martes, 17 de marzo de 2015

Insomnia, el otro Cine



Como insomne he empezado desde el año 2008, en aquellas sesiones cinéfilas de verano donde daban Puerto Bizarro, una maratón nocturna de películas de culto y cine b.... El sitio era en el Cine Condell conocido por ese entonces como antro de pornografía por la opinión local. Muchas veces incluso fui puesto en entredicho debido al desconocimiento sobre este nuevo proyecto de cine alternativo. Luego, tras dificultades con el local, Insomnia sigue la regla de los recintos históricos y se dirige al Mauri el año 2010. Durante ese período asistí de manera casi regular, obseso con la oportunidad de disfrutar de un panorama completamente distinto al ofrecido para la juventud bohemia del puerto. A partir del 2011 se establecen definitivamente en el Teatro Condell, también injustamente calificado por su mala fama. Se abría una nueva grieta en la sombra de lo que hasta ese momento era la vida cinéfila de la ciudad. Desde entonces, Insomnia ha catapultado el visionado porteño, dinamitando el concepto cotidiano de asistir al cine palomitero de las grandes empresas Hoyts-Cinemark a modo de panorama de esparcimiento o vulgar consumo comercial... Insomnia ha reinstaurado nuevamente el imaginario de asistir al cine a modo de rito clandestino, de encuentro catártico en el visionado colectivo de cine clásico y cintas extrañas, alternativas, cine de autor, estrenos reveladores y propuestas nacionales.

Desperdiciar la oportunidad de asistir a un cine con una proyección arriesgada y transgresora del stablishment cultural de nuestro gobierno de turno significa echar por la borda el esfuerzo del grupo creativo intelectual responsable de esta entidad cinéfila sui generis, y además barrer con el acto cívico de miles y miles de insomnes que con lealtad y también con obsesión siguen cada visionado de las funciones.... Porque ver cine es también un acto ciudadano, es un acto político, es un hecho colectivo a la manera del teatro griego.... es la revelación de un grupo de aficionados al séptimo arte que se desata a oscuras, en la luz tenue del celuloide que proyecta la posibilidad de la imagen y la política secreta de la imaginación, y también el compromiso de la mirada y de los proyectos audiovisuales que en su tentativa contracultural invocan nuevamente el arte de generar ficción y realidad en un espacio tan idóneo y simbólico como lo es el Teatro Condell, con el misticismo de un Valparaíso profundamente elegante, es decir, uno que apostaba por el estilo, en este caso, el estilo renovado desde una propuesta y un imaginario subversivo, algo subterráneo, pero en el fondo sintonizando con el espíritu artístico del Valparaíso clásico.

La empresa de Insomnia es una hazaña de románticos que saben situarse en la contingencia y desentierran una forma de hacer las cosas que se creía perdida: la manera del arte puro, que no se regodea simplemente en un ejercicio onanista de contemplación como ciertos clanes pseudo intelectuales, ni en la pura vocación de servicio solapada de ciertos grupúsculos interesados (de ser así continuaría con la vieja tónica del cine porno que parece refleja la mediocridad del imaginario de nuestros "representantes"). Es el arte puro de hacer las cosas simplemente por una obsesión auténtica, por una especie de llamado del destino o de la conciencia (que vienen a ser lo mismo a los ojos de los espectadores) que intenta sacar al cine de su estado de letargo y de mecanización y trivialización endémica y sintómatica de nuestra sociedad cada vez más espectacular y menos reflexiva.

Ser insomne, sacrificar el sueño, la rutina, la agobiante vida real, en pos del rito del cine, es un acto ciudadano moderno, auténtico, a su manera heroico, convoca gente, socializa al espectador con el grupo y sus realizadores, entabla una democracia del ojo, un profundo exorcismo de las miradas hasta entonces desconocidas, pero también una apuesta por aquello que hoy en día marca la diferencia: levantar un proyecto contemporáneo con el fin honesto del arte y de la cultura en sí mismas, emergentes, dignas, más allá del favoritismo y el arribismo social impulsado por los intereses mezquinos de siempre.

Como buen ciudadano iré a votar estos días, pero con el propósito de que el cine continúe invadiendo nuestro interior, capitalizando las miradas, trayendo lo que nadie quiere ver nuevamente a la retina, haciendo que el cine una vez más nos devuelva la mirada, a veces profética, realista, emotiva, violenta, muchas veces opaca, pero agradecida.