jueves, 26 de junio de 2014

La lucidez mordaz de algunos diaristas, Pessoa, Pavese, Ramón Ribeyro, etc, en el fondo no conlinda con las grandes personalidades del gheto literario, su tarea es simplemente el relato de los días y el estoicismo del estilo apátrida, sin otro referente que la conmoción por el tiempo y la pugna interna... no parecen acarrear el impulso napoleónico de los que aspiran a la posteridad, de los que ven en la literatura un trampolín para el extasis del mañana, (se distancian de aquellos que sintetizan toda su cosmovisión en un puro gran texto, quizá no tanto por resistencia, sino que por una disposición vital) deletrean el peso del mundo, son verdaderos monjes de la bilis, entienden escribir como algo orgánico, que basta mucha ansia, necesidad, incluso temor, para que recién aflore a la superficie el presentimiento de algunas frases ilustres. El diario como alternativa frente a la obra total, esta tiende a volverse un proyecto que amenaza por inabarcable, se vuelve ese gran prestamista de la ficción que demanda de ti ideas, retórica, imagen, inclusive experiencias vividas y asimiladas. Habría que pensar en las obras de ficción como espejos enterrados, en el patio trasero de las conciencias, para que todos acudan algún día a regocijarse en ese reflejo mientras socavan las entrañas de su materialidad... hoy se piensan como altares, como amuletos, objetos de valor, los textos no tiene valor en sí, (eso hay que dejarselo a los maníacos del saber, a los académicos) el verdadero está en el conflicto, en los impulsos que nos inducen a leer y patear los vidrios de la realidad, se halla en las emociones que son caldo de cultivo para la creación, el llamado "thaumazein" griego , se intuye a carne viva en los diarios y cartas, de hecho deberían concebirse como la nueva escritura del asombro...son los días en que la neurosis se presenta a flor de piel, en que el imaginario resulta extraño, los medios como un gran masaje mental. Sin embargo, aún percibo y conozco propuestas que apelan a ese rigor secreto, algunos tomando nota en las esquinas, otros en los blogs navegando por la red... en esa arista se goza de buena salud todavía, en el fondo se deja todo ese trabajo, esas horas invertidas en palabras, rollos, argumentos, para sobrellevar la desesperación de simplemente aparecer frente a los otros con el corazón vacío, por lo mismo, abierto, para recomenzar.