lunes, 1 de mayo de 2023

La chica con la que tuvimos algo el año pasado me cuenta por interno que está desesperada: lleva días buscando pega, sin éxito. Me deseó un feliz día. Como buen caballero, la saludé de vuelta, pero dijo, irónica, que no era el día de los cesantes. "¿No me habrán hecho brujería?", se preguntó, no con menos imaginación. Para ella, el hecho de no encontrar nada de trabajo después de tanto tiempo buscando, ya obedece a variables que exceden su voluntad. Cabe decir que solo le falta el examen de grado para titularse en lo que estudió, pero mientras, tanto, quiere algún trabajo, por informal que sea, para pagar lo que le queda de carrera. Le insistí en que fuera paciente, que yo podía ayudarla a modificar el cv, pero que anduviera piano a piano. Curioso que me haya expresado todo esto un primero de mayo, día lunes. Son tiempos difíciles. La verdad es que la pega urge, para todos, ya sea por su ausencia, como en el caso de la chica, o precisamente por su presencia, como es el caso mío. Hay que estar en los zapatos de quien busca, aunque también en los zapatos de quien carece de tiempo y desea mejores oportunidades. Repito: la pega urge, ya sea por ausencia o presencia. Si ella encuentra algo y la contratan, ¿será suficiente? Si yo permanezco o encuentro algo mejor en otra parte ¿estaré realizado? El trabajo te interroga, te "pega", literalmente, y toca mentalizarse para su pérdida y su exceso. Es nada menos que el costo por ser independiente, realización, felicidad aparte.
Descanso de la pega, pero nunca dejo de trabajar en lo mío: la escritura. Por eso, estoy trabajando en un nuevo libro, una recopilación de ensayos críticos y crónicas sobre política chilena. El período que abarca comprenderá desde aquel lejano 18 de octubre del 2019 hasta el presente. El libro se seguirá escribiendo, conforme la realidad política siga avanzando, hasta darle un pronto punto final. Se toma como punto de partida aquella paradigmática fecha, cuyas esquirlas, para bien o para mal, nos persiguen hasta el día de hoy. Los epígrafes de este hipotético libro sobre política en Chile serán los siguientes:
“Post tenebras lux” Lema del primer escudo de armas de Chile.
“En Chile, la noche es eterna”. Ennio Moltedo.

Nuevo proceso constituyente: izquierdas y derechas “excéntricas” en resistencia

Para ser franco, no sé cómo empezar a hablar sobre este nuevo proceso constituyente. Quizá sea porque tampoco se sabe cómo comenzó, cómo fue posible siquiera que comenzara, a no ser que fuera bajo una posibilidad maquiavélica, en un Chile marcado por el paroxismo de su polarización. Todo en este nuevo proceso huele a encierro, huele a final anunciado. Basta con percibir la atmósfera política del presente para confirmar que este nuevo proceso constituyente nació muerto. En efecto, se trataría, en un alcance metáforico, del “cadáver resucitado” del difunto proyecto constitucional rechazado por la ciudadanía. Resulta que todos los políticos de la corriente principal se reunieron y pactaron este nuevo acuerdo, sin consultar en un plebiscito de entrada la continuación de este otro proceso que ya venía con la carga de la derrota.

Puede que lo único bueno de este próximo fraude eleccionario del 7 de mayo, a mi juicio, sea que prácticamente nadie haya salido a paquear al otro por su elección. Bueno, al menos no con la estridencia del año pasado. Tengo varias hipótesis: primero, se trataría del desgaste mismo del proceso expresado en las distintas fuerzas políticas en juego; y segundo; consistiría en el desencanto generalizado a raíz del rechazo del proceso anterior. Bajo estas variables, el proceso, más allá de los futuros resultados, acaba redundando en una intentona por salvaguardar una nave ya extraviada, naufragando en un torrentoso mar de inseguridad pública, crisis inflacionaria y divisionismo político.

Para casi todos los desencantados, ya sea viudos de la primera propuesta o críticos de la misma, resulta evidente que cualquier forma de reanudar el proceso constituyente provocará tirria entre los sectores más escépticos de la política institucional. Por eso mismo, han cobrado voz y entidad otras fuerzas que rechazan de plano la posibilidad de un nuevo acuerdo. Estas fuerzas difieren en sus motivaciones y colores ideológicos, pero coinciden en la práctica: todas ellas manifiestan su repudio al actuar solapado y traicionero de nuestra clase política. Estas fuerzas se diversificaron a lo largo y ancho de toda la “temporada constitucional”, y no han hecho más que intensificar su postura, dadas las circunstancias adversas.

Nicanor Parra ya había advertido, en uno de sus versos irónicos, que “la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas”. Hoy por hoy, parece que este imaginario antipoético se ha hecho realidad política y ha cobrado cuerpo en nuestro ideario de vanguardia. Así, tenemos al PC y a casi todo el espectro político del oficialismo alentando el voto a favor de su facción; y, por otro lado, tenemos a Chile Vamos, a la UDI y a RN decantándose por una Nueva Constitución, hecho reafirmado por el abogado constitucionalista Javier Couso, quien afirmó que “los únicos que no quieren son los Republicanos y el PDG”. Y he aquí el punto: tenemos también otras fuerzas que no necesariamente se desmarcan de la vieja antinomia y el antiguo maniqueísmo, pero que vibran en resonancia ante la repulsa por este segundo proceso. Para estas fuerzas, todo en él conduciría a Chile a un destino fatal, o a un abismo insondable, difícil de revertir. Sin embargo, los relatos sobre esa escatología son distintos, inclusive opuestos.

