…) La experiencia me ha vuelto un reformista”.

¿Cómo es posible que El Comandante Ramiro y El Negro hayan tomado estas derivas tan opuestas? Esa es la pregunta que asalta al instante. Por un lado, el Comandante sigue sosteniendo, desde prisión, el discurso más radical de la izquierda, aprendido en sus años de juventud; y, por otro, El Negro ha dicho, desde su estancia en el Viejo Mundo, que aquellas viejas ideas revolucionarias solo representan un momento de su vida, determinado por la historia y la crianza familiar, y que de ninguna manera forman parte de su presente. Resulta curioso saber el cómo vivieron su propio proceso vital cada uno de estos ex guerrilleros, ambos hijos huérfanos de la Revolución en tiempos de dictadura militar. Mientras uno continúa apegado a esa lucha, incluso cumpliendo condena; el otro se desmarca poco a poco, hacia un nihilismo de libertad en el exilio. Así parece que se vive el proceso de la Revolución, una vez que se pierde su contingencia: como un sueño frustrado o bien como un camino destinado al olvido.

jueves, 18 de marzo de 2021

La vuelta al colegio en modalidad semi presencial se parece cada vez más al retorno implementado por China hace casi un año. Jabón gel a la entrada de la sala. Estudiantes sentados con distancia y sin posibilidad de contacto. Uso de mascarilla obligatorio (y el profesor, ojalá, usando un protector facial). Sanitización al finalizar la clase. Un nuevo escenario de "educación covidiana".



martes, 16 de marzo de 2021

En circunstancias de que el Colegio de Profesores insiste en regresar a clases presenciales solo durante la fase 4 por motivos sanitarios, muchos estudiantes han manifestado, paradójicamente, el deseo de volver al colegio. “Quiero ver a mis amigos”, decía uno. “Por aquí no entiendo mucho, me distraigo”, manifestaba otra. Les hice saber que desde la próxima semana comenzaría a implementarse el plan de clases mixtas. Una alumna preguntó cómo iba a ser. Le respondí que se irían sumando diferentes grupos por curso, haciendo clases a los que estuvieran en la sala y, al mismo tiempo, a los que estuvieran en la casa, por medio de una cámara conectada a un data y el necesario ancho de banda para la conexión en línea. A varios les pareció una idea extraña, y no los culpo. ¿Cómo era posible que hablara con unos en sala y con otros a distancia? Sería una suerte de clase en presencia y en ausencia. En lugar de semi presencial, semi fantasmal. A raíz de esto, bromee con los cabros sobre la posibilidad de que en un futuro las clases fueran con hologramas de cada uno de nosotros. Algunos rieron y dijeron que no era hueveo. Francamente, así como van las cosas, y con las nuevas políticas de gestión escolar en medio de la pandemia, es muy probable que las nuevas tecnologías hagan del colegio una realidad virtual, con la excusa del peligro por contagio. Así como existe una nueva normalidad, que crea la sensación de un antes y un después y la necesidad de un “reseteo”, asimismo, me temo que se avecina una nueva escolaridad, considerando a las clases del pasado como sistema antiguo. Pura educación analógica pre covid.

domingo, 14 de marzo de 2021

Joker, Gobernador de Japón

Yuusuke Kawai, candidato a Gobernador por la prefectura de Chiba en Japón, se planteó frente a los medios de comunicación disfrazado del Joker de Joaquín Phoenix. «Ya que el payaso es algo así como un héroe oscuro, tenía la impresión de que podría tener el apoyo de las masas», aseveró Kawai, para justificar su performance.

Algunos apuntes sobre esta extravagancia:

El Joker de Phoenix ha demostrado tener un mayor arrastre político que el de Ledger, y es debido a su evolución como personaje en la película, sobre todo cuando Arthur Fleck deviene líder de una rebelión contra los poderosos. No por nada, durante el 18/10, muchos simpatizantes del estallido decían ver en el Joker de Phoenix un símbolo de la insurrección colectiva, de aquellos frustrados contra el sistema de cosas. De hecho, el año pasado, durante las protestas por el Black Lives Matter, un hombre vestido de este Joker iba protestando por las calles de Minneapolis con un cartel de "Justicia para George Floyd". En cambio, el Joker de Ledger nunca podrá ser considerado de la misma manera, y es justamente por su filosofía y su actitud en El caballero de la noche, abiertamente a favor del caos, sin banderas de ningún tipo. En ese sentido, el Joker de Ledger se acerca mucho más a un nihilismo antisocial con inspiración misántropa que a una suerte de anarquismo de carácter insurreccional. 

