jueves, 28 de febrero de 2019

Ese kármico momento en que te llama un número desconocido y contestas creyendo que se trata de pega pero acaba siendo de cobranzas.
Después del show de Alís, no faltará el cesante que mande curriculum por correo y ponga "quedo atento a sus comentarios", buscando, por si no le dan la pega, al menos parecer un wn gracioso.
Según una nota aparecida hace un rato, la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México ha detectado que aquellos delincuentes que se presumen reincidentes se cambian el nombre para evitar ser fichados, y ante el Ministerio Público se dicen llamar, en muchas ocasiones, “Brayan” y “Kevin”. Otro tanto sucede por chilito. Para tomar en cuenta.

martes, 26 de febrero de 2019

Wattpad

"¿Dónde poder leer y escribir?" preguntaba mi hermana chica. Pregunta un tanto genérica. Yo pensé inmediatamente en la Severín, pero al rato habló de una aplicación llamada Wattpad. Según lo que contaba, era una plataforma virtual que podía ser usada en ordenador o en aplicación para android, y en la cual se publican toda clase de textos, eso sí, con la restricción de material intelectual protegido por copyright.
Si no hubiese sido por ella jamás me hubiese enterado de la existencia de la aplicación. Podría describirse grosso modo como una mezcla entre Tumblr y predicado.com, antigua página web mexicana donde subía uno que otro relato o poema, solo que este tal Wattpad tendría el propósito exclusivo de difundir material de desconocidos, a la par que obras clásicas.
Me di la paja de buscar la aplicación en Google Play y efectivamente figura como una plataforma social de narrativa. Bajo su nombre se deja leer la leyenda "Donde las historias viven". Primer slogan emocional. Luego bajé para cachar las reseñas de la aplicación. Una positiva y otra negativa. La primera decía básicamente que Wattpad permitía a los escritores novatos "realizar sus sueños". La segunda explicaba que solía ser una buena aplicación para leer, pero se había vuelto una "maldita aberración para ganar dinero con anuncios, monedas, logos, historia de paga".
A raíz de esas dos reseñas, me encuentro en la disyuntiva. ¿Instalar o no Wattpad? ¿Con qué motivo? ¿Leer desde el celu? ¿Buscar otro sitio donde publicar las mismas cosas que publico por acá, para hacerse más conocido o, mejor dicho, conseguir otra buena cantidad de retroalimentación que en el mundo análogo se reduce a un círculo muy cerrado?
Igual el fenómeno de la lectura y la escritura en línea no deja de ser menos. Te pone inmediatamente en la posición dilemática de lo análogo y lo digital, sobre todo para quien se crió todavía al alero del libro físico, pero que hoy por hoy se ve íntimamente ligado a la pantalla como una segunda membrana social, como un reducto vicario de la experiencia.
Le doy otra vuelta al famoso Wattpad pero algo en mí se resiste aún a bajarla ¿Cierta reticencia cínica? Imagino un escenario posible de lecturas a distancia a raíz de su batería publicitaria ¿Síntoma de mi congénita pulsión digital? Sigo leyendo las reseñas y todas se mueven en la ambivalencia. Al menos no sé de ningún escritor más o menos reciente que haya confesado haber instalado la aplicación, y que le haya ayudado a tener un mínimo de reconocimiento efectivo.
Wattpad te promete un acceso a la nube para la lectura y la escritura, te conmina a una comunidad literaria en la nube, pero se sabe que en estas lides ningún artefacto ni artimaña garantiza el oficio y mucho menos el éxito, cuestión que muchos aficionados, engañándose a sí mismos, buscan con el ánimo de soslayar su miseria personal.
Algo bloqueado por la indecisión, salgo al living del depa y me pongo a teclear la máquina de escribir Royal que allí se encuentra al lado del router, puesta como un objeto decorativo, junto a una lámpara gigante. Lo que aún queda de análogo en mí, ese fantasma de lo material, no pudo resistirse a la tentación de jugar con las teclas y escribir ahí un texto improvisado, un garabato catártico, un texto arrojado únicamente a la nube de la imaginación, a la red antisocial de la inutilidad.
Continúo con ese juego y ese ruido estruendoso de los dedos sobre las teclas, lo único tangible por el momento, y aplaco así esa hambre análoga. Acto seguido, vuelvo al notebook y escribo este texto con Wattpad aún conspirando en mente. Producto de esta disyuntiva sin resolver, se está destinado a vivir en un limbo y a alternar indefinidamente entre dos mundos. Lo que yo creo como un oficio genuino no se ha vuelto otra cosa que una neurosis, a medio camino entre el idealismo y la desilusión, amen de los medios y las circunstancias.
La frase que más me quedó dando vuelta de Dino Gordillo: "Todo ha cambiado". Y efectivamente, lo ha hecho. Lo único que ha permanecido imperturbable con el tiempo fue la naturaleza de su rutina. De pronto, Viña se volvió Viva el Lunes. De pronto, creía estar viendo RecTv en lugar de Canal 13. Ese ímpetu nostálgico, esa retromanía humorística selló su presentación.

