viernes, 20 de noviembre de 2020

“En nuestro jardín se asomaba una roca. Era mi piedra. A menudo cuando yo estaba solo, iba a sentarme sobre esa piedra y comenzaba, entonces, un juego fantástico, más o menos de este tipo: ¿Soy yo el que está sentado sobre la piedra? O ¿yo soy la piedra, sobre la cual él se sienta? No alimentaba dudas con respecto a que la piedra tuviese alguna relación conmigo y podía estar horas fascinado por su enigma.”. Así dice exactamente la cita de un homenaje a Carl Jung (de Werner Weick) citada por mi padre el día que fue a verme a la casa. Salió a colación a propósito de una conversación en torno a la posibilidad de repensar las cosas una y otra vez, en particular, los hechos de tu vida. La alusión a Jung vio la luz, sensiblemente, cuando tocábamos el tema de la muerte de mi primo, seguida de un comentario con respecto a los roces familiares. ¿Será posible pensarse, en momentos críticos de la vida, como aquel que se sienta sobre la piedra o, en su lugar, como la piedra que siente el sentarse sobre ella? Esa posibilidad de conciencia sobre la proyección creo que nos permite poner paños fríos a la experiencia vital, a ratos demasiado apasionada, febril, y visualizarla con altura de miras, desafiando un tanto la tiranía del ego. Le hice el alcance a mi viejo sobre la vez que se separó de mi madre. Él dijo que, en sus momentos más oscuros, se vio en el peor de los escenarios, pero luego se preguntó lo siguiente: ¿realmente quiero eso para mi vida, y para la de mi hijo? Y se propuso dejar a un lado las viles y traicioneras pasiones, tragarse el orgullo y visualizarse en otro futuro posible, con más templanza, decisión gracias a la cual él puede estar hablando conmigo estos temas, de hombre a hombre. (Jung decía: hay que volver consciente nuestra oscuridad). ¿Cuál era la línea de tiempo deseable? ¿Cuál era el curso de la historia menos adverso e ignominioso para uno mismo y para los que te rodean? Aquel que nos pudiera permitir esa despersonalización, para, en algún momento, ser esa piedra impenetrable y apacible sobre la cual se sienta el devenir de las cosas. La conciencia, la conciencia sobre nuestra propia oscuridad tenía que permitirnos otra oportunidad para recomenzar o retomar un hilo perdido, quebrado en la madeja del tiempo. Recobrar un equilibrio. Mi viejo acabó concluyendo, en un mensaje enviado después por whatsapp, “nuestra psique es un magma. Es toda una vida y más”.