Por esta razón, el símbolo del Joker de Phoenix ha trascendido al punto de que un candidato a Gobernador en Japón haya decidido disfrazarse de él como estrategia para capturar más votos, cosa, por lo demás, impensable en algún país del mundo occidental. En este sentido, Japón siempre va a la vanguardia en lo bizarro. El Joker como candidato a Gobernador es prueba viva de ello. La risa del caos vuelta metáfora de la vida social. Una patológica humorada vuelta política.


sábado, 13 de marzo de 2021

La estatua del General Baquedano, removida. La otrora Plaza Baquedano, resignificada luego como Plaza Dignidad, ahora solo luce en su centro un espacio vacío. ¿Es acaso este el vacío de la palabra dignidad en el país? ¿El vacío de la palabra patria? La nada, símbolo de nuestros tiempos y de nuestras latitudes. Para el sector más radical de la oposición, significa la tabula rasa necesaria de un nuevo Chile, al más puro estilo ready made. Para el otro sector oficialista, en cambio, representa el fin del Estado de Derecho y el comienzo de la anarquía. El mensaje progresista es claro: los viejos ídolos deben caer para dar lugar a la renovación. Por otro lado, el mensaje del gobierno dice: los viejos ídolos se deben recuperar para poder restablecer el orden. ¿Qué reemplazará a la estatua del general? ¿Qué quedará en su lugar? ¿La pura y perenne División? ¿La perdida pero siempre anhelada Unidad? Estas son las preguntas que restan. Por el momento, solo reposa esa nada, plena de sentido o carente de significado, tras una tregua temporal en el Chile pandémico.



viernes, 12 de marzo de 2021

"Cuando los líderes declaran el Estado de Emergencia y lo convierten en una situación normal, estamos ante el final de la democracia". Byung Chul Han.

Sobre el Estado de Catástrofe y la propuesta de Piñera de extenderlo hasta Junio, y así, tal vez, indefinidamente.

jueves, 11 de marzo de 2021

Pepe Le Pew, el caído

Ahora cayó una caricatura ¡sí! Tal como se lee. Cayó Pepe Le Pew ante la nueva cultura de la cancelación, ante este nuevo revisionismo hipócrita que pretende censurar nada más y nada menos que a personajes de ficción, bajo el argumento de que eran nocivos para la juventud o que reproducían ciertas conductas, hoy por hoy, cuestionables.

A ver, primero lo primero. Comprensión lectora. Hay algo que parece no entender aquel columnista del New york Times y que tampoco quieren ver los de Warner Bros, demasiado preocupados por seguir la moda “snowflake”. Ese algo tiene relación con el concepto de “sátira”. Linda Jones, hija del creador de Pepe Le Pew, Chuck Jones, salió hace poco en defensa del personaje, argumentando que nunca fue concebido originalmente como un acosador ni mucho menos como un abusador. El hecho de que este zorrillo francés y maloliente persiguiera a la gata Penélope, respondía más bien al humor satírico de la época (años 50 y 60) mediante el cual Pepe Le Pew encarnaría un estereotipo burlesco del galán francés que, como pretendiente, en realidad, resulta alguien indeseable.

En definitiva, la supuesta conducta abusiva del personaje es consecuente con su idea, con la sátira que representa en sí mismo, y así también lo deja entrever el personaje de Penélope, quien arranca despavorida de Pepe por su mal olor y su conducta. Es decir, lejos de normalizar o de promover abiertamente el acoso, (que es solo una forma de leerlo) lo que hace la caricatura, de acuerdo a su propuesta original, es satirizar un estereotipo, con tal de transformarlo en un contenido humorístico, de modo que Pepe Le Pew no debiera convertirse en un modelo a seguir y debiera leerse precisamente como mal ejemplo, en su cualidad de personaje satírico, desde su carisma unido a su patetismo.

Dicho esto, entonces el acto de cancelar a Pepe Le Pew, de acuerdo a una óptica de corrección política, resulta, por lo bajo, erróneo y, a la larga, injusto, para las nuevas generaciones que no tendrán la oportunidad de revisitar la caricatura y poder disfrutarla desde una mirada crítica. ¿Para qué cancelar, cuando se puede releer o educar? El acto de cancelar implica, ante todo, imponer una determinada visión como unívoca y arrogarse el derecho de eliminar aquello que es cuestionado sin dar lugar a debate, sin siquiera permitir que otras interpretaciones puedan coexistir, so pena de una moral presentista, de una presunta visión superior de las cosas, en pos de ciertos intereses aún no del todo claros.

