jueves, 1 de agosto de 2024

Es sabido por todos los colegas que está prohibido el uso de celulares en clases, sobre todo durante la realización de pruebas. Pero nunca faltan los casos especiales, aquellos alumnos disruptivos que, de todas formas, sacan el aparatito con el flagrante motivo de la copia, incluso a vista y paciencia del profesor. Hoy durante una prueba sobre argumentación y falacias, un cabro trató en todo momento de usarlo, con movimientos escurridizos, como si uno no se diera cuenta. Me acerqué a él caminando por el pasillo. El cabro estaba de espaldas y parecía no darse por advertido. Cuando llegué a su puesto, miré en la pantalla de su celular y estaba usando Chat GPT, pero la versión nueva incorporada a whatsapp por Meta. “¿Qué está haciendo?”, le pregunté, serio. “Disculpe, profe, estaba chateando con mi mamá”, dijo el cabro, desvergonzado. Fue tanto el descaro que hasta sus compañeros lo vieron con mofa. “¿Y su mamá se llama IA?, le pregunté otra vez al cabro, irónico. “Sí, se llama Iana”, contestó él. La salida fue tan irrisoria que el resto de los cabros se largó a reír irremediablemente. Yo intenté contener la risa, para mantener el clima de aula. Sin embargo, el absurdo había contagiado la clase. El cabro había suplantado a su madre con Inteligencia Artificial. Estaba dispuesto a eso para justificar su transgresión. Iana se volvió así, de pronto, la interlocutora virtual de los “porros”. Cuando nos hablaban en la Universidad sobre incorporar las nuevas tecnologías al aula, jamás imaginamos estos alcances. Sin duda, estamos a la vanguardia.