jueves, 22 de julio de 2021

De verdad no entiendo la mentalidad obtusa de ciertas personas. Hay quienes defienden la propuesta de Chile Vamos de castigar con multas o incluso cárcel a quienes ofendan los símbolos patrios, porque eso es algo “de izquierdistas”, apelando a una sensiblería patriotera. O sea, muchos de ellos cuestionan la “generación de cristal”, pero aprueban que el aparato punitivo del Estado intervenga en algo como una ofensa a una bandera o a un escudo. Por lo demás ¿Qué clase de ofensa puede ser penada con cárcel? ¿Acaso vivimos en Monarquía? ¿O un régimen totalitario? Alguien que se diga liberal libertario no podría jamás castigar a alguien (a nadie) solo por el hecho de expresarse libremente. Los que sostienen eso no son más que derechistas rancios y conservadores. Antes que nada, la ética de la libertad individual por sobre el respeto irreflexivo hacia cualquier cosa, llámese símbolo o ídolo. Primero, están las personas, su derecho irrenunciable a expresarse; luego, las abstracciones, llámese nación, patria. En eso me declaro stirneriano.
“La percepción de que en el Chile actual unas pocas manos concentran el poder y la riqueza es, en términos generales, empíricamente comprobable. Ya es hora, en ese sentido, que las elites se allanen a una forma más horizontal y participativa de acción política y social; no necesariamente a través de un igualitarismo estatista de arriba hacia abajo, sino mediante la corrección de todo aquello que está en las antípodas del propio sistema que los capitalistas dicen defender. La modernización de las últimas décadas trajo a Chile muchos beneficios, reduciendo la pobreza a niveles inesperados y logrando un grado de movilidad antes impensado. El problema es que hace años que las tuercas de la modernidad no han sido afinadas ni aceitadas: los privilegios, monopolios y colusiones son el peor enemigo del capitalismo, más aún cuando son los propios capitalistas los que se refugian en aquellas prácticas, maximizando sus ganancias, pero, a la pasada, perjudicando a los que realmente deberían beneficiar, es decir, a los ciudadanos.

No hay que confundir, sin embargo, la desigualdad económica y de oportunidades con la visión –voluntarista y en extremo superflua- de que una nueva Constitución cubrirá las necesidades materiales básicas de los chilenos. Las leyes fundamentales son entramados constitucionales generales, no específicos. Y ello porque los derechos sociales deben tener un correlato con la realidad económica del país. Eso lo entendieron los constituyentes de 1925 y es de esperar que también lo comprendan nuestros representantes. En breve, hemos llegado a un punto en la deliberación política en que el país requiere un nuevo orden constitucional surgido de una discusión democrática y participativa, pero siempre cuidando el resultado de lo fácilmente exigible. De otra forma, es probable que terminemos traspasando a las próximas generaciones la llama de un conflicto que lleva demasiados años encendida y que debe ser, de una vez y por un buen tiempo, enfrentada y sofocada”. Chile Constitucional, Juan Luis Ossa Santa Cruz.

Chokita

Cambiaron el nombre de la clásica Oblea “Negrita” a “Chokita” con tal de estar acorde a los tiempos. O el progresismo es muy rentable o Nestlé debe seguir el zeitgeist para no irse a la quiebra. Desde ahora, habrá un revisionismo político total: Tuyo podría pasar a llamarse Nuestro (combatiendo la propiedad privada); Privilegio cambiaría por Dignidad (en honor a la Plaza Baquedano); e inclusive, la oblea Golpe podría ser nombrada Pronunciamiento, aunque este cambio sí que no convendría. En ese caso, mejor mantener el nombre original.

Si se mira de lejos, todo esto suena a una estúpida táctica publicitaria de moda. Sin embargo, no se entiende que el objetivo final de esta medida corporativa es vender el producto a toda costa, y para eso primero hay que generar el deseo mediante un símbolo (branding), logrando que reaparezca en la opinión pública, y vaya que lo ha logrado con creces. Numerosos memes se han creado a raíz del temita. Ahora, tanto clientes progres como clientes antiprogres se pelearán por la rica oblea, cada uno llamándola a su manera con airados argumentos. Ambos, al fin y al cabo, la comprarán y se la comerán igualmente, solo que unos alegarán consciencia racial y los otros sencillamente evocarán la sensualidad de su sabor, sin tapujos.