jueves, 11 de agosto de 2016

Fe de erratas

En mis tiempos de estudiante siempre pensé en el compuesto "fe de erratas" como se lee: una fe de ratas. Ayer un alumno me preguntó lo mismo. Si esa fe hacía referencia a las ratas o no. Le corregí diciéndole que se trataba de una "errata". Dentro mío, sin embargo, quise decirle: Es así porque solo las ratas tienen fe. Y demasiada fe suele hacernos errar.
A raíz de la publicación de un amigo virtual argentino, que versa sobre la falta de peligro que supone hoy en día la poesía para el Estado, recalco que se trata ya de un fenómeno internacional. En Chile se da precisamente un fenómeno inverso al clásico platonismo. De la poesía como acto terrorista contra el estado mismo de cosas. Tenemos nuestro propio ejemplo paradigmático en la ya célebre existencia de las becas fondart que financian proyectos literarios, las cuales los poetas y escribientes se llegan a pelear sin mediar ningún ápice de orgullo, yendo incluso al extremo de ajustar las voces, las poéticas y los lineamientos de acuerdo a las exigencias de ciertos grupúsculos, perdiendo justamente ese carácter transgresor que hacía que la poesía fuese tan temible para la nación desde el concepto clásico. "Si el Estado leyera con atención, no financiaría poetas", reza una frase de aquella publicación. La poesía pareciera haberse vuelto, en lugar del enemigo público, un funcionario más del Estado. Porque todos los poetas quieren, a fin de cuentas, beber de su teta, todos quieren parecer políticamente correctos de acuerdo al humor de la temporada, porque resulta más cómodo que simplemente escribir a contracorriente de todo, y con solo los cojones de hacer algo verdaderamente grande y anónimo.