lunes, 25 de febrero de 2019

Informan que días antes del incendio del Cerro San Cristóbal figuraban unos rayados en el Parque Metropolitano que decían: "Quemar el zoo" y "Liberación animal" con el signo de anarquía en la a de animal. Aquellos rayados dan para pensar que el siniestro ocurrido pudo haber sido intencional, y, como resulta evidente, podría tratarse de alguna clase de individuo o agrupación de corte "anarquista" que tendría por motivo supuesto acabar con el zoológico y precipitar de ese modo el escape de los animales allí cautivos. Leyendo sobre esto me acordé de una anécdota que sacó a colación un compadre amigo de la u, luego de enterarse de un titular de La Estrella. El titular decía "Anarquía en el zoológico" y tenía relación con una pelea entre un puma y un lince en el zoológico de Quilpué. El compadre habría escrito un cuento a partir de esa noticia, titulado de la misma forma, y el cuento trataría de una fuga masiva de animales, aunque finalmente, según recuerdo, la fuga habría sido un montaje animalista financiado por los propios accionistas del zoo. Aún se desconoce a los responsables del incendio cercano al zoológico metropolitano, pero los rayados constituyen una pista, o bien, el indicio de algo todavía mayor, oculto para los medios, que se pretende anti sistema y que insiste en disposiciones erráticas ¿Será acaso otro de esos grupos con siglas rarísimas? ¿De nuevo, Individualistas tendiendo a lo salvaje? ¿Animalistas defensores del fuego? o ¿Pirómanos unidos por el reino animal (aunque este, producto de sus propias tentativas, acabe hecho pira, junto con el reino humano, mal que mal, otro animal)?. Saque usted sus propias conclusiones.
Comentario festivalero de mi madre, parafraseado, digno de TV grama: "Dino Gordillo es humor de los noventa, como Alvaro Salas. Es lógico que no encaje con el espíritu de los tiempos. Es humor de nicho, de chistes a las suegras y a las amantes. No es mejor ni peor. Responde a otro contexto no más. Lo que hoy se estila, en cambio, es "humor situacional". Lo de ahora no es tanto hacer leña del árbol caído, sino que contar un rollo y reírse de sí mismo. Hacer inclusive una parodia de sí mismo, como Avello, hasta el punto de no cachar la diferencia entre el personaje y el humorista".

¿Punk is dead?

He visto cumas de barra brava usando poleras de Maiden (que curiosamente también usan los ñoños) y flaites con gorra de Minor Threat. Si se les pregunta sobre la banda que lucen, la interrogante queda sin efecto y se corre el riesgo de ser acuchillado en el acto. El outfit punk de los reggaetoneros de Viña habla de algo sintomático: los movimientos y su think tank desaparecen, su rebeldía inicial pierde su carácter performativo y lo que queda, sus restos, sus accesorios son digeridos por la máquina para la siguiente generación, imponiendo un estilo que ya se sustrae a su esencia ideológica. El punk no ha muerto, ha sobrevivido en forma de chaqueta para uso y abuso del choro, del winner. Nada muere realmente, todo se recicla, el reggaeton es la moda y la moda sobrevive al alero del espectáculo capitalista.

sábado, 23 de febrero de 2019

Curiosidad del momento: Richard Branson, el dueño de Virgin Records, responsable de haber publicado a los Sex Pistols a fines de los setenta, es el mismo que hoy organiza el Venezuela Aid Live en Cúcuta. Negocios son negocios.

viernes, 22 de febrero de 2019

Confesión del día: Siempre que intento tender un puente hacia los otros, irremisiblemente, por abc motivo, vuelvo a la condición de soledad inicial, cuestión a la que ya me he ido acostumbrando, amen de los fracasos y la dispersión. Aplíquese esto para el amor, para el intento de publicarse, para las relaciones sociales en general y, en particular, para la búsqueda de alguna pega fija, y no al simple hecho de andar picoteando por aquí y por allá, siempre alternando pero nunca permaneciendo.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Polémica Live Aid. El del año 1985 fue en beneficio de los países de África Oriental, y estuvo compuesto en su mayoría por: Led Zeppelin, Eric Clapton, David Gilmour, Judas Priest, The Beach Boys, Bob Dylan, Paul McCartney, David Bowie, U2, Black Sabbath, Queen, Phil Collins, The Cars, Ozzy Osbourne, Inxs, Mick Jagger, Duran duran, B.B King, Tina Turner, entre otros. El del presente año, auspiciado por Richard Branson, fundador del Grupo Virgin, y a desarrollarse en el lado colombiano de la frontera de Venezuela, contará con los siguientes artistas: Maluma, J Balvin, Gusi, Miguel Bose, Paulina Rubio, Luis Fonsi, Lele Pons, Alejandro Sánz, Mau y Ricky, Maná, Cholo Valderrama, Carlos Baute, Carlos Vives, Juan Luis Guerra. Como respuesta a ese Live Aid, Maduro organizará un recital que llevará por nombre “Manos fuera de Venezuela”, en el paso fronterizo con Colombia. Se desconocen los artistas de este recital así como también las facilidades que puedan dar las autoridades venezolanas para el cruce entre uno y otro extremo de la frontera. Más allá de las disputas políticas que marcan y diferencian cada versión del Live Aid, se extraña la presencia de música rock en la versión actual, en comparación con la de los años ochenta, cuestión sintomática de nuestros tiempos cada vez más “progresistas” y menos imperialistas.

