sábado, 5 de febrero de 2022

Archivo 81: misterios y secretos tras la pantalla de la realidad

Hay un elemento crucial que une Archivo 81 (2022) con otras producciones en la misma línea: es el tratamiento de las sociedades secretas. Por medio de la ficción, nos muestran cómo operan ciertas elites oscuras a través de encuentros denegados al resto de la humanidad. Así se pudo apreciar en obras como Ojos bien cerrados (1999) de Stanley Kubrick, en la serie Ares (2020) de Pieter Kuijpers y en El juego del Calamar (2021) de Hwang Dong-hyuk. Archivo 81 profundiza en este tópico de las elites con una trama que aborda lo paranormal, lo esotérico y lo policial de una forma dinámica. La serie trata básicamente de un archivista que es contratado para restaurar una serie de video cassettes, los cuales fueron rescatados de un edificio, el edificio Visser, que se incendió en el año 1994. Con el pasar del tiempo, el archivista descubre que la creadora de los videos estaba investigando un culto secreto, llamado Boz. Aquellos que iniciaron este culto creían en la existencia de otro mundo gobernado por una deidad de nombre Kaelego. El culto Boz utilizaba una enorme cantidad de sangre derramada en honor de esa deidad, con la finalidad de invocarla y, eventualmente, abrir un portal para traerla a este plano.

Durante la serie, aparecen diferentes símbolos, ciertos números como el 13 o “el ojo que todo lo ve”, en forma de pistas para el espectador, que conducen, de una u otra forma, al descubrimiento de ese culto y de ese Dios, colmando de una atmósfera tenebrosa el recorrido hecho por la documentalista en los videos, y el trabajo de restauración del archivista, quien poco a poco devela secretos cada vez más oscuros, relativos a toda esa maraña de ritos y eventos paranormales. Conforme se adentra en los recovecos de la realidad mostrada por los videos, el archivista va revelando aspectos de su propia vida. Entonces, su búsqueda difumina el límite entre ficción, sueño y realidad, y adquiere un valor biográfico, amplificado por un pandemonio de sucesos extraños que recuerda a alguna novela de Lovecraft. Pienso en Más allá del muro del sueño, en que el narrador se reconoce como un “incasable especulador de la vida onírica” y busca conectar con las ensoñaciones de Joe Slater a través de un aparato telepático. En Archivo 81 pasa algo parecido, en el momento en que el archivista visualiza el trabajo audiovisual de la documentalista, con lo cual busca no solo restaurar sino que conectar con aquella dimensión del pasado. La documentalista, a su vez, también va abriéndose paso a través de los secretos sórdidos que esconde el edificio Visser, y usa su cámara como su herramienta e incluso como su “cábala” ante la adversidad. Luego, se aventura hacia una sesión de espiritismo, en que se comunica con los espíritus de los muertos, llegando al extremo de romper la barrera del tiempo y de la diegesis, para comunicarse, posteriormente, con el propio archivista en el futuro. Tal es la intensidad de la relación que ella ve en el archivista su punto de encuentro con el “más allá”.

Sucede una audaz cruza de proyecciones. El archivista, cual arqueólogo del tiempo, se sumerge en el pasado a través de esas cintas. Descubre todo este mundo de psiquiatras conspiradores y de fanáticos sectarios, viendo en la documentalista una figura significativa. En este punto, el tiempo y la ficción se mezclan bajo la mirada del celuloide. Los cassettes bien podrían ser auténticas máquinas del tiempo que superan la barrera entre lo posible y lo imaginable. Por otro lado, la documentalista, cual cineasta de lo oculto, se adentra en el terreno de la conspiración al descubrir las verdaderas intenciones de la gente que habita el edificio Visser. Llega al punto de encuentro con los espiritistas y luego con el culto Boz al dios Kaelego. Al grabarlo todo, posibilita que los cassettes se vuelvan auténticos talismanes que, como cajas de Pandora, atesoren la terrible verdad velada tras los muros de aquel espacio repleto de locura y de oscuridad.

Surge la duda al momento en que el espectador se hace partícipe de lo siniestro ¿realmente ocurrió lo del edificio Visser? ¿El dios Kaelego perteneció a alguna cultura antigua? ¿El culto Boz es solo una representación o tiene resonancia en nuestra contingencia? Lo cierto es que la directiva de la serie no admite la referencia histórica ni del edificio, ni del dios, ni de las sesiones espiritistas ni del culto secreto, pero resulta innegable que todos ellos están inspirados en nuestra realidad. La sociedad Boz, por ejemplo, estaría basada en diferentes movimientos místicos vinculados a lo sobrenatural que han surgido en el Estado de Nueva York. Las creencias de la sociedad Boz en torno al cometa Kharon, recuerdan a la secta Heaven Gate (Puerta del Cielo) que se suicidó en masa en 1997, bajo la creencia de que el inexistente cometa Hale Bopp los llevaría a un nuevo mundo. El edificio Visser tampoco existió, ni parece haber ninguna historia sobre un edificio maldito de esas características que haya ardido en los años noventa. Además, la productora de la serie, Rebecca Sonnenshine, ha revelado que Kaelego, la criatura mitad dios-mitad demonio, tampoco es real. Más bien, Kaelego parece ser una criatura ficticia con gran inspiración lovecraftiana. Según se mire, puede ser perfectamente un dios antiguo o un demonio. Hasta puede que el diseño del dios se haya basado en un dibujo hecho por el mago Aleister Crowley sobre una supuesta entidad extraterrestre llamada Lam, con la cual dijo haber tenido contacto. Asimismo, nunca existió ningún aquelarre Baldung. Y es probable que hayan tomado esa referencia del pintor Hans Baldung, quien era adepto al espiritismo y pintó muchos retratos alusivos a la presencia de brujas o hechiceras.

En suma, Archivo 81 representa de manera creativa la forma en que funcionan algunas sociedades ocultistas, y cómo intentan naturalizar ciertas prácticas paganas por medio del entretenimiento. En este sentido, podría interpretarse como una invitación a hacer un trabajo simbólico, a volverse un auténtico documentalista o un restaurador de archivos, con tal de ver más allá de lo evidente ¿Y qué es eso que estaría más allá de lo evidente? La mismísima realidad de los eventos del mundo en su dimensión más oscura, ante la cual el lente de una cámara o el filtro de una pantalla nos pueden servir de antorchas prometeicas para echar una luz sobre las sombras que envuelven nuestra época. Buscar entre las cintas perdidas, conectar con el espíritu de los muertos, excavar en el pasado para recrear el presente e invocar el futuro. Estos son algunos de los desafíos que la serie nos arroja en calidad de exploradores del misterio.