jueves, 29 de septiembre de 2016

Freud, hoy.

¿Puede la mente ser medida en los términos que medimos una casa? ¿Se puede calcular la dimensión de nuestras pesadillas? Esta y otras preguntas resultarían absurdas si se le hicieran al psicoanálisis de Freud, a propósito de su aniversario, desde una antojadiza perspectiva cientificista. La gracia de Freud en su momento era ir más allá de la evidencia y develar lo que estaba velado a la razón humana. Su concepción de la mente como una "caja negra", de la cual elabora su teoría de lo inconsciente, echó por tierra las nociones clásicas que veían en el pensamiento una condición irrefutable. Se atrevió a cuestionar siglos de lógica cartesiana para develar el mundo del sueño. Freud no fue científico en los términos de la ciencia positiva porque el fenómeno que estudia simplemente es irreductible a esa ciencia. Sería caer en lo dogmático afirmar que todo conocimiento que no sea medible ni cuantificable no puede ser verdad. Con la interpretación de los sueños, la radiografía de la cultura, y la arqueología de nuestras pulsiones hunde el dedo en la llaga de la sociedad y deja abierta una puerta. Dependerá de nosotros inmiscuirnos en ese secreto o seguir de largo con nuestro camino lineal.