Mi paso por DICOM

¿Cuántos de los presentes en línea estarán en DICOM, esa entidad que registra de manera sistemática y en forma de lista negra aquellos deudores morosos que están inhabilitados para diferentes actividades financieras? ¿Quienes, estando en aquel purgatorio económico, se hallan ahí pero no se percataron hasta el momento de querer pedir un crédito, de modo que la noticia sobre su estancia en Dicom les llega en forma de una condena capital? Muy a mi pesar, yo me encuentro entre este vergonzoso grupo. Intuía más o menos que me hallaba inhabilitado para pedir cualquier clase de crédito, al cachar que tenía una deuda pendiente con el Banco estado, una deuda que, a estas alturas, merced a la carga del tiempo y la indolencia, ha ido creciendo bajo unos intereses prácticamente impredecibles, sumándole a esa deuda la imponderable del CAE; pero no fue hasta que intenté pedir un crédito social a la caja de compensación 18 que el sistema mismo me chocó encima como en un proceso inverso de puerta giratoria. 

El asunto se explica, grosso modo, más o menos así: Luego de una serie de trámites y llamadas expectantes, a la espera de solucionar una situación puntual con el empleador que me impedía poder iniciar la operación crediticia en la caja 18, el ejecutivo central de la caja me sugirió que fuese otra vez a la sucursal de Valpo y hablara con alguien del call center para que este se comunicase con él inmediatamente, en el momento que saliera a flote aquella situación invalidante. Una vez que esto ocurría, y el ejecutivo hablaba por teléfono con la secretaria del call center, esta misma me informaba que efectivamente el empleador ya había pagado una deuda que tenía con la caja, pero que el auténtico impedimento pasaba más bien por una cuestión de índole administrativa. La premura de la secretaria por cortar y ceder el paso a otro cliente era inevitable pero, en cierto punto, inaguantable, ante la falta de resolución del asunto. Llamé entonces a mi empleador y este, adelantándose a la jugada, me confirmó que ya había conversado con el ejecutivo de Santiago, indicándole que ahora el problema le competía a él mismo, puesto que se trataba de un desajuste en el cambio de administración. De hecho, en el registro de la caja figuraba el administrador antiguo, y, a causa de no haber actualizado los registros, cualquier clase de solicitud de créditos quedaba bloqueada hasta poder regularizar aquel cambio. 

Salía de la sucursal con una irónica sensación de tranquilidad: por un lado, los impedimentos para sacar crédito quedaban aclarados, y me eximían de la responsabilidad, delegándosela al empleador; y, por otro, permanecía exactamente en la misma posición en la que estaba hasta antes de ir a pedir el crédito, solo que con la conciencia sobre la regularización de mi estado en la caja de compensación. Fui así, con aquella conciencia en mente, una vez más a la sucursal de la caja, a preguntar por anticipado el tema logístico del crédito, en caso de que el problema del empleador se solucionase antes de tiempo y quedara hipotéticamente libre para pedirlo. Me atendió la misma joven de la primera vez, aquella en que me di cuenta de la morosidad del empleador con algunas cuentas pasadas. Me dijo exactamente lo mismo de siempre: que no estaba autorizada a brindar información de ese tipo, por lo menos hasta que el problema fuera regularizado de manera definitiva (y que tampoco estaba autorizada para dar información respecto a cosas que atañen a la relación del empleador con la caja). Claramente ofuscado, con la intención de presionar pero dejándole un espacio a la serenidad, le consulté si podía hablar con su supervisora para que ella pudiese darme alguna respuesta más satisfactoria. Lo hacía para que la supervisora entrara y pudiera llamar directamente al ejecutivo de Santiago con tal de resolver esa simple pregunta anticipada en el acto. Justo antes de que la joven se dignase a llamar a la supervisora, evitando un conflicto mayor, se animó a preguntarme lo más importante, aquello que debía haberme preguntado desde el principio, y que habría significado conocer desde antes la posibilidad de entrar al universo milagroso del crédito o derechamente irme desterrado, con la cola entre las patas, hacia ese sitio cual cliente cargando su morosidad como un pecado: ¿Está usted en Dicom? Los segundos que siguieron a esa interrogante fueron duros. Nunca en la vida había siquiera razonado que un crédito de tipo social pudiese tener como antecedente excluyente el Dicom. Era lógico desde el punto de vista comercial, bajo los parámetros de realidad actuales, pero inconcebible desde mi completa ignorancia en el tema. La respuesta afirmativa se demoró pero se dejó pronunciar con la seguridad de la resignación. Ya no cabía más réplica en ese momento. Solo alcancé a pronunciar una muy corta sacada de madre, dirigida más al aire que a la joven en cuestión. Dirigida a aquello impalpable que no podía explicar y que me mantenía en una condición ignominiosa. Cualquier intento por pedir el crédito, desde ese instante, resultaba igualmente inútil, aun arreglando el tema del cambio de administración, por lo menos hasta que intentara regularizar las cuentas pendientes que me mantenían atado a aquella zona penitente, el Dicom, el purgatorio de la morosidad, el círculo del infierno restante, en clave financiera. 