A propósito de esto, cabría preguntarse ¿por qué una facción del progresismo encuentra acertada la decisión de Warner de cancelar a personajes como Pepe Le Pew y otros como Speedy Gonzalez y, en cambio, cuestiona cosas como la cancelación de videojuegos y series de animé de parte de fundamentalistas religiosos, por ser considerados satánicos? A mi juicio, los trasfondos son muy distintos, pero el medio es el mismo: cancelar aquello que no comulga con su cosmovisión, cerrarse a la posibilidad del debate e imponer un pensamiento único ¿Qué seguirá después de esto? ¿Cancelar a Johnny Bravo? ¿Cancelar al Maestro Roshi? Y eso, solo por nombrar algunos. Muchas otras caricaturas podrían caer, bajo este mismo ímpetu inquisidor.

No es por conspiranoia, pero ¿será acaso demasiada coincidencia el hecho de que el impulsor de esta idea de censurar al zorrillo francés sea un columnista del New York Times, y el que esta empresa sea una de las tantas que formarán parte de la llamada “Coalición para la Procedencia y la Autenticidad del Contenido (C2PA), esa especie de “Ministerio de la Verdad” orwelliano propuesto por el dueño de Microsoft, Bill Gates? No podría afirmar con certeza esta vinculación, pero no deja de sonar sospechoso, ante la ola de monos animados caídos en desgracia, sin previo aviso.

Nuestro zorrillo, lamentablemente, cometió el error de ser dibujado. Pecó de machista al reproducir y normalizar durante décadas unas acciones abusivas. Solo le toca pagar ¿cómo? Siendo desterrado al olvido. Nuevos tiempos requieren de una tabula rasa del pasado. Porque es mucho más fácil pretender borrar el pasado que releerlo. Pepe, nuestro picaflor frustrado, ya nunca volverá a perseguir a ninguna otra Penélope, porque, en un futuro mucho más luminoso, ya no habrá ninguna otra Penélope que perseguir, sea o no sea esta una caricatura. Ya no es tiempo para Pepes Le Pew. Ese parece ser el mensaje final, y la mofeta fue su chivo expiatorio perfecto. 

miércoles, 10 de marzo de 2021

De fascismos e ideologías

“La presunción de inocencia es una extravagancia derivada de los antiguos conceptos, nacidos de los principios de la Revolución Francesa, que llevan las garantías individuales a los más exagerados e incoherentes excesos”. Alfredo Rocco, redactor del código penal fascista.

martes, 9 de marzo de 2021

Todo discurso que pretende pontificar y cancelar, con miras a un mesianismo, renuncia a la autocrítica y deviene enemigo del pensamiento.

lunes, 8 de marzo de 2021

Cuarenta años de Possession, de Andrzej Zulawski

Hay algo en Possession (1981) de Andrzej Zulawski que fascina y repele por partes iguales. No es solo el morbo por las situaciones bizarras ahí representadas ni la violencia rayana en lo teatral de parte de Sam Neill (Mark) e Isabelle Adjani (Anna-Helen). Es el conjunto que da forma a una cinta con una propuesta tan visceral como transgresora. De partida, el contexto nos sitúa en un escenario opresivo, enmarcado en la Alemania de los ochenta, marcada por la división ideológica entre Berlín oriental y occidental. En este caso, la acción ocurre en el Berlín de la República Federal Alemana. El trauma respecto al muro está presente a lo largo de la película en forma de correlato político. Ciudades militarizadas, calles vacías, espacios opacos y aislados configuran el ambiente propicio para la ruptura, la enajenación y las oposiciones binarias que en la película constituyen un leitmotiv. 

