viernes, 31 de octubre de 2025

“…No es de extrañar, pensó Thomas, que los humanos seamos tan nerviosos, tan arrogantes, tan defensivos. No es de extrañar que la Internet, que se suponía que debía volar las puertas de las visiones estrechas y parroquiales del mundo, simplemente se convirtiera en un supermercado de intolerancias, un lugar donde cualquier odio o esperanza podía encontrar una racionalización falsa. Para el cerebro humano, era como vivir en un mundo esquizofrénico, un paraíso de abundancia donde en cualquier momento, algo realmente malo puede suceder. En cierto sentido, eso es todo lo que era la cultura popular: una prótesis moderna desarrollada por el mercado para el cerebro paleolítico. ¿Cómo podría una cultura así no ser seducida por el psicópata? …

Para el profesor Skeat, los psicópatas eran nada menos que los jinetes del apocalipsis. La cultura contemporánea había digerido la falta de sentido de los desastres naturales, el hecho de que eran indiferentes a todas las cosas humanas. Algunos tontos obstinados todavía sacuden sus puños a Dios, pero la mayoría simplemente se encoge de hombros. La mayoría sabía mejor, sin importar cuán ardientemente rezaran. Lo que hace que los psicópatas tan indigeribles, afirmaba Skeat, lo que impulsó a la cultura a untarlos con capa tras capa de perla cinematográfica y textual, es que son humanos que eran indiferentes a todas las cosas humanas. Eran desastres naturales personificados.

Eran gnosis andante, conocimiento secreto, una expresión de la verdad nihilista de la existencia. Y esto, insistió Skeat, era la razón por la que los psicópatas eran los únicos hombres santos, los únicos avatares reales que quedaban para la humanidad. El psicópata es el profeta del testamento más antiguo de todos.” R. S. Bakker, Neuropath (2008), citado por Remis Ramos Carreño, en su ponencia "Epistemología Lovecraftiana: Horror Cósmico, Naturalismo Científico y el Apocalipsis Semántico" presentada para el Congreso de Horror y Metal, organizado por Seminario de Estudios del Heavy Metal. 

Thomas Pynchon es a la literatura norteamericana lo que la banda The Residents al rock de vanguardia: un completo y longevo enigma que sigue vivo.