A dos semanas de enterarme, no necesariamente de estar en Dicom, sino que estarlo me relegaba a una zona sin créditos, aún no sé si el empleador habrá resuelto el tema del cambio de administración (que ya no viene el caso), y tampoco sé, francamente, en qué momento voy a pagar de una vez por todas las deudas que mantienen “sucios” mis papeles. Uno carga sus deudas como culpas. Eso cualquier moroso lo puede saber en su fuero interno. Se vive al día tratando de ocultar esa situación. Se vive derrochando, ahorrando con desenfado, derrochando otro poco, obviando el hecho casi como si fuese una mancha de nacimiento, pero la deuda crece, y sigue creciendo, y uno, para salvaguardar la honra, se resta deliberadamente del mundo comercial, hacia una suerte de zona marginal que te mantiene sobreviviendo, más o menos bien, pero totalmente ajeno al paraíso de los buenos ciudadanos, aquellos que han obrado de acuerdo a los dictámenes del mercado y han pagado cada una de sus deudas, manteniendo a raya su profunda moral, su sentido del endeudamiento. Estar en Dicom supone, para los renegados como uno, firmar un contrato implícito, asumir las condiciones pero pasarse por la tangente las consecuencias, viviendo la vida como destinado a un auto exilio que uno mismo creó al no leer la letra chica de nada. Ya no resta otra explicación al Dicom que un profundo hedonismo sin medida, o que una necesidad a toda prueba, desprovista de cualquier recurso ante la calamidad. 

lunes, 18 de febrero de 2019

Asperger

No deja de ser absurdo pero, por lo mismo, interesante, el hecho de que la psicología con sus denominaciones juegue muchas veces más en favor de la imaginación que de la lógica estricta. El lenguaje posee a quien lo posee, es una especie de cúmulo de arena que, una vez en la mano de tal o cual discurso, le hace creer al que lo posee que es el dios del desierto y que puede hacerlo florecer, aunque, en efecto, este siga más desierto que nunca. Lo digo por conceptos como el del síndrome de Asperger, asociado al nivel de intelecto en desmedro de la capacidad social y comunicativa. Se ha dicho de Einstein, de Steven Spielberg, incluso de Yeats, hasta de Mark Zuckerberg, que tenían el síndrome, como si se tratase de un titulo nobiliario ganado merced a la fama o a la distinción, como si con eso se volvieran una especie de enviados que, a cambio de la "desviación", pueden ganar el derecho a la inmortalidad, en contra de los neurotípicos mortales que, a su alrededor, y al amparo de los psicólogos como sus sacerdotes, simplemente figuran cual entes comunes y corrientes, testigos de semejante milagro de la mente. No sé hasta qué punto el diagnóstico del síndrome pueda resultar tan antojadizo, y servir para que algunos "genios" se adjudiquen a si mismos una especie de poder sobrenatural o de estigma espiritual, una verdadera camada de luminarias, elegidas mediante una maniobra hipster, que toda su vida fueron discriminadas, pero que, gracias a la ciencia y al sopor mediático, obtienen la venganza en vida que han deseado, el pedazo de paraíso que reclaman como criaturas expulsadas, creyéndose unos superhombres nietzscheanos en clave freak.

sábado, 16 de febrero de 2019

Bruno Ganz, el ángel Damiel de El cielo sobre Berlín, para los más cinéfilos; Hitler en la película La caída, para los medios más hollywoodenses; y, a su vez, el protagonista del video "Hitler se entera" extraído de una escena de La caída, para los fanáticos de los virales. El único actor que pudo interpretar magistralmente tanto a un ángel como a Hitler, y, por si fuera poco, a una parodia de este último. De hecho, en algunas partes, lamentan la muerte del ángel de la película de Wim Wenders, y en otras, ya esperan el video "Hitler se entera de la muerte de Bruno Ganz".

miércoles, 13 de febrero de 2019

Atardecer y transmutación (relato onírico)

El sueño de anoche sí que fue cuático: Soñé que iba caminando dentro de algo similar a un instituto, subiendo escaleras para dar con un piso o una sala x. El instituto se hallaba a su vez dentro de una embarcación muy parecida al Logos Hope que arribó hace poco a valpo. A medida que iba subiendo escaleras, perdía la noción del tiempo y del espacio y no sabía si iba en calidad de estudiante a alguna clase para recuperar un ramo, o si iba en calidad de profesor a dictar alguna cátedra atrasada. En ambos casos, la situación emocional era insostenible. Subía y subía y no daba con ese piso o con esa sala, mientras los minutos apremiaban, y sonaba el estruendo general (sonido de buque) que indicaba que las clases estaban por comenzar. En eso me topé con un loco que iba bajando apresurado a no sé dónde. Se trataba de un loco parecido a aquel compañero de la U que gustaba de hacer referencias o frases apócrifas a autores conocidos, en clave parodia. Se confundía entre el gentío pero se lograba distinguir porque iba con un libro en la mano, un libro que comenzó a tomarse mis pensamientos. Fui siguiendo al loco, sin siquiera alcanzar a detenerlo, y ya el nombre de aquel libro aparecía en mi mente sin explicación. El libro se llamaba Transmutación y figuraba en mi cabeza como atribuido a Bolaño. Yo pensé, qué chucha, no podía existir un libro con ese nombre, al menos que se tratase de otro libro inédito que la editorial en nombre del autor ya va sacando por osmosis, de manera fantasmal, publicando mucho más que cuando Bolaño estaba vivo; pero luego, ya habiendo perdido al loquito, volví a retomar la búsqueda de mi inicial paradero, no sin antes reflexionar sobre el libro que tenía yo guardado en la mochila y que no había advertido hasta ese entonces. Me detuve rápido, aún con el tiempo apremiando, para llegar adonde tenía que llegar, y abrí la mochila para sacar de su interior un libro derruido. Tenía la forma de aquellas ediciones Anagrama que intentan aglomerar en un solo tomo ciertos intentos de novela total, barrocos por pretenciosos, bizarros por ambiciosos. Al tomarlo el libro era un mamotreto muy pesado, algo viejo con algunas páginas sueltas y una superficie de portada algo viscosa por la manipulación descuidada. El nombre del libro lo recuerdo perfectamente bien. Se llamaba Atardecer. Pero no aparecía atribuido a nadie. Debido a la urgencia del momento, desistí de hojear el mamotreto y lo guardé para así volver a buscar el lugar al cual tenía que ir. Después de eso, francamente no recuerdo nada más, excepto la imagen viva de aquellos libros y sus nombres, que seguían conspirando en mi mente conforme el sueño se hacía más difuso e indescriptible. 

