viernes, 28 de junio de 2024

A treinta años de Black Hole Sun (1994) de Soundgarden: Un Sol negro místico para el espíritu del rock

Cuando murió Chris Cornell, en el instituto donde trabajaba estaba sonando Black Hole Sun. La secretaria había puesto la radio sin darse por enterada. No podía creerlo, ni tampoco podía concebirlo. La caída de Cornell fue la caída de un ídolo de la adolescencia. Si se me permite la metáfora, se abrió un agujero negro en el Sol de la música, la música que marcó nuestro estilo y nuestro imaginario.

Dicho agujero nos llevó irremediablemente hacia su vórtice, hacia un jardín de sonido, absorbiendo nuestro pasado, aquellas tardes después de la escuela en que todo se resumía en escuchar el disco Superunknown de 1994 con el clásico equipo de música y tratar de bajar los primeros discos en Ares o Soulseek, de tal forma que nuestras noches, solos en casa, sonasen más fuertes que el propio sentimiento incipiente del amor. Reitero: con aquella caída se abrió un agujero negro en el Sol de la música.

A más de siete años de la partida de Cornell, y a más de tres décadas de Black Hole Sun, es preciso ahondar en una canción tan hermética como arrolladora, tan emocionante como espeluznante. El origen de la canción fue algo así como una movida del ingenio. Cornell manejaba camino a casa luego de una sesión de estudio en Seattle. Durante el trayecto, escuchó a un presentador de noticias decir las siguientes palabras: “Hole, black, sun”, en medio de un mensaje aleatorio.

La verdad es que apenas entendió lo que quiso decir, pero dichas palabras quedaron marcadas a fuego en su mente, y juntas le parecieron una genial idea para un título de canción. Fue esa la intuición gracias a la cual nació el agujero negro en el Sol. A partir de esas tres ideas fuerza, Cornell articuló en su mente creativa el sentido necesario para la lírica.

Lo que más le resonó a Cornell en el momento de su poética revelación, fue el contraste, el claroscuro que evocaba el concepto. Dicho por él mismo, a él le interesaba la combinación entre un “agujero negro infinitamente más grande que un sol, un vacío, un círculo gigante de nada” y un sol “dador de vida”.

Había algo en esa yuxtaposición azarosa, en ese complemento de opuestos, en esa paradoja perfecta, en ese aparente oxímoron, que lo retrotraía a un binomio y una dualidad fundamental. Cornell encontró en esa oposición y conciliación de fuerzas, brillantes y oscuras, un sentido de “mal humor” y, al mismo tiempo, de esperanza.

El agujero negro del Sol ya estaba creado, ya era una realidad poética y una entidad musical viviente, a punto de instalarse en el firmamento de la escena rockera de los noventa. Solo faltaba llevar la oscuridad de ese Sol, su radiante oscuridad, un poco más allá. Se debía desplegar la poesía evocada por ese agujero negro y por ese Sol, por esas sombras y sus rayos cegadores.

Fue así que Cornell pensó en una visión apocalíptica: un “sol de agujero negro” que fuera evocado e invocado y apareciera para “lavar la lluvia” y llevárselo todo consigo, en una proyección milenarista que bien puede recordar a los profetas de las Santas Escrituras o a los agoreros más profanos de mundo del espectáculo.

La poesía de Black Hole Sun, fiel al concepto claroscuro que evoca, debía fluir en una marea de grises, para completar su significación. En ese contrapunto, entonces, hay pasajes que se mueven entre la desesperanza (“bajo lo negro, el cielo parece muerto”) y la fe unida a la voluntad de vida (“rezo para mantener mi juventud”).

Otra potente figura de la canción es la serpiente. “Yace la serpiente/y el Sol en mi desgracia”, rezan las primeras líneas. No sabemos cómo Cornell legó a ella, pero lo que sí sabemos es que la serpiente es un símbolo antiquísimo, no solo bíblico. Para Jung, simbolizaba el inconsciente creativo. Representa el fuego de la pasión y la vida. En la tradición hindú, la serpiente era el equilibrio de fuerzas opuestas, el ciclo de la vida y de la muerte, la destrucción y la renovación, representada en el ouróboro, la serpiente que se muerde la cola.

