viernes, 7 de abril de 2023

Todos tus besos fueron de Judas (poema)

Todos tus besos fueron de Judas, dulce muerte

Y aún tu existencia implica una crucifixión

Y todas tus palabras dichas en vida

fueron imprecaciones al Padre

Pero nunca terminará tu violencia fundadora

Porque quieres para ti el cielo y el infierno.
La figura de Judas siempre ha representado, para las masas, la figura del traidor. Pero hay quienes sostuvieron, como Borges, que Judas en realidad era el auténtico discípulo que posibilitó el destino de su maestro, sin el cual no habría crucifixión, no habría rito fundante ni cristianismo. No hay que quedarse en el mero dogma. Hay que apropiarse del simbolismo y reencarnarlo. Un ejemplo de esta rica apropiación se da cada año, sagradamente, en la Plaza Waddington de Playa Ancha, desde el año 97, con la clásica "quema del Judas", es decir, la quema del traidor de turno, en torno al cual la comunidad hace catarsis y consagra sus lazos. Recordemos a René Girard, con su libro El chivo expiatorio. Según su visión, el rito del sacrificio sería el mito fundante de las civilizaciones. Si Girard estuviera en Valpo, definitivamente, viviría en la República Independiente.
Hay muchísimas maneras de reflexionar sobre este día. Una de ellas dice relación con la justicia, con quienes han sido crucificados sin juicio justo ni mucho menos sentencia firme. En cierta manera, en cada inocente crucificado por una turba belicosa, hay un poco de Cristo, y también de pasión humana. La cruz que carga el inocente siempre será la cruz que otros le montaron. El silencio de Dios será su prueba absolutoria. No habrá redención en la palabra, pero sí en su elevación.
Escuchado por ahí, en un video de un atochamiento: “Nuestras autoridades son igual que el embrague: primero meten la pata, después hacen los cambios”.
Claudio Narea: “Este es el problema, el narco entró en la cultura social identitaria, donde la droga es la ‘pila’ y la policía el enemigo (...) Los aplaudieron en matinales, en el Festival de Viña, los tocan en cada fiesta y los adolescentes se confunden, un estado de excepción no les hace ni cosquillas”. Muy bien, Narea, te compro tu pensamiento: el narco está presente en el imaginario cultural de los jóvenes y los medios son cómplices directos por avalar y promocionar esta arma simbólica de manipulación.

La ley Naín Retamal: ¿populismo policiaco o restablecimiento del "Orden y Patria"?

Carabineros ha vuelto a la palestra del ojo mediático, a costa de la muerte de algunos de sus funcionarios en servicio. Nótese aquí la metáfora: el ojo mediático que otrora simbolizaba a los “caídos” de aquella confusa asonada de octubre del 2019, ahora vuelca su mirada sobre los carabineros como auténticos mártires de una institución vilipendiada por el sector de la izquierda radical e instrumentalizada también por la coalición de derecha, en su momento, durante el gobierno de Piñera 2. Ante la evidente sensación de anomia que asola el clima del país, con los asesinatos de la sargento Rita Olivares y el Cabo Palma, y anteriormente, con los del cabo segundo Eugenio Naín y el sargento segundo Carlos Retamal, se invocó una nueva ley, la ley Naín Retamal, que básicamente refuerza la llamada “legítima defensa privilegiada” para carabineros en funciones, sobre todo en aquellas relacionadas con el orden, la seguridad y el combate a la delincuencia, muy especialmente, el narcotráfico, cuyo mal se ha vuelto endémico y ha infiltrado tanto la sociedad entera como las propias cúpulas de poder.

Las repercusiones de la Ley Naín Retamal, aprobada por el Senado y respaldada hasta por la coalición de gobierno, han dividido a distintas fuerzas políticas del país. Por un lado, están los izquierdistas moderados que votaron por Boric, aquellas personas que cedieron su confianza a un candidato de carácter mesiánico y apoyado por su juventud, como si eso fuese garantía de virtud suficiente. Muchos de ellos vieron en el candidato al mismo líder estudiantil de antaño y no pueden superar el hecho de que Boric sea más próximo, en la práctica, a un progre socialdemócrata, alguien que está dispuesto a transar las proclamas que se creían sagradas, cuando se encontraba en la vereda de la “resistencia” a un sistema opresor. Ahora, como es parte de ese mismo sistema democrático tildado de burgués por sus correligionarios, sus votantes más fieles no le pueden perdonar que respalde, de manera estratégica, a Carabineros, los mismos que fueron lanzados contra el “enemigo poderoso”, pero que hoy son reivindicados como garantes del orden, como representantes del pueblo, ante el nihilismo del lumpen y el narco.

