martes, 19 de julio de 2022

Carlos Marx y Satanás, José Ignacio del Castillo

Robert Payne, en su biografía del autor de Das Kapital, había sacado ya a la luz algunos alucinantes textos del joven Marx como Oulanem o El Violinista. La inquietante novedad de la tesis del libro de Wurmbrand fue descubrir que probablemente Marx jamás abandonó sus lazos con el satanismo.

No sólo Wurmbrand es de esa idea. El insigne economista e historiador de las ideas Murray Rothbard (Historia del Pensamiento Económico, vol. II) incluye a Marx dentro de la tradición gnóstica: Marx creía tener poder para descubrir el mensaje escondido que contiene las intenciones del Destino. Algo que en la tradición gnóstica sólo las mentes iluminadas serían capaces de descifrar. Existe un conocido vínculo entre las tradiciones gnósticas y ocultistas. Aleister Crowley, el más famoso nigromante satánico del siglo XX, definía en Magic Theory and Practice el ocultismo como “el arte de causar que el cambio ocurra conforme a la voluntad” o dicho más llanamente el poder de controlar mentes y sucesos ajenos por la intención.

Es difícil saber si Marx alcanzó tal grado de megalomanía o si siquiera estaba familiarizado con esa idea. Lo que sí sabemos es que siendo joven escribió un poema titulado El Violinista en el que parece ya estar al corriente de algunos de los rituales satánicos:

“Mira esta espada: me la vendió el Príncipe de las Tinieblas,
porque él marca el tiempo y traza los signos.
Con furia creciente toco la danza de la muerte...”

Wurmbrand concede especial significado a estos versos. En los rituales de los adeptos más implicados en el culto satánico, el candidato compra una espada hechizada que garantiza éxitos, firmando a cambio y con sangre propia, un contrato por el que se entrega el alma al diablo después de la muerte.

Y en su tragedia Oulanem, que literalmente significa Anticristo (las letras de Manuelo –el Salvador, el Cristo– puestas en orden inverso) Marx habla por voz de su protagonista:

“¡Destruido! ¡Destruido! ¡Mi tiempo ha terminado!
Pronto estrecharé a la eternidad en mis brazos y pronto proferiré gigantescas maldiciones contra la humanidad. ¡Ah! ¡La eternidad! Es nuestro eterno dolor, indescriptible e inconmensurable muerte, vil artificialidad para burlarnos a nosotros (...)

Ahora aparece un hombre, dos piernas y un corazón, con poder para pronunciar maldiciones vivas. ¡Ah, tengo que atarme a una rueda de llamas y bailar gozoso en el círculo de la eternidad! Si existe Algo que devora, saltaré a su interior, aunque destruya el mundo...

Destrozaré con permanentes maldiciones, el Mundo que se interpone entre mí y el Abismo. Rodearé con mis brazos su dura realidad: Al abrazarme, el mundo morirá sin un quejido, y se hundirá en la nada más absoluta. Muerto, sin existencia... ¡eso sería realmente vivir!(...)

Nosotros somos los simios de un Dios indiferente. Y no obstante mantenemos muy cálida a la víbora con absurdo esfuerzo, en el abierto regazo del amor, que trata de alcanzar la Imagen Universal ¡y se ríe de nosotros desde las alturas!”

Marx tenía 18 años cuando escribió estos versos. ¿Fueron sólo un desvarío de juventud? Las pruebas que siguen aportando Wurmbrand y Payne parecen contradecir tal hipótesis. Poco tiempo después escribe:

“He perdido el cielo,
ahora con seguridad.
Mi alma una vez fiel a Dios
ahora va seguramente directa al infierno”

Marx no tardaría en saltar de las palabras a la acción. Introducido al socialismo por su mentor Moisés Gess en 1841, se implica rápidamente en actividades subversivas y terroristas combinando la pluma con las bombas. Pocos campos mejores que este para luchar contra Dios pudo pensar el joven Marx. El propio Gess debió advertirlo al escribir en una carta a un tal B. Auerbasch en 1841: “Marx es probablemente el más grande filósofo de la actualidad. El Dr. Marx es todavía muy joven (24 años); propinará el golpe definitivo a la religión y a la filosofía tradicionales...”

Pero, ¿vendió realmente Marx su alma a Lucifer a cambio del poder para transformar el Mundo y llevarlo hasta el mismísimo abismo? Parece ser que al menos, eso es lo que él creía. Su hija Eleanora Marx (El Moro y el General-Memorias de Marx y Engels) relata que siendo niños, su padre les contaba recurrentemente el cuento de un tal Hans Rekle. Una historia que se prolongaba interminablemente durante meses y parecía no tener final. Hans Rekle era un mago, propietario de una tienda de juguetes, cargado de deudas. Pese a ser un mago andaba constantemente necesitado de dinero. Tanto que se veía obligado a ir vendiendo sus preciosos juguetes, uno por uno, al diablo. Eleanora cuenta que eran historias tan terribles y realistas que a menudo ponían la piel de gallina.