¿Qué era lo que se transmutaba? ¿Qué era lo que atardecía? Cuando me pregunté esas dos cuestiones me acordé que en realidad el lugar al que debía ir quedaba fuera del Logos Hope, al cual solo se podía acceder por un pasaje que antes pertenecía a una edificación antigua y que era tomado de vez en cuando por algunos drogos que se ponían a pitiar y cambiar el mundo. Al intentar pasar por ahí sin ser advertido por los locos, uno de ellos me detuvo. Se trataba de aquel loco que había seguido en un principio. Estaba acompañado de otros wnes apenas retratables entre la bruma del humo y la densidad del sueño. Sin mediar aviso, le pasó de lo que estaba fumando a otro de por ahí, y sacó de entre su amplia chaqueta un libro. Ese libro era el famoso Transmutación. Hizo el ademán de dármelo, no sin antes pedirme algo a cambio con la mano izquierda. Intuía que este loco quería el libro que tenía en la mochila. Le di entonces el libro Atardecer. El loco lo recibió y se lo pasó al otro que tenía el pito, para así recuperarlo y volver al vicio. Había otro loco a su lado, mirando fijamente, esperando que sucediese algo. ¿Qué era lo que debía pasar? A esas alturas, ya no sabía si debía efectivamente llegar a aquel lugar que buscaba en un comienzo o simplemente debía quedarme ahí a resolver algo pendiente con estos compadres misteriosos. De modo que, para evitar el aturdimiento, intenté rápidamente virar de ahí. Sin embargo, el compadre que miraba fijo me detuvo, y me obligó a quedarme. Todo indicaba que faltaba algo más por hacer. Así, el loco del libro se acercó y señaló rápidamente hacia el que tenía en mi poder: Transmutación. Los otros se arrimaron a un lado esperando que sacara de nuevo el libro. Comencé a abrirlo, y el compadre indicaba con el dedo la página que debía colocar, ante la mirada absorta del resto. Buscaba nerviosamente, a medida que el loco urgía más en la búsqueda de aquella página solicitada. Hasta que di con una página casi al final del mamotreto. Tenía dentro la inscripción de una pirámide con un punto en la parte superior, muy similar a la de Anagrama, (entremezclada con la illuminati). Cuando retiré la vista de la página, el loco y los demás comenzaron a mostrar la figura que tenían inscrita en diferentes partes del cuerpo. Era el mismo símbolo del libro. Al cachar que no podía concebir el sentido de la situación, el loco del libro se me acercó una vez más y me sostuvo la muñeca izquierda, fugazmente, junto a otros que intentaban sostenerlo. Alcancé a forcejear con él, no entendiendo nada y siendo amenazado por lo incomprensible de las acciones, hasta que el loco simplemente me bajó la manga para revelar el símbolo que tenía yo mismo inscrito en la piel de la muñeca: el símbolo de la pirámide del libro. Miraba hacia el símbolo en la muñeca, y luego agotado giré hacia el rostro de todos estos locos. En el momento que di vuelta la cabeza de manera instintiva para evitar su mirada, y volvía para guardar el libro, el loco del principio soltó rápidamente su mano de mi muñeca, dejando al descubierto el símbolo de la pirámide, y acabando con esto el sueño de forma abrupta.

martes, 12 de febrero de 2019

La muerte es lo único verdaderamente inclusivo. No discrimina a nadie.

El gran silencioso

“Con el tiempo, he responsabilizado mucho a mi medio familiar, su visión de las cosas del mundo y de la vida. Hubo una determinación por el tiempo histórico que nos tocó vivir y, por otra parte, una determinación familiar. Madre comunista, dos hermanas comunistas. Se almorzaba materialismo histórico y se cenaba materialismo dialéctico. Eso hoy me da un poco de molestia. No tuvieron la capacidad emotiva de enseñarme otros caminos posibles. Me hubiera gustado que me mostraran otro tipo de cuentos, otras literaturas”. Cuenta Ricardo Palma Salamanca en su última entrevista a The Clinic. Durante su período en el CAS, confesó haber leído a los franceses, a los rusos, a los gringos. Lo que me llamó más la atención fue que mencionó el Viaje al Fin de la Noche de Céline, con quien aprendió que una persona “no puede ser evaluada sólo por su postura política”. También mencionó a Ernst Junger, leyendo su libro Radiaciones; Junger, que fue soldado del ejército alemán. Encontró en este un autor que se permitía ver la vida desde distintas fronteras y convertirse en varias personas, “sin quedar atrapado en una sola”. Además leyó a Mijaíl Bulgákov y a William Faulkner. Finalmente hizo, junto a otros presos del Lautaro, una revista literaria que se llamaba Incesto. Conversábamos sobre esto con un amigo vía inbox. El cambio que llevó al ex guerrillero a declararse un “reformista”, luego de un profundo proceso de madurez y asimilación de sus fantasmas, y luego de una lectura atenta de otros referentes distintos a los de la izquierda tradicional, supuso desmitificar su figura de héroe, de la cual dice estar hastiado, para volcarse al exilio del anonimato y a una aspiración mucho menos colectiva y más personalísima. De hecho, señaló en la entrevista que está en las antípodas de los discursos pomposos y que, hoy por hoy, su principal aspiración es “pasar desapercibido”. Incluso, dijo que su mayor sueño es el olvido. Se trata de la postura del guerrillero veterano que busca dejar atrás la carga histórica de sus acciones para ir hacia una búsqueda individual. Sin proponérselo, Palma Salamanca, el nihilista renovado, está adoptando la figura política ilustrada por Ernst Junger, la figura del “gran silencioso”, de aquel que se retira de la vida pública con tal de oponerse moralmente a todo lo que lo rodeaba y por fin reencontrase consigo mismo y ser su propia autoridad. El que otrora fuera el ícono revolucionario de Chile escogió, como salida, el camino íntimo del silencio.