Por otro lado, están los derechistas del sector republicano que siempre fueron opositores a Boric y todo lo que él representa. Ellos celebran, en su mayoría, la promulgación de la Ley Naín Retamal, porque exigen reforzar las atribuciones de Carabineros frente a una inminente ola de crimen organizado nivel país (compuesto, en muchos casos, por inmigrantes indocumentados). Si bien no todos están conformes con las indicaciones de la ley, señalan que es necesario blindar a los uniformados en contextos de redadas y de flagrancia, y además garantizar su presunción de inocencia en tribunales, frente a casos de tiroteos u operaciones candado. Ahora bien, la ONU se ha pronunciado respecto de esta nueva ley, y ha asegurado que sus disposiciones “no se ajustan al derecho internacional". He aquí el conflicto: la ONU nuevamente está involucrada en asuntos que tienen que ver con decisiones soberanas de cada país. La derecha republicana, entonces, ha tomado la bandera del orden y la seguridad, con un objetivo político, y ha apuntado duramente contra la ONU como entidad transnacional que busca imponer sus propias agendas, sin siquiera considerar el contexto sociopolítico vivido por cada nación en su dinámica interna.

Es en este punto, en el insalvable fuego cruzado entre artillería izquierdista y derechista, que cobra un nuevo enclave el tema entre Carabineros y la crisis de seguridad frente a una anomia generalizada. Este enclave, a mi juicio, tiene que ver con la mirada geopolítica, la mirada de conjunto, mucho más allá, incluso de las viejas vendettas ya conocidas de nuestra vieja política nacional, alusivas al 73 o a otros eventos del pasado. Mirémoslo de esta forma ¿Quiénes son las figuras que están tomando protagonismo en esta especie de nuevo populismo soberano? ¿A qué organismos o entidades les conviene un Chile en la anarquía o un Chile convertido en Estado fallido? Primero, hablemos de las figuras. Es cosa de mencionar al alcalde de La Florida, Rodolfo Carter, con su actuación sobre las “narco casas”, casualmente, cuando todos estaban indignados por la suspensión de clases en varios colegios de Playa ancha por unos ruidosos narco funerales. Fueron estos hechos, ocurridos casi de manera sincrónica en Valparaíso y en muchas zonas de Santiago, junto con la muerte de los carabineros mártires, los que le permitieron a Carter posicionarse como una posible “carta contra la delincuencia” al emplazar la ineficacia e hipocresía del gobierno sobre este asunto. Esto le ha valido la crítica, no solo de la izquierda disidente, sino que de la derecha extra parlamentaria, acusando, de igual forma, aprovechamiento y oportunismo, toda vez que Carter fue partícipe de algunas marchas ciudadanas frente a la Moneda, convocada por sectores opositores que no concuerdan con la llamada “casta política” de lado y lado.

Otra figura polémica que se ha pronunciado es la del diputado Gaspar Rivas. Él mismo se ha hecho llamar el “Sheriff” y ha tomado la postura de un Bukele, es decir, mano dura y cero tolerancia. En una entrevista con la prensa, Rivas declaró que él tomaría medidas similares a las del presidente salvadoreño en su país, para neutralizar a las pandillas, decisión que fue cuestionada por el tema de los Derechos Humanos advertido por la ONU. Fue ahí que Rivas dijo: “los derechos humanos son para los humanos derechos”. Es decir: los delincuentes, a su juicio, tendrían que renunciar a esos derechos, una vez que se hayan reñido con la ley en delitos graves. La propuesta de Rivas, tomando la idea de Bukele, desafía, claro está, el derecho internacional, y es acá donde entra otro punto de discusión: quiénes dirigen el INDH, qué intenciones tienen, qué ONG está operando en Chile, qué entramado de burócratas no elegidos por nadie están ganando réditos a costa de nuestras espaldas y de la seguridad del país, rindiéndole cuentas a asesores, veedores, informantes, cadena de parásitos al servicio de comités extranjeros sin un contacto con el Chile real, el Chile del rigor, el Chile del que busca el orden y abomina del caos, el Chile que se resiste a ser, una vez más, el modelo de laboratorio del globalismo.

Es posible sospechar de la probidad de un Carter y de un Rivas. Podemos dudar de sus verdaderas intenciones. Prácticamente, ninguno de nuestros políticos goza de buena salud en este sentido. Se puede sospechar, incluso, de la propia institución histórica de Carabineros y la corrupción de sus altos mandos en casos como el Pacogate. Sin embargo, no podemos negar la relevancia de unas fuerzas públicas empoderadas frente al avance de la disolución social precipitada desde hace ya más de tres años, con causales y motivaciones aún no del todo definidas, tanto para conspiradores como para escépticos. Lo que sí es evidente es que un Estado de acracia, sin la suficiente institucionalidad, se fagocita a sí mismo, y es presa fácil de una eventual invasión territorial o de un hipotético avance sobre la soberanía de la nación, en términos de un supra mandato que atraviesa pueblos y países. Es este el quid del asunto, en un mundo enfrentado contra el orden unipolar. 

Chile tiene que volver a pararse firme, en la defensa de sus límites fronterizos y en la restauración de cierto orden público mínimo para el desenvolvimiento de la sociedad, y es en este caso que la nueva ley es imperfecta, pero constituye una señal propositiva, lo que no implica convertir al Estado en un agente policiaco estilo chino o 1984, como ya ha ocurrido, por cierto, durante el encierro cavernícola con motivos sanitarios. No: se trata de algo tan elemental como el “Orden y la Patria”, del equilibrio anhelado para proceder en consecuencia y de la autonomía de la nación que nos arraiga, del suelo que pisamos, defendido con el tesón de los héroes y con la misma estrella de los crucificados, “la ley espejo de nuestro honor”.