Unas cuantas líneas después del primer coro y previo al solo, la canción señala que “los tiempos se fueron para las personas honestas/ y algunas veces duran demasiado para las serpientes”. He aquí un sentido que nos lleva a identificar a la serpiente con lo malo, con lo caótico, de acuerdo al folclore popular. Serpiente como sinónimo de “pillería”, en contraposición a la honestidad escasa, denunciada así por el hablante lírico.

El propio Chris Cornell se refirió a esto en una entrevista dada a la Revista Rolling Stone en 1994: “Es realmente difícil para una persona crear su propia vida y su propia libertad. Se volverá cada vez más difícil, y habrá más personas desilusionadas que se volverán deshonestas, enojadas y estarán dispuestas a joder al siguiente sujeto para obtener lo que quieren”.

El cantautor hizo suya la voz de la generación X, al igual que sus contemporáneos rockeros de Seattle. El zeitgeist de esa época era el desencanto. Había pululando un espíritu rebelde de rabia, angustia e inconformismo, reflejado en la poética salvaje y desenfadada de sus ídolos, demasiado imbuidos en su incógnita ardiente como para sumarse a las luces pomposas del estrellato.

El “agujero negro del Sol” salió a la luz justo un mes después de la muerte de Kurt Cobain. Fue un año terrible para la música y, en particular, para el grunge o, debería decir, la “escena de Seattle”. Los críticos de la época coincidieron en que el disco Superunknown y, sobre todo, Black Hole Sun, habían devuelto “un destello de luz” perdido, una luz de esperanza, aunque recordemos que el sentido profundo de la canción habla de lo luminoso y también de lo sombrío, lo trágico de la existencia. 

La canción, añadió, en su momento, el guitarrista Kim Thayil “no era una canción segura, pero tampoco era un vidrio incrustado en el ojo de alguien, era esa cucharada de azúcar que te tomas después de una medicina que no sabe bien para poder digerirla. Luego, pasó a ser el ‘Dream On’ de nuestro setlist”.

En efecto, abrió por mérito propio un agujero negro en la alicaída escena grunge, para absorber toda su decadencia y sublimarla en la forma de una oscuridad imponente. El agujero los interpelaba a todos por igual, críticos y melómanos, y amenazaba con llevárselos, para despejar el escenario sónico de la época. Era el fin de una década, también el fin de un siglo, el fin de una historia. 

Si ahondamos aún más en una significación mística, podría decirse que el himno de los rockeros le cantaba también al Kali Yuga, la época que nos corresponde según la cosmología hindú, y cuyas características coinciden peligrosamente con nuestro tiempo, reflejado en numerosas convulsiones sociopolíticas a lo largo del mundo, el advenimiento de nuevas guerras y catástrofes, y finalmente, la crisis generalizada de los valores tradicionales de Occidente. 

Lo más impresionante de todo es que El agujero negro del Sol va más allá incluso de su propio contexto y de su propios parámetros estéticos y musicales. Fue un signo revelado al poeta, al creador, nuestro querido Chris Cornell. Desde el más profundo conocimiento esotérico, el Sol Negro abriga un sentido “saturniano”. Representa al Dios Saturno, dios del ciclo de la vida y del paso implacable del tiempo. En el Sol Negro está contenido el ocaso y el alba, el anochecer y el amanecer.

Bajo esta concepción, el terreno de lo negro envuelve la propia psiquis humana y la materia prima del universo: el inconsciente, el inframundo, la materia oscura. En ese caos, los místicos, los buscadores de lo sagrado y los alquimistas identificaban “la noche del alma”, y también “el reino del interior”, lleno de diamantes ocultos. Aquello es el caos que precede a la creación, el caos primordial que contiene la energía para dar forma a todo lo manifestado.

