jueves, 24 de agosto de 2017

La secretaria a mediodía estaba armando en la oficina un power point sobre las drogas. Era para presentar en el ramo de Orientación Valórica. Se dejaba ver en una de las diapositivas una imagen con los efectos del LSD. Era la clásica imagen de la influencia de esta sustancia en el diseño de las telarañas. Ella de repente me preguntó, al notar que miraba fijamente: -Mire lo que provoca esa droga en las arañas. La tela tiene una forma rara-. Continuó mientras apuntó fijo a una parte de la diapositiva. Su dedo apuntaba a la supuesta inutilidad de la tela fabricada bajo el efecto de la sustancia. Siempre me ha llamado la atención la forma prolija de la telaraña lisérgica. Recordé un estudio mencionado al respecto. Señalaba que científicos de la Nasa probaron hace más de tres décadas distintas sustancias en arañas (desde el café al mismísimo LSD, pasando por la cannabis). Notaron que la telaraña bajo el LSD era la que más conservaba una suerte de patrón geométrico. Por otro lado, nada se mencionaba en el estudio respecto al efecto sobre la funcionalidad de la tela, únicamente sobre su estética. Las formas de la telaraña en la pantalla eran tan simétricas que tenían un movimiento centrípeto. Las formas mostradas en aquel estudio, bajo el efecto de la cafeína o la cannabis eran, en cambio, irregulares, sin patrones evidentes, incluso parecidas a fractales deformes. La secretaria, mientras tanto, insistía en el efecto nocivo de la droga mencionado por la página de la cual sacó información. -Fíjese que bajo el LSD la telaraña, según la página, no será tan efectiva-. Deseaba decirle en ese momento que, sin embargo, su diseño era lo que importaba. El secreto detrás del diseño de la telaraña lisérgica. No capturaría muchas presas, renunciaría a su utilidad, pero a cambio de una inaudita perfección en la forma. La búsqueda de la simetría en la telaraña implicaba posiblemente sacrificar su sentido inicial. Mientras la secretaria seguía modificando el power para la presentación de mañana, la imagen de la telaraña seguía ahí, impertérrita, extrañamente capturando nuestra atención, envolviendo nuestra mente. En eso sonaba el timbre para volver a clases. Ningún alumno había visto todavía la imagen. -Ojala mañana los chicos pesquen la diapositiva-, agregaba la señora, a modo de ironía inconsciente.


Reporte: el segundo semestre avanza, las planificaciones se van añejando, las ideas oxidando. Verdaderos galimatías textuales. Malos intentos de reciclaje. De repente no queda otra que navegar y bucear hasta en la deep web con tal de encontrar algo nuevo, ese fetiche didáctico, esa cosa imposible, aquella amalgama soñada entre conductismo y constructivismo, deslumbrante en su pureza y belleza teórica pero jamás aplicada en realidad alguna.