sábado, 6 de noviembre de 2021

Florcita Motuda, durante la discusión para acusar constitucionalmente a Piñera, intervino con algunas palabras muy llamativas: «Desde lo alto de las galaxias bajan estrellas muy brillantes hacia la mente de nuestro pueblo. Trata de ver esa luz adentro de tus ojos y no impidas que ella, la luz, obre por sí sola bondadosamente, iluminando todo. Absorbe la luz, absórbela, como si fuera un líquido o un viento». Para unos, un loco lindo. Para otros, un payaso político más. La acusación fue rechazada. Lo cierto es que nuestra coyuntura oscila en tiempo récord entre la tragedia griega, la comedia picaresca y lo real maravilloso cruzado con surrealismo.
Byung Chul Han acierta. El amor agoniza y deviene Thanatos. Cualquiera que haya amado, en el fondo, lo sabe.

¿El centro político ha muerto?

Discutíamos con mi madre respecto al futuro político de Chile. En la sobremesa del domingo, salió a colación el inevitable tema de las elecciones:

-Como mujer de izquierda que soy, votaré Boric.

-Yo aún no me decido. Para serte franco, ningún candidato me convence.

-Pero hijo, piénsalo bien, ahora la cosa es derecha o izquierda. Kast no puede salir.

-Lo que pasa, madre, es que pienso que son los políticos el problema.

-Hijo, eso mismo argumentaba Pinochet, y fíjate en todo lo que pasó después, y lo que costó recuperar la democracia. Ahora tenemos, al menos, la oportunidad de elegir otra cosa.

-Sí, demás. Igual el panorama está polarizado, pero tiene que haber otro camino…

-Yo creo que la cosa está más que clara: derecha o izquierda.

Es este un dilema que me ha venido persiguiendo durante el último tiempo, luego de serias reflexiones en torno a la coyuntura y la legitimidad de los partidos políticos. Un giro libertario me ha permitido ver otras posibilidades más allá de la vía refundacional. Sin embargo, no deja de ser cierto lo que dice mi madre: el clima político, hoy por hoy, está polarizado, y para muchos, más entusiastas y convencidos que yo en estas materias, la cuestión está decidida, a todas luces, entre uno u otro bando. Bien decía Mosciatti en su último comentario de la Bío Bío: “Lo que se ha dicho respecto al choque de trenes es inevitable. El centro político prácticamente ha desaparecido. El vacío es de votantes y participantes, porque las sociedades también se pueden polarizar. En el fondo, tienen razón los que indican que el choque hoy es entre dos modelos”. Y así es.

Tal parece que las elecciones presidenciales, en pleno contexto covid, están emulando la Tercera ley de Newton: A toda fuerza se le opone otra fuerza de igual magnitud pero contraria. La cuestión a nivel mediático pareciera estar zanjada: Boric o Kast. Entonces, todo intento por aunar un centro político en Chile se ha visto truncado por aquellas dos fuerzas antagónicas que ahora se enfrentan, dos modelos, dos visiones de sociedad, como reflejo de una tensión político ideológica que no para de agudizarse desde el 18/10 y que se consolida con el proceso constituyente solo para seguir avanzando rumbo a la batalla de las presidenciales. La DC está derrotada, eso es un hecho, es cosa de ver los números. Todos han apuntado, sin duda, a la falta de consistencia de una DC inclinada hacia la “centroizquierda” de parte de Provoste, y al fracaso rotundo de una “centroderecha” liberal liderada por Sichel, otrora simpatizante de la DC. El centro político está en tu mente, me decía un amigo. Según dicen, Chile ya no está para medias tintas, porque se están debatiendo cuestiones trascendentes, y eso requiere de convicciones firmes, posiciones bien consolidadas en forma y fondo.

He aquí que quisiera hacer un alto, y permitirme un instante de escepticismo frente al rumbo generalizado del devenir país. Porque pienso que, aunque el centro político esté derrotado de facto, continúa en sus estertores ¿A qué me refiero exactamente? Pues que existen otros centros más allá del tradicional. Me refiero a fuerzas alternativas que han ido surgiendo últimamente, tal vez, minoritarias; otras, incluso, invisibles para el gran ojo público, pero existentes y presentes a un costado de la corriente principal, fuera del gran coliseo romano de las grandes ideologías. Es cosa de remitirse a partidos políticos recién formados como Centro Unido, liderado por Dr File, que tuvo una incidencia no menor durante la carrera presidencial a mediados de año, con su visión en contra de las “derechas-izquierdas” y su propuesta del equilibrio político mezclada con filosofía confucionista. Algo, si se quiere, muy original y arriesgado. Dr File, de hecho, en su libro Politikon (2012) expresó su visión política sobre el centro de manera clara y precisa: “Pocos conocen el camino del centro y muchos desean conocerlo. El centro es el único lugar donde el hombre puede existir y la armonía es su ley constante. (…) Si todos los Estados fueran gobernados desde el centro, el mundo entero gozaría de equilibrio, ya que todo se encuentra interconectado”.