La trama de la película se centra en el descenso a los infiernos de una pareja en plena crisis matrimonial. La escalada de violencia doméstica, lejos de lo que se puede creer, es mutua, porque ambos contribuyen a alimentar un amor devenido patología. A raíz de estos momentos de crisis que son actuados hasta el límite de las posibilidades, extremando las sensaciones, van ocurriendo sucesos cada vez más dramáticos. Anna es descubierta por Mark con su amante, Heinrich, un tipo bastante liberal, alejado del prototipo de esposo autoritario. Mark, a su vez, se encariña con la profesora de su hijo, Helen, que es una doble de la propia Anna, aunque con un semblante de pureza y amabilidad. Tenemos entonces que la división se va haciendo más y más grande, involucrando a terceros y proyectando en ellos un deseo prohibido, ya sea idealizado o encarnado en su forma más hórrida. A medida que la intriga respecto a esta relación agonizante va en aumento, y se va revelando el proceso de desenmascaramiento de los protagonistas, el espectador será testigo del secreto que esconde Anna, o bien, la materialización en forma de monstruo de una pulsión oscura, una especie de Sombra con inspiración en las criaturas de Lovecraft. No sabemos a ciencia cierta su origen, y eso es lo que dota a la película de ese misticismo que nos permite interpretar, ya sea en clave simbólica o fantástica, la razón de ser de la entidad en la trama. 


Convengamos en que el acierto de Possession está en su coherencia interna a pesar de lo descabellada que pueda parecer, y eso es lo que la hace aún más potente y significativa. En cuanto se nos presenta aquella monstruosidad, todo se torna progresivamente más insano. La propia Anna pasa de ser una mujer nerviosa y sufriente a una verdadera psicópata, sin dejar de lado la inspiración poética en ciertos pasajes del guion ni tampoco algunas escenas de locura que ya pueden considerarse de antología (como la del túnel del metro, en donde se deja ver, de manera escatológica, el motivo de la posesión demoníaca que, en la figura de la mujer, supone una pugna y, a la vez, una cierta liberación). El propio Mark se ve envuelto en dicha maraña de decadencia, investigando a su esposa y conservando, por su parte, esta relación con la “doble pura” de Anna, Helen, rondando el idilio. Sin embargo, esta idealización no alcanza para sanear el torbellino de insania que se avecina, una vez que Mark ataca al amante de Anna y se encuentra, por fin, cara a cara, con la criatura de pesadilla, lo cual nos hace pensar, entonces, que la criatura era el “verdadero amante” de Anna, una manifestación mórbida de los deseos sexuales o un doppelganger del propio Mark, en proceso de formación, un Golem introyectado producto del odio o de los sentimientos destructivos. Más adelante, vemos cómo este Mark apócrifo, esta “creación de Anna”, este ser humanoide cobra vida propia, se muestra frío, calculador y toma el lugar del Mark verdadero. Luego, sin Anna en el camino, Helen permanece con vida, con el hijo de los protagonistas en casa y a la espera del Mark apócrifo, quien intenta irrumpir en el hogar, casi como si fuera el Anticristo encarnado, en una secuencia de carácter apocalíptico. 

Cualquiera sea la interpretación que le demos, no basta para agotar el significado de las escenas de alto impacto en ese punto de la trama. Volviendo a la premisa inicial, todo podría leerse desde la óptica de la ruptura, entendida de acuerdo al contexto histórico (década de los 80 en Alemania), con repercusiones en la vida sentimental de los personajes y con resultados grotescos, inclasificables, limítrofes entre el drama de culebrón, el gore y el thriller fantástico. Pero, aun así, eso sería coartar el alcance cinematográfico que Possession puede tener, su cualidad visionaria, su riqueza simbólica, su desenfado, literalmente, desde las entrañas de lo desconocido y de lo perverso en la psicología humana. Incluso, trascendiendo su mera contextualización en la Guerra Fría, la película de Zulawski aboga por tópicos muy vigentes, hoy por hoy, tales como el círculo de la violencia en el contexto de las relaciones de pareja, la calamidad social resultante de los conflictos políticos en todo orden y la necesidad de superar y de fundir los géneros cinematográficos en pos de historias menos lineales y más caóticas, reflejos de nuestra era convulsa y vertiginosa. Todas estas cuestiones están lejos de agotarse y, de hecho, suponen, por así decirlo, el zeitgeist de nuestros tiempos. Por lo mismo, Possession se muestra ante nosotros como el Golem hecho de celuloide que vence su contingencia para vomitarnos su fuerza interpelativa, a cada momento, tras cada nuevo visionado. 