El místico cristiano Dionisio Aeropagita hablaba del sol negro como de aquella oscuridad que yace detrás de toda luz. Decía que "la Oscuridad Divina es la luz inaccesible en la que se dice que Dios mora”. Todos quienes entren en ella sin vacilar serían dignos de conocerlo. Señala que “la energía oscura está dentro de todas las cosas”, algo muy similar a lo que afirman ciertos científicos modernos respecto a la materia oscura, cuya conformación abarcaría prácticamente la totalidad del universo conocido.

Cierta perspectiva materialista viviría en la negación de esa Negrura primigenia que estuvo antes del mundo. Hay ahí, en ese simbolismo, un nexo perdido entre ciencia y espiritualidad. Para el alquimista, la materia prima es la materia negra, que contiene el misterio más profundo de todos, el de la pura potencia de la creación. Así como en la psicología junguiana es vital la integración de la sombra, también en la alquimia sagrada es vital la integración de lo negro y de lo oscuro en su dimensión oculta.

Es ese el secreto último. Solo con la oscuridad absoluta, con la materia en su completa opacidad, con el plomo de verdad, en la noche del alma, se puede crear una obra digna de trascendencia. El agujero negro está en nosotros. El Sol negro y su luz oscura está en nuestro interior, pura potencia creadora.

Mira en tu interior, rockero melómano, y sentirás cómo el agujero negro de tu sol interno te arrastra y te desafía a arrojarte a sus profundidades. Escucha una y otra vez aquel himno impetuoso de los noventa, en ese viejo y analógico equipo musical, o en esa lista digital de Spotify, y oirás el llamado, el mismo llamado que escuchó Cornell a bordo de su auto en aquella carretera.

Arrójate y explora ese abismo radiante. Sacrifícalo todo en un baño de vacío infinito, y arrástrate “Cuelga tu cabeza/ahoga tu miedo/hasta que todo desaparezca”.



"Los que siguen el pensamiento moderno que todo lo "desmitifica" deberían sopesar las palabras de PIER PAOLO PASOLINI: Desacralizar, desmitificar es odiar." Mario César Ingénito

Sueño con un mundo, mito (poema)

Sueño con un mundo sin divisiones,

sin ideologías que fraccionen el espíritu,

Balcanización de nuestros mejores años,

O aquellos años que creíamos eternos,

Aquella época, aquel tiempo mítico

Como el de los paseos de curso

Cuando íbamos a la escuela,

Y lo vital era no perderse a la salida ni copiarle al compañero en el examen

O como el de aquellas tertulias trasnochadas

En que lo único que importaba

era recitar el próximo poema sin tartamudear perder el tono y el ritmo.

Locus amoenus en la memoria

Ubi sunt en el corazón

En medio del adynata, vuelvo sobre aquellos versos recitados a la mala

Como vuelvo sobre el torpedo que hice

Para no reprobar el ramo

Y el ramo era el tiempo y su peso nocturno

Y el ramo era el vórtice de un secreto inacabado y furibundo.

Sueño con un mundo sin divisiones

Como el de aquellos escolares

Que nunca llegaron a intuir el fin

Y tenían impresa el alba en sus rostros,

La sonrisa del destino

La sonrisa de esos poetas

Que eran como compañeros de escuela que no se veían hace años

E improvisaban una junta, una legendaria junta

En medio de la nada, a cualquier hora

Después del anochecer, en medio del ocaso,

Y prendían una vela, para inmortalizar el recuerdo

Que nunca llegaron a deletrear

Callando ante los otros

como ante la sombra.

Sueño con un mundo sin divisiones,

Restauración de nuestros mejores años,

O aquellos años que creíamos eternos,

Aquella época, aquel tiempo mítico

Suponiendo que el mito

Tuvo alguna vez un lugar

Y que las palabras dichas

Resonaron infinitamente

Con ilusión y con vergüenza.