Afín a Centro Unido, se encuentra el Movimiento Chile Digno, que se define como un movimiento soberanista “que no comulga con las izquierdas ni derechas, ni con la lucha de clases que busca dividirnos”. Al igual que Centro Unido, su lectura sobre la contingencia apunta a combatir el Nuevo Orden Mundial y a la casta política servil a sus intereses. De modo que son críticos de todas las medidas geopolíticas de control que se han venido implementando últimamente con la excusa de la pandemia, considerándolas un severo ataque a la soberanía y a las libertades individuales de los chilenos. El Movimiento Chile Digno tuvo la intención de convertirse en un partido político, compartiendo espacio y objetivos con Centro Unido, pero, en el fondo, cedieron su protagonismo al partido del Dr File como una medida estratégica de cara a una mayor presencia en el sistema.



También se encuentran circulando, fuera del sistema electoral, librando una batalla cultural en distintos medios, visiones como las del Movimiento Social Patriota, que apunta hacia un nacionalismo de corte soberanista, entendiendo esto como un rechazo a cualquier intervención del extranjero en las políticas del país, y como el apoyo a un Estado fuerte que permita proteger los recursos naturales y económicos de la nación, rechazando de plano las prácticas neoliberales que han venido agotando –según dicen- el “espíritu de Chile”-. Ahora ¿en qué se diferencian del discurso de la izquierda? Básicamente, en que se distancian del progresismo deconstructivo que insta a refundar el país. Ellos prefieren mantener la integridad del Estado Nación y preservar la cultura y las tradiciones propias de la historia chilena, sin pretender cambiar su condición de República.


En otra vereda, se halla otro movimiento que podríamos considerar de “centro” llamado Movimiento Democracia Directa. Estos apuntan, directamente, a reconsiderar el concepto de democracia en su acepción original, “poder del pueblo” sin intervención de la maquinaria partidista estatal. Un verdadero “poder desde las bases”, con la ciudadanía organizada, decidiendo los asuntos políticos. Su lema es “juntos por una nueva consciencia de gobierno ciudadano”. Una parada, si se piensa, no muy diferente a la de un Artés, con la salvedad de que no pretenden seguir el proyecto del Partido Comunista de Chile, sino que apuntan a una democracia directa distante de la carga histórica que involucra el comunismo en cuanto cosmovisión y práctica política. Así lo han manifestado en su cuestionamiento al proceso constituyente, el cual denuncian, al señalar que no permitirá a los ciudadanos ser partícipes de la escritura de la Nueva Constitución, luego de que el Congreso chileno impidiera a los candidatos independientes poder pactar entre ellos y “armar listas aparte de los partidos políticos con el propósito de competir en las elecciones”. De tal forma, todo es un fraude, por lo que “no hay garantía de plena igualdad para competir, dejando de manifiesto el hecho que la clase política partidista confirma su rol de protectora del modelo “vende patria”. Está claro que para ellos, la clase política partidista involucra tanto a la izquierda como la derecha, ambos cómplices –según esta postura- de una visión binaria de la sociedad que no hace más que dividir a la población y favorecer a las elites en las altas esferas.
Como última postura de centro, tenemos la del youtuber Viva Chile. Este cuestiona abiertamente el globalismo impulsado por la ONU en el país. Su tesis más fuerte es que el Sistema de las Naciones Unidas se ha estado instalando en Chile desde antes de la UP y la Dictadura militar, sirviendo como centro de operaciones para una serie de experimentos socioeconómicos que se han gestado en el seno de la sociedad chilena, primero, con la Constitución del 80 para inaugurar el modelo neoliberal pensado por los Chicago Boys, y segundo, con la consolidación de este modelo mediante los gobiernos democráticos de la Concertación para, finalmente, propiciar las condiciones que deriven en una fuerte oposición, y así, provocar un malestar social que luego pueda ser instrumentalizado con el fin de instalar un sistema globalista, que afianzaría el descalabro y minaría cualquier atisbo de proyecto Estado Nación chileno. Viva Chile, a través de sus videos, hace un diagnóstico completo del país bajo esta mirada, plantea una propuesta muy clara sobre un modelo que podría generar –según afirma- un cambio radical. Se trata del Singapurismo a la chilena. Básicamente, un modelo de Estado chileno a lo Singapur, un equilibrio armonioso entre un Estado protector de la institucionalidad y los recursos naturales, y una economía de libre mercado respetuosa de las políticas internas del país. Un nuevo nacionalismo revisitado, un “chilenialismo” soberano, patriota, muy distinto a un hipotético gobierno popular y marxista y, por supuesto, totalmente diferente al capitalismo de compadres que representa el paradigma de nuestra forma de entender la sociedad y la política en Chile.

En suma, ¿el centro político en Chile ha sido derrotado? sí, por ahora, aunque no ha muerto, como suelen decir los simpatizantes de los movimientos y partidos tradicionales. En tiempos de polarización, se mantienen fuera, cual disidencia, negándose a transar sus principios. Uno puede no estar de acuerdo en muchas cosas con los distintos movimientos de centro, pero no puede descartar su potencial ni ignorar su presencia, confundiéndolos con la vetusta DC. Por lo pronto, trabajan y transitan el camino del medio, el centro, con miras a no decantarse demasiado por uno u otro lado del espectro político. Pese a que constituyan una fuerza menor a nivel país, puede que a futuro el escenario esté menos polarizado y sea la oportunidad para reencontrarse con los centros. Así que, mientras eso no ocurra, conviene leer a Alexander Dugin y su libro sobre la “cuarta teoría política”.