Desde la izquierda extra parlamentaria, grupos tales como el MIR, ex integrantes del GAP y facciones del disuelto partido UPA han manifestado su predilección por el voto nulo ante la votación por la comisión de expertos. Ellos quieren derrocar la “Constitución de Pinochet” a toda costa, pero entienden que no puede darse la oportunidad de escribir una Nueva Constitución, bajo las reglas de una clase política burguesa. Antes bien, buscan impulsar una verdadera Asamblea Constituyente que incluya a todas sus “bases”, sin mecanismos ni triquiñuelas excluyentes de sus actores reales: los trabajadores, los activistas a sueldo. Dada la inexistencia de un plebiscito de entrada, no les quedará otra que expresar su descontento con una leyenda de imprecación y un llamado eterno a “movilizarse”, como lo han venido haciendo desde que toda esta locura comenzó.

El Premio Nacional de Historia, Gabriel Salazar, una de las figuras intelectuales más representativas de la izquierda, ha sido enfático en señalar no solo la validez sino que el imperativo del voto nulo. Para él, sin duda, «no queda otra opción que anular para eliminar este diabolismo político». El nulo se vuelve, así, la expresión simbólica de un rechazo a la “cocina”. Y, como se sabe, el argumento consiste en cuestionar un proceso impuesto por la élite política y empresarial que engaña al pueblo mediante la obligación de votar en unas elecciones espurias, ajenas a sus intereses de clase.

Desde la otra vereda, se han formado grupos de carácter patriótico y soberanista, con un marcado énfasis en lo nacional. Aquí se encuentran algunos desencantados que formaron parte del PDG o que continúan en la línea de resistencia contra la idea globalista, sin afiliarse a un partido político en concreto. Alexis López Tapia es uno de los rostros que representa este sentir sin partidos constituidos, y ha planteado su opción de votar nulo, bajo el argumento de un proceso ilegítimo que atenta contra la soberanía del país, so pena de instalar unas agendas de corte totalitario, manufacturadas desde el extranjero con propósitos soterrados.

Dentro de esta misma posición, igualmente existen roces. La cuestión es que esta línea de resistencia está lejos de permanecer unida y en cohesión, como sucede también con la resistencia del otro lado. Los roces radican principalmente en la cuestión de votar o no votar. Se discute si acaso restarse del sufragio implicaría ceder terreno al bando político opuesto, o simplemente sería una forma válida de manifestar un desacuerdo con una plataforma de decisión que no reconoce el mandato del soberano, esto es, la ciudadanía votante, la cual ya se manifestó, con suma contundencia, frente al primer intento por cambiar la vigente Constitución.

Hay quienes le cuestionan a López Tapia alentar el voto nulo. Él argumenta que rechazar es ser consecuente, por cuanto la izquierda oficialista, de todas formas, habría amarrado todo con los doce puntos de los “bordes constitucionales”. Según esta lectura de la realidad, todos los partidos políticos, incluso el PDG y Republicanos, serían cómplices de lo que está pasando, y apela a levantar una fuerza política patriota “de verdad”, sin intermediarios que parasiten del erario público y sin operadores vendidos al globalismo. Los principales críticos de estas posturas citan libremente la frase de Dante, sobre el oscuro rincón del infierno reservado a los que conservan su neutralidad en tiempos de crisis moral. Frente a esto, los defensores de las ideas de López Tapia argumentan que no se trata de ser neutrales: se trataría de involucrarse, actuar, aunque fuera de la lógica del “sistema” cocinado de antemano, a riesgo de quemarse, antes de salir del horno de nuestra realidad incendiaria.

Las izquierdas y las derechas permanecen unidas, en esta pasada, bajo el marco del nuevo proceso constitucional. Claro está, las izquierdas y las derechas que forman parte de este verdadero club de elites, compuesto por una serie de expertos autodesignados. Para el escenario de anulación latente y palpitante en el medio del panorama chileno, solo existen, con relativa integridad, estas otras fuerzas ya esbozadas: los anarquistas y los izquierdistas con reminiscencia revolucionaria y el grupo diverso de los libertarios críticos del gobierno, los antiglobalistas sin partido político y los nacionalistas y soberanistas que no se identifican necesariamente con la derecha tradicional, ni tampoco con la nueva derecha.

Dentro de esta “inmensa minoría” será posible comprender una dinámica distinta a la manera de ser de la política chilensis. Es decir, una coyuntura radicalmente nueva, que tenga en cuenta el factor geopolítico en juego, las distintas variables externas que provienen de la globalización y las problemáticas internacionales, sumamente vigentes y sintomáticas de un hipotético escenario de guerra mundial, porque ese, al fin y al cabo, es el mantra de los tiempos, uno en que la disonancia y la confusión de ideas y de principios se vuelve más señera que nunca, y se vuelve el zeitgeist, el espíritu de la época.

Chile, su forma institucional, su relieve político, cobra cada vez más el significado del zeitgeist. La cuestión se aceleró de manera atómica desde el 18/10 en adelante, merced a un “malestar” ya pensado por Carlos Peña y a una creciente “instintividad sin espíritu” reflexionada por Lucy Oporto. Por eso, la sombra portaliana ha vuelto a aparecer en el horizonte de las nuevas visiones. El peso de la noche amenaza con caer sobre la levedad de las tentativas refundacionales. Y debemos entender, de una buena vez, que una se debe a la otra, que ambas surgen de la misma patria, cual reflejos quebrados de su propio rostro. No puede haber derecha sin izquierda, y no se concibe una izquierda sin una derecha. Los vestigios simbólicos del nuevo régimen siguen articulando nuestro imaginario político. Solo su cuestionamiento decisivo, su quiebre interno, su propio peso, su propia noche en el ocaso de la historia, permitirá romper el cascarón de la consciencia ciudadana.