viernes, 18 de mayo de 2018

Yendo tempranito al colegio a "reflexionar" sin alumnos. Vaya hora de hacerlo. Qué bonito y atípico sería que te pagaran solo por reflexionar, pero todos sabemos que realmente no es así. (la reflexión, la verdadera, no admite granjería).
Avisaron que mañana no habría clases, solo una llamada "jornada de reflexión para profesores", a primera hora. Al saber esto, el gozo de los cabros fue tal, su gesto de satisfacción fue tal, (sobre todo teniendo en cuenta además el lunes 21 de mayo), que hasta ellos mismos se dispusieron a ordenar cada uno de sus puestos de forma un tanto desprolija, e incluso un par de chicas se dio la paja de ir a buscar la escoba y hacerle parte de la pega a la auxiliar del aseo, antes de que encontrase el suelo de la entrada de la sala lleno de un lápiz pasta reventado. -Buena, profe, me cae bien, nos vemos el martes-, decía uno de ellos, el más alborotado, viniendo desde la última fila; el mismo que se encierra casi todas las clases en el librero del fondo de la sala. Venía con un par de papeles que luego achuntó al basurero con una precisión aleatoria. Casi parecía saltar de la emoción en una jugada que emulaba a algún ídolo de la NBA. Para el curso esa ausencia de cuatro días era lo más parecido a la libertad. Bendita juventud que hace del ocio su máxima catársis.