Los comienzos del año 2000 marcaron un hito dramático para la parrilla televisiva, porque fueron transmitidos dos programas que crearon tendencia al enfocarse en el misterio, el terror y lo paranormal. Se trata de La otra cara del espejo y El día menos pensado. El primero no es tan conocido y estuvo a cargo de Herval Abreu, siendo transmitido por Megavisión. El segundo, en cambio, ha sido recordado ampliamente, cortesía de TVN, al estar dirigido por Carlos Pinto, “nuestro Hitchcock criollo”, responsable de la ya mítica “Mea Culpa”, patrimonio nacional del drama delictivo.
“La otra cara del espejo” era, en cierta medida, una especie de “El día menos pensado”, aunque sin rescatar historias reales y solo concentrado en ficcionalizar mitos y leyendas chilenas. El éxito del programa hizo que estuviera vigente durante más de seis años a lo largo de tres temporadas. Su formato consistía en episodios autoconclusivos narrados por sus propios protagonistas.
Pese a lo acotado del presupuesto y a la inexperiencia de ciertos actores al momento de debutar en escena, la serie salió bien librada al aprovechar al máximo sus escasos recursos y sostener su peso en el misterio detrás de cada historia. En resumidas cuentas, el fuerte de la serie no era tanto el apartado técnico ni el virtuosismo de sus interpretaciones como el trasfondo, digamos, su carácter íntimo, su capacidad para envolver al espectador y otorgarle una experiencia subjetiva sobre el mito y leyenda representado.
¿Quién no recuerda, por ejemplo, al hombre Cabeza de Chancho, aunque no tenga la menor idea sobre de qué iba su relato y su origen? Por cierto, su leyenda se repite en Talagante, en Cerro Renca, pero, sobre todo, en Valparaíso. Cada zona tendría su propia versión de la leyenda. Así, en el puerto, se decía que el “Cabeza de Chancho” aparecía en varios rincones de la ciudad, a una hora indeterminada, bajo un aterrador gruñido.
“La otra cara del espejo” buscaba en los miedos locales, explorando los sitios desolados, los relatos del boca a boca, historias de misterios sobre cosas que, alguna vez, pudieron haber ocurrido o alguien dijo que pasaron, pero lo transformaban en una ficción con un sello propio, atrapante y envolvente. Una propia versión sobre esos relatos, que, dada su imprecisión y su carácter neblinoso, tienen un enorme potencial narrativo.
Sin duda, un programón de culto que quedó enterrado para siempre, tras el auge de los reality show y un desfile redundante de irrelevancia. ¿Por qué no apostar por una nueva temporada? Al parecer, no ha corrido con la misma suerte que el otro programa legendario que nos ocupa: “El día menos pensado”. Confieso que, al ver algunos episodios de niño, no fue tanto el terror lo que me atrajo, sino que una temprana fascinación por lo oscuro, lo que no tenía una explicación racional.
Carlos Pinto y TVN buscaron replicar la tónica de Mea Culpa, pero reemplazando los casos criminales por casos paranormales, los cuales, si bien no causaron un revuelo nacional, como sí lo hicieron algunos casos de Mea Culpa, representaban situaciones en las que se podía contar con testigos directos de los fenómenos allí descritos. Al final de cada episodio, de hecho, se les realizaba una breve entrevista para contar los detalles más escabrosos y tratar de armar el puzzle detrás de los sucesos.
Un elemento gravitante era la banda sonora. El tema de la serie resulta inconfundible para quien la haya visto, emulando, de esa manera, el mismo acierto de un clásico del terror como “El exorcista” y un clásico del misterio como los “Expedientes secretos X”. “El día menos pensado” consigue ese mismo efecto en su audiencia más ferviente, al igual que en el caso de “Mea Culpa”. ¿Cómo no sentirse atemorizado con solo escuchar ese “jingle” de noche y a solas, en tu pieza?
Los casos más extraños abarcaban milagrosas salvaciones, brujerías, apariciones fantasmales, posesiones demoniacas y, por supuesto, diversos temas paranormales que rodearon la mágica isla de Chiloé. La serie atrapaba al espectador desde la intro, tal como Mea Culpa.
Quizá la más icónica sea aquella intro en la que se vio a Carlos Pinto caminando dentro de un túnel con una luz al fondo y avistando a diversas personas a su alrededor, clara referencia al umbral entre la vida y la muerte. ¿Eran personas los muertos del más allá, que acompañaban a Carlos Pinto en su viaje paranormal? Le queda al espectador su propia interpretación sobre el misterio subyacente en esa simbólica escena.
La fuerza de la serie, sin duda, radicaba en su poder de evocación. Las personas que acompañaban a Carlos Pinto en el túnel eran personas religiosas, doctores, enfermeras, familias, obreros y profesionales, dando a entender que todos, independiente de nuestro distinto pelaje, podemos vivir algún fenómeno paranormal sin buscarlo, lo que podría ocurrir, precisamente, “el día menos pensado”.
Debido a su tremendo éxito y a la calidad de su visionado, la obra de Carlos Pinto se extendió desde el año 1999 hasta la actualidad, a través de trece temporadas. Incluso, este 2024 sacaron otra que promete ahondar en nuestra propia “dimensión desconocida”, tras años de pandemia y convulsión país. Dicho escenario, en efecto, disparó los niveles de audiencia de la serie.
El encierro, la incertidumbre y el temor a lo desconocido fueron el clima psicológico propicio para la invasión de lo paranormal a través de la pantalla. El poder y la amenaza patológica se encargaban de mantenernos a todos sugestionados, mientras la realidad, con todos sus espíritus y fantasmas, hacía lo suyo.
Al día de hoy, “El día menos pensado”, baluarte de nuestro imaginario paranormal, sigue al aire, conservando su aura misteriosa y terrorífica, alejándose del efectismo barato y dotando a cada episodio de una trama intrigante y de una atmósfera acorde, muy pulcra en su desarrollo y sus actuaciones.
Todo indica que la tendremos para rato. Sin embargo, ¿para cuándo “La otra cara del espejo”? La antigua serie podría resurgir en un contexto de mediocridad televisiva y de proliferación de leyendas, impulsadas, sobre todo, con el mecanismo viral de la red. Pero, lamentablemente, no hay ninguna iniciativa para sacarla del sótano. Por lo pronto, solo nos queda recorrer el mismo túnel oscuro que recorrió alguna vez Carlos Pinto, aunque nos lleve de regreso a un Chile habitado, en su totalidad, por fuerzas enigmáticas.