sábado, 15 de junio de 2024

El caso de la Miau Astral me parece tan fascinante como aterrador. Se le compara con Bebé Reno, aunque son distintos los antecedentes. Hay un acoso psicológico -me consta- que es brutal, que no golpea, que no marca, pero que se incrusta en el alma, que evoca la sombra. Solo puede ser sublimado con cariño, entereza, voluntad y mucha imaginación.

Apuntes al vuelo sobre un Valparaíso necrótico (tanatología porteña)

Una mini crónica roja, sobre Valparaíso y sus recientes asesinatos.

Hace casi un mes, encontraron una cabeza humana en una bolsa, en el sector El Pajonal del Cerro Merced. Aún no se determinan los responsables. Terrorífico sicariato, de seguro. En otras circunstancias, el solo hallazgo de la cabeza habría sido alerta nacional, como lo fue el caso de Hans Pozo. 

Durante junio, por otro lado, se descubrieron dos cuerpos: uno, con muchas heridas de golpes y arma cortopunzante, en el sector de Playa Ancha, próximo a la Plaza Bilbao; otro, con un traumatismo craneoencefálico, arrojado en el edificio abandonado que se encuentra a un costado del Parque Italia. Este último crimen aún se investiga, y es muy probable que también se trate de un asesinato. 

Ya no solo algunos cerros de Valpo, que gozaban de “mala fama” entre los propios porteños, anidan la muerte. También el plan de la ciudad está sufriendo el embate de la sangre y la enajenación.

¿Cómo es posible que se llegue a esos extremos, y a la vista de todos, con tanta displicencia? Hay quienes han contribuido a levantar una imagen demacrada de Valparaíso. Un Valparaíso necrótico, marcado por una tanatología subterránea y clandestina, como si un cadáver hediondo sobrevolara sus rincones y su imaginario, infestando con su descomposición la psiquis de los porteños, de manera impune. 

Sin duda, estos asesinatos, entre otros, le dan el toque preciso de indefensión y de despojo a la ciudad. A tal punto se ha relacionado el deterioro orgánico con la percepción de anomia, que han visto en Valparaíso incluso un escenario distópico al uso, sobre todo, cuando la permea el narco y el hampa nihilista. ¿Mad Max? Simple pelada de cable, simple referencia cinematográfica, sin pies sobre el asfalto del patrimonio vencido.

De acuerdo al discurso de algunos afuerinos, cruzar y habitar Valparaíso, hoy por hoy, equivale a invocar una sombra jungiana, realizar un auténtico viaje fáustico, pese a su historia, pese a su tradición. Hay algo en Valpo, una mala fama, un “ánimo visceral”, una cuestión de “chipe libre”, de “vale todo”, que alimenta esa percepción de profundo miedo y desconfianza. ¿Cómo siquiera exponerse, ante la posibilidad de encontrarse al próximo (o la próxima) psicópata en la esquina? 

“Mejor guardarse, mire que por la noche salen las bestias”, recuerdo que dijo una señora de un negocio cerca de donde vivo. Y lo peor es que esas bestias lucen tan humanas como el porteño de a pie. La deshumanización se ha hecho parte del paisaje, o su reverso. Conviene tomar distancia y conservar un poco de luz para la amanecida. El desafío consiste también en atravesar esa pesadilla insomne llamada realidad y llegar entero al otro lado de la acera, para articular una palabra temeraria.