sábado, 15 de abril de 2017

El año 2014, un diario oficial del Vaticano, el "Observatore Romano", reconocía al filme El evangelio según San Mateo de Pier Paolo Pasolini como "la mejor película sobre Jesús", cuestión que contradice la crítica de los años sesenta realizada por el mismo diario, en el momento de estrenarse el filme. La crítica apuntaba a que la cinta era "fiel a la descripción, pero no a la inspiración del Evangelio". Luego, con el tiempo, el Vaticano se desdijo y se sostuvo que el autor manifestó en verdad una "inspiración digna de un creyente". La propia Iglesia reconoció, en el fondo, que no tiene nada que hacer ante la liturgia del celuloide, sobre todo de la mano de Pasolini, el cineasta ecléctico, capaz de adaptar a la pantalla grande desde Las mil y una noches hasta los 120 días de Sodoma.
Se dice que estos días son dedicados a la reflexión. La pura y sagrada reflexión, libre de instituciones y de restricciones. Me gusta pensar en esa figura como algo enteramente subjetivo, personal. Me gusta pensar que hay en el creyente algo enteramente humano que lo une, que lo "religa" a su esencia más allá del acto proselitista de la adscripción a una cosmovisión. La fe como un nicho misterioso, destinado únicamente a una reflexión personalísima, sin intermediarios, representaciones ni idolatrías. La reflexión sobre la individualidad siendo confrontada, interpelada constantemente por lo inconmensurable, llámese infinito, absoluto, "divinidad". La verdad pero también el misterio del pensamiento, invocando secretamente la irreductible verdad y el misterio del universo.