A 40 años de su estreno, Possession continúa más viva que nunca, gracias al tratamiento creativo y subversivo de aquellos tópicos elementales. En lo personal, descubrí la película por allá por el año 2008, durante aquellos ciclos de cine de verano en la Sala Insomnia de Valparaíso, sala de cine alternativo que, en aquella época, funcionaba dentro del mítico “Cine Grill Central”, mismo en donde proyectaban cine para adultos. De ese modo, la experiencia de mi primera vez con Possession fue casi como haber perdido una suerte de virginidad cinematográfica o de haber incursionado en alguna clase de práctica bizarra. Sentarse en esas butacas de dudosa calidad, bajo esa luz tenue y con el ambiente pornográfico como telón de fondo, fue la iniciación necesaria para incorporar al imaginario esta auténtica posesión, pero no la posesión paranormal al uso, sino que una mucho más profunda: la posesión de tu mente cinéfila, pervertida y para siempre explotada, en pos de relatos y estéticas desafiando, una y otra vez, la hipocresía de un universo aséptico, sin peligro, sin tabúes.

domingo, 7 de marzo de 2021

Lorena Bobbitt y la castración más famosa de la historia

En el año 93, la ecuatoriana Lorena Gallo (nombre de soltera) se hizo mundialmente conocida por haber castrado a su marido John Bobbitt, mientras este dormía. Inmediatamente después del hecho, arrancó en su vehículo, arrojó el miembro viril por la ventanilla y se entregó a la policía. Tras horas de búsqueda intensa, lograron encontrar el miembro de Bobbitt para luego reimplantárselo en una cirugía muy difícil. Durante el juicio, Lorena alegó que algunos de los motivos para cometer tan alevoso acto fueron la tortura psicológica y las vejaciones a las que era sometida en su vida matrimonial. Sin embargo, después de la sentencia, John fue declarado no culpable de los cargos en su contra y, a su vez, Lorena fue declarada no culpable del hecho delictivo, basando su defensa en el argumento de la “locura transitoria”, razón por la cual tuvo que ser derivada al psiquiátrico durante más de un mes. Sin duda, un caso surrealista, no solo por el hecho de que ninguno fue condenado a prisión, sino que por su alto impacto mediático. Tanto así que, debido a esto, la palabra pene apareció por primera vez en primera plana en los periódicos de Estados Unidos. Incluso se incluyó la palabra “bobitizar” en el diccionario como un sinónimo de castrar, y se rebautizó como Lorena a una criatura acuática que castra al macho tras la cópula.

Lorena, con el tiempo, fue considerada, más que una victimaria, una verdadera víctima simbólica, una mártir de la causa feminista, que veía, en su sonado caso, un auténtico ejemplo de ajusticiamiento y superación de la adversidad. (La misma idea de mutilar los genitales del marido como una manera de sublimar años de violencia era una idea atractiva para las simpatizantes de la ideología de género, que pareciera que invitan a todas las mujeres a tomarse la justicia por mano propia en un ánimo revanchista).

John Bobbitt, por su parte, lejos de traumarse y de hundirse en la ignominia, también se llenó de gloria a su manera, una vez reconstruida su virilidad. Entró en el terreno artístico, específicamente en el mundo del porno, grabando una película con Ron Jeremy, “Johnny sin cortes”. Esto le valió tanta fama que se volvió prácticamente una estrella del espectáculo. Años después, Lorena y su ex marido se reencontraron en un programa televisivo, The insider, y se perdonaron, irónicamente, un día de San Valentín.

En la actualidad, se estrenó un documental llamado Lorena por Amazon Prime, que profundiza en el tratamiento mediático y el desarrollo judicial de la castración más célebre de los noventa; y más recientemente, la película Yo soy Lorena Bobbitt, dirigida por Danishka Esterhazy, que se enfoca en el relato íntimo de violencia doméstica vivido por la protagonista, sirviendo de contexto para la causa que empezó con la castración y acabó con el posterior juicio. Lo interesante es que en esta película se trata de revivir las heridas de hace casi treinta años, pero con un evidente enfoque en el discurso de género, del cual Lorena ha hecho eco a raíz de su tragedia y de su crimen.

La parada reciente de Lorena, según ha confesado en entrevistas, apunta a resignificar su caso para las generaciones actuales, en plena vigencia del Me Too. La pregunta que aún queda volando, tras ver la película, es si la violencia de la mujer hacia el hombre, (ya sea en forma de agresión física o de mutilación) puede ser entendida siempre en todo momento como respuesta a una presunta violencia de género. En este sentido, cabría preguntarse ¿Lorena Bobbitt no tenía más remedio que amputarle el pene a su marido en condiciones asimétricas, a modo de venganza? ¿Era la castración la salida necesaria al tormento que ella decía vivir? ¿Amputarle el pene a su marido fue una forma de hacer justicia? Pareciera con esto que la mujer siempre es considerada víctima, incluso mediando la posibilidad de que ella sea la victimaria activa. Pareciera que la violencia se explica y hasta se justifica solo cuando viene de parte de la mujer hacia el hombre. En caso contrario, al aludido le caen las penas del infierno y hasta el riesgo de que le quiten el pene y lo exhiban como trofeo.