En “El desconocido Karl Marx”, Robert Payne escribe que es prácticamente imposible no ver en Hans Rekle al propio Marx. Basta con sustituir los juguetes del mago Rekle por los niños de Marx para que todo se entienda. Así describía su mujer Jenny la muerte de sus hijos Edgar y Franziska: “Mi pobre pequeño Edgar saltó a mi encuentro con su carita alegra. No disfrutaría mucho de sus caricias. En noviembre (de 1850), el pobre niño sufrió de convulsiones causadas por una inflamación pulmonar.. Mi dolor fue enorme. Era el primer hijo que perdía. No me imaginaba entonces las otras penas que me esperaban y que harían insignificantes todas las penas pasadas” (...) “En pascua de 1852, nuestra pobre Franziska cayó enferma aquejada de una grave bronquitis. Durante tres días la criatura lucho con la muerte. Sufrió mucho. Su pequeño cuerpo descansaba en la habitación trasera; todos nos fuimos a la habitación de delante y cuando anocheció colocamos nuestros colchones en el suelo, con los tres niños a nuestro lado y todos lloramos por el pequeños ángel que yacía sin vida allí al lado. La muerte de nuestra hija ocurrió en nuestra época de mayor pobreza".

Por otra parte Arnold Kunzli en su libro “La psicografía de Marx” explica la culpabilidad del ideólogo de Tréveris en el suicidio de dos de sus hijas y uno de sus cuñados. Eso aparte de que otra de sus hijas, Laura, tras enterrar a sus tres hijos se quitó la vida junto a su marido.

Marx jamás desempeñó trabajo fijo remunerado alguno. Eligió la vida de revolucionario profesional. Se dedicó, primero a la subversión terrorista, y después a la propaganda y el activismo político en favor del comunismo y el ateísmo. Poco le costaría comprender que sus “hijos-juguetes” criados entre la pobreza y el desvarío estaban siendo la moneda de cambio de su compromiso con la destrucción.

En 1841 Moisés Gess había escrito de Marx que él iba a ser quien propinará el golpe definitivo a la filosofía y la religión tradicionales. Algo después, Heinrich Heine, que había coqueteado con el comunismo durante unos meses (tiempo suficiente para conocer bien a Marx y a otros exiliados alemanes en París), describía a los comunistas como “una multitud de dioses ateos y autodesignados” y auguraba: “El futuro huele a cuero, sangre, ateísmo y muchos azotes. Yo aconsejaría a nuestros nietos que nacieran con una gruesa epidermis bajo la espalda”

Si de joven Marx se dedicaba a bramar maldiciones contra el mundo, de adulto lo encontramos metido en faena. En marzo de 1850 redacta junto con Engels un documento titulado “Plan de acción contra la democracia” en el que esboza un programa revolucionario de terrorismo, incitando al asesinato de las cabezas coronadas, la destrucción de monumentos públicos y una alianza entre el proletariado y la pequeña burguesía que más tarde sería eliminada por el proletariado.

