viernes, 9 de octubre de 2015

Personalmente siempre me interesaron los perdedores en vida. Y no es una pura pose, sino que una cuestión vital. Como si lo de perdedor, a pesar de cumplir expectativas, a pesar incluso de subir al altar, se llevara en la sangre. Kafka uno de ellos, y sin embargo, uno de los más conocidos, aunque eso no quiere decir precisamente el más o el mejor leído. A mayor formación no quiere decir precisamente mayor comprensión. Genio no quiere decir éxito. Pero tampoco lo contrario. Lo entendí mejor mientras realizaba un control de lectura sobre La metamorfosis. Una alternativa decía si acaso Gregor Samsa se dedicaba a la carpintería. La lectura cristiana es demasiado obvia. Acaso buscando el éxito mantenemos dormido al insecto en nuestro interior. Acaso muy en el fondo tallamos una cruz a nuestra medida para que el resto no calce en ella. Como sea, hay un premio Nobel que aún no he leído. Y solo llega de rebote. En cambio, mañana será releída La metamorfosis, y acaso el único premio que reciba sea el que uno de los estudiantes no se sienta simplemente un insecto frente la prueba.