lunes, 18 de abril de 2022

La era covidiana y el dogma de lo nuevo.

Se ha viralizado el bicho de lo nuevo. Algunos funcionarios de gobierno han hablado sobre “nueva normalidad” para referirse al hipotético estado de cosas posterior a la pandemia. También se ha hablado de El Gran Reseteo, en relación a la propuesta de economía planificada del Foro económico Mundial. Klaus Schwab, su fundador, ha sostenido que "la pandemia representa una oportunidad, inusual y reducida, para reflexionar, reimaginar y reiniciar nuestro mundo y forjar un futuro más sano”. Paralelamente, se instaló en Chile la idea de la Nueva Constitución, a partir de los eventos ocurridos durante el “estallido” del 2019. Producto de eso, surgió la Convención Constitucional que hoy escribe la propuesta de Nueva Constitución para un “Nuevo Chile”. Con esta nueva Carta Magna se pretende “refundar” el país entero, demoliendo las viejas instituciones que cimentaron el sistema neoliberal, para construir, en su lugar, un sistema con un rol más preponderante del Estado y con una marcada plurinacionalidad.

Pareciera que la crisis de la pandemia impulsó tanto un aire revolucionario como un proyecto megalómano. Además, ha reflotado lo que se creía superado: la conspiranoia, que, dadas las condiciones del mundo, ha pasado de enarbolar teorías de conspiración a constatar hechos conspirativos. Las alusiones a 1984 y al Mundo Feliz se volvieron virales. Así, la mención al Nuevo Orden Mundial está más patente que nunca, y ronda en el imaginario de una “Nueva Resistencia” bajo un distópico escenario global. Tenemos, como ejemplo insigne de esta Resistencia, a Alexander Dugin, estratega político ruso, muy influyente en Putin, quien ha hablado abiertamente de El Gran Despertar, justamente, en oposición a El Gran Reinicio propuesto por los socios de Schwab. Dugin dijo que El Gran Despertar “no se trata de élites e intelectuales, es una reacción espontánea de las masas, que de repente se dieron cuenta, como el ganado en el matadero, que su destino ya había sido decidido por los gobernantes y que en el futuro no hay lugar para la humanidad”. Dugin invoca este Gran Despertar como evidente contrapeso a lo que él llama el poder global del liberalismo económico que representa el bloque de Occidente o, mejor dicho, la cúpula de occidente cooptada por la Banca judía internacional.

Ante este convulso panorama de fuerzas en oposición, fuerzas que quieren conservar algo, una tradición, una esencia, un espíritu común, y fuerzas que quieren demolerlo en pos de algo “nuevo” (un nuevo orden, un nuevo paradigma, una nueva ingeniería social), el hombre de la era covidiana se ve en la disyuntiva del siglo XXI: sumarse a esta ola de revoluciones y de refundaciones en todo ámbito de la vida humana, con mucha fe, pero poco saber o perseverar en la solidez de sus propios juicios, valores y principios, a riesgo de ser machacado bajo la marea indómita de lo nuevo.

¿El Gran Reseteo forjará acaso un mundo y un futuro mejor? ¿Quién decide qué es lo mejor para el mundo y para el futuro? ¿La Nueva Constitución conseguirá refundar el país? ¿Quiénes deciden qué es lo mejor para Chile? ¿El Nuevo Orden Mundial es un proyecto que existe? ¿Supondría el fin de nuestra sociedad tal como la conocemos o el comienzo de un nuevo y desconocido orden de cosas? Son estas las preguntas que siguen asaltando al hombre covidiano, con un pie en lo moderno y otro pie en la tradición, y permanecen en la pura incógnita, a medida que el dogma de lo nuevo continúa viralizándose en la mente de sus apologetas. El tiempo se acaba. Lo nuevo no puede esperar. Pero la Resistencia pretende sobrevivir a lo nuevo, y mantener en alto la bandera del pasado y de la historia.