Poco después Marx, Engels, von Willich, G.J. Harney y Adam Vidil firman un acuerdo para formar una Sociedad Universal que tome el poder en los Estados alemanes, Gran Bretaña y Francia. Robert Payne aporta en su libro un informe de un confidente policial que asiste a las reuniones del grupo y que viene a confirmarnos las inclinaciones reales del propia Marx: “La sociedad B es la más violenta. En su seno se enseña y discute formalmente el asesinato de príncipes. En una reunión celebrada anteayer y que fue presidida por Wolf y por Marx oí gritar a uno de los oradores ‘La estúpida inglesa tampoco escapará a su destino. Las mercancías de acero inglesas son las mejores, aquí las hachas se afilan especialmente bien y la guillotina espera a las cabezas coronadas’ (...) Se fijó el mes de mayo o junio para dar el golpe principal en París”. Las prácticas terroristas quedan todavía más claras a continuación: “La gran asociación comunista Bund (Liga) se extiende por gran parte de Europa. Marx, Wolf y Engels son los jefes para Prusia. Este Bund dirige en Prusia unas trescientas sociedades de trabajadores en cada una de las cuales no más de una décima parte son miembros del Bund. (...) Otra característica notable es la disposición de que cuando algún miembro de las sociedades ha de comparecer ante un tribunal de justicia se espera de todos los miembros de su sociedad cometan perjurio y declaren su inocencia. De este modo, dice la carta, fue absuelto el individuo que atentó el año pasado en el Rin contra la vida del rey de Prusia y que recibía instrucciones de París y Colonia.”
Sabido es que cuando el movimiento se diluye, Marx se lanza a elaborar una torpe coartada teórica que dé cierto barniz científico a la subversión. No sólo eso. También por entonces redacta la famosa frase. “La religión es el opio del pueblo” que con el correr del tiempo y la repetición incesante de sus propagandistas, acabaría por convertirse en el más grande tabú que jamás ha existido para alejar al hombre de su innata inclinación religiosa. ¿Casualidad? Eso podríamos pensar si al menos Marx hubiese sido consistente en ese punto. Sin embargo, Wurmbrand aporta un testimonio final asombroso. El del Capitán Reese, un discípulo de Marx que al conocer la muerte de su maestro fue a Londres a visitar la casa donde éste había vivido. Al llegar a Londres, la familia Marx ya había abandonado el edificio, así que el capitán sólo fue capaz de hablar con la sirvienta que vivió en el mismo edificio: “Marx estaba aterrado con Dios. Durante su grave enfermedad solía rezar sólo en su habitación frente a unas velas encendidas y con una especie de cinta alrededor de su cabeza”. Wurmbrand considera que aunque tales cintas pueden recordar a las filacterias judías, dado que los judíos no rezan ante las velas y que Marx era un autodeclarado ateo, es más que probable que los amuletos tuviesen algo que ver con ritos ocultistas. Un indicio más de que pudo existir una agenda oculta en la vida de Karl Marx. La incógnita sigue sin despejarse.

Marx: el satanista (última parte), Ramón Fonseca Mora

Marx comenzó con ambiciones artísticas. Sus dramas y poesías son importantes por cuanto revelan el estado de su corazón, pero careciendo de valor literario, no han recibido reconocimiento. La falta de éxito en pintura y arquitectura nos dio a un Hitler. En drama, a un Goebbels. En filosofía, a un Rosemberg. Parece que Marx abandonó la poesía por una carrera de revolución llevada a cabo en nombre de Satanás en contra de una sociedad que no apreció su poesía. Es concebible que este sea uno de los motivos de su rebelión total. Ser menospreciado como judío podría haber sido otro.

Dos años después de que su padre expresara su preocupación, en 1839 el joven Marx escribió: “Diferencia entre la filosofía de la Naturaleza de Demócrito y Epicuro”, en cuyo prefacio se identifica con la declaración de Esquilo: “Odio a todos los dioses”. Esto corrobora que Marx estaba en contra de todos aquellos dioses en la tierra y en el cielo que no reconozcan la autoconciencia humana como deidad suprema.

Marx fue un enemigo declarado de todos los dioses, un hombre que había comprado su espada al príncipe de las tinieblas al precio de su alma. Manifestó como su objetivo el arrastrar a toda la humanidad al abismo y seguirla, riéndose a carcajadas.

¿Había Marx realmente comprado su espada a Satanás? Su hija Eleanor cuenta que Marx contaba muchos cuentos, a ella y a sus hermanas, cuando eran niñas. Su favorito era uno sobre un tal Hans Rockle. Dice ella: “Contar este cuento tomaba meses y meses, porque era un cuento muy largo, que no tenía fin. Hans Rockle era un brujo que tenía una tienda de juguetes y muchas deudas. A pesar de ser brujo siempre estaba en dificultades económicas. Por lo tanto tenía que vender, contra su voluntad, todas sus cosas hermosas, una a una, al Diablo… Algunas de sus aventuras eran tan horripilantes que nos paraban los pelos de punta”. ¿Es normal que un padre le cuente a sus hijitos historias horripilantes sobre la venta de los tesoros más queridos que uno posee al Diablo? Robert Payne, en su libro Marx, también recuenta este incidente detalladamente, según fuera contado por Eleanor; de cómo el infeliz Rockle, mago, vendió los juguetes con renuencia, conservándolos hasta el último momento. Pero como había hecho un pacto con el Diablo, no tenía forma de evitarlo. Este biógrafo de Marx continúa: “Casi no hay dudas de que aquellas historias interminables eran autobiográficas. Él tenía una visión diabólica del mundo, una malevolencia diabólica. A veces parecía estar consciente de estar realizando las obras del Diablo.”

