martes, 5 de mayo de 2015

Anoche luego de recuperar el sueño extinto de fin de semana fue tan profundo que se soñó cuestiones semi-reales, a ratos tan imaginativas como inenarrables... Por ejemplo, la asociación de un inquilino vecino faltante con la consecución de un crimen televisado como reality (así tal cual). Se trataba de una chica que había sido violentada y que en una carrera por reencontrar no se sabe si su familia su hija o su hogar vuelve a esa pieza vacía, oscura. Ya fuera de estar en línea (de esa imagen televisada ficticia) argumenta que le quedan pocos días de vida (sin saber por qué ni cómo). Luego uno mismo se encuentra de vuelta no se sabe en qué sitio mezcla del barrio de escolar y la morada actual, en que se es invitado a una especie de fiesta desconocida, donde no se reconocía absolutamente ningún rostro ni el propósito mismo de la fiesta.... solo era todo luces de neón y un ruido ensordecedor. Interactuar con ellos hacía que se volviese a una especie de pasillo y luego sintiese una suerte de mariposa en el estómago por no cumplir una obligación laboral ya extinta, planificar algo así como un momento de esa instancia fuera de tiempo, sin ya tener el tiempo ni la razón para hacerlo.... y lo único que sabía era que la fiesta, inenarrable, seguía, y la obligación abstracta, omnipresente, persistía, sin poder hacer ya nada, puesto que cualquier intento por cumplirla te hacía volver a ese barrio mixto como si eso mismo fuese parte de una planificación o de un espectáculo sin nombre. Las palabras solo pueden adornar esos hechos oníricos, que iré siguiendo de cerca, tan increíbles como políticamente subterráneos. Hay allí material para una novela policial onírica o, en su defecto, un reality algo trasnochado. No creo en el moralismo ni en el control subrepticio del pensamiento, pero si me hiciese militante de algo, sería de causas oníricas o, mejor aún, de causas perdidas