sábado, 26 de diciembre de 2015

En la micro de vuelta cargado de regalos de los cuales perdí la cuenta, unos míos y otros para los conocidos, los queridos, leo en el asiento del frente una inscripción con plumón: "Lo malo de ser dominado es que te hace querer dominar". Justo abajo de la inscripción, firman: "El innombrable". ¿Qué diría Nietzsche de esa frase? ¿Quién será el tipo que firma como el innombrable? ¿Por qué razón la escribe detrás de un asiento de un micro? ¿En qué circunstancia y a propósito de qué? Preguntas que afloran a medida que intento recordar la frase y a la vez que atajo los regalos para que no se caigan. Pensar que en semejantes condiciones un tal viejo pascuero, como nos contaron de pequeños, debe cargar, como un sísifo apócrifo, una millonada de deseos y de regalos de los cuales no recibe nada a cambio. La ilusión del viejo pascuero, del ente filantrópico, domina, pero a la vez es dominada por la codicia y los sueños ajenos. Todos y cada uno interpretan esa ilusión, la ilusión de la benevolencia y la generosidad, mientras atajan los regalos que apenas pueden cargar. Al filósofo le toca ser el personaje anónimo que constate esa ilusión, aunque sea en el asiento trasero de la locomoción colectiva.