martes, 3 de septiembre de 2019

Siempre a la micro vía Catapilco se sube un caballero disfrazado de payaso a la altura de la Estación Viña, sistemáticamente, todos los lunes. No viene con ningún show cómico ni nada por el estilo. Únicamente se dirige a los pasajeros diciéndoles: -Ustedes se preguntarán qué hago vestido de payaso arriba de un bus. Pues mi intención no es molestarles, solo quería pedirles una cooperación-. Antes de pasar al fondo para vociferar, le entrega a cada uno un mini calendario con motivos del ratón Mickey y la virgen María. A diferencia de los mendicantes y de los artistas de la calle, no hay relación aparente entre su indumentaria y el papelito que ofrece con tanto ahínco. Pero ese alcance estético, después de todo, no da a lugar. Tal vez el show solapado del payaso, con miras a capturar la atención de los pasajeros, consista precisamente en aquella interrogante retórica sobre sí mismo. Unas cuantas chauchas puede que salgan de aquella meta pregunta sin respuesta. Al parecer, lo importante ya no es la risa, sino la cavilación.