jueves, 23 de febrero de 2023

Cavilaciones sobre el Monstruo

Tras el despertar del "Monstruo" hace un par de noches, estuve analizando bien su figura, su naturaleza, después de ver un listado de artistas caídos, “devorados” y cavilé sobre aquello que lo caracteriza: su apetito, y aquello que lo provoca. Solo puedo decir: nunca se trata de algo homogéneo, porque su voracidad está circunscrita a la situación del espectáculo, en relación con la coyuntura de la sociedad en determinado momento; y su presa, proveniente del mundo de la música o el humorismo, solo tiene constancia de su aparición en la medida que el Monstruo comienza a mostrar las fauces, inevitablemente, cuando ya es demasiado tarde. El Monstruo aparece siempre allí donde acaba la corrección política de los animadores y comienza el grito de la galera. Si los artistas de Viña menos aventajados pudieran anticiparse a su hambre, podrían salir ilesos, pero ¿cómo saberlo? hay algo en aquella criatura colectiva, intangible que, cual perro en jauría, lo mueve, más allá de la formalidad del show: es el sentir espontáneo de la audiencia que impone su propio código feroz, allí donde huele flaqueza, debilidad o mal gusto, y esa imposición se siente, en ocasiones, arbitraria, injusta, pero, las más de las veces, merecida, oportuna. O el Monstruo es una resonancia del instinto colectivo del momento o bien una representación metafórica del clamor popular. Solo quienes somos cómplices por ver con morbo su engullida, podemos descifrar su devastador simbolismo, al alero de los relatos y las narrativas que lo circundan.

Enrique Vila-Matas: “Mi discrepancia frente al presente es grande. Si me preguntan, digo que estoy en contra de todo”

-¿Qué opina de la autoficción? ¿Montevideo puede ser leída en clave autobiográfica?

-Últimamente, en mi país se empeñan en adosarme palabras espurias como autoficción. Y bueno, está claro que en todos los relatos, en todos, absolutamente todos los relatos de todos los tiempos, hay un ineludible fondo personal. Lo recuerdo a veces, en cuanto me llega la pregunta cliché por excelencia. Me dicen: “Y dígame usted, ¿cuánto de autobiográfico hay en su autoficción?”. Y mi respuesta es: “Nada de autoficción, por dios, qué manía. Solo hay ficción a secas, sin más, como en la Biblia, detrás de la cual también estaba alguien creando algo, en primer lugar, para sí mismo”. El otro día, en la televisión, donde uno no puede con las palabras dar muchos rodeos, me preguntaron qué tenía contra la autoficción. Dije: “Nada. Solo que la palabra ficción es más breve que la palabra autoficción y porque hasta la no ficción es para mí ficción”. Me faltó añadir que, como ya explica el narrador de Montevideo, cualquier versión narrativa de una historia real es siempre una forma de ficción, ya que, desde el instante en que se ordena el mundo con palabras, se modifica la naturaleza del mundo.

-¿Tiene una opinión sobre los debates actuales en el ámbito literario: las “cancelaciones”, los reclamos de paridad de género, las tomas de posición ideológica?

-Mi discrepancia frente al presente es grande. Y si me preguntan, digo que estoy en contra de todo. “Para ser realmente contemporáneos hay que ser intempestivos, ligeramente inactuales”, gritaba Nietzsche desde su ventanal de Turín. Así que trato de seguir construyendo mi obra, inasequible al desaliento y a la actualidad. Me adhiero a mi tiempo, porque es inevitable (“No te preocupes por ser moderno, porque desgraciadamente lo serás”, decía Dalí), pero, a la vez, tomo distancia del presente, puesto que a fin de cuentas solo así, desde esa posición desplazada, puede abrirse paso la distancia crítica, la discrepancia frente al presente.

-¿Qué perspectivas tiene la literatura en el panorama actual?

-Creo que con el tiempo, la humilde literatura, no relacionada con el poder, será la única que, por no haber sido precisamente humillada, perdurará.

“Mi discrepancia frente al presente es grande. Si me preguntan, digo que estoy en contra de todo” - LA NACION

"El humor es un escenario complicado y yo apelo a que toda la gente, independiente de su ideología, se ría". Rodrigo Villegas, otro de los nuestros.
La época del linchamiento y la corrección política. Una época que no ríe: "Después de anticipar los linchamientos digitales y de poner en evidencia los debates polarizados y la falta de sentido crítico, Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) aparca su faceta ensayista y publica ‘Nadie se va a reír’ (Editorial Debate), una crónica novelada sobre la historia de Anónimo García, condenado por una acción humorística cuyo objetivo era poner en evidencia el afán carroñoso de algunos medios de comunicación."

Ahora los libros de Roald Dahl serán reescritos para no resultar ofensivos. En Charlie y la fábrica de chocolate, se cambiará la palabra "gordo" por enorme y se quitará la palabra "feo". En Matilda, la referencia a escritores como Joseph Conrad y Rudyard Kipling será sustituida por John Steinbeck y Jane Austen. Motivo: presunto "supremacismo e imperialismo". El virus de lo woke pretende infectar la literatura entera. Un revisionismo literario que simplifica toda complejidad de la obra, que es otra forma de apropiación cultural y que responde a los lineamientos de la narrativa imperante. Roald Dahl tiene casi sesenta cuentos y, en serio, hay que tener una visión del mundo retorcida, neurótica y perversa para considerarlo un autor ofensivo. Lo dicho: estamos viviendo una esquizofrenia, una ruptura con la realidad, un mundo paralelo guiado por imbéciles.

“Estas prácticas de censura ideológica y la autocorrección, que en ocasiones inducen a eliminar o no mostrar y en otros casos a integrar temas tendencia, instrumentalizan la literatura, empobrecen la oferta editorial y van en detrimento del riesgo, la diversidad, la libertad artística y el espíritu crítico”