Como sea, Lorena Bobbitt sentó un precedente en la sociedad occidental, respecto a las mujeres que amputan el miembro de sus parejas debido a variopintos motivos. ¿Cuadra aquí la posibilidad de la violencia contra el hombre por el solo hecho de ser hombre? ¿O la castración a lo Lorena Bobbitt siempre tendrá que ser entendida casi como un sacrificio simbólico en pos de una reivindicación femenina? Lo realmente curioso es que existen muchas otras Lorenas Bobbitt en el mundo que inconscientemente replicaron la hazaña de la ídola, o bien, utilizaron este método siguiendo sus particulares objetivos y a sabiendas de sus terribles consecuencias.

sábado, 6 de marzo de 2021

C2PA 1984

No contento con su proyecto para “tapar el Sol” con la excusa de sortear el calentamiento global, ahora Bill Gates pretende crear un auténtico Ministerio de la Verdad digital, llamado Coalición para la Procedencia y la Autenticidad del Contenido (C2PA), mediante la alianza de la compañía Microsoft con otras seis empresas, entre ellas, la New York Times y la BBC inglesa. Su plan es ofrecerle a las Big Tech el software necesario para perseguir y censurar cualquier clase de fake news, leídas como tales de acuerdo a su Pensamiento Único, que no es otra cosa que Capitalismo orwelliano disfrazado de Progresismo. La Verdad, así entendida, será establecida como discurso corporativo oficial, y todo aquello que atente contra este o que siquiera se atreva a una reconstrucción alternativa de los hechos, será considerado mentira y eliminado sin derecho a réplica. ¿Será que la todopoderosa ideología de la elite posee una “bola de cristal” mediante la cual puede discernir el destino de las informaciones en la red, con miras a una agenda globalista? ¿Es este acaso el preámbulo megalómano para un mundo post pandemia?



viernes, 5 de marzo de 2021

Antiviral

En Antiviral (2012), película del hijo de Cronenberg, el protagonista Syd March, contrabandista farmacológico, se inyecta el virus de una celebridad, Hannah Geist, por una perversa adicción a su figura. Se rumorea que Hannah contrajo el virus en China, pero, a diferencia de los otros virus inyectados, este no tiene cura aparente. ¿La ópera prima de Cronenberg Jr. predijo el corona?

martes, 2 de marzo de 2021

De transhumanistas y megalomanía

A R. Cantillano


Miklos Lukacs, profesor peruano, ha dicho que el hombre siempre ha sentido la necesidad de superar sus limitaciones naturales, desde el Poema de Gilgamesh, pasando por Fausto de Goethe, hasta Frankestein de Mary Shelley. Pero ¿qué pasa cuando esa necesidad deja de ser una inquietud puramente filosófica y se plantea como un programa universal a futuro? Eso es lo que Lukacs se cuestiona al tratar el tema del transhumanismo, vigente hoy por hoy, más que nunca, y que tiene como representantes a importantes miembros de la Silicon Valley, como Ray Kurzweil y Elon Musk. Mucho antes, durante comienzos del siglo XX, Julian Huxley, hermano de Aldous Huxley, autor de Un mundo feliz, ya había planteado un significado conceptual para el transhumanismo desde la perspectiva científico tecnológica. En 1957, Huxley abogaba por la intervención directa del hombre en el proceso de evolución natural. Esta idea aún se encontraba en estado latente por aquellos años y no fue hasta la década de los noventa, con el advenimiento de la Sociedad de la información, la expansión del mundo digital mediante Internet y los avances en tecnología e ingeniería genética, que el transhumanismo se fue consolidando como una verdadera ideología mucho más estructural, de proyección abiertamente futurista, con miras a un progreso indefinido.