lunes, 11 de febrero de 2019

Un caballero escucha a toda pala Soul sacrifice mientras se prueba unos zapatos Beba y espera su turno para la caja del banco. Tremenda imagen.
En Bar de chicas, de Tv+, las panelistas analizan personajes históricos que murieron solteros. Da Vinci, Newton, Voltaire, Beethoven, Nietzsche, Van Gogh, Tesla. Según ellas, o eran muy raritos o demasiado inteligentes. De Newton dijo una: no me gusta su mirada. De Voltaire dijo otra: igual me lo como.
Anoche por Cumming, a la altura del Trova, un montón de gente rodeando a um hombre echado en la calle junto a un vehículo, notoriamente ensangrentado. Una mujer alcanzaba a sostenerle la cabeza y otra le cubría y le apretaba la herida procurando evitar la hemorragia. El hombre palidecía conforme transcurría el curso de la noche y crecía la desesperación de los presentes. No sin morbo pero también con ánimo de ayudar, preguntamos si ya habían llamado al Sapu o algo. Efectivamente venían en camino, pero lo raro era que en esos instantes no había mayor asistencia que la que se gestó espontáneamente a modo de auxilio ciudadano. Todo parecía indicar que si no hubiese estado aquella gente, el hombre habría quedado mortalmente herido, a la deriva, por largos minutos, a la espera de la siempre tardía intervención institucional. Le decía al compadre que hablaba con cada transeúnte impávido que por allí bajaba, si acaso alguno de ellos tenía vehículo o podía hacer algo, lo posible, para llevar al hombre a la posta de urgencia, ya que era cuestión de tiempo para que la hemorragia hiciera lo suyo. Su respuesta fue negativa, insistiendo en la llegada del Sapu como última opción ante el escaso apañe del ambiente. "Están más preocupados de chupar", exclamó, en el momento que veía cómo el mambo a su alrededor seguía impunemente, sin contar además con la presencia de los pacos que estaban de punto fijo en la plaza y parecían no advertir la escena de sangre. "¿Ajuste de cuentas o asalto?" era el cuestionamiento inmediato luego de abandonar la escena y dejar al malogrado sujeto ahí a un costado de la acera. No importaba para nada, no cambiaba en nada lo sórdido de la situación, pero era la disyuntiva moral inevitable, la disquisición remota respecto a la responsabilidad, palabra tan aséptica, palabra tan cómplice. Sin mayor información ante la efervescencia, había que seguir caminando con la imagen del ensangrentado en la retina y en la mente. Su destino era incierto ¿volverse otra animita decorando la plaza? ¿protagonizar la próxima portada de La Estrella? ¿salvarse y vivir para contarla? Cualquiera que fuera su suerte, la violencia ya dibujaba el escenario natural de la jornada porteña. Apróntese, visitante, que por estos lados agonizar en la calle está a la orden del día.

sábado, 9 de febrero de 2019

La tercera temporada de True detective comparte una atmósfera, un tratamiento narrativo y un espíritu reflexivo similares a la primera, solo que acá los detectives protagonistas se notan más influidos por sus propias fantasmas interiores. Pizzolatto continúa con la tónica de una trama sobre la que se tiende un crimen sin asidero ni cauce definitivo, para exacerbar la oscuridad de la intriga y la falta de control sobre los hechos, pero acá el caso se va diluyendo en forma de penitencia irresoluta hasta desembocar en una carga y luego en un olvido traumático, sobre todo para el personaje de Hays. Se cumple una lógica refractaria: lo que resulta del todo infranqueable afuera (el posible secuestro de los niños) se manifiesta en el agotamiento vital de Hays (la culpa traducida en diferentes episodios de su vida personal). La tercera no tiene ese toque a lo Lovecraft de la primera, aunque sí una breve alusión a los ritos satánicos. No tiene el nihilismo destemplado de Rust Cohle, pero sí la fragmentación psicológica de la figura del detective. Pizzolatto viene a demostrar una vez más que la lucha del individuo consigo mismo no tiene fin, y va de la mano con la corrupción del hombre y su indeterminación moral. Pese a eso, continúa investigando, atado prácticamente a una obsesión que ronda lo trágico, lo absurdo, lo patológico.

viernes, 8 de febrero de 2019

Se reporta hace poco un nuevo suicidio en Costanera Center. Mujer se habría lanzado al vacío desde un quinto piso. A estas alturas, y con todos los muertos a cuestas, el llamado rascacielos más alto de América Latina se está ganando el título de "La Piedra Feliz" de los centros comerciales.