Cuando Marx terminó Oulanem y sus otros poemas primeros, en los cuales escribió respecto a tener un pacto con el Diablo, no pensaba todavía en el socialismo, al que inclusive había combatido. Marx era editor de un periódico alemán, Rheinische Zeitung, el cual anunciaba que “no le concede ni siquiera validez teórica a las ideas comunistas en su forma presente, mucho menos desea su realización práctica, la cual de todos modos considera imposible… A los esfuerzos de las masas para llevar a cabo sus ideas comunistas se les puede responder con un cañón, tan pronto como éstas se vuelvan peligrosas…”.

Después de alcanzar esta etapa de su pensamiento, Marx conoció a Moisés Hess, el hombre que desempeñó el papel más importante en su vida, y quién le hiciera abrazar el ideal socialista. En adelante, Marx no habló mucho en público sobre la metafísica, pero conocemos sus puntos de vista a través de los hombres con quienes se asociaba.

Uno de sus compañeros en la Primera Internacional fue Mikhail Bakunin,anarquista ruso, quién escribió:“… aquí entra Satanás, el eterno rebelde, el primer librepensador y emancipador de los pueblos. El hace que el hombre se avergüence de su ignorancia y obediencia bestiales. Él lo libera, le estampa en su frente el sello de la libertad y humanidad, urgiéndole a desobedecer y a comer el fruto del conocimiento”. Bakunin hace más que alabar a Lucifer. Tiene un programa concreto para la revolución, pero ninguno que pueda liberar a los pobres de la explotación. Escribe: “En esta revolución tendremos que despertar al diablo en las gentes, para provocar las pasiones más bajas”.

Karl Marx fundó la Primera Internacional junto a Bakunin y respaldaba este extraño programa. Bakunin revela que Proudhon, otro importante pensador socialista, y por aquel tiempo amigo de Karl Marx, también “adoraba a Satanás. Hess le había presentado a Marx a su amigo Proudhon, quien, al igual que Marx, también usaba el estilo cabelludo y de barba típico de la secta satanista del Siglo XIX, de Joanna Southcott.

Proudhon, en “filosofía de la miseria”, declaró que Dios es el prototipo de la injusticia: “Alcanzamos conocimiento a pesar de Dios. Alcanzamos la sociedad a pesar de Él. Cada paso de avance es una victoria en la cual vencemos al Divino”. Proudhon exclama: “Ven, Satanás. Calumniado por los pequeños y por los reyes. Dios es estupidez y cobardía; Dios es hipocresía y falsedad; Dios es tiranía y pobreza; Dios es maligno. Cuando la humanidad se inclina ante un altar, la humanidad, esclava de reyes y sacerdotes, será condenada… Juro, Dios, con mi mano extendida hacia los cielos, que tú no eres más que el verdugo de mi razón… Dios es esencialmente anti-civilizado, anti-liberal, anti-humano”. Proudhon declara que Dios es maligno porque el hombre, su creación, es maligno. Tales pensamientos no son originales. Son el contenido usual de los sermones en los servicios de adoración satánica.”

Paremos aquí. Hay mucho más que escribir, pero creo que lo copiado arriba de lo escrito por Richard Wurmbrand en “La otra cara de Marx o Fue Marx un Satanista?” es suficiente para abrir el apetito a algunos lectores interesados en el tema para que investiguen más acerca de quién en verdad era Karl Marx y con quienes se alió para lograr las grandes tragedias en los dos siglos precedentes. Hablamos de decenas de millones de refugiados, deportados y muertos….

Marx, una vez que se lanzó por el camino socialista cerró su interior y no escribió nada más sobre su motivación. Pero los poemas y dramas son ventanas a lo profundo de los seres humanos. Como creo que dije antes, el poeta condensa en pocas palabras la intensidad y profundidad de sus emociones más sinceras y reales. Cuando leí sus poesías y dramas, me asomé al interior de Karl y no me gustó lo que vi. Por eso lo comparto aquí. Para que nos demos cuenta de dónde vienen los socialistas que hoy intentan dominar el mundo a través de sus ideas de un solo gobierno e impuestos mundiales, entre otros. Ellos, sin que lo sepamos —y sin que muchos de ellos colocados en niveles inferiores sepan a quién en verdad sirven—, obedecen a un solo amo que se encuentra sentado en la cúspide de su pirámide.

Se equivocan quienes piensan que no adhiero al feminismo. Por supuesto que adhiero al feminismo, pero al feminismo de Esther Vilar y de Camille Paglia.
"Como dice Rafael Llopis: "Lovecraft expresó las vivencias que había por debajo de sus simpatías políticas y no estas últimas." Al revés, ciertas ideologías no son sino la frágil máscara de pulsiones mal disfrazadas."