Durante 1998, se realizó una Declaración Transhumanista oficial y se fundó una Asociación Transhumanista Mundial, conocida como Humanity Plus. Entre sus integrantes, se encontraban los filósofos británicos Max More y David Pearce; los filósofos suecos Nick Bostrom y Anders Sandberg; y el mismísimo Ray Kurzweil. Todos ellos parten de la premisa básica de que la Naturaleza es un fenómeno innecesariamente cruel y que la lotería genética nos condena a una vida de elecciones erráticas y de limitaciones biológicas, sin la capacidad de poder explotar nuestro verdadero potencial más allá del límite. No hay para qué aceptar un destino tan categórico, considerando el increíble avance de la humanidad en tan poco tiempo, concluyen ellos (ojo, aquí hay que señalar el logro de unos pocos genios en virtud de ciertas circunstancias históricas, no al conjunto de la humanidad, entidad, por lo demás, ficticia, y sujeta a ideas megalómanas). Entonces, surge la alternativa, la panacea: la tecnología en función de la causa transhumanista, una herramienta que permita emancipar al hombre de la fragilidad y finitud de su vida material.

Los transhumanistas toman la idea de Julian Huxley, para proponer que la evolución biológica del ser humano dé paso a la evolución por diseño inteligente, no de Dios, sino del propio hombre. En el fondo, el mismo planteamiento del Moderno Prometeo en Mary Shelley: jugar a ser el Creador, pero trascendiendo el plano de la ciencia ficción para volverlo una realidad empírica.

Si bien las tecnologías disponibles actualmente no son suficientes aún para asumir este control, eso no les impide a los transhumanistas establecer tres principios básicos de su ideología. El primer principio es el de la Super Longevidad. Para ellos, el envejecimiento es una enfermedad. Por ende, se hace necesario el uso de la medicina regenerativa (con el gerontólogo biomédico Aubrey de Grey como su referente) para revertir este proceso y tener el derecho a decidir cuánto queremos vivir.

El segundo principio es el de la Super Inteligencia. Sostienen que nuestro cerebro darwiniano es primitivo, y nos priva de experiencias cognitivas y sensoriales que mejorarían notablemente nuestra existencia. Así, Ray Kurzweil propone que se debe aprovechar el desarrollo exponencial de las computadoras, incluso fusionarnos con ellas, para explotar al máximo su capacidad de procesamiento (Elon Musk ya ha creado una iniciativa llamada Neuralink, que consiste principalmente en la conexión de nuestro cerebro a ordenadores y, de paso, a la Nube de Internet).

El tercer principio es el del Super Bienestar. Para David Pearce, de nada servirían los dos primeros principios si nuestra calidad de vida es miserable. Por eso, propone el Proyecto Abolicionista, que no es más que la abolición del dolor mediante la manipulación de nuestros genes. Pearce complementa el Proyecto Abolicionista con el concepto de imperativo hedonista, para decirnos que podemos y debemos vivir como Fausto sin la necesidad de vender nuestra alma al diablo.

A simple vista, la oferta del transhumanismo parece ser la luz, pero como toda luz, tiene un costo. Para convertir a los hombres en super humanos, para hacer real el pensamiento de Dante Alighieri sobre el “trasumanar”, es preciso dejar de ser humanos. Esta lectura sobre el transhumano puede ser malinterpretada como una versión futurista del superhombre nietzscheano, porque lo suyo era más bien una concepción filosófica para la superación del individuo en un mundo más allá del nihilismo y no este proyecto de pretensiones altruistas pero comandado por unos pocos genios de la elite, cuyos intereses verdareros sabemos nunca son del todo transparentes.

Las intervenciones propuestas por los transhumanistas transformarían nuestra condición humana de manera radical e irreversible. Por supuesto, ellos no tienen problemas en asumir aquel costo. Es más, apelan a la aplicación de tecnologías convergentes en el mercado global para materializar sus aspiraciones. Por tecnologías convergentes entendemos aquellas que se integran y potencian entre sí para lograr los resultados deseados, tales como la nanotecnología, la biotecnología, las tecnologías cognitivas y las tecnologías de la información.

Entre las más propicias para concretar el proyecto está la biotecnología, que es la tecnología aplicada a la modificación, combinación y creación de organismos vivos. Esta ofrece un potencial terapeáutico enorme, por ejemplo, mediante la técnica de división de genes descubierta por la bioquímica Jennifer Doudna y la microbióloga Emmanuelle Charpentier, técnica que promete revolucionar el tratamiento de las enfermedades genéticas. Sin embargo, la división de genes también abre la posibilidad para aplicaciones no terapéuticas con fines oscuros, como el nacimiento de bebés por “catálogo” y la creación de quimeras, criaturas mitad animal, mitad humanas.