jueves, 7 de febrero de 2019

Se dice que el abogado presidente de Gasco que echó a tres mujeres de las orillas del Lago Ranco alegando propiedad privada, fue el mismo que en 1988 interpuso un recurso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para impedir que se transmitiera la película "La última tentación de Cristo" en Chile. Su carácter conservador se traduce entonces no solo en la defensa a ultranza de la privatización de lo público, sino que en la promoción dogmática de ciertos valores eclesiásticos, y en el rechazo categórico a todo aquello que atente contra su reducto de poder. De hecho, esto puede verse reflejado claramente en el propio video viral, cuando una de las monjas le dice a Pérez Cruz que ella es cristiana, exigiendo respeto. Este no lo piensa dos veces y le responde que él también lo es, pero "a su manera". No solo desde el punto de vista moral la actitud del sujeto fue desproporcionada, sino que además desde el punto de vista estratégico. Ahora, por culpa del impacto mediático de su desatino, Gasco tendrá que replantearse una vez más su imagen comercial, ante la horda de detractores e indignados con el episodio. (De hecho, aunque suene ridículo, los memes del perro de Lipigas pueden ser un indicio remoto de que esta empresa podría llevarle la delantera a Gasco en términos de ganancia económica). Y, por si fuera poco, el declararse cristiano a su manera ante el ojo crítico de la red, tampoco ayuda mucho a la ya empobrecida confianza del chileno en la Iglesia. La prepotencia del presidente de Gasco no revela otra cosa que la peor cara de la elite financiera: un deseo desmedido por la apropiación y la acumulación, una cultura expresada en un arribismo galopante, una mentalidad eminentemente materialista y pragmática y, por supuesto, su ego en directa proporción con su poder adquisitivo. A la derecha más liberal tampoco le conviene que sujetos como Pérez Cruz se jacten de propiciar y promover sus valores con tal desparpajo.

miércoles, 6 de febrero de 2019

Otra pareja de ancianos en la comuna de El bosque acuerda un pacto suicida, en el cual el hombre le dispara a la señora para luego quitarse la vida él mismo con el arma. El suicidio de ancianos en circunstancias similares se ha venido haciendo costumbre, y ya resulta sintomático de nuestro ethos social. Hace poco menos de un año una pareja de ancianos también hizo un pacto suicida prácticamente igual en la comuna de Conchalí. El móvil de la pareja era muy parecido: cansancio de vivir, situación indignante, solo que aquella no tenía hijos, y realmente se hallaban solos, inclusive a punto de ser derivados a un asilo, cuestión que habría precipitado el desenlace. En el caso de los ancianos de El bosque, ellos habrían decidido matarse de mutuo acuerdo, pero descartando cualquier atisbo de abandono por parte del hijo de la pareja, quien se encargó de justificar la situación de sus padres. La relativa comparación entre los ancianos suicidas de Conchalí y de El bosque me retrotrae a aquel trágico episodio del mega incendio de Valpo del año 2014. En ese contexto, una pareja de ancianos del Cerro La Cruz murió abrazada bajo las llamas del incendio que devoraba su casa, negándose a salir. Murieron literalmente abrasados. Distintas condiciones, motivos idénticos. De aquella vez, podía derivarse una reflexión filosófica de entre las cenizas, luego de conversar con un loco a propósito de Albert Camus ¿era necesario que murieran así e hicieran ese pacto de amor hasta la muerte bajo el fuego? Salvarlos ¿hubiera sido romper con el honor de su intimidad al límite de la vida? Según Camus, no hay más que un problema filosófico verdaderamente serio, y ese es el suicidio. El hecho de que ellos hayan preferido morir solo puede explicarse en un universo que de pronto comienza a desmentir con violencia sus propias ilusiones y expectativas. De ese modo, los ancianos eran extranjeros. Desterrados de su idilio, no hallaron otra cosa que ejercer ese divorcio entre el hombre y su vida, reafirmando con eso el sentido generalizado del absurdo. Este mismo alcance y cuestionamiento puede aplicarse ahora a los viejitos de El bosque. Claro que no había allí un desastre evidente amenazando su integridad física ni moral, únicamente el dilatado martirio de la vejez, que solo pueden sopesar aquellos que han dedicado su vida a mantener en pie un proyecto sentimental de tal magnitud (inimaginable para uno mismo y muchos coetáneos). Una de las nietas de los Aedo, afirmó que “era una historia de amor de esas que ya no se ven". Efectivamente, vemos, en cuanto testigos solitarios, cómo caen matrimonios de más de medio siglo, prácticamente toda una vida, sucumbiendo ante el deterior de la salud y la enfermedad pero en esencia tan inquebrantables, vínculos que hoy por hoy parecieran dignos de algún museo sentimental, en el que gran parte de las relaciones no alcanzan siquiera a echar la chispa adecuada de compromiso por miedo a subyugar aquella tan cara individualidad. Bendecidos por la pólvora o por el fuego, estos amantes veteranos fueron derrotados por la vida pero a cambio se consagraron al imaginario romántico de la eternidad. No hallando lugar digno en la soberanía política que vio nacer su amor, tuvieron que simplemente tomar la drástica decisión de partir, porque con la vejez viene el olvido, y con el olvido la indolencia por omisión o por decreto. Como reza el título de la novela de Cormac McCarthy, "no es país para viejos".

