viernes, 31 de enero de 2014



He pensado cómo sería experimentar la pérdida de todo, claro, muchos versados, cesantes de la existencia, mendigos verbales, lo escriben como en una especie de apología del desastre... pero cómo sería realmente perderlo todo de una forma verosímil... donde ni siquiera te alcance para expresar ese descontento, una debacle completamente material, que solo el hambre fuera consejera (acaso no lo es siempre?)... no se trata tampoco de un regocijo de la miseria, hay muchos que cometen el error de aburguesarse incluso en su propio abismo, sino que concebir la posibilidad de darlo todo por perdido, en algún tiempo, en algún espacio, con tal de que cada acción o pensamiento esté luego libre de la expectativa como un huésped maligno, y dar luz a la paradoja: precisamente porque todo está perdido es que ya no hay nada que perder... dar por sentada la pérdida de la personalidad, de un avatar más o menos deseante; la pérdida de la formalidad social, de la posesión mundana, hasta dar solo con la puesta en práctica de la realización, la pura apuesta en el borde de todas las páginas en blanco del libreto humano.