Otra tecnología propicia para el proyecto es la nanotecnología, que consiste en la manipulación de la materia a nivel subatómico para la fabricación de nuevos materiales. Un buen ejemplo de esto es el grafemo, nanomaterial aislado por Andre Geim y Konstantin Novoselov, científicos rusos.

Finalmente, tenemos la IA, que es la tecnología mediante la cual las máquinas, especialmente los sistemas computacionales, simulan las funciones de la inteligencia humana. Los transhumanistas aspiran a que las máquinas puedan aprender y pensar por sí mismas, lo cual deja abierta la posibilidad de la consciencia cibernética.

La idea de Super Inteligencia busca alcanzarse mediante la fusión del hombre con la computadora. Por eso, se especula que algún día las máquinas y los cyborgs superarán la inteligencia del hombre, abriendo la puerta para imaginar la existencia de escenarios cinematográficos tipo Terminator, Blade Runner, Videodromo, Gattaca, Yo Robot, Black Mirror, y prácticamente todo el imaginario distópico de ciencia ficción ya escrito en la literatura por autores como Philip Dick, con su novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, que ilustra un mundo post apocalíptico habitado por animales en extinción, seres humanos colonizando Marte y Androides que planean rebelarse contra ellos; y William Gibson, con su novela de los ochenta, Neuromante, que visualiza un futuro invadido por microprocesadores, en el que la información es la materia prima, futuro peligrosamente muy similar al presente, al punto de la profecía autocumplida.

Ante esto, cabe preguntarse nuevamente sobre los costos de emprender el proyecto transhumanista. Me refiero a los costos morales, éticos, paradójicamente, humanos. Por ejemplo: el hecho de integrar la máquina y la inteligencia artificial a nuestro organismo ¿implicaría también la manipulación o derechamente la pérdida de nuestro ser orgánico, y con ello, nuestra subjetividad, todo aquello que nos hace lo que somos, mediante nuestras propias experiencias? ¿Hasta qué punto seremos libres de optar por esta vía o su elección se volverá política global, al punto de limitar el disenso? A juzgar por el ímpetu megalómano y el poder financiero, es muy probable que ya esté en miras de volverse otra de las tantas cabezas de la gran Hidra globalista que opera prácticamente en todo Occidente.

Muchos pensadores contracorriente se han cuestionado al respecto. Nuestro psicólogo chileno, Sergio Schilling, teme que estas ideas a futuro puedan ser impuestas a nivel mundial, generando una potente fuerza de pensamiento único y pasando a llevar los límites de cada cultura con la excusa de un beneficio mayor en pos de la humanidad, entidad abstracta usada hasta al hartazgo por el populismo de los grandes poderes. Ya lo advirtió el propio Aldous Huxley al señalar que “la ciencia y la técnica al servicio de los intereses del poder, puede conducir a formas sociales de dominación absoluta, a instituciones opresoras a las que nada quedará al margen, de las que nadie escapará”. Francis Fukuyama, por su parte, se ha mostrado abiertamente en contra, llamando al Transhumanismo, “la idea más peligrosa del mundo”, porque, según él, alteraría la naturaleza humana a tal punto que atentaría contra el concepto de la igualdad entre todos los seres humanos, igualdad que supone el fundamento de toda sociedad democrática.

Hay en el proyecto, como dijo Miklos Lukacs, un afán perverso por entender al humano puramente como materia, como “plastilina” moldeable al antojo de genios tecnócratas, un verdadero Golem y no un ser con una dimensión espiritual. Habermas también criticó los preceptos del Transhumanismo, aduciendo que estos eliminarían la posibilidad de la autonomía ética del individuo, siendo sometido a los intereses maquiavélicos de unos pocos “iluminados”, sin una verdadera discusión antropológica sobre los valores transhumanistas, concebidos, en todo momento, como verdaderos y absolutos.

Ese es el problema de todas las ideologías con un relato emancipador, aunque estas posean la máscara de la transformación cósmica: ofrecen la redención definitiva a un supuesto mal irremediable, a cambio de sacrificar el bien mayor, la libertad. En esta, cabe la libertad de conciencia, de decidir perecer (el tan mentado “ser para la muerte” de Heidegger, odiado por Kurzweil) o incluso de decidir vivir por y para la materia, pensándola en su aspecto esotérico, en una realidad no limitada a lo evidente. Se trata de la encrucijada contra el materialismo transhumanista que, con su megalomanía, podría provocar, en un futuro próximo, “mega muerte”.