martes, 5 de febrero de 2019

A la micro se subió un cabro con polera y playera junto a otro más chico que repartía flyers. Su acento era el de un venezolano. Parecía el típico rapero que se pone a improvisar weas y a pedir unas cuantas chauchas, pero no, se trataba de un predicador de la palabra de Dios. A puro pulso y garganta comenzó a dar la clásica cháchara bíblica frente a los pasajeros, mientras que el otro cabro pasaba puesto por puesto, con notoria y evidente señal de cansancio. El joven predicador veía a la gente abrir la ventana para que entrara un poco de aire, arrimada a la sombrita de la cortina, a la vez que continuaba porfiadamente su rutina. Cuando ya el discurso del cabro se ponía moralista, ilustrando más o menos los castigos que les esperaban a los mentirosos, a los fornicadores, a los pusilánimes y a los asesinos, profirió una frase enfática para rematar: "el infierno espera (pero en ti está la decisión de salvarte)". En eso, cuando se dirigió hacia el fondo de la micro, un compadre se levantó para bajarse, no sin antes devolverle el folleto al cabro y decirle: "no sé si creerte, pero lo único que sé es que hace más calor que la cresta". El compadre se bajaba rápido antes que la micro siguiera su rumbo en segunda fila, ante la mirada atónita y sudorosa del joven predicador. Este, luego de acabado su discurso, volvió sin más a la puerta delantera de la micro para virarse de ahí definitivamente ¿Habrá sido acaso el calor para este cabro una prueba de fe? ¿Habrá sido, en cambio, el calor para aquel compadre una señal irrefutable del sadismo de la creación? ¿O, en última instancia, un indicio de que no existe otra cosa que el Sol y su tiranía? Tal vez el infierno, el verdadero infierno ya estaba ahí, en ese momento, y tenía por nombre Verano, y todos nosotros éramos sus huéspedes penitentes.
Hombre demandó a sus padres por haberlo tenido sin su consentimiento. 
Fui a la notaria a servir de testigo para que la amiga de una amiga sacara un certificado de soltería. Según consta, el certificado acredita esa condición legalmente con un fin particular (el de la chica en cuestión, parece que tenía que ver con algo un tanto personal). Naturalmente, ambos testigos también eran solteros. Después del trámite, ya se podía decir que la chica era soltera con todas sus letras y con todas las de la ley. Sin más, la soltera legal, con sus dos solteros testigos, como si estuviésemos celebrando una suerte de graduación paradójica o alguna victoria pírrica, fuimos a por unas chelas para brindar por tan sublime estado, amparado ahora por el poder notarial. La chica caminaba serena a nuestro lado, con el certificado de soltería en la mano, casi tanto que lo abrazaba. La soltería será legalizada o no será, parecía pensar ella. Al mismo tiempo, nosotros, los solteros testigos, por cierto, solteros no legales, caminábamos campantes, con toda la sed del verano y con una larga mueca de satisfacción, arrastrando nuestra condición tan naturalmente que no cabía en ella ya asomo ni necesidad de justificación alguna.

lunes, 4 de febrero de 2019

Locura por el pozo del loto de hoy domingo. El más alto en la historia de Chile, dice la periodista de Chv. Pregunta a la gente de la Vega en la fila qué haría con el premio mayor. Gente humilde. Gente que lo necesita pero no sabe muy bien para qué. La mayoría no sabe qué haría con tanta plata. Sus respuestas rondan en lo genérico. Ayudaría a mi familia, viajaría, compraría una casa, no trabajaría. Puros verbos hipotéticos. Si yo estuviese en la fila, tampoco sabría responder bien, razón por la que no voy a comprar el loto, o tal vez, razón por la que simplemente no me atrevo. Al negocio de la esquina entraba un caballero a pedir boleto. Serio como él solo. La señora que atendía le asintió con alegría, en el momento que la tele seguía con la transmisión de la Vega. Una serena expectación se dibujaba en la cara del caballero al buscar algún condenado apoyo donde poder adivinar su suerte. Supongo que lo que mueve a esa gente en la fila tanto como al caballero del negocio es un impulso de necesidad y de ambición revestido de remota esperanza. Me autoengaño, se autoengañan dilucidando qué harían exactamente con la plata. Imaginan escenarios. Idealizan una posibilidad improbable. En pocas ocasiones, maquinan un plan de acción. Esa improvisación, ese desconocimiento es el que mueve a los participantes a dejar su suerte al azar. "El sueño de todos los chilenos" penderá del hilo de la digitación azarosa. El rostro ansioso de todos indica que no saben muy bien lo que quieren pero lo quieren ya. La plata hablará por ellos. La plata hablará por su vida. El azar, cual santo patrono de los sueños, bendecirá o maldecirá su futuro.

sábado, 2 de febrero de 2019

Hace 60 años, el día que murió la música.
Rumor sobre la muerte de Armando Uribe. De inmediato, la noticia falsa se viralizó cual letanía profana. Lo que no saben aquellos que hicieron circular la noticia es que el mismísimo Uribe confesó en alguna ocasión haber nacido muerto. La parca, para el viejo Uribe, más que terror o pánico, le produce disgusto. Un precio que se debe pagar como si fuera el autor de la existencia de ese mal. Sin embargo, lo que cruza casi toda su obra es el sentimiento angustioso de seguir vivo, muy a pesar de todo, muy a pesar suyo: “Los muertos que fuimos ya se aburrieron de estar muertos”.
Llegó la cruzada evangelizadora. Lo que hacía falta para convertir a la masa imberbe porteña: Libros y más libros.