miércoles, 25 de noviembre de 2020

“Dios” ha muerto. Y no, no se trata de la clásica afirmación nietzscheana, se trata de la partida de Diego Armando Maradona. Con su muerte, el mundo del fútbol se ve envuelto de un aire sombrío, repleto de luto. Cada vez que la sociedad despide a uno de sus ídolos, algo también muere en sus seguidores. En el último video viral de Maradona, se le veía bailando con una mujer, con pasos erráticos, rayano en lo ridículo, totalmente consumido por la coca. Para algunos, decadencia; para otros, plenitud de una vida marcada por el ascenso heroico y culminada con el ocaso. La última vez que lo vieron fue bailando. No creería en un Dios que no supiese bailar, decía Nietzsche. Y así lo hizo Maradona. Bailó con la pelota en sus tiempos mozos, y lo hizo, al final de su carrera, como en un exabrupto. El héroe combatió en la cancha, ascendió al olimpo del fútbol, para luego retirarse y volverse un auténtico sátiro. Su leyenda le perdona sus años de miseria. Su leyenda le sobrevive. Ha muerto Dios, pero “La mano de Dios” permanecerá anotando aquel gol, ese milagro sin fin.
Píldora roja del día: cada quien arma la narrativa que le conviene.