martes, 13 de junio de 2017

Según cuenta la leyenda, Anita Pallenberg, la "musa negra" de los Stones, se fue con Keith Richards en un viaje de iniciación en Marruecos, escapando de una tormentosa relación con Brian Jones. Días más tarde, el Stone sería encontrado muerto en extrañas circunstancias. Andrés Caicedo contaba en su novela Que viva la música que este episodio marcaría la historia de la banda para siempre. Luego de la muerte de Jones, Pallenberg y Richards comenzarían su ya clásico noviazgo, en una cruzada de música, amor y heroína. Años más tarde, en su autobiografía Life, Richards confesaría que Anita lo engañaba con Mick Jagger durante el rodaje de una película, Performance, en la cual ellos tuvieron cierta intimidad misteriosa. Ella lo negó hasta el final. Anita había resignificado el concepto de groupie. La chica se volvió de pronto aquel placer prohibido que marcaría a fuego el destino, la lírica y la inspiración de los chicos de Londres. ¿Habrá sido solo la quinta Stone, o más bien, aquella musa fatal que poseyó a los rockeros de tal forma que llegó a volverse su agente erótico y tanático, deseo y pulsión de muerte? La canción Wild Horses del disco Sticky Fingers, año 1971, quizá refleje ese contraste vital, ese fondo de separación revestido por un deseo incontrolable. Keith Richards habría sido quien la escribió, inspirado en Anita, a causa de la melancolía de tener que dejar a su hijo con ella para partir de gira. Más tarde, Mick Jagger le daría otro sentido a la canción, diciendo que se trataba de él y de su ex novia Marianne Faithfull. Como sea, Wild horses, no importando si fue realmente inspirada por Marianne, o por Anita, habla en realidad sobre ellas, las mujeres, sobre el amor que llega para quedarse como un siniestro impredecible y transmuta para bien o para mal las almas del rock and roll. De seguro esta noche Keith recordará el tema, pensando en la muerte y en la madre de sus hijos, mientras acaba tarareando: "we'll ride them some day".
Ganó Rumania. Ganó el país de Emil Cioran. El mismo que dijo alguna vez: "Todo éxito suele ser un malentendido".
Uno de los temas inéditos del Ok Computer, relanzado a propósito de los veinte años del álbum (1997-2017). La forma y el fondo del disco eran la de una visión distópica del nuevo siglo. El último vestigio de una generación perdida, la llamada "generación X", el epítome de los años noventa, en los cuales reinaba la intuición de que algo acababa -cierto concepto de modernidad- y de que algo estaba a punto de comenzar -nuestra era hiperconectada, pero, hasta cierto punto, esquizoide, paranoide-. El arte y la política empiezan a tener su propio karma, su propia policía. Se han redefinido los medios de producción, los objetos de consumo, la información, pero también se ha redefinido la soledad, el aburrimiento. La modernidad nunca llegó, o siquiera empezó. Siempre fue un proyecto. Ok computer podría ser perfectamente la banda sonora de alguna novela de Thomas Pynchon o de David Foster Wallace. La mirada de los personajes en el video de esta canción inédita es, a fin de cuentas, la misma que la nuestra frente a la pantalla, una mirada digital, de frente a cierta idea de futuro, pero de espaldas a la noche.